Un laboratorio de paz en Colombia
La masacre de El Salado fue una de las m¨¢s violentas de la historia reciente del pa¨ªs Hoy muchos de sus ciudadanos han vuelto y est¨¢n reconstruyendo su vida Una gran movilizaci¨®n social transforma la zona, con apoyo de organismos p¨²blicos y privados
Si pretend¨ªan sembrar el terror, quienes jugaron al f¨²tbol con las cabezas de los decapitados en El Salado, un peque?o pueblo colombiano de la regi¨®n de Montes de Mar¨ªa, lo consiguieron. Si buscaban destruir la aldea, a priori, tambi¨¦n. Pero si lo que quer¨ªan era acabar con la convivencia de por vida, fracasaron. La localidad, que antes de la masacre ejecutada por grupos paramilitares en el a?o 2000 contaba con 7.000 habitantes, es un ejemplo de muchas cosas: de la crudeza de un conflicto que dura m¨¢s de 50 a?os, de la indefensi¨®n de las v¨ªctimas y del abandono que han sufrido durante muchos a?os, ignorados por el Estado y por una parte del propio pueblo colombiano¡ Pero tambi¨¦n de que la reconstrucci¨®n es posible incluso en las zonas donde parece m¨¢s dif¨ªcil. Hoy El Salado es un laboratorio de paz que quiere ser el modelo para su regi¨®n y el resto de zonas rurales asoladas por los enfrentamientos armados.
La masacre de El Salado es una de las m¨¢s crueles de la historia moderna de Colombia. Entre el 16 y 21 de febrero de 2000, los paramilitares del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia, con la complicidad de las Fuerzas Armadas, torturaron y mataron a decenas de campesinos en una barbarie que incluy¨® la violaci¨®n de mujeres, el desmembramiento de personas con motosierras, el apaleamiento de ancianos y mujeres embarazadas y las mencionadas decapitaciones, al son de gaitas y tambores de j¨²bilo. Se trataba de dar un escarmiento en una zona que supuestamente simpatizaba con la guerrilla de las FARC. Durante a?os, los paramilitares lograron hacer saltar por los aires la convivencia en El Salado. Pero en el a?o 2009, una iniciativa encabezada por la Fundaci¨®n Semana (una revista colombiana), con la colaboraci¨®n de numerosos agentes p¨²blicos y privados y, sobre todo, con la implicaci¨®n de la sociedad de El Salado, ha conseguido devolver la esperanza a la zona. El caso fue analizado como ejemplo de reconstrucci¨®n postconflicto en la Casa de Am¨¦rica de Madrid durante un encuentro celebrado el pasado lunes.
¡°Tras la tragedia nadie confiaba en nadie. Todos nos fuimos a las ciudades cercanas; el pueblo desierto¡±
¡°Tras la tragedia nadie confiaba en nadie. Todos nos fuimos a las ciudades cercanas y dejamos el pueblo desierto¡±, recuerda Leiner Ramos, de 30 a?os, testigo de la decapitaci¨®n de su hermano cuando solo era un adolescente. Lo cuenta por tel¨¦fono desde El Salado, algo que habr¨ªa sido impensable cuando ocurri¨® la tragedia, ya que se trataba de un lugar totalmente aislado. Por telecomunicaciones y tambi¨¦n por medios tradicionales. ¡°Se demoraba tres d¨ªas en llegar a la ciudad m¨¢s cercana. Ahora han hecho una carretera y son 45 minutos¡±, explica Ramos gracias a la antena que se instal¨® durante la reconstrucci¨®n. Es un ejemplo de colaboraci¨®n privada: la aport¨® Telef¨®nica.
Ramos es uno de los alrededor de 1.300 habitantes que han ido regresando a El Salado en estos ¨²ltimos a?os. Tras la masacre, sus vecinos fueron desplazados a ciudades cercanas, donde su condici¨®n de v¨ªctimas no hac¨ªa sino estigmatizarlas a¨²n m¨¢s. Fueron regresando con cuentagotas por unas razones que explic¨® bien Edwin Navarro, uno de los campesinos que huyeron, en una charla en Colombia: ¡°Los salade?os, los saladeros, los habitantes de El Salado y de sus veredas, cuando nos vimos forzados a dejar las tierras donde crecimos, donde so?amos vivir siempre, nos fuimos de pronto a ciudades donde s¨ª ten¨ªamos luz, agua, mejores condiciones¡ pero no era nuestra tierra, all¨ª nunca so?amos vivir. All¨ª llegamos por la acci¨®n de personas que se creyeron que ten¨ªan el derecho de destruir a un pueblo, que creyeron que ten¨ªan el derecho a callar con el sonido de las balas la acci¨®n y representaci¨®n de toda una comunidad de aproximadamente 7.000 habitantes. Pero regresamos, porque esas son nuestras tierras, all¨ª nacimos, all¨ª vivimos aun con todas esas necesidades¡±.
Los agentes que han trabajado en el pueblo quieren que sea modelo del posconflicto para todo el pa¨ªs
En un principio, recibieron ayuda desde un punto de vista ¡°muy asistencialista¡±, seg¨²n explica Mar¨ªa Isabel Cer¨®n, directora de Ayuda en Acci¨®n en Colombia. Despu¨¦s, gracias al empuje de la Fundaci¨®n Semana, cambiaron la manera de hacer las cosas. ¡°Lo valioso de este proceso no solo fue la reconstrucci¨®n de la infraestructura, sino establecer confianza. Me impact¨® mucho porque cuando fui hace cuatro a?os contaban de una forma muy gr¨¢fica todo lo que les hab¨ªa pasado, como para generar l¨¢stima. Ahora nadie te pide nada, hablan del futuro de una forma diferente, pero teniendo muy en cuenta el pasado. Para que los hechos no se vuelvan a repetir, los pueblos deben de tener muy clara su historia. Es realmente incre¨ªble ver lo que se ha logrado con este proceso¡±, explica Cer¨®n.
La clave de la reconstrucci¨®n est¨¢ en la propia sociedad, insistieron una y otra vez quienes participaron en el debate. La directora de la fundaci¨®n Semana, Claudia Garc¨ªa Jaramillo, explic¨® que siempre tuvieron muy claro que el pueblo ten¨ªa que ser protagonista del proceso. ¡°Nosotros nos limitamos a acompa?arles, a facilitar el acceso de instituciones p¨²blicas y privadas que, m¨¢s que poner dinero, han aportado un trabajo, cada una en su ¨¢mbito, que ha propiciado el cambio¡±, explica. La reconstrucci¨®n de las infraestructuras es lo que se nota a simple vista, pero la revitalizaci¨®n de la cultura, la recuperaci¨®n de liderazgos sociales, la implicaci¨®n de la juventud ha sido lo que ha promovido que los habitantes de El Salado vuelvan a vivir en paz en su tierra.
Quiz¨¢s por eso, cuando se le pregunta a Leiner Ramos cu¨¢l es la clave de la reconstrucci¨®n, responde: ¡°La casa de la cultura. Es lo que m¨¢s nos une ac¨¢¡±. Es uno de los n¨²cleos de convivencia de un pueblo agricultor, que tradicionalmente ha tenido el tabaco como una de sus grandes fuentes de ingresos. Han recuperado una escuela primaria, una estaci¨®n de polic¨ªa, un centro de salud¡ Todo hab¨ªa desaparecido tras la masacre.
Los actores implicados en la reconstrucci¨®n inciden una y otra vez en la importancia de lo social. ¡°Es una comunidad que oye a sus mayores. Es algo que no sucede en casi ning¨²n lado. No s¨¦ por qu¨¦, pero lo han conseguido, no sabr¨ªa explicarlo; tal vez por esa brecha de diez a?os en la que nadie estuvo en el pueblo. Ahora son los mayores quienes rescatan su cultura y costumbres¡±, reflexiona Mar¨ªa Isabel Cer¨®n.
Queda mucho por hacer para que El Salado sea el pueblo pr¨®spero que fue
Para lograr que El Salado vuelva a ser el pueblo pr¨®spero que fue queda todav¨ªa una larga labor por delante. Todav¨ªa existen problemas de abastecimiento de agua, de malnutrici¨®n infantil y de calidad de vida que ensombrecen algo algunos notables avances como el haber alcanzado una escolarizaci¨®n del 100% en ni?os de cero a cinco a?os, el parque agroecol¨®gico que sirve de campo de aprendizaje para los futuros empresarios de la tierra o los proyectos de microemprendimiento. Son las siembras de las que se esperan frutos, pero que ya han conseguido servir de amalgama para la convivencia.
Este ejemplo, con la movilizaci¨®n de entidades p¨²blicas y privadas, con este resurgir social, es el modelo que quieren llevar a otros lugares de Colombia los actores que han hecho posible este renacer de El Salado, desde las ONG hasta el propio Gobierno. Seg¨²n el embajador de Colombia en Espa?a, Fernando Carrillo, se trata de una ¡°semilla de transformaci¨®n colectiva¡±. Una semilla que podr¨ªa germinar en muchos otros rincones del pa¨ªs arrasados por la violencia.
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