La brecha
No hay modo de garantizar el derecho a la salud en el siglo XXI sin poner freno a la inequidad
Durante la segunda mitad de 2007, uno de cada tres hogares de Burkina Faso se declar¨® incapaz de hacer frente a los gastos alimentarios debido a una escalada de precios que dobl¨® el coste de algunos productos b¨¢sicos como el pescado. Ese mismo a?o, el 62% de las bancarrotas personales que se produjeron en los Estados Unidos estaban directamente relacionadas con los gastos derivados de una enfermedad. Aunque la renta per c¨¢pita de un burkin¨¦s es 85 veces m¨¢s baja que la de un estadounidense, estos dos grupos tienen un elemento en com¨²n: la inequidad extrema en la que viven bolsas crecientes de la poblaci¨®n mundial, desprotegidas frente a un entorno en el que los riesgos ¡ªfinancieros, clim¨¢ticos, sanitarios¡ª se incrementan cada d¨ªa que pasa.
Los argumentos para abordar este asunto se han ido acumulando en los ¨²ltimos a?os a medida que autores como Branko Milanovic y Thomas Piketty espoleaban con sus datos un debate p¨²blico que determinar¨¢ las sociedades que seremos mucho m¨¢s all¨¢ de esta crisis y en el conjunto del planeta. Es un debate en el que las consideraciones pr¨¢cticas son tan relevantes como las ¨¦ticas. Un sistema en el que el 5% m¨¢s rico de la poblaci¨®n mundial ha logrado capturar el 44% del incremento de la renta global desde 1990 no solo resulta moralmente repulsivo, sino que supone un torpedo en la l¨ªnea de flotaci¨®n pol¨ªtica y econ¨®mica de las democracias modernas: niveles altos de inequidad alimentan la inestabilidad, debilitan la vinculaci¨®n entre los ciudadanos y sus instituciones, limitan la movilidad social y lastran el crecimiento econ¨®mico.
El problema es que las certezas ideol¨®gicas no siempre son f¨¢ciles de traducir en objetivos pr¨¢cticos que gu¨ªen las acciones de actores p¨²blicos y privados. Este obst¨¢culo se ha puesto de manifiesto durante las negociaciones del nuevo marco del desarrollo que sustituir¨¢ tras 2015 a los avejentados Objetivos de Desarrollo del Milenio. Aunque el informe del Panel de Alto Nivel convocado por el Secretario General de la ONU destacaba el reto de la inequidad como la primera de sus prioridades, las ideas sobre el modo de abordarlo son m¨¢s bien escasas. Una de las m¨¢s sugerentes fue realizada por Kevin Watkins ¡ªdirector del think-tank brit¨¢nico Overseas Development Institute¡ª, que propuso recientemente establecer mecanismos autom¨¢ticos de intervenci¨®n cuando los indicadores b¨¢sicos de los sectores m¨¢s ricos y m¨¢s pobres de la poblaci¨®n muestren diferencias por encima de un nivel acordado previamente.
Mortalidad por enfermedades no transmisibles
Las enfermedades no transmisibles como el c¨¢ncer, la diabetes y la hepatitis, son en los pa¨ªses en desarrollo, el SIDA del siglo XXI. En muchos pa¨ªses, las muertes por estas dolencias han ido en aumento.. Estos son solo algunos ejemplos, con datos del World Development Statistics del Banco Mundial.
2000 | 2012 | |
Afganist¨¢n | 26 | 37 |
Angola | 17 | 24 |
Bangladesh | 43 | 59 |
Ben¨ªn | 26 | 36 |
Botswana | 15 | 37 |
Colombia | 57 | 69 |
Etiop¨ªa | 19 | 31 |
India | 48 | 60 |
Nicaragua | 57 | 73 |
Per¨² | 56 | 66 |
Ruanda | 19 | 36 |
Vietnam | 66 | 73 |
La propuesta de Watkins exigir¨ªa a muchos pa¨ªses un sistema de informaci¨®n sobre ingresos y bienestar social considerablemente m¨¢s sofisticado del que existe en este momento, pero esa no es raz¨®n para quedarse quieto. Sabemos, por ejemplo, que la mortalidad de los menores de cinco a?os en Colombia es once veces m¨¢s alta en el 20% m¨¢s pobre de la poblaci¨®n que en el 20% m¨¢s rico. Sabemos tambi¨¦n que el pa¨ªs cuenta con recursos nacionales e internacionales que podr¨ªan ser empleados de manera estrat¨¦gica para reducir esta brecha vergonzosa. Si sabemos todo esto, no existen razones ¡ªm¨¢s all¨¢ de las ideol¨®gicas¡ª para que el criterio de equidad quede fuera de los futuros objetivos de desarrollo en un asunto tan central para el bienestar de los colombianos.
El desigual gasto en salud
Esto era lo que gastaban algunos pa¨ªses en salud per c¨¢pita, seg¨²n datos de 2010 de la Organizaci¨®n Panamericana de la Salud (en d¨®lares).
- Bolivia:?90
- Bahamas: 2.711
- Canad¨¢: 5.499
- Estados Unidos: 8.463
Una nueva publicaci¨®n del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) pone de manifiesto la magnitud de este problema en otro asunto capital del desarrollo, el del acceso a medicamentos esenciales. Trece a?os despu¨¦s del celebre informe de MSF Fatal imbalance ¡ªque denunci¨® c¨®mo el 90% de la investigaci¨®n biom¨¦dica se concentra en los intereses del 10% de los pacientes m¨¢s ricos¡ª todo ha cambiado para permanecer exactamente igual. Si el activismo social, el compromiso de las compa?¨ªas privadas y la habilidad intermediaria de grandes fil¨¢ntropos han permitido avances sin precedentes en el ¨¢mbito de las patolog¨ªas infecciosas y tropicales ¡ªSIDA, malaria y tuberculosis, en particular¡ª, hoy el conflicto entre el modelo farmac¨¦utico y el inter¨¦s p¨²blico se ha trasladado al campo de las llamadas enfermedades no transmisibles: de los 14 millones de personas diagnosticadas con c¨¢ncer en 2012, el 57% reside en el mundo en desarrollo, donde un c¨¢ncer de mama es lo m¨¢s parecido a una condena a muerte. A medida que los pa¨ªses transitan hacia la renta media y esperanzas de vida m¨¢s altas, el c¨¢ncer, la diabetes y la hepatitis se convierten en el SIDA del siglo XXI y demandan la respuesta que no obtienen: una prevenci¨®n eficaz y tratamientos accesibles y de calidad. Nada muy diferente de lo que usted esperar¨ªa de su sistema de salud.
Dentro de su proyecto Inequidad en salud global, ISGlobal ha encargado una serie amplia de trabajos cuyas conclusiones trasladan un mensaje principal: no hay modo de garantizar el derecho a la salud en el siglo XXI sin poner freno a los galopantes niveles de inequidad que lastran el progreso en demasiados pa¨ªses pobres y cuyas implicaciones van mucho m¨¢s all¨¢ del debate sobre innovaci¨®n farmac¨¦utica. La inversi¨®n en redes de protecci¨®n social, por ejemplo, constituye el ¨²nico dique eficaz contra el denominado gasto catastr¨®fico de la salud (la posibilidad de perderlo todo como consecuencia de una enfermedad). La buena noticia es que los niveles m¨¢s b¨¢sicos de protecci¨®n tienen un coste tan bajo que los gobiernos afectados y la comunidad internacional tendr¨¢n que dar muy buenas razones para no asumirlo: el objetivo de la cobertura universal de salud supondr¨ªa para los pa¨ªses de ingreso bajo alcanzar una inversi¨®n de 60 d¨®lares por persona y a?o. Es el doble de la que existe en este momento, pero una cent¨¦sima parte de la que se realiza en Norteam¨¦rica.
Para ser claros, las viejas distinciones entre el mundo rico y el mundo en desarrollo tienen cada vez menos utilidad en este debate. Los devastadores efectos de la crisis en las poblaciones m¨¢s pobres de Europa o Estados Unidos han puesto de manifiesto las debilidades de un sistema en el que la posibilidad de una vida segura est¨¢ cada vez menos garantizada. Y en eso se asemejan peligrosamente al d¨ªa a d¨ªa de 3.500 millones de personas en los pa¨ªses pobres. En el comienzo de este siglo, no hay batalla por los derechos fundamentales del ser humano que pueda ser limitada a las fronteras de un territorio, porque el contrato social que hemos disfrutado hasta ahora ser¨¢ global o no ser¨¢ en absoluto.
Gonzalo Fanjul es coordinador de an¨¢lisis de pol¨ªticas en ISGlobal.
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