La vida a trav¨¦s de una c¨¢mara
Imagine volver a ver el brillo en la mirada de su pareja el d¨ªa que los presentaron. O recordar el nombre y apellido de todos sus conocidos, incluso de aquellos con los que habl¨® una sola vez Algunos expertos apuestan por que en un futuro no muy lejano suceder¨¢. Y ser¨¢ gracias a unas c¨¢maras que llevaremos encima y que funcionar¨¢n las 24 horas del d¨ªa Esta es la historia de los que ya se han embarcado en su uso
24 de diciembre de 2013, d¨ªa de Nochebuena. Cathal Gurrim ¨Cirland¨¦s, de 38 a?os¨C enciende su c¨¢mara en torno a las ocho de la ma?ana. El aparato empieza a funcionar al instante, sin necesidad de apretar ning¨²n bot¨®n. Se activa con cada cambio de luz, temperatura o movimiento. ¡°Pic¡±. Vemos que Gurrim est¨¢ en el porche de una casa en medio de la campi?a irlandesa. ¡°Pic¡±. Se sube al asiento del copiloto de un Range Rover (sabemos la marca del coche porque la vemos en una etiqueta pegada al parasol). ¡°Pic¡±. El coche avanza por un camino bordeado de ¨¢rboles hasta llegar a un pueblo. ¡°Pic¡±. Entra en una carnicer¨ªa en la que le atiende un dependiente disfrazado de Pap¨¢ Noel y compra algo, aunque no distinguimos qu¨¦. ¡°Pic¡±. De nuevo en la casa, accede al sal¨®n. Los rayos del sol caen sobre una bonita mesa de madera llena de adornos navide?os. Sobre dos sillas han tendido a secar una toalla. ¡°Pic¡±. En la cocina, dos mujeres se afanan tras el fuego. Gurrim se acerca a ver qu¨¦ est¨¢n preparando: pur¨¦ de patatas y un sofrito de carne picada.
El resto del d¨ªa sigue despleg¨¢ndose como un ovillo en 2.637 fotos. Vemos entrar en la vivienda al cartero (curioso: le invitan a tomar algo); una segunda salida a la b¨²squeda de regalos de ¨²ltima hora; la misa del Gallo¡ Las im¨¢genes llegaron hasta Madrid en un archivo de Dropbox. Una muestra de su vida. Cada d¨ªa, desde 2006, Gurrim obtiene una serie de fotos similar a la que env¨ªa. Se trata de su gran proyecto y a estas alturas atesora lo que para muchos es una joya, y para otros, un sinsentido: 12 millones de im¨¢genes que ocupan seis terabytes. Cada quince d¨ªas descarga y almacena su nuevo rastro por el mundo; las fotos tardan tres d¨ªas en copiarse.
Principios de diciembre. Universidad Ciu?dad de Dubl¨ªn. Saludamos a nuestro protagonista, profesor en la Facultad de Inform¨¢tica, desordenado (su despacho es ca¨®tico; los papeles se amontonan aqu¨ª y all¨¢), habla a la velocidad del rayo y est¨¢ entregado en cuerpo y alma a los avances tecnol¨®gicos. Luce unas Google glass que todav¨ªa no usa para grabar im¨¢genes, pero que lleva para comprobar si molesta a la gente (en dos semanas, nadie le ha pedido que se las quite). Pero su tesoro m¨¢s preciado, el que le ha hecho figurar en decenas de reportajes (hace poco fue portada de The Economist), cuelga de su cuello: una c¨¢mara Autographer. Su tercer ojo.
Gurrim es uno entre cientos, quiz¨¢ miles, de aficionados al lifelogging, personas que registran cada minuto de sus vidas. Pueden hacerlo midiendo cada acto (?cu¨¢ntos pasos doy al d¨ªa?, ?cu¨¢ntos correos electr¨®nicos recibo?, ?cu¨¢ntas horas de sue?o aut¨¦ntico logro cada noche?) o a?adiendo a ello la toma de im¨¢genes. Los lifeloggers m¨¢s populares o trabajan en compa?¨ªas tecnol¨®gicas o son investigadores universitarios. Entre los nombres de sus pioneros destacan el ingeniero inform¨¢tico Gordon Bell, estadounidense, el hombre que quiso eliminar todo rastro de papel de su vida; el ingeniero el¨¦ctrico Steve Mann, canadiense y de apariencia estramb¨®tica, que empez¨® a inventar aparatos para grabar su vida en los ochenta, o m¨¢s recientemente Ernesto Ram¨ªrez, investigador universitario ubicado en San Diego. Y Gurrim.
¡°Hay quien dice que no puedo ir grabando por ah¨ª¡±, afirma Gurrim. ¡°Bueno, pues lo estoy haciendo¡±
En su caso, la aventura comenz¨® inadvertidamente. ¡°Microsoft cedi¨® una c¨¢mara a cinco universidades de Estados Unidos y a la nuestra¡±, explica ante una taza de t¨¦. ¡°Aqu¨ª la ofrecieron a todos los profesores, pero nadie quer¨ªa llevarla. Finalmente dije: ¡®venga, pues lo har¨¦ yo¡¯. Estaba a punto de irme una semana a Noruega, seguramente por eso acept¨¦. Me acompa?¨® todo el viaje y nadie me pregunt¨® ni coment¨® nada. Nadie. La primera semana te haces el interesante, pero a la semana ya eres t¨² mismo todo el tiempo. La experiencia estuvo bien, no me molest¨® llevarla, y me dije: ¡®la llevar¨¦ un mes¡¯. Y luego, ¡®seis me?ses¡¯. Y despu¨¦s, ¡®la llevar¨¦ un a?o¡¯. ¡®Hasta que llegue a un mill¨®n de fotos¡¯. Y no paras. Ya no tengo objetivo. No necesito motivaci¨®n. Simplemente es algo que hago¡±.
En un futuro no muy lejano, todos haremos como Gurrim, seg¨²n los expertos en tecnolog¨ªa. Atesoraremos un gigantesco archivo particular de im¨¢genes de nuestras vidas que tendr¨¢ m¨²ltiples utilidades, dicen. Podremos buscar las fotos del d¨ªa en que conocimos a nuestra pareja y buscar el brillo en su mirada. Rastrear hasta dar con el rostro de ese conocido que nos suena, pero que no acabamos de ubicar (utilidad que ser¨ªa muy apreciada en el mundo de los negocios). Buscar la botella de vino que nos ofrece el sumiller y, en caso de tener la versi¨®n avanzada del invento (conectado a nuestro cerebro), confirmar si nos gust¨®. Podr¨ªamos entregar las im¨¢genes a la polic¨ªa en caso de ser testigos o protagonistas de un accidente de tr¨¢fico. O podr¨ªamos obligar a nuestra pareja a rastrear su propio archivo de im¨¢genes para descubrir si nos ha sido infiel. Esta ¨²ltima opci¨®n es la que muestra la serie de televisi¨®n Black mirror, que imagina un mundo parecido al actual, pero aterrador por culpa del avance tecnol¨®gico.
Todos estos usos no son de momento m¨¢s que suposiciones. El propio Cathal no tiene del todo claro para qu¨¦ servir¨¢ su archivo. ¡°En el futuro, cuando alguien entre en una habitaci¨®n y no le guste el color, podr¨¢ cambiarlo¡±. Al ver la cara de circunstancias de su interlocutor, reacciona: ¡°Y en el mundo de la publicidad tambi¨¦n ayudar¨¢ un mont¨®n. Las marcas podr¨¢n superponer una capa con anuncios personalizados encima de lo que veamos¡±. El equipo que trabaja con Gurrim est¨¢ intentando afinar un software que distinga con precisi¨®n las im¨¢genes y encuentre a gran velocidad lo que el usuario busque. ¡°Calculo que para junio tendremos una primera versi¨®n¡±, dice Gurrim. ¡°Lo ofreceremos a las empresas y seguro que se les ocurren m¨²ltiples usos¡±.
En 1999, Lindsay Williams, una empleada del ¨¢rea de investigaci¨®n de Microsoft, cre¨® el primer prototipo de una c¨¢mara que tomaba im¨¢genes autom¨¢ticamente activada por sensores: la SenseCam, la hermana mayor de la Autographer que usa el irland¨¦s. ?Por qu¨¦ la cre¨®? Por varios motivos. Para empezar, de joven sufri¨® un accidente de tr¨¢fico en el que se golpe¨® fuertemente la cabeza. A causa del impacto perdi¨® los recuerdos de los seis meses anteriores. ¡°Fue superfrustrante, no pod¨ªa recordar ni los conciertos en los que hab¨ªa estado¡±, cuenta por correo electr¨®nico. ¡°Una c¨¢mara autom¨¢tica me habr¨ªa ayudado a inmortalizar momentos interesantes de mi vida¡±.
Adem¨¢s, Williams ten¨ªa en mente a un amigo muy olvidadizo que perd¨ªa constantemente las llaves. Quer¨ªa ofrecerle una forma de seguir sus pasos que le ayudara a activar su memoria y a encontrar el llavero. De la importancia que Microsoft le dio a esta caja negra de nuestra vida da buena muestra la respuesta que en 2006 le dio Bill Gates a la revista Time cuando le preguntaron sobre los futuros proyectos de la compa?¨ªa: ¡°Imagine que ir hacia atr¨¢s y seleccionar los mejores momentos de su vida fuera f¨¢cil (¡). Microsoft tiene un aparato llamado SenseCam con un software que filtrar¨¢ y encontrar¨¢ sus fotos m¨¢s interesantes¡±.
Madrid. Centro de Referencia Estatal de Atenci¨®n al Da?o Cerebral (CEADAC). El lugar al que van a rehabilitarse personas que han sufrido un accidente de tr¨¢fico, un ictus, un tumor o una infecci¨®n cerebral. En la tercera planta tiene su despacho el neuropsic¨®logo ?lvaro Bilbao, de 38 a?os. Al lado del ordenador tiene un cerebro de escayola que se abre por la mitad y que a veces muestra a los pacientes para explicarles d¨®nde han sufrido su lesi¨®n cerebral. Muchos de ellos sufren fuertes p¨¦rdidas de memoria. La mayor¨ªa tiene intactos los recuerdos lejanos. El problema son los recientes. Tienen amnesia anter¨®grada, que dificulta la creaci¨®n de nuevos recuerdos.
A principios de 2011, Bilbao estaba haciendo una revisi¨®n bibliogr¨¢fica para intentar ayudar a estos pacientes cuando ley¨® un art¨ªculo que hablaba de los efectos positivos de una c¨¢mara en pacientes con alzh¨¦imer. Encarg¨® varias SenseCam y entreg¨® una de ellas a una paciente de 38 a?os, inform¨¢tica, que seis meses antes hab¨ªa sufrido una parada cardiorrespiratoria. ¡°Todas las noches, con ayuda de su marido, ve¨ªa las im¨¢genes que hab¨ªa tomado su c¨¢mara. Al principio parec¨ªa que no mejoraba, le preguntaba qu¨¦ hab¨ªa hecho el d¨ªa anterior y no lo recordaba. Un d¨ªa, dos meses despu¨¦s, me respondi¨®: ¡®Ayer fui al cine¡¯. Yo dud¨¦. ?Y c¨®mo fuiste al cine?, le pregunt¨¦. ¡®En taxi¡¯. Llam¨¦ al marido y me lo confirm¨®, hab¨ªan ido al cine en taxi. Fue el primer d¨ªa en que pudo recordar la jornada anterior¡±.
Diez pacientes del CEADAC han llevado una SenseCam colgada al cuello para sorpresa de sus compa?eros de rehabilitaci¨®n. ?Qu¨¦ es eso que llevas? ?Para qu¨¦ sirve? Bilbao describe su funcionamiento: ¡°Al ver lo grabado tienes una sensaci¨®n de d¨¦j¨¤ vu que te vuelve a activar algo en el cerebro. Uno de mis pacientes lo resumi¨® exclamando: ¡®?Puedo ver mis recuerdos!¡±. La mejor¨ªa en estos pacientes es del 20%, aunque algunos pueden recuperar m¨¢s memoria. Lo malo, apunta el neuropsic¨®logo, es que la c¨¢mara se estropea con facilidad. A los nuevos pacientes les tendr¨¢ que pedir que la compren ellos mismos, pues este a?o el centro no ha encargado las que Bilbao pidi¨®.
A pesar de las palabras de Gates, en 2009 Microsoft decidi¨® abandonar el desarrollo de la SenseCam y vendi¨® la patente a Oxford Metrics Group (OMG), especializada en animaci¨®n por ordenador. ¡°Al a?o de tenerla, un mont¨®n de gente sana empez¨® a comprar la c¨¢mara¡±, dice Simon Randall, director ejecutivo de OMG. ¡°La compa?¨ªa de pronto entendi¨® que ten¨ªa un gran uso social¡±.
A la gente, cuenta Randall, le gusta usar la c¨¢mara en eventos especiales ¨Ccumplea?os o conciertos¨C, pero tambi¨¦n para inmortalizar su rutina diaria: la mesa en que trabaja, la para??da de metro que pisa a diario, su rostro en el es??pejo al lavarse los dientes antes de acostarse¡ ¡°Pero yo no uso nuestra c¨¢mara todos los d¨ªas, solo cuando hago algo interesante como jugar con mi hija o esquiar. Nunca uso las cl¨¢sicas, odio tener que interrumpir a la gente y pedirles que sonr¨ªan. No me gustan esas fotos posadas¡±.
El propio ?lvaro Bilbao confiesa que en la ma?ana de Reyes sac¨® cinta aislante y at¨® una de las c¨¢maras que reserva para sus pacientes al pecho de su hijo de cuatro a?os. ¡°Quer¨ªa que tuviera un recuerdo v¨ªvido de sus primeros Reyes con consciencia¡±, dice. ¡°Pero por desgracia el dispositivo no funcion¨®¡±.
El pasado mes de julio, OMG sacaba la ¨²ltima versi¨®n, rebautizada con un nombre m¨¢s comercial: Autographer (la que aparece en el primer p¨¢rrafo del reportaje). ?Su precio? 363 euros. Desde Suecia llegar¨¢n a lo largo de 2014 las primeras c¨¢maras Narrative (antes se llamaban Memoto, pero tuvieron que rebautizarla tras una denuncia de Motorola). Las van entregando con cuentagotas por orden de petici¨®n de compra. Es m¨¢s peque?a y bonita, pero no tiene sensores: se activa autom¨¢ticamente varias veces por minuto, y su soft?ware filtra las mejores im¨¢genes (y descarta las borrosas). Cuesta 253 euros. ¡°Uno de mis socios perdi¨® a sus padres y se dio cuenta de que ten¨ªa muy pocos recuerdos reales de ellos¡±, cuenta por tel¨¦fono Oskar Kalmuru, responsable de marketing. ¡°El objetivo es conservar los momentos menos m¨ªticos de su vida, que son los que realmente importan¡±.
Estas c¨¢maras suscitan dos cuestiones conflictivas respecto a la privacidad del resto del mundo: ?tienen derecho los usuarios a grabar a todo el mundo? y ?pueden publicar estas im¨¢genes sin pedir autorizaci¨®n al resto? A la primera pregunta, Gurrim responde ¡°s¨ª¡±. La usa todo el tiempo (excepto al dormir y en el cuarto de ba?o), y todo el que se cruce en su camino acabar¨¢ en su fichero. ¡°Hay quien me dice que no puedo ir grabando ah¨ª a todo el mundo. Bueno, pues lo estoy haciendo¡±. A la segunda pregunta responde negando con la cabeza. Junto con el env¨ªo de las im¨¢genes del d¨ªa elegido de su vida, el irland¨¦s adjuntaba un aviso: ¡°Tened cuidado con cu¨¢les public¨¢is porque salen muchas personas. He tenido problemas y soy m¨¢s cuidadoso ahora¡±.
Para Jos¨¦ Manuel Errasti, profesor de psicolog¨ªa en la Universidad de Oviedo, tanto la c¨¢mara Narrative como la SenseCam (dejando al margen su uso m¨¦dico) son fruto de nuestro narcisismo m¨¢s imp¨²dico. El psic¨®logo cree que ¡°el pudor privado¡± va en aumento, ¡°pero cada vez m¨¢s vinculado a las emociones y los sentimientos y menos a la imagen, al menos a la imagen p¨²blica. Cuando est¨¢ en espacios abiertos, la persona ya tiene asumido que se encuentra expuesta ante los dem¨¢s, y hoy d¨ªa eso quiere decir estar expuesto ante la humanidad a trav¨¦s del m¨¦todo de captaci¨®n de imagen que sea, llegue hasta el rinc¨®n del planeta que llegue¡±. Para Baltasar Fern¨¢ndez Manj¨®n, profesor del departamento de ingenier¨ªa de software e inteligencia artificial de la Facultad de Inform¨¢tica de la Complutense, no tiene mucho sentido preocuparse por nuestra privacidad cuando actualmente, al descargar cualquier aplicaci¨®n en nuestros tel¨¦fonos m¨®viles, cedemos mucha informaci¨®n personal a las compa?¨ªas. ¡°Un tema que es revolucionario, la gente lo acepta inadvertidamente, sin ser consciente de que ha cedido parte de sus derechos de propiedad¡±, reflexiona. ¡°La gente vive en un mundo un poco m¨¢gico, sin saber c¨®mo funcionan las cosas. Vamos a ir cada vez m¨¢s hacia ah¨ª, habr¨¢ m¨¢s dispositivos como el que mencionas. No hay que ser catastrofista, pero hay que tener claro las consecuencias que eso puede tener: cada vez van a estar menos claras las fronteras entre lo p¨²blico y lo privado¡±.
En el mundo, cada vez hay m¨¢s dispositivos con c¨¢mara porque cuesta muy poco incluirla. Entre los ¨²ltimos inventos destaca Pay as you drive (paga seg¨²n conduzcas), un sistema que algunas compa?¨ªas de seguros ofrecen a sus clientes para recompensar a quienes conducen obedeciendo las normas, sin giros bruscos, abarat¨¢ndole la factura. En Rusia, la mayor¨ªa de los conductores la lleva, por el seguro y para ponerse a salvo de polic¨ªas que pidan mordidas abusivas. El sistema est¨¢ llegando a Europa, aunque en Espa?a se ha prohibido el uso de la c¨¢mara por la Ley de Protecci¨®n de Datos. En Francia s¨ª se ofrece el sistema completo.
Desde su oficina de la Facultad de Telecomunicaciones de la Complutense, V¨ªctor S¨¢nchez y su equipo trabajan en el desarrollo de Mashme TV, un sistema de videollamadas que permite grabar conversaciones e interactuar con la otra parte. S¨¢nchez empez¨® a idear el invento durante una temporada que estuvo viviendo en Estados Unidos, cuando se comunicaba por Skype con sus padres y su hermano. ¡°Ahora, gracias a Mashme, cuando quiero que mi hermano vea un v¨ªdeo gracioso, puedo observar en directo qu¨¦ cara pone¡±. S¨¢nchez cree, sin embargo, que los usuarios tienen todav¨ªa muy desarrollado el sentido del pudor. ?l mismo y todo su equipo, mientras trabajan ante el ordenador con la c¨¢mara (por obligaci¨®n) en funcionamiento, le pegan un post-it. ¡°La tapamos porque es molesto. En las experiencias que conozco se sabe que llegado un punto le das al stop y te olvidas. Todo el mundo est¨¢ pendiente de ello¡±.
Un Gran Hermano a lo bestia. En 1998, el actor Jim Carrey protagonizaba la pel¨ªcula El show de Truman, sobre el protagonista de una vida que cree privada y en realidad es observada por todo el pa¨ªs. A?os m¨¢s tarde, en 2007, un joven estudiante universitario estadounidense, Nick Lotz, empezaba a sonre¨ªr a una c¨¢mara imaginaria y a obedecer lo que le ordenaba una suerte de regidor interno. Meses m¨¢s tarde, acabar¨ªa en manos del psiquiatra Joel Gold, que bautizar¨ªa su enfermedad: el s¨ªndrome de El show de Truman.
¡°Conoc¨ªa a un hombre, me cay¨® muy bien¡±, dice Villarroel. ¡°Me gustar¨ªa tener un registro de ese encuentro¡±
La p¨¦rdida de la frontera entre lo p¨²blico y lo privado es t¨ªpica entre los enfermos de esquizofrenia. Y si antes algunos pensaban que les estaba espiando la CIA, ahora piensan que protagonizan un reality show. ¡°Por lo general, estas personas sienten que todo el mundo es un actor, lee un guion y le observan¡±, cuenta Gold por tel¨¦fono. En julio espera publicar su libro ¨CSuspicious minds (Free Press)¨C sobre c¨®mo la sociedad y la cultura dan forma al mundo de las psicosis. El psiquiatra Manolo Trujillo, que fue compa?ero de Gold en el hospital Bellevue de Nueva York, ampl¨ªa el an¨¢lisis: ¡°Puesto que ahora la preocupaci¨®n universal es la de ser espiado y grabado, esta es la explicaci¨®n inicial de muchos delirios¡±, dice. ¡°El s¨ªndrome de El show de Truman ser¨ªa la versi¨®n posmoderna de este delirio. Podremos ver m¨¢s enfermos en el futuro, puesto que, como suelo decir en mis clases, ¡®el psic¨®tico delira sobre lo que la poblaci¨®n general solo teme¡±.
El psic¨®logo que valora desde 2000 la fortaleza ps¨ªquica de los aspirantes a entrar en El Gran Hermano espa?ol, Enrique Garc¨ªa Huete, conoce el s¨ªndrome: ¡°Una vez tuve a una paciente anciana que cre¨ªa que hab¨ªan puesto c¨¢maras en su vivienda y que las noticias que daban los telediarios le hab¨ªan sucedido a ella. A sus familiares les dec¨ªa: ¡®Hablan de m¨ª¡±.
Mayo de 2013. Morris Villarroel, de 45 a?os, viaja a ?msterdam para asistir a una reuni¨®n del grupo Quantified en Europa. Impulsado en 2008 por los periodistas Gary Wolf y Kevin Kelly, de la revista Wired, el objetivo de este movimiento es conocernos mejor a trav¨¦s de datos obtenidos gracias al avance tecnol¨®gico. Aparatitos que miden cu¨¢ntos pasos damos, nuestras horas de sue?o, la tensi¨®n, el nivel de az¨²car¡ Villarroel, canadiense de padre boliviano y afincado en Madrid, divide a las personas interesadas en este movimiento en tres grupos: ¡°Los que quieren desarrollar aplicaciones para venderlas; los que quieren cosas concretas relacionadas con la medicina y la salud y gente como yo, que quiere usar datos fiables propios para comparar con los dem¨¢s e intentar ser m¨¢s eficiente¡±. Fue una de las personas que organizaron la primera reuni¨®n de Quantified Madrid, el pasado mes de septiembre, aunque por ahora su ¨¦xito es reducido.
Alto y de porte serio, Villarroel lleg¨® a Espa?a desde Montreal en los noventa. Iba siguiendo al animal que m¨¢s veces copula al d¨ªa: el halc¨®n primilla, que en ¨¦poca de celo se aparea 15 veces al d¨ªa. Entonces era un joven ingeniero agr¨®nomo en formaci¨®n. ¡°Pas¨¦ muchas horas en el desierto de los Monegros observando estas aves. Miraba y miraba, y lo anotaba todo¡±. Actualmente, Villarroel es profesor de bienestar animal en la Facultad de Ingenieros Agr¨®nomos de la Polit¨¦cnica de Madrid.
Tres a?os antes de viajar a ?msterdam hab¨ªa comenzado a anotar cosas de su propia vida en unas elegantes libretas negras de la marca Muji. Apunta en ellas todo tipo de datos: lo que come (desayuno, almuerzo y cena), el n¨²mero de correos electr¨®nicos que recibe y env¨ªa al d¨ªa, m¨¢s la ratio entre ambos, ideas que le surgen ¨C¡°Deber¨ªa leer m¨¢s sobre formas de trabajar en grupo¡±, anot¨® un d¨ªa. ¡°?C¨®mo podr¨ªa sacarle sangre a una trucha sin que sufra?¡±, se preguntaba momentos despu¨¦s¨C, el n¨²mero de libros que lee (40 el a?o pasado) y las reflexiones que le suscitan, cu¨¢ntos pasos da al d¨ªa, cuantas calor¨ªas consume, cu¨¢nto duerme realmente cada noche (a pierna suelta, apenas se interrumpe su sue?o)¡
Sentado en el sal¨®n de su casa, Morris abre su libreta n¨²mero 124. ¡°A veces me pregunto por qu¨¦ hago todo esto. Pero el simple hecho de hacerlo me estimula. Me hace m¨¢s feliz¡±. Durante su visita a ?msterdam le llam¨® la atenci¨®n que muchos de los asistentes llevaban una c¨¢mara al cuello o en la solapa de la chaqueta. ¡°Los que la llevaban me contaron que sent¨ªan que si no la ten¨ªan perd¨ªan algo. Creo que a m¨ª me pasar¨ªa lo mismo¡±, dice. ¡°En mi libreta no escribo todo lo que me pasa, sobre todo en lo que respecta a la gente. ?Cu¨¢ntas personas entran en mi despacho al d¨ªa? ?Cinco o 15? ?Con cu¨¢ntas personas hablo? Me interesar¨ªa saberlo¡±, contin¨²a. ¡°Hace poco fui testigo de un accidente en un tren. Un hombre se atragant¨® y empez¨® a ahogarse. Tres m¨¦dicos intentaron ayudarle. Al final, el tren fren¨® y se lo tuvo que llevar una ambulancia; iba de color morado. No sabemos qu¨¦ ha sido de ¨¦l. Durante el incidente conoc¨ª a un hombre que me cay¨® realmente bien. Para m¨ª ser¨ªa muy importante tener un registro de ese encuentro, una imagen suya¡±.
En agosto, Morris encarg¨® su propia Narrative. Le tiene que llegar por correo cualquier d¨ªa de estos. La espera con curiosidad y muchas ganas.
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