Nostalgia de dictadores
Algunos historiadores tratan de convertir a los tiranos en santos y modernizadores
Stalin record¨® en varias ocasiones, para subrayar los logros econ¨®micos de su r¨¦gimen, que encontr¨® Rusia con el arado de madera, el mismo que se utilizaba desde la Antig¨¹edad, y la dej¨® con la bomba at¨®mica. En los pa¨ªses que compon¨ªan Yugoslavia, los m¨¢s j¨®venes, que no tuvieron ocasi¨®n de conocer a Tito, lo recuerdan como un gran hombre que uni¨® al pa¨ªs y le dio una prosperidad sin precedentes. En Hungr¨ªa, Horthy, que meti¨® a su pa¨ªs en la II?Guerra Mundial al lado de los nazis, con efectos desastrosos, es ensalzado por el presidente Orban y su m¨¢quina propagand¨ªstica como un patriota y recordado en monumentos y homenajes. En Espa?a hace tiempo que algunos historiadores, y otros que dicen serlo, insisten en que Franco fue el gran modernizador del pa¨ªs en el siglo?XX, el campe¨®n de las dictaduras desarrollistas.
En 1945 Europa dej¨® atr¨¢s m¨¢s de 30 a?os de guerras, revoluciones, fascismos y violencia. La cultura del enfrentamiento se hab¨ªa abierto paso en medio de la falta de apoyo popular a la democracia. Los extremos dominaban al centro y la violencia a la raz¨®n. Un grupo de criminales que consideraba la guerra como una opci¨®n aceptable en pol¨ªtica exterior se hizo con el poder y puso contra las cuerdas a los pol¨ªticos parlamentarios educados en el di¨¢logo y la negociaci¨®n.
Esas guerras y tiran¨ªas del siglo XX han dividido durante mucho tiempo a las sociedades europeas, utilizadas para justificar en ocasiones posiciones pol¨ªticas actuales y en otras como arma de combate ideol¨®gico frente a sus oponentes. El ejemplo m¨¢s claro es Rusia, donde una parte importante de su poblaci¨®n muestra un extraordinario culto y aprecio a la persona de Stalin, m¨¢s de 60 a?os despu¨¦s de su muerte y 25 a?os despu¨¦s de que cayera el comunismo.
Buscar explicaciones racionales a fen¨®menos tan irracionales, y complejos, como el Gran Terror, el Holocausto o las diferentes manifestaciones de la violencia desatada por esos dictadores, siempre ha resultado una tarea dif¨ªcil, casi imposible, para los historiadores. Pero sabemos perfectamente, por las numerosas pruebas existentes, evaluadas y contrastadas, que toda esa modernizaci¨®n y desarrollo de las dictaduras, cuyos dirigentes llevaron el culto a la personalidad a extremos sin precedentes, fueron obtenidas a un horroroso precio de sufrimiento humano y de costes sociales y culturales. Para millones de v¨ªctimas, el dominio de esos l¨ªderes signific¨® prisi¨®n, tortura, ejecuciones, campos de concentraci¨®n y exilio. La ciencia y la cultura fueron destruidas o puestas al servicio de sus intereses y objetivos. Muchas minor¨ªas sufrieron deportaciones masivas desde sus hogares tradicionales y en las sociedades se instal¨® el miedo, la denuncia, la sumisi¨®n y la despolitizaci¨®n.
Espa?a es un ejemplo de sucesos tr¨¢gicos del pasado que proyectan su sombra sobre el presente
Todo eso lo sabemos porque se ha investigado de forma detallada y rigurosa en esos pa¨ªses, con la apertura de nuevos archivos y con diferentes aproximaciones biogr¨¢ficas y emp¨ªricas al ingente material disponible. Con memorias divididas, y Espa?a es un buen ejemplo, esos tr¨¢gicos sucesos del pasado han proyectado su larga sombra sobre el presente. La sombra del Gulag, del nazismo, de los campos de exterminio, de la persecuci¨®n de los jud¨ªos, del genocidio o de la represi¨®n franquista. Por eso llama la atenci¨®n el inter¨¦s que ahora muestran algunos historiadores en destacar la parte m¨¢s positiva de aquellos tiranos que dominaron sin piedad durante d¨¦cadas las vidas de millones de ciudadanos, someti¨¦ndolos a una fatalista sumisi¨®n a los sistemas totalitarios que hab¨ªan creado.
Coincide esa ola de revisionismo, adem¨¢s, con un momento en que las democracias europeas se est¨¢n volviendo m¨¢s fr¨¢giles, la pol¨ªtica democr¨¢tica sufre un profundo desprestigio, traducido en el crecimiento de organizaciones de ultraderecha y de nacionalismo violento en casi todos los pa¨ªses, desde Holanda a Finlandia, pasando por Hungr¨ªa o Francia, y la corrupci¨®n y los desastres econ¨®micos alejan a las nuevas generaciones de aquel ideal de Europa que sirvi¨® para estabilizar al continente en las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo?XX.
Algunos pensar¨¢n que son maneras de ver ¡ªy manipular¡ª la historia m¨¢s pr¨®xima. Lo normal en una disciplina sometida a tanta opini¨®n y punto de vista y siempre bajo sospecha de subjetivismo y de parcialidad.
Pero en realidad no son los hechos hist¨®ricos los que se discuten y se trasladan al debate p¨²blico, sino la interpretaci¨®n de esos hechos que mejor sirve a los gobernantes y grupos pol¨ªticos para mantener una versi¨®n oficial de la historia. ?Nostalgia de dictadores modernizadores o ignorancia de su propio pasado? Lo sorprendente es ver c¨®mo, en toda esa trama compleja de usos y abusos del pasado, algunos historiadores convierten a tiranos y criminales de guerra en modernizadores y santos, ocultando los fragmentos m¨¢s negros de sus pol¨ªticas autoritarias. Buena ense?anza para aquellos que, ante la crisis y el futuro incierto, reclaman gobernantes con mano de hierro.
Juli¨¢n Casanova es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad de Zaragoza y profesor visitante en la Central European University de Budapest.
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