Ese dolor llamado Hait¨ª (1? parte)
![<span >La vida en uno de los campos de refugiados que a¨²n permanecen en Hait¨ª. Foto: Mauricio Vicent (El Pa¨ªs)</span>](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/B4EE3BZ2QCIH6CABCRMMANWQMM.jpg?auth=15637b58195166ac581d0ddebeec8571fada4d2d3ae95ed88b8364b54508e6bd&width=414)
Hace cinco a?os, Hait¨ª se transformaba en una monta?a de escombros.
M¨¢s de 250 mil personas murieron como consecuencia de un desastre que algunos llamaron ¡°natural¡±. Casi dos tercios de la poblaci¨®n m¨¢s pobre, en un pa¨ªs donde casi todos son pobres, perdieron sus casas, sus pocas pertenencias y muchos seres queridos. Hace cinco a?os, Hait¨ª volv¨ªa a ser noticia mundial y a generar una ola de promesas de ayuda y cooperaci¨®n, gran parte de las cuales se fueron desvaneciendo, sin que nunca llegaran a concretarse. Hace cinco a?os, en Hait¨ª, ocurr¨ªa lo que se sab¨ªa que pod¨ªa a ocurrir y lo que sabemos que probablemente vuelva a suceder: un sistem¨¢tico desprecio hacia la vida humana que se ha repetido sin soluci¨®n de continuidad ante la indiferencia o la complicidad de sus gobiernos y de una comunidad internacional que hace de la solidaridad con este peque?o pa¨ªs del Caribe una de sus m¨¢s frecuentes imposturas.
Muchos denunciaron que, a medida que pasaran los a?os, pocos se acordar¨ªan del terremoto de Hait¨ª. El vaticinio parece aplicarse de forma clara a la prensa latinoamericana, la cual casi ni mencion¨® y siquiera analiz¨® los avances y retrocesos del pa¨ªs, pasada media d¨¦cada del episodio. Tampoco lo hicieron buena parte de los portales de noticias, inclusive los m¨¢s progresistas y de izquierda, que solaparon el hecho como si se tratara de un tema menor o quiz¨¢s poco relevante en un escenario mundial convulsionado por el brutal atentado a la revista francesa Charlie Hebdo.
La indiferencia de la prensa latinoamericana puede contrastarse con el espacio que le dedicaron al asunto algunos de los principales peri¨®dicos del mundo, como Le Monde, The Guardian o El Pa¨ªs, que durante la semana previa y el mismo 12 de enero, publicaron diversos reportajes sobre la coyuntura haitiana a cinco a?os del desastre. En sus notas, los tres peri¨®dicos destacaron el limitado alcance e impacto de la cooperaci¨®n internacional para contribuir con la reconstrucci¨®n del pa¨ªs; la cada vez m¨¢s intensa y aguda crisis pol¨ªtica local; as¨ª como la multiplicaci¨®n de injusticias y problemas sociales, particularmente en el campo de la vivienda, las cuales persisten y se agudizaron desde el terremoto del 2010.
Sin embargo, dos temas fundamentales en el an¨¢lisis de las perspectivas actuales y futuras de Hait¨ª pasaron casi inadvertidos en las pocas cr¨®nicas publicadas al respecto: el papel desempe?ado por la Misi¨®n de Estabilizaci¨®n de las Naciones Unidas, la MINUSTAH, y el agravamiento de las relaciones entre Hait¨ª y Rep¨²blica Dominicana. Dos temas de enorme importancia que deber¨ªan no s¨®lo activar la preocupaci¨®n informativa y anal¨ªtica de la prensa latinoamericana y caribe?a, sino tambi¨¦n ocupar el centro de las atenciones de los gobiernos y de las sociedades de la regi¨®n.
Como siempre, Hait¨ª s¨®lo parece ser noticia cuando varios miles de haitianos pierden la vida porque la tierra tiembla, porque son invadidos por alguna potencia imperial o porque se abate sobre su pueblo una dictadura bestial.
La MINUSTAH
La Resoluci¨®n 1542, aprobada por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el 30 de abril del 2004, estableci¨® que, en un contexto de grav¨ªsima crisis pol¨ªtica y ante la ¡°firme determinaci¨®n de preservar la soberan¨ªa, la independencia, la integridad territorial y la unidad de Hait¨ª¡±, se establecer¨ªa en el pa¨ªs una fuerza internacional compuesta por 6.700 efectivos militares, 1.622 polic¨ªas, 550 funcionarios civiles internacionales, 150 voluntarios y 1.000 miembros de personal civil local, que deber¨ªa contribuir con el establecimiento de un ¡°entorno seguro y estable¡± para el restituci¨®n del estado de derecho y el orden p¨²blico. La Misi¨®n fue establecida con el mandato de contribuir con la reforma de las fuerzas policiales locales; proteger a la poblaci¨®n civil; apoyar la estabilidad pol¨ªtica; ayudar al desarrollo de elecciones municipales, parlamentarias y presidenciales libres y transparentes; as¨ª como promover y proteger los derechos humanos, entre otras responsabilidades.
Inicialmente, la MINUSTAH deb¨ªa cumplir sus tareas en seis meses. Lleva en el pa¨ªs m¨¢s de diez a?os.
Los efectivos militares, bajo el comando de Brasil, corresponden a los ej¨¦rcitos de Argentina, Bolivia, Brasil, Canad¨¢, Chile, Ecuador, El Salvador, Estados Unidos, Filipinas, Francia, Guatemala, Honduras, Indonesia, Jordania, Nepal, Paraguay, Per¨², Rep¨²blica de Corea, Sri Lanka y Uruguay. Los agentes de polic¨ªa a las fuerzas de Argentina, Bangladesh, Benin, Brasil, Burkina Faso, Burundi, Camer¨²n, Canad¨¢, Chad, Chile, Colombia, C?te d'Ivoire, Croacia, Egipto, Espa?a, Estados Unidos, Federaci¨®n Rusa, Filipinas, Francia, Granada, Guinea, Guinea-Bissau, India, Jamaica, Jordania, Kirguist¨¢n, Lituania, Madagascar, Mali, Nepal, N¨ªger, Nigeria, Noruega, Pakist¨¢n, Paraguay, Portugal, Reino Unido, Rumania, Rwanda, Senegal, Serbia, Sierra Leona, Sri Lanka, Tailandia, T¨²nez, Turqu¨ªa, Uruguay, Vanuatu y Yemen.
A medida que la permanencia de las fuerzas militares de la ONU se prolongaba en Hait¨ª, numerosas cr¨ªticas a su eficacia comenzaron a multiplicarse dentro y fuera del pa¨ªs. Mediante diversas resoluciones, el Consejo de Seguridad fue renovando o ampliando el mandato de la Misi¨®n, aunque sus resultados siempre fueron considerados dudosos o, como m¨ªnimo, modestos.
El d¨ªa 7 de enero de 2006, el jefe militar de la Misi¨®n, el general brasile?o Urano Teixeira da Mata Bacelar, fue encontrado muerto con un impacto de bala en el cuarto de su hotel, en Puerto Pr¨ªncipe. El episodio fue caratulado como suicidio, aunque encendi¨® numerosas especulaciones sobre su motivaci¨®n y, en particular, sobre el trabajo realizado en el pa¨ªs por las fuerzas militares bajo el comando de Brasil.
El terremoto del 2010 le otorg¨® a la Misi¨®n de la ONU un renovado papel en el apoyo a la poblaci¨®n civil y en la reconstrucci¨®n de la deteriorada infraestructura nacional. Ante el inmenso caos vivido, el Consejo de Seguridad estableci¨® por su Resoluci¨®n 1927, que el n¨²mero de cuadros militares y policiales destacados en el pa¨ªs, deber¨ªa aumentar a m¨¢s de 13.000 efectivos.
Durante el sismo, 102 funcionarios de las Naciones Unidas perdieron la vida.
Aunque la Misi¨®n aument¨® num¨¦ricamente y diversific¨® su mandato, las cr¨ªticas a su accionar y las dudas sobre la necesidad de su permanencia no dejaron de aumentar: numerosas denuncias sobre atropellos y abusos de autoridad, ocupaci¨®n arbitraria de espacios urbanos, violencia f¨ªsica y sexual por parte de las fuerzas militares, comenzaron a tomar estado p¨²blico.
En octubre del 2010, un brote de c¨®lera se desat¨® en Hait¨ª. La enfermedad estaba erradicada desde hac¨ªa ya medio siglo en el pa¨ªs. El origen de la epidemia fue atribuida a las fuerzas de seguridad de Nepal, apostadas cerca del r¨ªo Artibonito, desde donde comenz¨® a propagarse la enfermedad. La ONU siempre neg¨® la responsabilidad de las fuerzas nepal¨ªes en el hecho, aunque diversas denuncias se multiplicaron a nivel mundial. Hasta el momento, casi 9 mil haitianos han muerto de c¨®lera y cerca de 700 mil han sido infectados por el virus.
En mayo del 2011, un joven haitiano de 18 a?os denunci¨® haber sido violado por militares uruguayos. Los efectivos filmaron el hecho y la divulgaci¨®n del v¨ªdeo hizo que la noticia ganara proyecci¨®n mundial. Dos a?os m¨¢s tarde, los cuatro militares uruguayos fueron condenados.
A los habituales problemas de Hait¨ª, agravados por el terremoto que devast¨® el pa¨ªs, se sum¨® la existencia de una fuerza de ocupaci¨®n militar que poco parece haber contribuido con la construcci¨®n de una institucionalidad democr¨¢tica estable y segura. Hait¨ª vive hoy una enorme crisis pol¨ªtica. El proceso electoral, que deber¨ªa permitir la renovaci¨®n de autoridades locales y legislativas, se ha suspendido durante meses y, seg¨²n el acuerdo logrado en las ¨²ltimas horas, se llevar¨¢ a cabo a fines del 2015. Considerando los antecedentes, hay serias dudas en que el gobierno nacional vaya a cumplir este plazo. El Presidente Martelly sufre una intensa oposici¨®n, que crece en manifestaciones callejeras cuya represi¨®n es cada vez m¨¢s violenta. Aunque la pobreza extrema ha disminuido, las p¨¦simas condiciones de vida, de acceso a un empleo estable, de vivienda y salud dignas, poco han mejorado sustantivamente en la ¨²ltima d¨¦cada. Ha habido un aumento en las tasas de matriculaci¨®n educativa, aunque ¨¦sta se concentra en instituciones privadas que cuentan con subsidio p¨²blico, en uno de los sistemas escolares m¨¢s pobres y privatizados del planeta. Las estad¨ªsticas de acceso a la educaci¨®n no pueden ocultar la inmensa precariedad educativa que vive el pa¨ªs y persistente negaci¨®n del derecho a la educaci¨®n a la gran mayor¨ªa del pueblo haitiano, particularmente, a sus ni?as y ni?os.
Ya no se ven tantos escombros por las calles de Puerto Pr¨ªncipe, es verdad. Pero Hait¨ª contin¨²a siendo un territorio devastado por los intereses econ¨®micos y pol¨ªticos de sus oligarqu¨ªas; cruzado transversalmente por un sistema de cooperaci¨®n internacional que no deja de evidenciar enormes fallas, una gran ineptitud operativa y normativa, as¨ª como la hip¨®crita evidencia de que buena parte de los recursos destinados a la asistencia para el desarrollo nacional se gastan en las agencias y empresas de los propios pa¨ªses donantes.
Hait¨ª es una naci¨®n arruinada por la tutela del Banco Mundial; una instituci¨®n que, por donde ha pasado, en Am¨¦rica Latina y el mundo, ha sembrado miseria y planes de ajuste que en nada han beneficiado el acceso efectivo a mejores condiciones de vida para las poblaciones m¨¢s pobres y excluidas. En Hait¨ª, los planes improvisados y de muy dudosa justificaci¨®n t¨¦cnica del Banco Mundial s¨®lo han contribuido a privatizar y fragilizar a¨²n m¨¢s una esfera p¨²blica degradada por el abandono hist¨®rico y por los escombros que cubrieron algunos de sus principales ministerios hace ya cinco a?os. Habr¨¢ que esperar quiz¨¢s una d¨¦cada para que, como ya ha ocurrido casi siempre en todos los sitios, descubramos que las pol¨ªticas del Banco Mundial han tenido un impacto negativo en la generaci¨®n de bienestar y justicia social, expandiendo din¨¢micas mercantiles y competitivas en las pol¨ªticas sociales. Una d¨¦cada para descubrir que, nuevamente, el discurso de los derechos humanos se ha usado como una hip¨®crita coartada para gastar millones de d¨®lares en programas experimentales que no parecen beneficiar a nadie m¨¢s que a los tecn¨®cratas que los idealizan.
Para mal de males, la MINUSTAH, no s¨®lo no parece cumplir su mandato con eficacia, sino que crea problemas que el pa¨ªs no ten¨ªa y amplifica la sensaci¨®n de inseguridad, de prepotencia, de invasi¨®n y de afrenta a la soberan¨ªa nacional que siente gran parte de la sociedad haitiana.
?Cu¨¢ndo se ir¨¢ la MINUSTAH de Hait¨ª? No se sabe a ciencia cierta. Su mandato ha sido prorrogado hasta el 15 de octubre del 2015.
El ex presidente uruguayo Jos¨¦ Mujica declar¨® en diversas oportunidades ser favorable al retiro de las tropas de su pa¨ªs en Hait¨ª. El ex presidente brasile?o Lula, sostuvo a comienzos del a?o pasado, que es necesario "sustituir la vertiente de la seguridad por la del desarrollo", lo que implicaba m¨¢s cooperaci¨®n y con nuevas finalidades en Hait¨ª. Consider¨® que las futuras elecciones presidenciales, previstas para el 2016, deb¨ªan ser l¨ªmite para la "devoluci¨®n al pueblo haitiano de las responsabilidades de su seguridad" y sostuvo la necesidad de una Conferencia de la ONU sobre Hait¨ª, evaluando lo que fue realizado durante estos ¨²ltimos diez a?os y lo que deber¨ªa ser realizado a partir de ahora.
Por su parte, el Premio N¨®bel de la Paz, el argentino Adolfo P¨¦rez Esquivel, ha desarrollado una amplia campa?a internacional, exigiendo el retiro inmediato de las tropas de la ONU en Hait¨ª.
Reconstrucci¨®n lenta. Abajo: as¨ª qued¨® el Palacio Presidencial de Hait¨ª luego del terremoto del 12 de enero del 2010. Arriba: as¨ª se encuentra hoy el espacio ocupado por la sede el gobierno nacional haitiano. Fotos: H¨¦ctor Retamal / Juan Barreto (AFP). Ver la excelente fotogaler¨ªa de El Pa¨ªs, Hait¨ª: cinco a?os despu¨¦s del se¨ªsmo.
No cabe duda que la inestabilidad democr¨¢tica, la violencia pol¨ªtica, la negaci¨®n de los m¨¢s elementales derechos humanos, la inexistencia de pol¨ªticas destinadas a construir de forma efectiva una esfera p¨²blica de protecci¨®n y promoci¨®n del derecho a la salud, a la educaci¨®n, a la vivienda digna y al empleo decente, no pueden ser atribuidas al fracaso de la MINUSTAH. Sin embargo, no deja de ser evidente que deber¨ªa ser motivo de una seria y criteriosa evaluaci¨®n p¨²blica los resultados logrados hasta el momento por la acci¨®n militar y policial en Hait¨ª, as¨ª como las razones que justifican la permanencia de tropas internacionales en la isla. Semejante evaluaci¨®n no deber¨ªa ser encargada apenas a las propias fuerzas militares que act¨²an en el pa¨ªs, sino tambi¨¦n al gobierno y a la sociedad civil haitiana, a sus organizaciones sociales y populares.
Las denominadas fuerzas de paz de la ONU se destinan a ¡°crear las condiciones adecuadas para una paz duradera en un pa¨ªs desgarrado por un conflicto¡±. Si era esta o no el escenario haitiano de diez a?os atr¨¢s ser¨ªa motivo de controversia. Lo que no cabe duda es que no lo es hoy. Hait¨ª no es una amenaza a la paz mundial o regional. Lo que Hait¨ª significa es una amenaza a la conciencia democr¨¢tica de todos los pueblos del mundo, por sus extremas condiciones de pobreza y desigualdad, por las inimaginables condiciones de penuria y dolor que ha provocado un terremoto que mat¨® m¨¢s de 200 mil personas en algunos pocos segundos y por el persistente avasallamiento de los derechos humanos que ha sido llevado a cabo en el pa¨ªs por sus gobiernos antidemocr¨¢ticos y por las potencias imperiales que invadieron el pa¨ªs, expropiaron sus riquezas y contribuyeron a sembrar la inestabilidad pol¨ªtica e institucional que sigue haciendo tambalear sus instituciones, aunque, por el momento, la tierra haya dejado de temblar. Si esta es la crisis que vive el pa¨ªs, la soluci¨®n no puede depender del env¨ªo de tropas militares o agentes policiales.
En este sentido, hay una profunda crisis en el mandato atribuido y cumplido por la Misi¨®n Internacional de la ONU. Y esto no puede ser solapado u ocultado, particularmente, por y en los pa¨ªses cuyos ej¨¦rcitos y fuerzas policiales asumieron el compromiso de ayudar a que Hait¨ª pueda volverse una naci¨®n m¨¢s justa y democr¨¢tica. Una cuesti¨®n que interpela claramente a Am¨¦rica Latina, que contribuye con m¨¢s del 70% de los efectivos que ocupan esta naci¨®n.
No deja de ser una elocuente paradoja que, en una d¨¦cada en la que se ampliaron y diversificaron significativamente los mecanismos de integraci¨®n regional latinoamericanos y caribe?os, gran parte de nuestros pa¨ªses contin¨²en mandando m¨¢s militares que m¨¦dicos, ingenieros, docentes, agr¨®nomos o trabajadores sociales a la isla. Que la principal ¡°ayuda¡± brindada al pa¨ªs siga siendo el env¨ªo de militares y polic¨ªas que pertenecen a ej¨¦rcitos o fuerzas de seguridad p¨²blicas que tienen m¨¢s experiencia en violar los derechos humanos en sus propios pa¨ªses que en el defenderlos en los ajenos.
Creo que ninguna persona medianamente informada dormir¨ªa tranquila sabiendo que en la esquina de su casa hay un destacamento policial mixto con agentes de Argentina, Bangladesh, Benin, Brasil, Burkina Faso, Burundi, Camer¨²n, Chad, Chile, Colombia, C?te d'Ivoire, Egipto, Filipinas, Granada, Guinea, Guinea-Bissau, India, Jamaica, Jordania, Kirguist¨¢n, Lituania, Madagascar, Mali, Nepal, N¨ªger, Nigeria, Pakist¨¢n, Paraguay, Rwanda, Senegal, Sierra Leona, Sri Lanka, Tailandia, T¨²nez, Turqu¨ªa, Uruguay, Vanuatu y Yemen. En casi todos estos pa¨ªses las polic¨ªas han demostrado una enorme impericia para actuar preservando los derechos humanos de la poblaci¨®n. En muchos, son organizaciones atravesadas por la corrupci¨®n, por una inmensa incompetencia y una sistem¨¢tica falta de preparaci¨®n profesional. Cuando la polic¨ªa de esos pa¨ªses hace abuso de su autoridad, suele matar impunemente a j¨®venes pobres, negros, ind¨ªgenas, campesino, villeros, favelados, excluidos, olvidados. Hay tantos miles de j¨®venes con estas caracter¨ªsticas en Hait¨ª, que no parece ser la polic¨ªa un buen medio para ayudarlos a encontrar los motivos de su confianza en el futuro de un pa¨ªs que los desprecia y los ha despreciado siempre.
Tampoco creo que ning¨²n latinoamericano que haya vivido o conocido algo de lo que ocurri¨® durante los ¨²ltimos cincuenta a?os en la regi¨®n, crea en su sano juicio que el ejercito argentino, boliviano, brasile?o, chileno, ecuatoriano, salvadore?o, guatemalteco, hondure?o, paraguayo, peruano o uruguayo podr¨ªan ayudar a cualquier pa¨ªs del mundo a volverse m¨¢s democr¨¢tico, estable, seguro, transparente en sus normas institucionales y efectivo en el ejercicio de su democracia. Durante buena parte de los ¨²ltimos cien a?os, estos ej¨¦rcitos se dedicaron a hacer exactamente lo contrario en sus propios pa¨ªses, violando la vida, produciendo la desaparici¨®n forzada, el asesinato y la prisi¨®n ilegal de miles de ciudadanos y ciudadanas.
Am¨¦rica Latina deber¨ªa exportar defensores de los derechos humanos al mundo, especialistas en salud p¨²blica, educadores populares, j¨®venes voluntarios y militantes dispuestos a trabajar por la igualdad y la justicia social. Es lo mejor que tenemos y que siempre hemos tenido. Sin embargo, exporta militares y polic¨ªas con la esperanza de que alg¨²n d¨ªa la comunidad internacional nos reconozca el lugar que nos merecemos en el control de la seguridad y de la paz del planeta.
El ex presidente N¨¦stor Kirchner, mientras ocupaba la Secretar¨ªa Ejecutiva de la UNASUR, en agosto del 2010, cre¨® una oficina especial de coordinaci¨®n de la cooperaci¨®n de dicho organismo con Hait¨ª, la Secretar¨ªa T¨¦cnica UNASUR-Hait¨ª, cuya direcci¨®n le fue confiada a una de las grandes personalidades del campo de los derechos humanos latinoamericanos, el embajador argentino Rodolfo Mattarollo, quien fallecer¨ªa en junio del a?o pasado. El hecho signific¨® un important¨ªsimo avance en las tradicionales formas de cooperaci¨®n regional existentes hasta el momento. Se abri¨® con esta iniciativa, un espacio de enorme valor para avanzar en acciones regionales m¨¢s coordinadas y efectivas. Un ¨¢mbito como la Secretar¨ªa UNASUR-Hait¨ª tambi¨¦n crear¨ªa las condiciones para el necesario debate sobre los criterios normativos y t¨¦cnicos que, a partir de la cooperaci¨®n desarrollada con el pa¨ªs, contribuyan a definir mejores instrumentos legales y estrategias m¨¢s efectivas de ayuda a los pa¨ªses de la regi¨®n en futuras situaciones de emergencia. En otro marco, pero tambi¨¦n referido al caso de Hait¨ª, Xavier Castellanos y Sergio Ferrero Febrel realizan aportes significativos sobre la necesidad de marcos regulartorios y normativos s¨®lidos para hacer que la ayuda internacional en situaciones de cat¨¢strofes humanitarias sea efectiva. Esta es una de las contribuciones que la UNASUR deber¨ªa realizar a Hait¨ª; una contribuci¨®n que estaba impl¨ªcita en la propuesta de una Secretar¨ªa T¨¦cnica de cooperaci¨®n con el pa¨ªs.
El desaf¨ªo sigue abierto, cinco a?os despu¨¦s del terremoto.
Aunque el aporte de esta iniciativa ha sido muy importante, su escala no deja de poner en evidencia la necesidad de un compromiso much¨ªsimo m¨¢s amplio por parte de Am¨¦rica Latina con una de las naciones m¨¢s pobres y abandonadas del continente. Los miembros de UNASUR constituyeron un fondo de ayuda a Hait¨ª de 100 millones de d¨®lares. El informe de la Secretar¨ªa T¨¦cnica del 2012, mostraba la ejecuci¨®n de proyectos por un valor cercano a los 7 millones de d¨®lares. El presupuesto de la MINUSTAH para el mismo a?o ascendi¨® a m¨¢s de 793 millones de d¨®lares. Para mantener militares y polic¨ªas en la isla, adem¨¢s de un amplio ej¨¦rcito de funcionarios civiles, se gast¨®, en un a?o, 113 veces m¨¢s que lo que gastaron los pa¨ªses de la UNASUR para el desarrollo en Hait¨ª de proyectos de salud p¨²blica, asistencia legal, agricultura familiar (como la excelente iniciativa del programa Pro-Huerta promovida por Argentina), la reforma del C¨®digo Procesal Penal, la formaci¨®n de funcionarios del poder judicial, la promoci¨®n de los derechos humanos y la proyecci¨®n de un plan de viviendas populares, entre otros. La construcci¨®n de un hospital con recursos del mismo organismo, inaugurado en homenaje al Presidente N¨¦stor Kirchner en junio del 2013,, cost¨® cerca de 700 mil d¨®lares. Con el presupuesto de la MINUSTAH del a?o 2012, se podr¨ªan haber construido m¨¢s de 1.130 hospitales como este. Los recursos aprobados por Naciones Unidas para el per¨ªodo julio 2014 ¨C junio 2015 corresponden a 509.554.400 d¨®lares. Estimando un promedio presupuestario de la MINUSTAH en 600 millones de d¨®lares anuales, durante los ¨²ltimos 10 a?os, se ha gastado en las fuerzas militares que ocupan la isla, alrededor de 6.000 millones de d¨®lares. Con estos recursos se podr¨ªan haber construido 3.000 hospitales, 2.000 escuelas y se podr¨ªa haber distribuido una asignaci¨®n mensual de 50 d¨®lares a los m¨¢s de dos millones de haitianos y haitianas en situaci¨®n de extrema pobreza durante tres a?os, lo que significar¨ªa erradicar la pobreza extrema en Hait¨ª. Si este tipo de ayuda fuera considerada demasiado ¡°populista¡±, seguramente, se podr¨ªan haber iniciado con estos recursos miles de emprendimientos productivos que generar¨ªan empleo y bienestar a millones de haitianos. Nada de esto se hizo. Ese dinero de la comunidad internacional, y particularmente aportado por los gobiernos latinoamericanos, se gast¨® en militares y polic¨ªas que permanecen en el pa¨ªs garantizando una estabilidad que no garantizan; formando una polic¨ªa que no se forma; promoviendo la realizaci¨®n de elecciones que no se realizan; ampliando el acceso a derechos humanos que no se ampl¨ªan. Lo que s¨ª se ha comenzado a recomponerse en el pa¨ªs es la ruta del tr¨¢fico de drogas que puede volver a transformar a Hait¨ª en uno de los circuitos m¨¢s din¨¢micos de distribuci¨®n de estupefacientes del Caribe hacia los Estados Unidos. Conociendo los antecedentes de algunos de los ej¨¦rcitos y polic¨ªas latinoamericanas en el ¡°combate¡± al tr¨¢fico de drogas, no creo que debamos confiar en que el asunto ser¨¢ solucionado por esta v¨ªa.
En Hait¨ª, como en cualquier sitio, los ej¨¦rcitos salen caros. La pregunta es qu¨¦ tipo de ayuda necesita hoy el pa¨ªs y en qu¨¦ medida tiene sentido seguir invirtiendo tantos recursos econ¨®micos en una fuerza de seguridad internacional cuyo mandato es incierto y cuya presencia contin¨²a socavando la casi siempre maltratada soberan¨ªa haitiana.
El Caribe es un espejo en el que Am¨¦rica Latina nunca deber¨ªa dejar de mirarse. En algunos casos, para hincharse de utop¨ªa. En otros, para tener el coraje de no ocultar las l¨¢grimas de dolor y de verg¨¹enza que inundan nuestra memoria.
(contin¨²a¡)
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