Maduro se radicaliza
La escalada represiva del presidente venezolano no sirve para combatir el descontento social
Venezuela no puede mantener por mucho tiempo la violencia callejera y dial¨¦ctica exacerbada de la ¨²ltima semana sin resquebrajarse. La muerte de tres j¨®venes a manos de pistoleros sin identificar al final de manifestaciones antigubernamentales ¡ªadem¨¢s de decenas de heridos y centenares de detenciones¡ª han llevado a punto de ebullici¨®n a una sociedad econ¨®micamente castigada y pol¨ªticamente dividida entre detractores y partidarios del presidente Nicol¨¢s Maduro y su heredado r¨¦gimen socialista unipersonal.
Maduro, que obtuvo en noviembre por simple mayor¨ªa parlamentaria poderes especiales para gobernar durante un a?o por decreto, est¨¢ utilizando esas muertes, la crispaci¨®n y el creciente malestar contra su gesti¨®n para multiplicar la represi¨®n. No solo en las calles, mediante las fuerzas de seguridad y las temidas y oscuras milicias progubernamentales, sino tambi¨¦n impidiendo la difusi¨®n de lo que ocurre mediante la censura y el control o la asfixia de la radio, la televisi¨®n y la mayor¨ªa de los peri¨®dicos.
Tan grave para la convivencia venezolana como el arbitrismo presidencial, en un pa¨ªs sin contrapoderes institucionales reales, es el lenguaje totalitario y de combate de Maduro y sus m¨¢s directos colaboradores (empe?ados en la denuncia permanente de conspiraciones de dentro o de fuera), elevado a la categor¨ªa de ¨²nico argumento pol¨ªtico. En la semana que acaba, caracterizada por la violencia callejera, el presidente ha acusado a sus rivales ¡°fascistas¡± de preparar un golpe de Estado y al expresidente colombiano ?lvaro Uribe de financiarlos. Lejos de investigar seriamente las muertes del mi¨¦rcoles y exigir las oportunas responsabilidades, el r¨¦gimen se embarca en una escalada de represi¨®n y burda propaganda.
Editoriales anteriores
El heredero de Ch¨¢vez fue elegido en abril pasado por un estrecho margen, en unos comicios denunciados como fraudulentos por la oposici¨®n, aglutinada entonces en torno a Henrique Capriles. La situaci¨®n ca¨®tica de Venezuela (rica en petr¨®leo), donde la escasez se acent¨²a, la inflaci¨®n oficial ronda el 60% y los delitos violentos campan a sus anchas, ha radicalizado a una parte de los adversarios de Maduro, que consideran insuficientes los m¨¦todos moderados. En contra de las tesis dialogantes de Capriles, progresivamente aislado, Leopoldo L¨®pez ¡ªun economista educado en EE?UU a quien el r¨¦gimen ha puesto en busca y captura por considerarlo golpista y culpable de un rosario de delitos¡ª abandera una actitud m¨¢s determinada y la presi¨®n contra el r¨¦gimen en la calle.
Venezuela no va a recuperar su perdido centro de gravedad con el asalto a las libertades democr¨¢ticas y el silenciamiento de la realidad que encarna Maduro. Y menos con el lenguaje de vencedores y vencidos impuesto por el presidente y sus correligionarios. Si se quiere preservar en el pa¨ªs latinoamericano el supremo bien de la convivencia, urge un decidido paso atr¨¢s en esta alarmante escalada de la tensi¨®n.
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