Fuera de ruta
No todo es R¨ªo de Janeiro. Frente a la postal carioca, existen tambi¨¦n otros rincones menos explorados por las gu¨ªas a lo largo y ancho del pa¨ªs, de las dunas norte?as del parque nacional de los Len?¨®is Maranhenses a la capital m¨¢s ¡°europea¡±, Porto Alegre.
Brasilia palace
Turismo vip
El primer edificio acabado de Niemeyer en Brasilia no fue un ministerio ni un palacio, sino un hotel: el m¨ªtico Brasilia Palace aloj¨® a las visitas vip de la capital en obras, del Che a Eisenhower. Pas¨® d¨¦cadas abandonado y hace poco restauraron su perfil rotundo a la orilla del lago Parano¨¢, su piscina ovalada, sus ficus gigantes y los azulejos op-art del ceramista Athos Bulc?o. Es la mejor base en esta ciudad desmedida y a ratos de una tristeza metaf¨ªsica, muy lejos de los siniestros hotelazos descascarillados del sector tur¨ªstico, llenos de subsecretarios.
Inhotim
Paisajismo con arte
Perdido en las profundidades de Minas Gerais, a una hora de Belo Horizonte por carreteras intrincadas, Inhotim se lleva la palma entre los centros de arte m¨¢s espectaculares del mundo. La colecci¨®n se desperdiga por los pabellones de un ed¨¦n dise?ado en parte por Roberto Burle Marx, rey de los paisajistas del siglo XX, que recuerda que en Brasil gustan las cosas a lo grande, por mucho que uno se haya preparado visitando en la capital el barrio de Pampulha, la obra maestra de Niemeyer.
Diamantina
El salvaje Sur
En lo m¨¢s profundo del sert?o mineiro, ese Salvaje Oeste del Sur, prendi¨® en el siglo XVIII la fiebre de los diamantes. Diamantina conserva su aire adormilado de ciudad de frontera, con sus calles empedradas y sus iglesias barrocas de pau a pique (entramado de madera y adobe). Es la m¨¢s secreta de las grandes ciudades coloniales, y el coche tarda horas en cruzar el paisaje agreste, m¨¢s parecido a una Castilla de plantas marcianas que al ensue?o amaz¨®nico del Brasil profundo.
Casa daros
De museos
La colecci¨®n Daros de arte latinoamericano es suiza, pero tiene fama mundial. Acaba de abrir sede flamante en Botafogo, un barrio de toda la vida del R¨ªo hist¨®rico. El edificio lo reform¨® Paulo Mendes da Rocha, premio Pritzker. Y es buen pie para visitar otros museos de la ciudad: el Instituto Moreira Salles y su jard¨ªn bajo los morros de G¨¢vea, el Museo de Arte Moderno y su arquitectura futurista y el MAR, que ha dado otro aire a la zona degradada del puerto.
Boipeba
La isla desierta
A una hora en barca r¨¢pida desde Salvador de Bah¨ªa queda Morro de S?o Paulo, con su fuerte barroco y sus playas de postal. Ser¨ªa como llegar a un refugio de piratas si no fuera por el exceso de pousadas y turistas socarrados en temporada alta. Mejor dar el salto a Boipeba, una islita vecina con menos comodidades, pero el lujo de kil¨®metros de playas y cocoteros para uno solo y hamacas baratas para dos.
Casa de vidrio
Otra arquitectura
La arquitecta italiana Lina Bo Bardi emigr¨® a Brasil en los a?os cuarenta y revolucion¨® su arquitectura desde su estudio en S?o Paulo: la legendaria Casa de Vidrio, donde hace poco interven¨ªan decenas de artistas internacionales en Preludes, proyecto-homenaje que reivindicaba su trabajo: del Museo de Arte, plantado como un ovni en plena avenida Paulista, al vanguardista Teatro Oficina y el centro cultural popular SESC Pompeia, siempre animad¨ªsimo, con polideportivos, cantina, expos, terrazas y conciertos.
S?o Lu¨ªs
Tr¨®pico imaginario
En el remoto Maranh?o y en la punta de una isla rodeada de estuarios y ci¨¦nagas, la ciudad colonial de S?o Lu¨ªs est¨¢ por descubrir y parece un pedazo de Portugal trasplantado al Tr¨®pico. Es la base para viajar al parque nacional dos Len?ois Maranhenses, con sus kil¨®metros de dunas extraterrestres sembradas de lagunas a?iles tras la estaci¨®n de las lluvias.
Paraty
Viajar leyendo
La mejor ¨¦poca para visitar las fachadas barrocas de Paraty, literalmente lamidas por el mar al sur de R¨ªo, es durante la FLIP, que se ha hecho hueco entre los festivales literarios m¨¢s prestigiosos del mundo. Entonces uno se tropieza por sus calles (y tanto, porque los adoquines escarpados son asesinos) con escritores de primera fila, con bandas de m¨²sica, con mucha gente muy contenta y con Gilberto Gil o Maria Beth?nia reci¨¦n salidos de dar un concierto. Un chute de optimismo y fe en un oficio cada vez m¨¢s aperreado.
Iber¨º Camargo
Fundaci¨®n de Siza
El primer edificio del portugu¨¦s ?lvaro Siza en Brasil cumpl¨ªa con una deuda hist¨®rica y se llev¨® el Le¨®n de Oro de la Bienal de Arquitectura de Venecia en su d¨ªa. En la Fundaci¨®n Iber¨º Camargo, Siza se contagi¨® de la exuberancia brasile?a para dise?ar un museo elegante e imaginativo. Una buena excusa para visitar Porto Alegre, la capital m¨¢s gaucha, ¡°europea¡± y abierta de Brasil. Est¨¢ tan al sur que, aunque no se crea, a veces incluso hace fr¨ªo.
Cataguases
Fuga burguesa
En la peque?a ciudad mineira de Cataguases, su burgues¨ªa pr¨®spera e ilustrada levant¨® en la d¨¦cada de los cincuenta una especie de mini-Siena o Urbino de la arquitectura brasile?a moderna. Escuelas, cines, parroquias y casas dise?adas por la plana mayor del oficio: de Niemeyer a L¨²cio Costa y de los hermanos Roberto a artistas como Portinari y Paulo Werneck. Merece la pena echar el d¨ªa en coche desde R¨ªo para dormir en el so?oliento (y barato) hotel Cataguases, con sus muebles de ¨¦poca y jard¨ªn lujuriante del ubicuo Burle Marx.
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