Vive y deja morir, pero no siempre
John Banville ha resucitado a Philip Marlowe, el detective creado por Raymond Chandler, por encargo de sus herederos. Se suma a otros personajes literarios renacidos en aras del negocio
Solo se vive dos veces. Cuando Ian Fleming titul¨® as¨ª su pen¨²ltima novela, no imaginaba hasta qu¨¦ punto dec¨ªa la verdad, al menos en lo que a ¨¦l se refiere; porque desde que muri¨® en 1964 no ha hecho m¨¢s que resucitar una y otra vez. Al a?o siguiente, sin ir m¨¢s lejos, apareci¨® la nueva aventura del Agente 007 en la que estaba trabajando cuando se le par¨® el coraz¨®n, que se titulaba El hombre de la pistola de oro y fue concluida por su colega Kingsley Amis. En las siguientes cuatro d¨¦cadas, secundarios como John Pearson, John Gardner, Raymond Benson o Sebastian Faulks se atrevieron a continuar la saga; hasta que en 2013 lo hizo otro ilustre admirador suyo, William Boyd, que ya hab¨ªa incluido a Fleming como personaje en Las aventuras de un hombre cualquiera y que en la magn¨ªfica Solo llevaba a su esp¨ªa ingl¨¦s a ?frica con el objetivo de parar una guerra civil, salvar los intereses petrol¨ªferos de Reino Unido y enfrentarse a un enemigo terrible, Solom¨®n El Escorpi¨®n, que rivaliza por dem¨¦ritos propios con los malvados cl¨¢sicos de la saga, el Dr. No o Goldfinger.
Boyd fue entonces tan elogiado como hoy lo es John Banville, que en La rubia de ojos negros y oculto tras el alias de Benjamin Black, el que utiliza para sus novelas policiacas, ha recuperado al protagonista de las obras de Raymond Chandler: el detective Philip Marlowe. Al creador de El sue?o eterno ya le hab¨ªa ocurrido lo que a Fleming: tambi¨¦n dej¨® una narraci¨®n a medio acabar, La historia de Poodle Springs, que fue terminada por Robert Parker. Ahora, Banville ha desenterrado a su personaje por encargo de sus herederos, igual que la escritora Sophie Hannah dar¨¢ a conocer este verano un nuevo caso del inspector H¨¦rcules Poirot, por mandato de la familia de Agatha Christie, y a principios de 2015 llegar¨¢ a las librer¨ªas un cuarto tomo de la trilog¨ªa Millennium, de Stieg Larsson, redactado por su compatriota David Lagercrantz.
Cuando le pregunto a Banville con qu¨¦ palabra definir¨ªa su ¨²ltimo trabajo, si ser¨ªa secuela, continuaci¨®n o tal vez renacimiento, responde desde Dubl¨ªn: ¡°Cualquier cosa menos resurrecci¨®n, porque Marlowe es inmortal y, por tanto, no me necesita para revivir. Mi libro es m¨ªo, pero es, antes que nada, un homenaje a un escritor maravilloso, uno de los grandes estilistas del siglo XX, cuyo talento excede en mucho los l¨ªmites de la novela negra¡±. ?Y qu¨¦ piensa ¨¦l, en general, de las novelas de continuaci¨®n? ¡°Son un acto de ?canibalismo, pero cuando se hacen con afecto hacia sus creadores y con suficiente destreza, creo que est¨¢n justificadas. ?Qu¨¦ pensar¨ªa Chandler de mi Philip Marlowe? Espero que no se sintiese traicionado por m¨ª¡±.
En el pasado hay de todo, desde las imitaciones de El Quijote que obligaron a Cervantes a escribir su segunda parte, hasta las de Peter Pan, Lo que el viento se llev¨® o varias obras de Dickens que alg¨²n impostor lleg¨® a afirmar que redactaba en estado de trance y guiado por el esp¨ªritu del autor de Oliver Twist. Tambi¨¦n existe una prolongaci¨®n de El guardi¨¢n entre el centeno en la que un Holden Caulfield anciano huye del geri¨¢trico igual que se escap¨® del colegio cuando era un ni?o, y que provoc¨® una larga disputa judicial con Salinger. Al final es lo de siempre: hay autores buenos o malos, y no ideas inaceptables: ¡°Si publicamos a Boyd o a Banville no es por Fleming ni Chandler, sino porque sacar¨ªamos cualquier cosa que firmasen ellos¡±, nos dice la editora de ambos libros en Espa?a, Mar¨ªa Fasce, de Alfaguara.
Vive y deja morir, titul¨® otra de sus obras Ian Fleming. Unas veces por suerte y otras por desgracia, nadie le hizo caso.
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