?Es que los visten como j¨®venes!
Una foto del rey de Marruecos luciendo una camisa de Desigual dispar¨® de nuevo las alarmas en las cabezas de los j¨®venes de medio mundo. Si nuestros mayores se visten as¨ª, ?qu¨¦ se supone que debemos ponernos nosotros? Analizamos este curioso fen¨®meno de transferencia estil¨ªstica
Todos hemos sentido una mezcla de ternura y vergu?enza ajena al ver en Nochevieja a esos adolescentes a los que sus padres dejan salir por primera vez y ante taman?o acontecimiento deciden ponerse lo que un cursi definiri?a como ¡°sus mejores galas¡±: traje, incluso algunos atrevidos lo llevan de tres piezas, corbata o pajarita, zapatos elegantes, faji?n, gemelos... En fin, todo lo que cualquier manual de etiqueta recomendari?a para una ocasio?n especial pero que sin embargo en ellos parecen ma?s un disfraz.
Y es que lo queramos o no la ropa que nos ponemos dice mucho ma?s de nosotros de lo que nos gustari?a. Hay prendas con las que estamos co?modos y esa naturalidad salta a la vista. Una comodidad que no tiene tanto que ver con si la prenda es confortable o no, sino con la identificacio?n que siente con ella la persona que la lleva.
Aunque sabemos perfectamente que la elegancia no tiene nada que ver con llevar corbata o no, y que el estilo casual va conquistando ma?s y ma?s terrenos en el vestuario masculino ma?s formal, muchos hombres han interiorizado a fuego unos co?digos basados en pantalones de pinzas, americanas, camisas y corbatas que hacen que se sientan completamente perdidos al sacarlos de su lugar de confort. Ese en el que saben que, con seguir unas sencillas reglas de colores neutros y manejar su combinacio?n sin demasiadas estridencias, su vida sera? fa?cil. Y probablemente lo es y eso, por definicio?n, significa algo bueno.
Pero en ocasiones toca relajar el estilo y ahi? llega el problema. Y si no, que se lo digan al Rey de Marruecos, un hombre del que se rumorea que tiene un presupuesto de dos millones de euros al an?o para ropa y accesorios, y que lleva con la misma seguridad un traje sastre a medida que un tradicional cafta?n, pero que ha conseguido que se hable de su ropa gracias a (o por culpa de) una camisa de lunares colores de Desigual que se puso en un viaje privado a Abu Dhabi. La foto llama la atencio?n no solo por lo extran?o de la escena, tambie?n porque se produce un feno?meno muy curioso: es que la camisa lo lleva a e?l y no al reve?s. A pesar de que intenta con todas sus fuerzas ponerse a la altura y parecer juvenil. Las mangas dobladas, los faldones por fuera, dos botones estrate?gicamente desabrochados... Sin embargo, algo no funciona.
Algunos hombres son incapaces de quitarse de encima el traje a pesar de llevar un pantalo?n vaquero, una camisa de lunares de colores o hacer desaparecer la corbata. De dejar atra?s ese tufillo de ropa escogida por una madre. No pueden entender ese otro lenguaje, uno en el que los pantalones no llevan raya y los vaqueros no se planchan, en el que las zapatillas deportivas no son u?nica y exclusivamente para hacer deporte, el jersey no se lleva jama?s sobre los hombros sujeto con un nudo sobre el pecho y las cazadoras de ante son algo a evitar, si no han salido de la u?ltima coleccio?n de Brioni. En realidad, es ma?s fa?cil de lo que parece: consiste, simplemente, en desechar cualquier look que se pondri?a un poli?tico en un acto de campan?a en fin de semana. Ese es el gran no. Partiendo de ahi? todo resulta ma?s fa?cil.
Y si no se puede, pues nada. No merece la pena luchar contra la propia naturaleza. No todo el mundo esta? hecho para llevar vaqueros (ni falta que hace).
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