Barreras invisibles
?No puedo! ?no me veo!... Limitaciones, a veces c¨®modas, que no son imposibles de franquear
Elsa daba vueltas por su habitaci¨®n con el m¨®vil en la mano como una leona enjaulada. Y es que estaba atrapada dentro de sus propios barrotes mentales. No sab¨ªa si llamarlo e invitarlo a comer o no. Era un hombre interesante, pero apenas se conoc¨ªan. ?Qu¨¦ iba a pensar de ella? ?Y si le dec¨ªa que no? ?Qu¨¦ verg¨¹enza! Adem¨¢s, ella jam¨¢s daba el primer paso. Aunque no son usuales, todos tenemos momentos en la vida en que nuestro cerebro cambia su ruta circular habitual por otra nueva, y eso fue lo que le sucedi¨®. ¡°Si me dice que no, ?qu¨¦ pasa? Y si piensa que soy una atrevida, ?qu¨¦?¡±. Este tipo de ideas no sirven de nada si s¨®lo se piensan; se tienen que sentir. Y Elsa, a fuerza de pensarlo, lo acab¨® integrando en todas sus c¨¦lulas y, por fin, lo sinti¨®: ¡°?No pasaba absolutamente nada!¡±. Y marc¨® su n¨²mero.
?C¨®mo acab¨® la historia? Es lo de menos, porque, aunque sea lo que m¨¢s nos cuesta aceptar (y es por eso que sufrimos tanto), un ¡°no¡± tambi¨¦n hubiera sido un buen final porque lo m¨¢s interesante del caso es que ella estaba preparada para aceptarlo. Lo esencial del momento es que Elsa derrib¨® sus barreras mentales. Un ¡°s¨ª¡± puede reforzar su ego, pero romper los muros nos da las llaves de nuestra liberaci¨®n.
El sol brilla en todas partes, pero algunos no ven m¨¢s que sus sombras¡± Arthur Helps
Las murallas nos las imaginamos s¨®lidas, consistentes, enormes, interponi¨¦ndose entre nosotros y la tranquilidad, la calma, la paz, la felicidad (como quiera llam¨¢rsele). Notamos que est¨¢n all¨ª porque nos aprisionan en un espacio muy peque?o, nos sentimos atrapados, sin libertad. Lo que no sabemos es que las verdaderas barreras no son las que vemos, ?las aut¨¦nticas son invisibles! Y no son s¨®lidas, son insustanciales. Se pueden llegar a deshacer cuando las tocamos.
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PEL?CULAS
¡®127 horas¡¯
Danny Boyle
¡®Hacia rutas salvajes¡¯
Sean Penn
¡®El aceite de Lorenzo¡¯
George Miller
¡®El discurso del rey¡¯
Tom Hooper
LIBROS
¡®Despierta¡¯
Anthony de Mello (Gaia Ediciones)
Si lleg¨¢ramos a integrar a fondo el
mensaje de este libro, nuestras
barreras se fundir¨ªan al instante.
¡°Resistencia¡± es el nombre que los psic¨®logos empleamos para definir estos impedimentos cuando se presentan en la consulta. El paciente acude porque quiere mejorar, pero a la vez se resiste al cambio. El psicoanalista Anthony de Mello lo afirma sin tapujos en su libro Despierta: ¡°La mayor¨ªa de la gente va al psiquiatra o al psic¨®logo para obtener alivio. No precisamente para salir de la situaci¨®n¡±. Las personas quieren sentirse bien dentro de su jaula, pero no salir de ella.
¡°Beneficios secundarios¡± es otro t¨¦rmino propio de los psic¨®logos. Se refiere a que esa situaci¨®n que nos amarga la vida y de la cual no podemos o ¡°no queremos¡± salir reporta alg¨²n tipo de ganancia. Son ventajas dif¨ªcilmente reconocibles por la persona y act¨²an como aut¨¦nticas barreras invisibles.
Por ejemplo, la entrega a los dem¨¢s, el sacrificio para contentar a los que nos rodean, suele esconder provechos secundarios. ¡°No puedo mimarme m¨¢s, tener m¨¢s tiempo para m¨ª misma, porque tengo que cuidar a mis padres, a mis hijos, a¡¡±. Replicar a alguien que pronuncia una afirmaci¨®n de esta ¨ªndole sugiri¨¦ndole que quiz¨¢ le aporte beneficios secundarios puede herir profundamente. Parad¨®jicamente, detr¨¢s de esta entrega puede haber ganancias. Una de ellas es el ¡°hago lo que tengo que hacer¡±. La no duda, la de saber que ¡°somos buenos¡±, que la gente no puede criticarnos. Adem¨¢s, mientras nos entregamos a otras vidas no vivimos la nuestra. ?Si eso es un beneficio! Nos produce p¨¢nico malgastar nuestra vida, igual no la vivimos tal como se merece, y en cambio, si nos dedicamos a los dem¨¢s, nunca sentiremos que no la hemos aprovechado porque no hemos tenido m¨¢s remedio que entregarnos. Esa obligaci¨®n nos protege de la posible culpa por no encauzar lo m¨¢s importante que tenemos: nuestra vida. La jaula nos protege, de alguna forma nos beneficia.
Existen dos tipos de muros que se reconocen f¨¢cilmente: los de los otros y los ya superados. Ves a tu vecina trabajando hasta la extenuaci¨®n, haciendo filigranas para llegar a fin de mes para poder mantener su gran piso, y te preguntas: ¡°?Por qu¨¦ no lo vende y se instala en otro m¨¢s peque?o?¡±. Pues porque seguro que hay una empalizada que se lo impide. Vender el piso puede significar para ella bajar el nivel social y cree que su felicidad depende de eso. Si se lo comentas, lo m¨¢s seguro es que lo niegue. Todos tenemos impedimentos parecidos. Ah¨ª est¨¢ la clave, en atreverse a establecer el paralelismo entre el vecino y nosotros.
Despertar es descubrir que estamos en una ?c¨¢rcel. Pero despertar
es descubrir que esa c¨¢rcel no tiene barrotes y que en rigor no es propiamente una c¨¢rcel¡± Pablo d¡¯Ors
Cuando miramos hacia atr¨¢s y recordamos situaciones en que hemos sufrido lo indecible, se nos presenta el gran interrogante: ?por qu¨¦ tanto dolor? ?Por qu¨¦ pas¨¦ tantos nervios en ese proyecto? ?Por qu¨¦ tard¨¦ tanto en divorciarme? ?Por qu¨¦ me importaba tanto la opini¨®n de esa persona? Nosotros, los de ahora, no lo entendemos porque contemplamos el pasado sin la ceguera mental de antes.
Si vemos las defensas de los otros y las que ya hemos superado claramente, podemos utilizarlas para que nos den pistas sobre las actuales. ?Qu¨¦ es lo que ahora no veo? Esta es una pregunta crucial.
S¨®lo tenemos que escuchar porque se supone que los dem¨¢s ven m¨¢s f¨¢cilmente las nuestras. Una amiga me explicaba c¨®mo salt¨® una gran barrera poniendo atenci¨®n a lo que le dec¨ªan. Estaba pasando por un momento muy duro econ¨®micamente y no sab¨ªa c¨®mo salir de la situaci¨®n. Sus compa?eras le propusieron que alquilara una habitaci¨®n de su casa. ¡°?Yo no alquilo habitaciones!¡±. Un pensamiento reflejo de su recelo inicial.
Nunca se hab¨ªa planteado esa salida, parec¨ªa que no iba con ella; pero la resistencia fue amortigu¨¢ndose, poco a poco fue imagin¨¢ndose la situaci¨®n hasta que la vio totalmente factible. Alquil¨® la habitaci¨®n y pudo respirar. El muro en realidad era un pensamiento, nada s¨®lido, una idea que acab¨® desintegr¨¢ndose.
A los psic¨®logos siempre nos piden: ¡°Ya s¨¦ la teor¨ªa, pero dime c¨®mo lo consigo¡±. Si lo supi¨¦ramos, lo difundir¨ªamos y todos ser¨ªamos felices. Los profesionales podemos dar pistas, consejos, orientaciones, pero no hay ninguna soluci¨®n m¨¢gica. En el tema de las murallas, si queremos desintegrarlas, hemos de practicar un acto de honestidad colosal. ?C¨®mo? No s¨¦.
La honestidad empieza por reconocer que somos m¨¢s libres de lo que creemos. Ahora mismo podemos hacer las maletas y escaparnos de casa. Es un ejemplo extremo, pero lo cierto es que las puertas de tu casa no est¨¢n tapiadas. Por eso, si aceptamos que esta trinchera es nuestra creaci¨®n, nos ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil reconocer que otras m¨¢s peque?as tambi¨¦n lo son. Si entendemos que la prisi¨®n la creamos nosotros, ya es m¨¢s f¨¢cil analizar c¨®mo es la c¨¢rcel que hemos construido. Puede ser doloroso al principio, pero liberador al final.
Debes ejercitarte en decirle a cualquier cosa ?desagradable: ¡®Eres s¨®lo una apariencia y en modo alguno lo que aparentas ser¡± Ep¨ªteto
Para fundir los impedimentos tenemos que ir m¨¢s all¨¢ del pensamiento positivo porque puede ser una gran trampa. Volvamos al ejemplo inicial. Alguien hubiera podido decirle a Elsa: ¡°Ll¨¢malo, seguro que te dir¨¢ que s¨ª¡±. Animarla de esta forma implica que lo bueno ser¨¢ que le digan que s¨ª. Es una forma de alentarla que no la prepara para el ¡°no¡±.
Vamos con otro ejemplo. Un amigo nos cuenta preocupado que ha dado una conferencia y que a la mitad un asistente se ha levantado y se ha marchado de repente. Le consolamos y le sugerimos que no piense en negativo: ¡°Se ha ido porque le aburr¨ªas¡±, sino en positivo: ¡°Se ha ido porque se encontraba mal¡±. ?Macabro! Preferimos que alguien se encuentre mal a que nos baje la autoestima. Lo que debemos integrar es que hay gente a quien no le va a gustar nuestra charla, que algunas de las personas a las que invitaremos a comer nos dir¨¢n que no. Para saltar obst¨¢culos no se trata de pensar en positivo (que va a ocurrir lo que queremos), se trata de aceptar cualquier resultado.
Las barreras limitan nuestros caminos, nos aprietan. Convertimos nuestra vida en un camino estrecho y nos olvidamos de que el mundo es ancho, muy ancho.
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