El renacimiento de Ana Mar¨ªa Matute
A menudo he pensado en ella como ejemplo de fuerza y de esperanza. La vida puede ser cruel e indiferente, puede triturarte
Que las mujeres espa?olas de esa generaci¨®n lo tuvieron dif¨ªcil es algo obvio. Me refiero a la generaci¨®n de las Ana Mar¨ªa Matute, de las Carmen Laforet. De mi madre. Vivieron en su infancia el revuelo de la Rep¨²blica, que promet¨ªa un lugar para las mujeres. Atravesaron en la adolescencia tard¨ªa la guerra, con ese poso de horror y de desesperanza en el ser humano que todo enfrentamiento civil conlleva. Vivieron su primera juventud en la aplastante miseria de la posguerra, una miseria literal y aut¨¢rquica, con cupones de racionamiento y estraperlistas corruptos, pero adem¨¢s una miseria heladora y moral con vencedores y vencidos, represalias, c¨¢rceles, ejecuciones, humillaciones. Y despu¨¦s, para lo que parec¨ªa ser el resto de sus vidas, se estableci¨® a plomo el nacionalcatolicismo. La familia ultraconservadora. Las mujeres como reposo del guerrero. El machismo m¨¢s rampante y feroz. Sobre ellas y contra ellas, que hab¨ªan crecido creyendo que la vida pod¨ªa ser de otro modo. Que ten¨ªan temperamento art¨ªstico, y talento, y cosas que decir.
A principios de los ochenta, las escritoras por entonces primerizas como yo nos pregunt¨¢bamos qu¨¦ hab¨ªa sido de esas grandes novelistas que nos precedieron y que parec¨ªan haber sido devoradas por la Tierra. Hab¨ªa algunas, claro, como la gran Carmen Mart¨ªn Gaite, siempre peleona e incombustible. Pero en los c¨®cteles y eventos literarios sol¨ªamos decirnos: ?y la Laforet? ?Y la Matute? Sobre Laforet, autora de una novela descomunal, Nada, escrita en estado de gracia a los 21 a?os de edad, hay una biograf¨ªa magn¨ªfica que explica bastante bien, entre luces y sombras, su tragedia: Una mujer en fuga (RBA), de Anna Caball¨¦ e Israel Rol¨®n. Ah¨ª se intuye que no pudo enfrentarse a la terrible presi¨®n de ser joven y guapa y tener tanto talento; de no ser convencional y tener tendencias homosexuales; de caer atrapada (?y qui¨¦n no en aquellas circunstancias?) en un mal matrimonio y en una asfixiante, peque?¨ªsima identidad de mujer en la que se ve¨ªa incapaz de vivir. Despu¨¦s, una enfermedad neurol¨®gica degenerativa la enmudeci¨® para siempre, mat¨¢ndola en vida. O matando lo que quedaba.
Matute, por fortuna, fue diferente. Matute tambi¨¦n estuvo a punto de sucumbir, pero sigui¨® peleando. De joven era muy guapa, ten¨ªa ¨¦xito. Pero tambi¨¦n la tritur¨® su tiempo, su sociedad. De nuevo un matrimonio fatal, y la necesidad de separarse cuando nadie lo hac¨ªa, y el coste elevad¨ªsimo de hacerlo, porque no pudo volver a ver a su ¨²nico hijo hasta que ¨¦ste fue mayor. Muchas de las mujeres que, como ella, intentaban ser libres en aquellos momentos, se ve¨ªan obligadas a mutilar sus vidas de alg¨²n modo. La pena y el ostracismo la fueron echando de la vida. Cuando su segundo amor falleci¨®, ella se dio por muerta¡ Pero no del todo, porque la protegi¨® su imaginaci¨®n. Durante a?os, olvidada, sin dinero, sobrevivi¨® en lo cotidiano en gran parte gracias a la ayuda de su agente, Carmen Balcells, que pr¨¢cticamente la mantuvo (de las cosas incre¨ªbles que ha hecho esa gran bruja buena que es Balcells se sabr¨¢ alg¨²n d¨ªa); pero sobre todo Matute fue capaz de seguir viva porque sigui¨® escribiendo, a?o tras a?o, una novela inmensa que arrastraba por la casa en un carrito. Miles de p¨¢ginas abigarradas y llenas de talento, de furia, de violencia y amor. Era Olvidado rey Gud¨².
Ese libro se public¨® en 1996 y fue un acontecimiento literario. Yo tuve la suerte de ser su presentadora; y tambi¨¦n tuve la suerte de haber entrevistado a Matute para El Pa¨ªs Semanal unas semanas antes. Ya era esa bella y elegante vieja de pelo plateado que fue hasta el final, pero entonces sonre¨ªa tap¨¢ndose la boca porque ten¨ªa la dentadura mal. Heridas de los a?os oscuros. Pero enseguida, a partir de Gud¨², renaci¨® totalmente. Se cuid¨®. Viaj¨®. Particip¨® en decenas de festivales y de encuentros. Habl¨® con las nuevas generaciones. Y sonri¨®. Sonre¨ªa much¨ªsimo con sus dientes preciosos y bien arreglados. Coincid¨ª con ella muchas veces. Era de una fragilidad de hierro, de una energ¨ªa contagiosa. Abr¨ªa la boca y te quedabas prendido en sus palabras. Embelesaba.
A menudo he pensado en ella como ejemplo de fuerza y de esperanza. La vida puede ser cruel e indiferente, la vida puede triturarte. Lo dec¨ªa muy bien Laforet en una frase hermos¨ªsima de su novela Nada, hablando de las amigas de uno de los personajes, que tiempo atr¨¢s fueron j¨®venes dichosas y ahora eran mujeres atormentadas y marchitas. Y Laforet dec¨ªa: ¡°Eran como p¨¢jaros envejecidos y oscuros, con las pechugas palpitantes de haber volado mucho en un trozo de cielo muy peque?o¡±. Qu¨¦ bien descrito est¨¢ ese tiempo de plomo que cortaba las alas de las mujeres. Laforet dej¨® de volar; pero Matute resurgi¨®, porque la vida a veces tambi¨¦n es ub¨¦rrima y porque el arte nos libra de la mala muerte.
@BrunaHusky, www.facebook.com/escritorarosamontero, www.rosa-montero.com
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