La esclavitud de San Valent¨ªn
Los recolectores de rosas en Kenia, uno de los mayores exportadores a Europa, cobran unos 1,25 euros al d¨ªa por nueve horas de trabajo, en el umbral de la pobreza extrema
Detr¨¢s de las bambalinas de las multinacionales de venta de flores, nada es lo que parece. La regi¨®n de Naivasha (en Kenia, a 1.890 metros de altitud), en el valle del Rift, es la savia que da vida a casi el 70% de las fincas que se dedican al cultivo de las flores en el pa¨ªs, el primer exportador a Europa.
Un producto est¨¦tico, de lujo y con una cargada simbolog¨ªa rom¨¢ntica de la que se hicieron eco los productores ingleses y holandeses durante la d¨¦cada de los ochenta cuando se pusieron manos a la obra: el d¨ªa de San Valent¨ªn, el d¨ªa de la Madre y Navidad son los picos de ventas. ¡°?Por qu¨¦ gastarme 300 chelines ¨Cunos 3 euros¨C en una rosa para mi mujer si con ese dinero puedo comer durante dos d¨ªas? Esta es la raz¨®n por la que los kenianos nunca antes hab¨ªamos prestado atenci¨®n a este negocio¡±, comenta uno de los jefes de producci¨®n de Karuturi en un despacho modesto pero con aire acondicionado. Fuera, la temperatura es de 27 grados; bajo el mar de pl¨¢sticos de los invernaderos, caen a 51.
As¨ª es Naivasha. Un zona rota del mapa con precipicios constantes. Puedes hospedarte en uno de los hoteles de lujo que rodean el lago hom¨®nimo por 250 euros por noche, pasear en barco para ver a la colonia de hipop¨®tamos, o hacer una excursi¨®n en bicicleta al Parque Nacional Hell¡¯s Gate, donde puedes encontrar un gu¨ªa por un mod¨¦lico precio.
El sector, en cifras
- Kenia es uno de los exportadores de flores m¨¢s importantes del mundo y el proveedor m¨¢s grande de la Uni¨®n Europea, contribuyendo con m¨¢s del 35% de todas las ventas. Los principales mercados de la Uni¨®n Europea son Holanda, Reino Unido, Alemania, Francia y Suiza.
- Se estima que en Kenia unas 500.000 personas dependen de la industria de las flores, incluyendo los 90.000 trabajadores empleados en los invernaderos.
- En los ¨²ltimos cinco a?os, Etiop¨ªa se ha convertido en el segundo exportador m¨¢s grande de flores en ?frica despu¨¦s de Kenia.
- Los principales mercados mundiales consumidores de flores son Alemania, Estados Unidos, Francia, Reino unido, Holanda, Jap¨®n y Suiza.
*Fuentes: Kenya Flower Council, KenInvest y Eurostat
En el extremo opuesto, a escasos metros, la imagen daliniana de las casas de los trabajadores de Karuturi, donde unas 2.300 familias conviven en un laberinto de incertidumbre y pobreza al costado de la carretera. Una ¨²nica habitaci¨®n, con ba?os compartidos para toda la comunidad y unos salarios que oscilan entre los 30 y los 85 euros seg¨²n la antig¨¹edad. A ellos no le salen las cuentas para vivir.? En Naivasha todo el mundo tiene alg¨²n familiar o conocido que trabaja en los invernaderos de flores de Karuturi. Nadie bromea con esto. El gesto de Beth (nombre ficticio para no comprometerla, como otros en este reportaje) se tuerce acompa?ado de una plegaria cuando le preguntas. ¡°Yo misma estuve trabajando en Karuturi durante dos a?os pero envejec¨ª demasiado r¨¢pido¡ Tuve la suerte de que uno de los hoteles de la zona buscaba personal de seguridad y me seleccionaron a m¨ª. El problema es que si no tienes alternativas no puedes escapar¡±.
El salario es tan bajo (aproximadamente 1,25 euros al d¨ªa) que un simple viaje al pueblo vecino se vuelve insostenible para la familia. Jornadas laborales de siete de la ma?ana a cuatro de la tarde se ven obligatoriamente compaginadas con otros trabajos, como la venta ambulante de productos de primera necesidad, las bicicletas-taxis o la prostituci¨®n a cambio de unos chelines extras que permitan comer caliente.
En septiembre de 2007, los horticultores holandeses Gerrit & Peter Barnhoorn, propietarios de la empresa Sher, vendieron sus terrenos a Sai Ramakrishna Karuturi, un empresario de origen indio y dedicado tambi¨¦n al negocio de las flores ¡°y desde entonces, todo ha ido a peor. No es que las condiciones con los holandeses fueran mejores, pero ahora pr¨¢cticamente nos estamos muriendo¡±, sentencia Robert, un empleado que lleva en la empresa 14 a?os. Esta multinacional tiene sus campos de producci¨®n de rosas en Kenia, India y, desde hace unos a?os, tambi¨¦n en Etiop¨ªa, el segundo exportador m¨¢s grande de flores en ?frica despu¨¦s de Kenia.
En concreto en el lago Naivasha, las extensiones de Karuturi alcanzan las 188 hect¨¢reas, de las cuales alrededor de 135 se encuentran en invernaderos y 42 en cultivo abierto. Pero los cerca de 5.000 trabajadores (mayoritariamente mujeres) no parecen sentir como algo propio este logro. Bajo los pl¨¢sticos se respira calma tensa. Te observan con una mirada perdida, que intranquiliza aunque nada digan. Aqu¨ª dentro, opinar es un acto de rebeld¨ªa. Basta observar: manos que podan rosales sin guantes, piel atrincherada de tanto trabajar en c¨¢maras frigor¨ªficas sin abrigos t¨¦rmicos a cuatro grados bajo cero, o la alta exposici¨®n a los productos qu¨ªmicos.
Un responsable de recursos humanos de la empresa se excusa: "Hay muchas renovaciones de contratos nuevos y los trabajadores no se acostumbran a utilizar la ropa de trabajo". Con respecto al resto de condiciones laborales, asegura que son "normales" y que "cumplen con todas las normativas".
Venta ambulante, bicis-taxi o prostituci¨®n son empleos que suelen complementar un salario exiguo
Nuestro gu¨ªa explica algunos pormenores de camino a su casa mientras se quita la bata azul descolorida: ¡°Sinceramente, creo que la situaci¨®n de las mujeres es lo peor de todo. Es muy deprimente. Muchas tienen contratos temporales¡ ?A veces durante a?os! Cuentan con menos derechos a la hora de las vacaciones, enfermedad o maternidad. ?Sabes? Es muy corriente que sufran acoso sexual de sus superiores¡±, expresa indignado este keniano nacido en un peque?o pueblo frontera con Uganda.
La informaci¨®n de la ONG brit¨¢nica War on Want confirma que aproximadamente un 75% de los empleados son mujeres, adem¨¢s de que una gran proporci¨®n de ellas son solteras con hijos. ¡°?Te puedes imaginar lo dif¨ªcil que es combinar el trabajo con la maternidad? La situaci¨®n que padecemos es angustiante y afecta tanto a los ni?os como a los beb¨¦s que se quedan solos en las casas que est¨¢n delante de los invernaderos¡±, puntualiza Alice, una de las trabajadoras. Ella, por la tarde, vende huevos delante de la salida principal de la empresa.
Con el tic-tac consumi¨¦ndose antes de la festividad de San Valent¨ªn, la multinacional controla al detalle todos los procesos de la producci¨®n: el corte de la rosa; su clasificaci¨®n por variedad y tama?o; su conservaci¨®n durante algunas horas en c¨¢maras frigor¨ªficas; el transporte en camiones acondicionados desde la plantaci¨®n hasta el aeropuerto; y el env¨ªo a¨¦reo mediante la compa?¨ªa Flowerwings hasta ?msterdam. Owarendo, uno de los jefes de ventas de la empresa en Naivasha, se enorgullece mientras paseamos por el sector 2 de la plantaci¨®n: ¡°Una de cada nueve rosas que se consumir¨¢n en Europa el 14 de febrero tendr¨¢n como origen Kenia¡±, sonr¨ªe. Seg¨²n el consejo de flores de Kenia, alrededor del 97% de las exportaciones van a la UE. Oportunidades de trabajo, s¨ª, pero sin reglamentaci¨®n laboral debida.
¡°?Las condiciones de los trabajadores? La verdad es que estamos teniendo algunos problemillas pero no se pueden quejar en comparaci¨®n con otros sectores. Les ofrecemos alojamiento, educaci¨®n y sanidad gratuitamente¡±, asegura. E insiste en mostrar los ¨²ltimos adelantos en el sistema de riego automatizado. ¡°Una gran inversi¨®n¡±, explica. Pero este keniano de casi un metro noventa no queda satisfecho con su argumentaci¨®n: ¡°Mira, yo si me pongo enfermo no me lo pienso dos veces: voy a un hospital privado. El que tenemos aqu¨ª no es muy de fiar¡±.
Si eres trabajador de base en el imperio de la rosa tienes derecho a una vivienda y unos servicios sociales gratuitos. Pero hay letra peque?a: en las habitaciones a veces conviven hasta ocho personas; no tienen electricidad aunque s¨ª agua potable; los familiares que deciden enviar a sus hijos a la escuela secundaria tienen que pagar unas tasas elevadas; el hospital de la empresa actualmente se encuentra cerrado y sin medicinas, por lo que los pacientes deben desplazarse hasta el pueblo vecino con una cuota m¨ªnima de 10 euros por la consulta; y por ¨²ltimo, todos los trabajadores tanto en el interior de los invernaderos, seguridad, servicio de limpieza, hasta profesores y m¨¦dicos llevan, seg¨²n ellos, sin cobrar cuatro meses. La empresa alega que est¨¢ en un periodo de crisis y "reajuste econ¨®mico".
El 75%? de los empleados son mujeres, muchas solteras y con hijos?
No hay que alarmarse. El te quiero globalizado y la rosa de San Valent¨ªn camuflar¨¢n esta suerte de explotaci¨®n silenciosa. Ante tal panorama, el domingo se convierte en un d¨ªa de esperanza para muchos de los aqu¨ª empleados. Cerca de los invernaderos, en una carretera de unos tres kil¨®metros de largo, al menos 10 iglesias con diferentes nombres abren sus puertas de par en par para recomponer almas y cuerpos de los empleados. Todos son bienvenidos bajo el mensaje: ¡°Deja de sufrir. Dios muri¨® por nosotros¡±. Philip, pastor de 37 a?os, acaba de cerrar su biblia subrayada y lanza un grito de alarma. ¡°La soluci¨®n pasa por nuestro gobierno y por los propios consumidores en Europa. No tienen que dejar de comprar rosas sino exigir a empresas como la nuestra que respeten la dignidad humana¡±.
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