De playas, celulitis y gazn¨¢piros
Me pregunto cu¨¢ntas ni?as, adolescentes, j¨®venes y se?oras habr¨¢ ahora mismo en una playa sufriendo por su cuerpo
Escribo este art¨ªculo en mitad de agosto. Desde la ventana del lugar donde tecleo, veo muy a lo lejos la l¨ªnea amarilla de una playa que, aunque ahora resulta casi indistinguible, s¨¦ que est¨¢ llena de gente. Y me pregunto cu¨¢ntas ni?as, adolescentes, j¨®venes y se?oras habr¨¢ ahora mismo en esa playa sufriendo de una manera u otra por su cuerpo; pensando que est¨¢n gordas; que se les ven hoyos de celulitis en las nalgas; que les retiemblan demasiado los brazos; que la barriga les impide ponerse biquinis; que no tienen pecho suficiente; que tienen demasiado pecho; que sus rodillas son demasiado gruesas; que sus rodillas son demasiado picudas; que carecen de espaldas y parecen una pera; que sus espaldas son anch¨ªsimas y parecen un jugador de rugby; que su horrible cabello es tan fino y tieso que no pueden hacer nada con ¨¦l; que su horrible cabello es tan grueso y rizado que no hay manera de sacarle partido. En fin, la lista de peque?os accidentes f¨ªsicos, de supuestas cat¨¢strofes corporales con las que puede obsesionarse una mujer es infinita.
La mayor¨ªa cree que se preocupan tanto por los michelines a causa de los hombres, para gustar a los hombres, porque los hombres no van a quererlas si no son perfectas. Pero est¨¢n equivocad¨ªsimas, porque, en general, los varones normales no tienen esa mani¨¢tica fijaci¨®n con las menudencias del cuerpo. Van m¨¢s a la masa, a lo sustancial; a la suavidad de la piel, al calor y la qu¨ªmica, como es natural en los animales que tambi¨¦n somos. Vamos, que la inmensa mayor¨ªa de los hombres ni se han fijado en esos dos malditos hoyitos de celulitis que tienes y que te impiden estar a gusto en la playa. Por eso muchas mujeres no se ponen en traje de ba?o, o desarrollan unas estrategias complicad¨ªsimas de pareos, falditas, pa?uelos, pantalones cortos, camisolas. Creo que algunas hasta ser¨ªan felices ba?¨¢ndose con burka.
Somos nuestras mayores tiranas, y a menudo tambi¨¦n las mayores tiranas de las dem¨¢s mujeres. Porque no s¨®lo nos contemplamos a nosotras mismas con ojos que, m¨¢s que de rayos X, son de resonancia magn¨¦tica con contraste, sino que tambi¨¦n solemos aplicar esa mirada implacable, deformada, microsc¨®pica y patol¨®gica a las pobres pr¨®jimas con las que nos cruzamos, y siempre con af¨¢n comparativo: ¡°Pues esa tiene las caderas m¨¢s anchas que yo y mira los pantalones tan apretados que lleva¡ A esa, en cambio, se le ven unos brazos estupendos, es mayor que yo y los tiene m¨¢s firmes¡±. Y as¨ª de loquinarias vamos todo el d¨ªa, unas m¨¢s y otras menos, pero todas cayendo alguna vez en la tonter¨ªa. La mujer que no haya mirado de reojillo alguna vez la silueta de otra mujer compar¨¢ndola con la propia que tire la primera piedra.
?Y por qu¨¦ nos sucede esta desgracia? Pues no porque seamos idiotas, desde luego (v¨¦ase a esa maravillosa iran¨ª de 37 a?os, Maryam Mirzakhani, que acaba de recibir la medalla Fields, que es como el Nobel de las matem¨¢ticas), sino porque, en efecto, existe una delirante y enferma convenci¨®n social que impone un modelo de mujer imposible. Chicas anor¨¦xicas y bellezas perfectas nacidas del Photoshop. Y lo peor de todo es que nosotras nos tomamos esos modelos como un mandato divino, mientras que los hombres, que desde luego contribuyen a crear la presi¨®n, luego no se toman tan en serio la existencia de estas ninfas. Me parece que no terminan de considerarlas reales (con raz¨®n: no lo son) e incluso he podido comprobar m¨¢s de una vez que, cuando una mujer es muy bella, los hombres suelen asustarse.
De modo que, en la intimidad, creo que los varones nos aceptan m¨¢s de lo que nos aceptamos nosotras mismas; pero lo malo es que, socialmente, los prejuicios sexistas siguen funcionando de manera feroz y todo el rato se nos mide por lo f¨ªsico, como si fu¨¦ramos terneras en una feria de ganado. Y as¨ª, se habla de la apariencia y de la guapeza de las ministras (de los ministros, normalmente horrorosos, nunca se dice nada), o, de repente, llega un nuevo fichaje al Real Madrid, James Rodr¨ªguez, y en Twitter se dedican a meterse con su mujer, la colombiana Daniela Ospina, antigua jugadora de voleibol, atl¨¦tica y divina, y a decir que es fea. Qu¨¦ m¨ªsero, qu¨¦ est¨²pido. Me gustar¨ªa ver a los energ¨²menos que escribieron esos mensajes: me gustar¨ªa ver sus tripas cerveceras, sus piernas torcidas, sus culos escurridos y sus espaldas peludas. Porque esa es otra: a la mayor¨ªa de los hombres parece importarles un pimiento su propia apariencia. A esos s¨ª que los ves en la playa tan tranquilos, paticortos, culibajos y con unos barrigones que dan miedo, paseando tan orondos por la orilla. Chicas, menos obsesionarnos con nuestra celulitis y m¨¢s exigirles a esos gazn¨¢piros que hagan un poco de ejercicio. @BrunaHusky
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