Una ciudad sin bicis no tiene sentido
Hasta hace poco, la bicicleta era propiedad de una oligarqu¨ªa vestida de lycra que conoc¨ªa el veh¨ªculo muy t¨¦cnicamente y que solo lo entend¨ªa en el campo El ciclismo urbano puede resultar irritante pero ha conseguido democratizarla
Hoy es el D¨ªa de la Bicicleta, y para conmemorarlo, en ICON hemos preparado un debate sobre el estado de la bicicleta como los que se har¨¢n por todo el planeta: mucha gente critica a quienes usan este invento en la ciudad porque, dicen, solo est¨¢n siguiendo una moda urbana. Y estos ciclistas urbanos se defienden diciendo que sus cr¨ªticos son parte de la oligarqu¨ªa de la lycra que se cre¨ªa en control absoluto de la cultura de los pedales.? As¨ª, el invento est¨¢ ahora atrapado en un limbo entre ser un medio de transporte, complemento de moda y declaraci¨®n de intenciones, en la ciudad. Estos p¨¢rrafos defienden?su uso por parte de urbanitas con pantalones pitillo, que ha democratizado a la?bicicleta. Aqu¨ª hay otro que defiende lo contrario: la bicicleta, ese objeto con simp¨¢ticos aires de clase trabajadora y procuradora de inolvidables momentos entre deportistas de ¨¦lite, se ha desvirtuado en manos de los hipster. El lector puede apoyar aquel con el que m¨¢s coincida. Consideraremos que el texto con m¨¢s Me Gusta en Facebook y tuits ser¨¢ el ganador. Disfruten de su poder con responsabilidad.
Antes la crisis de los cuarenta se pasaba con un cochazo, unos implantes capilares y horas de gimnasio. Teniendo en cuenta el n¨²mero de hombres de entre 35 y 44 a?os que empez¨® a comprarse bicicletas de m¨¢s de mil euros, mallas de colores y a depilarse las piernas, la crisis de la mediana edad en el siglo XXI se supera con una bicicleta. Estos tipos que se embuten en mayas para ir a pedalear los fines de semana tienen hasta un nombre propio: mamil (middle age man in lycra, que traducir¨ªamos como "Hombre de edad media con lycra"), un concepto cercano a las madres cuarentonas de buen ver (milf), pero sin tanto sex appeal. Los globeros, como se denomina en castellano a estos domingueros que pedalean con maillot, siempre han cre¨ªdo defender las esencias de la bicicleta: conocen los detalles mec¨¢nicos de su veh¨ªculo; salen a entrenar, sobre todo el fin de semana, y solo consideran ciclistas a los de su especie. Suelen coger el coche para llegar hasta un campo aleda?o a su ciudad o a una zona rural para recorrer kil¨®metros y kil¨®metros de carretera. El resto de la semana no tocan la bicicleta m¨¢s que para abrillantarla y sienten un profundo desprecio hacia los ciclistas urbanos.
Cuando los urbanitas, vestidos con estilo, comenzaron a rodar por la ciudad, cambiaron las ideas asociadas a la bicicleta. Gracias a esa asociaci¨®n entre lo moderno y los pedales, la bicicleta se ha hecho m¨¢s atractiva. Los m¨¢s cl¨¢sicos, viendo peligrar su trono, contratacaron diciendo que eso no era ciclismo de verdad.
Mientras estos tipos canalizaban sus frustraciones a golpe de pedal, empez¨® a extenderse por el mundo la plaga del ciclismo urbano. Los bicicleteros de ciudad son la ant¨ªtesis de los mamil: visten de cualquier manera, llevan bicicletas viejas o sin cambios ¨Cque, para irritaci¨®n de los hombres de lycra, denominan vintage o fixie, respectivamente¨C, no se afeitan y, en ocasiones, en contra del paradigma de vida saludable asociado a la bicicleta, incluso fuman, beben o m¨¢s. En el ¨²ltimo lustro, los ciclistas urbanos no solo han colonizado metr¨®polis y ciudades, de Nueva York a Sevilla, sino que se han convertido en tendencia. Han hecho de la bicicleta un veh¨ªculo cotidiano, un objeto de deseo y le han otorgado un poder casi identitario. Apoyada en las connotaciones del movimiento hipster, la bicicleta, un invento del siglo XIX, se ha convertido en la sensaci¨®n de las ciudades del siglo XXI. Algo que los mamil, con sus bicis caras, sus piernas rasuradas y su lycra de colores fluor, nunca consiguieron.
As¨ª, la bici ya no es solo el veh¨ªculo de hippies, j¨®venes, altermundistas, ecologistas, pobres o locos sino que tambi¨¦n la usan actores, pol¨ªticos, DJs, periodistas o artistas. La moda de la bici ha licuado el estereotipo del ciclista as¨ª como muchos de los prejuicios que rodeaban al veh¨ªculo. Tambi¨¦n ha abierto el camino a que muchas personas la prueben.
Y cuando alguien se sube al sill¨ªn, le cuesta bajarse. Primero se ven seducidos por la bici; luego descubren la eficiencia, la econom¨ªa o la salud. La velocidad media de un coche en ciudad es de 18 kil¨®metros por hora. En Madrid se queda en 13. Un ciclista urbano puede alcanzar, de media, los 15. Por otro lado, si en la capital se usara la bici al nivel de Copenhague, donde 26 de cada 100 desplazamientos diarios son a pedales, se crear¨ªan 3.700 empleos y se salvar¨ªan unas 200 vidas al a?o. Si se extrapolara a toda Europa, aparecer¨ªan 76.000 nuevos puestos de trabajo y se evitar¨ªan 10.000 muertes, seg¨²n la Organizaci¨®n Mundial de la Salud.
Si en la capital se usara la bici al nivel de Copenhague, donde 26 de cada 100 desplazamientos diarios son a pedales, se crear¨ªan 3.700 empleos y se salvar¨ªan unas 200 vidas al a?o
Todo esto es relevante, pero, en una sociedad dominada por la est¨¦tica, hay que tener en cuenta el poder de la imagen. Los mamil se declaraban ciclistas aut¨¦nticos y hac¨ªan apolog¨ªa de la bicicleta con una ropa que parec¨ªa un rid¨ªculo disfraz. Cuando los urbanitas, vestidos con estilo, comenzaron a rodar por la ciudad, empezaron a cambiar en el imaginario colectivo las ideas asociadas a la bicicleta. Gracias a esa asociaci¨®n entre lo moderno y los pedales, la bicicleta se ha hecho m¨¢s atractiva. Los mamil, viendo peligrar su trono, contratacaron diciendo que eso no era ciclismo de verdad, que era una moda pasajera e incluso les acusaron de fomentar pr¨¢cticas peligrosas en base a la oposici¨®n de los ciclistas urbanos a la imposici¨®n del casco obligatorio.
A los pedaleantes de ciudad poco les import¨®. A muchos no les interesa hacer kil¨®metros desde el sill¨ªn. Otros se reconocen simplemente como ciudadanos que van en bicicleta. No les importaba porque sab¨ªan que, cada d¨ªa y de manera casi inconsciente, extend¨ªan el virus de la bici con sus veloc¨ªpedos de otra ¨¦poca y vestidos con chaquetas del sastre Timothy Everest, pantalones commuter Levi's o zapatillas de inspiraci¨®n retro Le Coq Sportif. Los mamil ya no son los paladines del pedal; su tiempo ha pasado.
Los nuevos embajadores de la bicicleta llevan pantalones pitillo. Barba 1- Lycra 0.
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