Orhan Pamuk: ¡°El arte de la novela se basa ante todo en la compasi¨®n¡±

Muchos creyeron que hab¨ªa ganado el Premio Nobel demasiado joven cuando con 54 a?os lo recibi¨® de manos del rey Gustavo de Suecia. Pero Orhan Pamuk y su pa¨ªs, Turqu¨ªa, hab¨ªan esperado muchas d¨¦cadas para un reconocimiento as¨ª. El autor de El castillo blanco, consagrado para el panorama internacional por voces como las de John Updike, llevaba ya una larga carrera de potentes novelas que han navegado varias ¨¦pocas por las aguas del B¨®sforo. Relajado, y tras darse una vuelta por la Alh¨®ndiga de Bilbao, donde particip¨® en el ciclo Gutun Zuria, Pamuk desgrana las tensiones latentes entre el Este y el Oeste, el car¨¢cter de quien mira hacia ambas orillas para poder entender mejor los desencuentros.

Aqu¨ª, en la Alh¨®ndiga de Bilbao, da por pensar, despu¨¦s de que usted se haya mostrado un gran defensor del papel de los lugares p¨²blicos en el mundo de hoy, para qu¨¦ sirven estos grandiosos espacios de encuentro. ?Cu¨¢l es su papel en la cultura, en el civismo? Estos lugares son concebidos como ¨¢goras, donde la gente se re¨²ne, interact¨²a¡­ son esencialmente eso.

??goras posmodernas? M¨¢s o menos, muy cercanos a la actividad de la gente. Consiguen aumentar nuestro sentimiento de pertenencia hacia algo m¨¢s trascendente que la propia individualidad.

Ha reflexionado usted a menudo sobre su obsesi¨®n acerca de la imposibilidad de trazar un final a las historias. ?Ser consciente de eso le limita como escritor? ?Existe el final ideal cuando sabes que todo contin¨²a? Bueno, al final, casi todo acaba. Un final, en cierto modo, es una declaraci¨®n de principios. Como nuestro epitafio en la tumba. Soy novelista, de este tiempo, y debo contar con ello, no como en las grandes epopeyas de la antig¨¹edad, donde las historias pod¨ªan continuar sin fin y se sumaba, se sumaba¡­ Todo empieza y termina en el individuo, las personas. Cada una nos sugiere un todo. Eso nos otorga una especie de mandato, aunque nos resistimos a que las cosas se cierren. M¨¢s si esas historias que contamos le gustan a la gente.

Pero incluso las novelas, si son buenas, nunca acaban en nosotros, siempre podemos agarrarlas por segunda vez y hacer una lectura completamente diferente. ?No ser¨¢ que comenzar y terminar una novela sencillamente se convierte en una convenci¨®n, m¨¢s que en un deber? Yo nunca decido el final de mis novelas antes de alcanzar la mitad. Puede que reescriba mucho los comienzos, hasta 50 veces, pero cuando llego al medio y me doy cuenta realmente de qu¨¦ va, entonces decido el final. Debe aparecer espont¨¢neamente. La naturaleza de los personajes lo da. Aparece con el proceso de la escritura. Les dedico tiempo a las criaturas que pueblan mis historias, me paso con ellos tres y cuatro a?os, lo voy descubriendo poco a poco, aunque domino plenamente su tem¨¢tica. Los contextos son claros, pero qu¨¦ les ocurre singularmente a cada uno, no tanto; con qui¨¦n se casan o se pelean no lo llego a saber hasta un tiempo despu¨¦s. Ahora, cuando se me ocurren, no lo reescribo tantas veces como el principio, sale de una, as¨ª¡­ Sin embargo, las primeras frases deben estar muy meditadas.

Se nota en usted: ¡°Un d¨ªa le¨ª un libro y toda mi vida cambi¨®¡±. As¨ª comienza La nueva vida. ?No es ese el ¨ªntimo y tremendo deseo de cualquier escritor? ?Cambiar la existencia de sus lectores? Todo el mundo se sabe de memoria ese comienzo en Turqu¨ªa, incluso se han hecho anuncios. A veces me hace feliz, otras me entran ganas de demandarlos, pero se me pasan.

?Cu¨¢ndo considera usted que est¨¢ escribiendo? ?Cuando lo hace sobre el papel o cuando piensa en cualquier circunstancia lo que va a redactar? Yo puedo escribir en cualquier parte. Pero antes, cada historia se va sembrando en la cabeza, bien sedimentada en la memoria o sobre la marcha. Tomas notas, debes estar atento a cada paso, porque te sobrevienen cap¨ªtulos, situaciones. Aunque la mayor parte de los detalles llegan mientras est¨¢s sentado, redactando. O so?ando tambi¨¦n. Pero lo importante en el trabajo, mientras est¨¢s ante el papel, es que te concentres en todo ese mundo y convivas con ¨¦l mientras la vida sigue en otro sitio.

?Obsesivamente? No, pero conscientes de que necesitamos nuestros mundos imaginarios, que nos hacen felices. O desgraciados, como cuando debes afrontar asuntos como los celos, la rabia, la ruina econ¨®mica. Nuestra imaginaci¨®n es nuestro negocio, nuestro modo de vida, y eso nos hace tambi¨¦n ser conscientes de que la realidad, a los escritores, no nos hace felices. Eso nos convierte en seres muy afortunados, porque existe mucha gente a quien la vida le desmoraliza y no pueden recluirse en un mundo literario. Nosotros s¨ª. Llevo 40 a?os haci¨¦ndolo. Me siento a la mesa, con mi caf¨¦, y ah¨ª estoy preparado para cualquier cosa. ?Lo llamas obsesi¨®n? Bueno, a m¨ª no me gusta, duermo bien, pero aunque me quite el sue?o, no lo llamar¨ªa as¨ª. Si no logro cerrar los ojos, muy bien, me levanto y, en pijama, me pongo a resolver lo que sea. En ese trance, ni leo los peri¨®dicos; me molestan las malas noticias y est¨¢n llenos de ellas.

?No se alimenta de eso, como otros colegas suyos? Las historias llegan a m¨ª de una manera natural, me limito a seguirlas y a controlarlas. Conf¨ªo mucho en mi imaginaci¨®n, mis visiones, mis sue?os, pero debo evitar que se descontrolen, se extralimiten. Tambi¨¦n la lectura de asuntos relacionados con lo que escribo aumenta mi inspiraci¨®n, influye mucho en m¨ª el ¨¢nimo de cada d¨ªa. Me afectan a veces los bloqueos, entonces me aparto de seg¨²n qu¨¦ y regreso a ello cuando salgo de ese estado. Voy saltando de personaje en personaje dependiendo con qui¨¦n quiera estar, especialmente me ocurre eso con los personajes femeninos.

?Por qu¨¦? Es duro meterse en su piel, pero una vez est¨¢s ah¨ª, lo disfruto mucho, no puedo dejarlo. Pregunto a mis amigas, a mi madre, a mi hija, c¨®mo se sienten.

?Hasta el punto de llegar a experimentar algo parecido a un orgasmo femenino? Bueno, si has experimentado orgasmos masculinos y gozas de cierta imaginaci¨®n, puedes llegar a aproximarte. Si preguntas a tus amigas y te lo cuentan, lo escribes, y luego se r¨ªen de ti, te aguantas, es mejor eso que no escribirlo de ninguna manera. El arte de la novela se basa, ante todo, en una cualidad humana: la compasi¨®n.

Tambi¨¦n la rabia. Tambi¨¦n, tambi¨¦n. Pero la compasi¨®n es m¨¢s ¨²til para la literatura, porque te identifica con el dolor del pr¨®jimo. Debes compartir el dolor, la rabia; la compasi¨®n incluye la rabia misma. Incluso para llegar a figurarte esos orgasmos, hablar, hablar con el pr¨®jimo, pensar por ¨¦l, y as¨ª, al final, te sale.

Volviendo a los principios y los finales. Resulta dif¨ªcil pensar en un escritor de Estambul encerrado en esa obligaci¨®n de empezar o acabar algo, porque esa ciudad no tiene fin, es una aut¨¦ntica frontera eterna. Muchas gracias. Pero si la vida no tiene fin, la obligaci¨®n de un autor como yo, que se toma su trabajo muy en serio, por desgracia, es, al menos, dotarla de un comienzo. Al menos colocar las cosas en perspectiva. Dotar todo de mirada propia.

?Es usted el autor del Estambul moderno? Deje que me tome eso un poco en broma. Yo vivo tambi¨¦n en Nueva York, all¨ª ense?o, pero cada vez que me encuentro a alguien me recuerdan lo bonito que es Estambul. ?Qu¨¦ se supone que debo hacer? Pues dar las gracias. No me di cuenta de que era un escritor tan identificado con Estambul hasta que cumpl¨ª 45 a?os, m¨¢s o menos. Con las traducciones, todo el mundo me consider¨® eso: escritor de Estambul, y aquello me dio conciencia, que est¨¢ bien, vale, no me quejo. Pero la ciudad ha cambiado mucho. Desde que yo nac¨ª en 1952, no ha dejado de crecer y crecer, pas¨® en esa ¨¦poca de un mill¨®n y medio de habitantes a 14 ahora. Eso es muy ins¨®lito. Poca gente ha tenido el privilegio de experimentar un cambio as¨ª en su ciudad. Y la transformaci¨®n en los ¨²ltimos 15 a?os ha sido todav¨ªa mucho m¨¢s profunda que en los 45 anteriores. Para m¨ª es complicad¨ªsimo de entender. Y ahora que todo el mundo me considera escritor de all¨ª, eso implica mayor atenci¨®n pese a todo lo complejo que es. Cada minuto aparece un libro sobre un barrio, me emborracha toda esa avalancha.

Pero ocurre en todas partes igual. Quiz¨¢ una de sus singularidades contempor¨¢neas m¨¢s marcadas a¨²n, porque viene de lejos, es esa esquizofrenia sobre la pertenencia a Europa o no. ?C¨®mo andan los ¨¢nimos en ese sentido? Bueno, divididos. Los partidos pol¨ªticos andan enfangados. Eso me enfurece, me preocupa. Viene de lejos. Las ¨¦lites del imperio otomano fueron conscientes en su d¨ªa de que o se occidentalizaban, o ca¨ªan derrotados por diversos oponentes occidentales. Doscientos a?os despu¨¦s, aplicadas m¨²ltiples reformas en t¨¦rminos de vestimenta, calendario, ej¨¦rcito, ingenier¨ªa, ciencia, artes, modos de pensar¡­ aun as¨ª, se produjeron resistencias que dieron lugar a tensiones hasta hoy. Ll¨¢malo, en t¨¦rminos dial¨¦cticos, nueva sociedad contra antigua; Europa, Oriente; ahora, islamismo contra modernidad. Es lo mismo, mismo perro, distinto collar. A veces se envenena y se pone feo o se suaviza.

Se envenena hasta el punto de obligar a gente como usted a abandonar el pa¨ªs. Bueno, como me ocurri¨® entre 2005 y 2010, que me vi obligado a ir con guardaespaldas, alejarme un poco. La situaci¨®n, para m¨ª, hoy es mejor. Pero observo otra vez, con un Gobierno que lleva ya 12 a?os en el poder, que va tens¨¢ndose el ambiente. Es l¨®gico, tanto tiempo gobernando produce resentimiento, autoritarismo, la gente decide qui¨¦n gobierna, pero ese ambiente ha da?ado la libertad de expresi¨®n, la tentativa a cerrar canales como YouTube, Twitter, aunque los tribunales lo pararon. ?Mi posici¨®n? Limitarme a ser testigo, escribir, dar cuenta, llamar al entendimiento mutuo aunque se resistan.

Y ahora que Europa vive una crisis de identidad, ?siguen teniendo ganas de formar parte de ella? Pues mire lo que le digo, ojal¨¢ lo fu¨¦ramos y pudi¨¦ramos quejarnos desde dentro.

Bueno, es que el empe?o de muchos en destruir los principios solidarios de la Uni¨®n, a un amplio sector les est¨¢ convirtiendo en nost¨¢lgicos de c¨®mo sol¨ªa funcionar. Y as¨ª vemos que los ucranios lo contemplan como una esperanza de salvaci¨®n, o ustedes. Y entiendo a los ucranios, obviamente.

?Cree usted que gan¨® el Premio Nobel demasiado joven? Eso es lo que dicen muchos, tambi¨¦n las estad¨ªsticas, pero no lo que hab¨ªan esperado los turcos en su historia a ganar uno. Hubo mucha sorpresa en ese sentido. Hasta algunos peri¨®dicos que dec¨ªan que alg¨²n d¨ªa me lo tendr¨ªan que dar se mostraron impactados y llegaron a decir: ¡°?Est¨¢ bien que lo haya ganado, pero c¨®mo ha podido conseguirlo tan joven!¡±. Por m¨ª, vale haberlo logrado tan joven, as¨ª me ahorro el suplicio de esperar cada a?o que me lo den y a todos esos se?ores opinando sobre si me lo merezco o no.

?Hombre! ?Menudo estr¨¦s! Eso en el caso de que quisiera ganarlo, porque a lo mejor era usted de esos a los que no les hac¨ªa ilusi¨®n. No, no, me encanta, ha sido un honor y un placer, y le aseguro que no hay nada malo en ello. Aunque cada uno de los periodistas me pinche para que les haga comentarios negativos al respecto.

Con Nobel y todo, ?se contempla usted a veces como un ni?o? S¨ª, y aliento ese resquicio de juguet¨®n de chaval dentro de m¨ª. Incluso en ese contexto de ganador del Nobel, que te obliga de alguna manera a representar a tu pa¨ªs casi como un embajador, y eso que yo odio a los diplom¨¢ticos, intento conservar eso. Me veo en la literatura y en mi oficio como ese ni?o que solo quer¨ªa encerrarse en su cuarto a jugar. Yo soy feliz tambi¨¦n metido en esa habitaci¨®n, con mis historias. Ser un escritor, en parte, consiste en arregl¨¢rselas para mantener vivo ese ni?o dentro de ti. ?C¨®mo? No s¨¦. En mi caso, creo que mostrando esa beligerancia ante las instituciones, la etiqueta, las reglas, la disciplina, aunque de esa me aprovecho para mi trabajo. Pero sin dejar de contemplarlo como un juego. Ese mundo de mentiras, formalidades, rituales, no va conmigo. Soy profesor de la Universidad de Columbia, mis amigos me conocen por no satisfacer precisamente las reglas. Los creadores que m¨¢s admiro son quienes han conseguido mantener esa pureza, esa inocencia y esa rebeld¨ªa infantil dentro. Ser directos, abalanzarse sobre un pastel o una hamburguesa, eso es lo que tienen los ni?os.

Desde luego. Inventar, aunque sea sobre las superficialidades de lo cotidiano; para eso hay que ser un poco infantil, incluso para fijarse en las cosas que a nadie llaman la atenci¨®n y otorgarles nuevos sentidos, son man¨ªas de ni?o, pero muy importantes para escribir. Ser capaz de ver un coche deportivo de juguete en un bote, esa clase de frutos que parecen monstruos, esa intuici¨®n que les hace confiar en su imaginaci¨®n o en sus sue?os. Los m¨¢s peque?os rompen las reglas, y as¨ª sigues las pautas para inventar tu mundo, tus para¨ªsos. Y c¨®mo opera la memoria sobre esos detalles de tu juventud que vas juntando para construir la catedral de tus percepciones.

Aunque usted reivindica la imaginaci¨®n como reina de su mundo, tambi¨¦n se considera un escritor realista. ?Cu¨¢l es su frontera? La realidad opera en m¨ª en muchos niveles. En Me llamo Rojo es fundamental, pero como punto de partida para reunir a artistas en un caf¨¦ que luego dan voz a unos cuadros. Luego, cuando estos empiezan a hablar, pasamos a otro nivel. Creo en la fantas¨ªa, en el surrealismo, el dada¨ªsmo, collages en los que despu¨¦s mi narrativa se basa manipul¨¢ndolos. Pueden parecer grotescos, extra?os, pero despu¨¦s cobran sentido, aunque no explico los porqu¨¦s. Soy un realista que cree que la realidad aburre, necesita su evasi¨®n y conf¨ªa en los oscuros secretos de su alma para que le susurren historias, aunque de la mayor¨ªa de estas no desee siquiera ser consciente.

Comenta usted que no explica mucho su trabajo; sin embargo, en un anexo a la edici¨®n espa?ola de El castillo blanco va demasiado lejos en cuanto a las revelaciones sobre el mismo. ?El rigor del profesor desvanece el misterio del escritor? ?Por qu¨¦ lo hizo? En mis clases, los alumnos discut¨ªan qui¨¦n qued¨® en el castillo y qui¨¦n se fue de Estambul. Mi deber como escritor es apartarme de las conclusiones; quiz¨¢ en este caso comet¨ª el error de explicar demasiadas cosas.

Es que apenas importa. ?Cree que, una vez el autor pone el punto final, comienza la novela que el lector se hace en la cabeza? Mis novelas est¨¢n abiertas a muchas interpretaciones que no quiero aclarar. En Me llamo Rojo, me muestro m¨¢s misterioso sobre ciertos periodos de la historia de Estambul y sus agujeros; en Nieve sali¨® un libro muy abierto a la cr¨®nica period¨ªstica, pero con sus parte de drama, historia contempor¨¢nea, testimonio, golpes militares. Creo que escribir novelas se compone de un balance entre el realismo, hechos, personajes e imaginaci¨®n propia.

?Sus ra¨ªces estil¨ªsticas son m¨¢s orientales u occidentales? Ambas, creo. Vengo de una familia de clase alta muy cercana a los fundadores de la Rep¨²blica, proeuropeos; mis padres ten¨ªan una biblioteca llena de cl¨¢sicos franceses e ingleses. Mi educaci¨®n fue muy secular, y en eso contin¨²o por esa senda, aunque el peso de la cultura religiosa de mi ambiente sea musulm¨¢n y pese sobre mis historias porque pertenezco a esa tradici¨®n que se nota en El libro negro, Me llamo Rojo y El museo de la inocencia. En mis inicios me mostr¨¦ muy secular de todas formas.

Bueno, las ra¨ªces religiosas siempre quedan planeando sobre cualquier cultura, por muy occidental que sea esta. Especialmente en el Mediterr¨¢neo, que viene a resultar a menudo intensa, pero cuanto m¨¢s intensa se muestra, m¨¢s se las arregla la gente para escabullirse de su peso, para despistar a los fan¨¢ticos. Cuanto m¨¢s avanzamos, los ciudadanos se van enterando que de lo que va esto apenas tiene que ver con la religi¨®n, sino con la influencia de los negocios, con el poder. No me preocupan los fan¨¢ticos lo m¨¢s m¨ªnimo.