Sin asilo en la tierra prometida
Decenas de miles de subsaharianos reclaman que se les reconozca como refugiados en Israel
Se lo recuerdan a diario. Hussein Zakaria es, a sus 56 a?os, un infiltrado. Lleg¨® a Israel hace seis a?os, en un largo y tormentoso periplo que le llev¨® de su Sud¨¢n natal a Egipto y de all¨ª, cruzando la pen¨ªnsula del Sina¨ª, a este pa¨ªs donde reside ahora. Ha trabajado en lo que ha podido, sobre todo limpiando suelos, recibiendo sueldos miserables que ni un israel¨ª ni un ¨¢rabe aceptar¨ªan. Ha logrado establecerse lejos de un pa¨ªs en el que, dice, le aguarda una purga gubernamental o algo peor si regresa. Como ¨¦l, hay 53.600 sin papeles africanos, de fe musulmana y cristiana, en Israel, un pa¨ªs erigido con oleadas de inmigrantes jud¨ªos. El Gobierno de Benjam¨ªn Netanyahu no quiere expulsarles, pues sabe que muchos huyeron de persecuciones y muertes seguras, pero tampoco est¨¢ dispuesto a que se asimilen sin m¨¢s en un peque?o pa¨ªs de s¨®lo ocho millones de habitantes, que ya libra su propio conflicto con el pueblo ¨¢rabe.
Fue el Ejecutivo de Netanyahu el que acu?¨® el t¨¦rmino infiltrados para referirse a estos sin papeles que proceden sobre todo de Sud¨¢n y Eritrea. Ya en 2012 el primer ministro advirti¨® de que su entrada ¡°podr¨ªa amenazar la existencia de Israel como Estado jud¨ªo y democr¨¢tico¡±. Desde 2006 llegaron 64.000. Una vez tocaban suelo israel¨ª, las autoridades les daban la bienvenida, atendiendo a enfermos o heridos, llev¨¢ndoles a un centro de acogida para luego dejarles en libertad. Algunos consiguieron, antes de recibir ¨®rdenes de deportaci¨®n, permisos de estancia, pero no de trabajo, por lo que su empleo es ilegal.
En su mayor¨ªa acabaron en los grandes centros urbanos del sector servicios, como Eilat o Tel Aviv, haciendo suyas barriadas enteras en las que la convivencia con los israel¨ªes se ha convertido en insostenible. Hace un a?o, el Ej¨¦rcito israel¨ª complet¨® una sofisticada valla de separaci¨®n con Egipto, con sensores y c¨¢maras. El resultado: en 2013 s¨®lo la sortearon 43 africanos, mientras 2.600 abandonaron el pa¨ªs voluntariamente.
El ejecutivo de Netanyahu acu?¨® el t¨¦rmino ¡®infiltrados¡¯ para referirse a los sin papeles subsaharianos
¡°Me gustar¨ªa poder regresar a mi pa¨ªs, pero all¨ª la situaci¨®n es muy mala. Estoy, como se suele decir, entre dos fuegos¡±, dice Zakaria en un impecable espa?ol, pues entre 1980 y 1985 estudi¨® econ¨®micas en la Universidad Complutense de Madrid y vivi¨® tambi¨¦n en Valencia. Hubo un golpe de Estado, el Gobierno cambi¨® y las becas se acabaron. Tuvo que volver a Jartum, a trabajar como contable. En una visita a Darfur, la provincia donde naci¨®, contestada por grupos rebeldes y escenario de una crisis humanitaria, la polic¨ªa le arrest¨® y all¨ª comenzaron sus problemas. ¡°Me dijeron que no volviera a mi pueblo y que cada jueves me presentara en la comisar¨ªa para un control de rutina¡±, recuerda. El miedo le llev¨® a marcharse, primero en barco por el Nilo, hasta llegar a El Cairo. En Egipto no se sinti¨® bien tratado, y huy¨® a Israel, pagando 300 d¨®lares a un grupo de beduinos con los que cruz¨® el canal de Suez y el desierto del Sina¨ª.
Como ¨¦l, decenas de miles de africanos en Israel hicieron el mes pasado una huelga. Durante unos d¨ªas dejaron de acudir a trabajar a restaurantes y hoteles, con la esperanza de que el sector servicios se resintiera. Marcharon en Tel Aviv y Jerusal¨¦n y llegaron a las puertas mismas del parlamento, a pedir al gobierno que les reconociera como refugiados. No les dejaron entrar. Miles de ellos se quedaron a las puertas, mientras algunos pol¨ªticos e intelectuales se dirig¨ªan a ellos, brind¨¢ndoles su apoyo. ¡°Os veo y me siento avergonzado¡±, dijo el escritor David Grossman. ¡°Israel no ha creado este problema, pero lo cierto es que ahora hay un problema al que debemos enfrentarnos y debemos resolverlo de forma humanitaria¡±.
Estos africanos en el limbo israel¨ª recuerdan con cierta envidia a aquellos 35.000 et¨ªopes de religi¨®n jud¨ªa para quienes las puertas de la naci¨®n se abrieron de par en par en los a?os 80 y 90. ¡°Vinimos precisamente porque Israel es una democracia, porque no pod¨ªamos permanecer en nuestros pa¨ªses¡±, asegura Musa Abdulay, de la Asociaci¨®n para la Defensa de la Dignidad de los Refugiados en Israel. ¡°Este pa¨ªs es signatario del convenio de Naciones Unidas sobre el Estatuto de los Refugiados, y tiene unas obligaciones internacionales que cumplir, como la de darnos asilo¡±.
El Ejecutivo de Netanyahu no ha definido claramente una pol¨ªtica de cara a estos inmigrantes. En principio aprob¨® una ley por la que se atribu¨ªa la capacidad de encerrarles hasta tres a?os. En septiembre, la Corte Suprema la invalid¨®. En respuesta, el Parlamento ha autorizado que se les aloje hasta un a?o en un centro de reciente construcci¨®n en el desierto del Negev. Sus puertas est¨¢n abiertas pero los inmigrantes deben pernoctar y presentarse a recuento tres veces al d¨ªa. Su efecto ser¨¢ m¨ªnimo, pues s¨®lo alberga a 3.300 personas. Las autoridades, adem¨¢s, ofrecen 3.500 d¨®lares a quienes abandonen el pa¨ªs voluntariamente.
Naciones Unidas advierte contra la repatriaci¨®n de eritreos por el conflicto en su pa¨ªs. El Gobierno de Sud¨¢n proh¨ªbe a sus ciudadanos visitar Israel, y aquellos que regresan se enfrentan a persecuci¨®n.
¡°El estatuto de refugiado es algo que se concede de forma individual, a una persona, tras examinar con detenci¨®n su petici¨®n junto con el Alto Comisionado para Refugiados de la ONU. No es algo que se conceda de forma colectiva¡±, explica Yigal Palmor, portavoz del ministerio de Exteriores de Israel. ¡°Israel ha cumplido sus obligaciones y ha aceptado proteger a 64.000 inmigrantes a los que no les ha exigido que prueben primero por qu¨¦ reclaman su derecho a estar en este pa¨ªs. Tampoco se ha expulsado a nadie forzosamente. Simplemente se est¨¢n buscando soluciones a un problema migratorio como el que tienen muchos pa¨ªses¡±. Hace un a?o que el gobierno considera peticiones de asilo. Ha recibido 1.800 solicitudes. De momento ha respondido positivamente solo a dos eritreos.
La afici¨®n de Zakaria es escuchar m¨²sica. Tiene el lujo de vivir solo en un estudio en Tel Aviv por el que paga unos 1.700 sh¨¦kels [350 euros]. Hace dos meses que no tiene empleo, tras ser despedido de un hotel. A su edad cada vez le es m¨¢s dif¨ªcil encontrar trabajo. Se lamenta de que en Israel no ha hecho ning¨²n amigo. ¡°Los ¨¢rabes tampoco nos quieren. Nos preguntan por qu¨¦ queremos venir a trabajar para los israel¨ªes¡±, dice. Tampoco le gusta que le llamen infiltrado. ¡°No somos infiltrados, ni ilegales. Ni venimos a buscar trabajo. Trabajamos porque de algo tenemos que vivir para no ser vagabundos. Lo que somos es refugiados, y lo ¨²nico que le pedimos a Israel es que nos proteja¡±.
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