"Si gritas, te mato"
Somalia aparece en el imaginario colectivo como ejemplo de Estado fallido, epicentro del hambre, la pobreza y escenario de las peores im¨¢genes de ?frica, incluido un conflicto de m¨¢s de dos d¨¦cadas; un lugar donde se?ores de la guerra imponen su propia ley, las organizaciones humanitarias se marchan ante la imposibilidad de garantizar la seguridad de su personal y la prensa, a menudo blanco de hostigamiento y ataques, se acuerda de este lugar enclavado en el cuerno del continente s¨®lo cuando alg¨²n barco es abordado por piratas o se produce alg¨²n secuestro.
Las mujeres y ni?as somal¨ªes de los campamentos de desplazados, expuestas a ataques sexuales. ? Amnist¨ªa Internacional
En este contexto, son pocos los que reparan en el mill¨®n de personas que vaga de un lugar a otro del pa¨ªs en busca de una oportunidad para empezar una nueva vida. De ellas, unas 369.000 residen en Mogadiscio. Llegaron all¨ª tras la hambruna de 2011 o como consecuencia del conflicto armado. Algunas se han visto obligadas a desplazarse varias veces en la misma ciudad. Son personas hacinadas en campamentos provisionales, malviviendo en infraviviendas o chabolas construidas con palos, pl¨¢sticos y trozos de tela, rodeadas de pobreza. Dentro de esos campamentos, las ni?as y las mujeres corren un grave riesgo de sufrir violaciones y otras formas de violencia sexual. Nadie las protege y est¨¢n a merced de los instintos de cualquier hombre que quiera tomarlas por la fuerza.
Eso es lo que dice un equipo de Amnist¨ªa Internacional que ha estado en el terreno entre julio y agosto pasados. La violaci¨®n de ni?as y mujeres y otras formas de violencia sexual cometidas por miembros de las fuerzas de seguridad, grupos armados, milicianos y otros actores es constante. Incluso funcionarios de la Misi¨®n de la Uni¨®n Africana en Somalia tambi¨¦n han sido acusados. El denominador com¨²n es la impunidad. Esto hace que los perpetradores no teman consecuencias por sus actos.
El gobierno, a¨²n d¨¦bil y poco preparado, trabaja sin apenas coordinaci¨®n entre las administraciones. A la falta de capacidad se suma la ausencia de una voluntad pol¨ªtica para atajar el problema; y en muchas ocasiones prefiere mirar hacia otro lado e incluso culpabilizar a las propias v¨ªctimas.
A comienzos de 2013, una mujer que denunci¨® haber sido violada por soldados, y un periodista que la entrevist¨® fueron castigados a un a?o de prisi¨®n por insultar a una instituci¨®n nacional. El Ministro del Interior de Somalia dijo p¨²blicamente que el periodista hab¨ªa pagado un soborno a la mujer para que hiciera la denuncia. Aunque la sentencia se anul¨® finalmente, la acusaci¨®n y el juicio se convirtieron en un peligroso mensaje para quienes pretenden denunciar o dar visibilidad a estos casos.
Las mujeres y ni?as que denuncian violaciones y ataques sexuales raramente encuentran justicia. Muchas de las supervivientes ni siquiera se atreven a dar parte a la polic¨ªa porque temen ser estigmatizadas y apenas tienen confianza en que las autoridades vayan a investigar los casos o protegerlas de nuevos abusos. Tampoco en sus c¨ªrculos m¨¢s ¨ªntimos encuentran demasiado apoyo. Por otra parte, casi no hay mujeres polic¨ªa. Y cuando se presentan las denuncias, las ni?as y las mujeres sufren interrogatorios exhaustivos y poco discretos que no tienen en cuenta su sufrimiento.
As¨ª son los campamentos de personas desplazadas en Mogadiscio. ? Amnist¨ªa Internacional
Rahma es una madre de cuatro hijos cuyo marido la abandon¨® despu¨¦s del nacimiento de la m¨¢s peque?a, que ahora tiene ocho meses. A Rahma la asaltaron y violaron a mediados de julio de 2013 en uno de los campamentos de Mogadiscio. ¡°Trat¨¦ de resistirme pero ¨¦l me dijo que si no hac¨ªa lo que quer¨ªa, me matar¨ªa. Me qued¨¦ paralizada para no morir. Entr¨® en mi casa con un cuchillo. Era de noche pero no recuerdo la hora. Nunca he tenido reloj. Donde yo vivo no hay puerta y nadie pod¨ªa protegerme. Estaba sola con mis hijos y con Dios. Los ni?os estaban durmiendo. Estuve quieta porque estaba aterrorizada. Cuando se fue, me pregunt¨¦ qu¨¦ podr¨ªa hacer. Dios es mi ¨²nico testigo. Si se lo digo a alg¨²n vecino, podr¨ªa burlarse y decir malas cosas sobre m¨ª¡±.
Rahma como muchas otras supervivientes de ataques sexuales en Somalia forma parte de uno de los sectores m¨¢s vulnerables de la sociedad somal¨ª. Muchas de las v¨ªctimas son mujeres solas, abandonadas por sus parejas, viudas o divorciadas.
Fartun es una ni?a de 14 a?os que vive en un campamento de desplazados de Mogadiscio. La viol¨® un hombre que entr¨® en su refugio mientras se recuperaba de un ataque de epilepsia un d¨ªa de finales de agosto pasado. ¡°Me despert¨¦ y encontr¨¦ a un hombre que intentaba desnudarme. Intent¨¦ gritar, pero me agarr¨® por la garganta con mucha fuerza. Mi prima de cuatro a?os se despert¨® y ¨¦l le dijo que se callara. Hizo lo que quiso conmigo y luego se fue¡±. La abuela de la ni?a cont¨® a Amnist¨ªa Internacional que los vecinos que se hab¨ªan despertado por los gritos ahogados de su nieta se acercaron y vieron huir a un hombre de unos 30 a?os, semidesnudo y con un palo de madera entre las manos.
Hawa es una ni?a de 13 a?os. Fue secuestrada durante 9 d¨ªas. No se acuerda de mucho ya que la drogaron y abusaron de ella repetidamente antes de ser rescatada por la polic¨ªa. Este es uno de los pocos casos en los que la polic¨ªa s¨ª ha intervenido, ha rescatado a la ni?a y detenido a los autores.
Infraviviendas donde duermen las personas desplazadas en Mogadiscio. ?Amnist¨ªa Internacional.
Sin embargo, Halima, madre de cinco ni?os, no tuvo la misma suerte. A¨²n as¨ª le plant¨® cara al hombre que entr¨® en su habit¨¢culo para violarla en agosto. Luch¨® contra ¨¦l y pag¨® un alto precio por su valent¨ªa. ¡°Estaba durmiendo cuando me despert¨¦ sobresaltada. Hab¨ªa un hombre a mi lado con una pistola. Me dijo que me callara y me desnudara. Si gritas, te mato. Mi hijo mayor, que es discapacitado, se puso delante de ¨¦l. Disp¨¢rame a m¨ª, pero deja a mi madre. El hombre le amenaz¨®. Algunos de mis hijos menores se despertaron. ?l les dijo que se callaran. Trat¨® de desnudarme por la fuerza y me resist¨ª hasta que abri¨® fuego hiri¨¦ndome en las manos. Entonces sali¨® corriendo. Vinieron algunos vecinos con linternas. Sangr¨¦ mucho y perd¨ª al hijo que llevaba dentro. Estaba embarazada de tres meses¡±. Tanto ella como algunos vecinos denunciaron el ataque a la polic¨ªa, pero los agentes ni siquiera se han dignado aparecer por el campamento para investigar el caso.
Adem¨¢s, tambi¨¦n se han producido denuncias de violaciones a manos de miembros de la Misi¨®n de la Uni¨®n Africana en Somalia (AMISOM). El 8 de agosto una mujer denunci¨® que cuatro hombres uniformados la secuestraron en Mogadiscio y la condujeron a los barracones de la AMISOM donde fue drogada y violada en m¨²ltiples ocasiones. Dos d¨ªas m¨¢s tarde la liberaron. Hay denuncias de que en los barracones hab¨ªa otras mujeres que sufrieron los mismos y brutales abusos. El gobierno somal¨ª ha decidido investigar el caso, pero no hay posibilidad de procesar a estos funcionarios porque pertenecen a una fuerza extranjera. Un ejemplo m¨¢s de impunidad en este tipo de casos.
Naciones Unidas asegura que se han producido al menos 1.700 casos de violaciones en los campamentos de personas desplazadas de Somalia en 2012. Un 70% los llevaron a cabo hombres armados que vest¨ªan uniformes oficiales. Un 30% de las supervivientes ten¨ªan menos de 18 a?os. 800 casos de violaci¨®n ocurrieron entre septiembre y noviembre de 2012, cuando el nuevo gobierno tom¨® el poder. No siempre es f¨¢cil demostrar que los violadores son agentes estatales, por eso las autoridades tienen que investigar y perseguir estos casos con especial ah¨ªnco. Tampoco es sencillo identificar y perseguir al resto de agresores con los pocos medios con que se cuentan, pero es fundamental hacer el esfuerzo y tomar decisiones pol¨ªticas en esta direcci¨®n. Las autoridades deben demostrar con acciones concretas que no va a tolerar ni amparar estas violaciones de derechos humanos. Si no protegen a su pueblo ?qui¨¦n va a hacerlo? Las mujeres y las ni?as de Somalia merecen justicia.
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