Vivir tras una coraza
Hay personas que tienen tanto miedo a ser heridas que terminan viviendo a la defensiva Se muestran fr¨ªas y desafiantes en un intento por lograr el control sobre su entorno
Muy pocas personas miran fijamente a los ojos cuando hablan con sus interlocutores. Debido a la falta de seguridad, o de costumbre, suelen desviar la mirada a la nariz o la boca. Sin embargo, hay quienes no saben mirar de otro modo, clavando sus ojos de forma directa, franca y honesta. Y cuando uno se encuentra con alguien que mira as¨ª, muchos se pueden sentir algo inc¨®modos e incluso intimidados.
No es casualidad que a estas personas se le cuelgue el sambenito de desafiadores. Quienes van de cara por la vida suelen irradiar un aura de poder y fuerza. De hecho, suelen ser individuos que enseguida est¨¢n al mando de la situaci¨®n. Nadie pone en duda que son l¨ªderes natos. Y que desprenden un magnetismo de lo m¨¢s seductor. Sin embargo, su liderazgo a menudo deviene en autoritarismo, en especial cuando se sienten amenazados. Es entonces cuando aflora su enorme visceralidad, arremetiendo con ?dureza y agresividad a quienes se atreven a confrontarlos.
La mejor defensa no es un buen ataque. La mejor defensa es no sentirse atacado¡± Gerardo Schmedling
Est¨¢n tan acostumbrados a imponer su voluntad sobre los dem¨¢s que no soportan que nadie les diga lo que tienen que hacer. Poseen madera de jefes y alg¨²n que otro rasgo de tiranos. M¨¢s que respeto, los dem¨¢s les tienen miedo. No es muy recomendable cuestionar su autoritarismo. Ni mucho menos discutir o pelearse con ellos. Cuando piensan que alguien ha actuado de manera injusta, se sienten legitimados a contraatacar de forma violenta. El fuego que anida en sus entra?as tan solo necesita de una peque?a chispa para estallar en llamas, quemando todo aquello que obstaculiza su paso.
Para soltar la culpa
UN LIBRO
¡®Matar a un ruise?or¡¯
Harper Lee (Zeta)
Estados Unidos, a?os treinta. Un negro es acusado
de violar a una joven blanca. Un abogado blanco lo
defender¨¢, dejando sus propios prejuicios a un lado.
Una oda a la inocencia, al perd¨®n y a la redenci¨®n.
UNA PEL?CULA
¡®El Padrino¡¯
Francis Ford Coppola
En esta pel¨ªcula, Marlon Brando interpreta a
un capo de la mafia de Nueva York que valora
el perd¨®n y que tiene sentido de la justicia.
Un gran personaje de la historia del cine.
El justiciero que llevan dentro quienes viven a la defensiva les dota de una fuerza sobrenatural, ayud¨¢ndoles a desarrollar un instinto protector al servicio de los suyos, o de aquellos que consideran m¨¢s vulnerables y d¨¦biles. Y para no perder el dominio de s¨ª mismos, tratan desesperadamente de controlar cualquier situaci¨®n. Los individuos que poseen este tipo de personalidad no resultan f¨¢ciles de conocer. Viven detr¨¢s de una coraza. Cuanto m¨¢s en conflicto entran con los dem¨¢s, m¨¢s se protegen y se encierran en s¨ª mismos. En casos extremos terminan por aislarse de su entorno social, pudiendo llegar a vivir como ermita?os.
Una historia refleja la clave para deshacerse de esa protecci¨®n excesiva. Un viejo pescador viv¨ªa completamente solo en una playa alejada del pueblo. Harto de discusiones, conflictos y peleas, llevaba a?os sin relacionarse con nadie. Se hab¨ªa convertido en un hombre fr¨ªo y distante, que pasaba los d¨ªas leyendo y pescando. Un d¨ªa sali¨® a navegar con su peque?a barca en alta mar. De pronto apareci¨® un bote que choc¨® frontalmente contra el del pescador. Este se peg¨® tal susto que dio un salto y cay¨® directamente al agua.
Mientras nadaba para volver a subir a su barca, empez¨® a maldecir al tripulante del otro bote. ¡°?Pero ?c¨®mo has podido chocar contra m¨ª?! ?Con lo grande que es el mar! ?Maldito seas! ?Ya ver¨¢s como te coja!¡±. Al conseguir sentarse y recuperar la compostura se dio cuenta de que all¨ª no hab¨ªa nadie m¨¢s. Era un bote a la deriva. El viejo pescador estaba empapado, rabioso y sin nadie a quien culpar. De pronto, por primera vez en mucho tiempo, emiti¨® una enorme carcajada. Algo en su interior hizo clic. Y esa misma tarde se dej¨® caer por el bar del pueblo.
Para que estos desafiadores bajen la guardia es fundamental que comprendan las ?motivaciones ocultas que les llevaron a tomar el escudo y a desenfundar la espada en primer lugar. Por m¨¢s que les moleste reconocerlo, son como los cangrejos: muy duros por ?fuera y extremadamente blanditos por dentro. Su apariencia hostil y fuerte no es m¨¢s que una fachada, un mecanismo de ?defensa que han desarrollado desde ni?os para que nadie vuelva a hacerles da?o. Y tambi¨¦n para tratar de que nada, ni nadie, pueda dominarlos.
Prefiero sufrir una injusticia que cometerla¡± S¨®crates
Quienes viven tras una coraza comparten un mismo tipo de recuerdo. En muchos casos, algo sucedi¨® cuando todav¨ªa eran ni?os inocentes e indefensos. Tal vez un cambio de colegio. Una separaci¨®n de los padres. Un accidente. Abusos y maltratos de cualquier tipo, o la muerte de un ser querido. No importa tanto el qu¨¦, sino c¨®mo interpret¨® el suceso la persona que lo vivi¨®. A ra¨ªz de afrontar alguna situaci¨®n adversa suele tomar conciencia ¨Csiendo todav¨ªa muy ni?o¨C de que el mundo es un lugar amenazante, injusto y violento, donde solo los fuertes y los duros consiguen sobrevivir.
Esa es precisamente su herida. La que nace de haber conectado con su propia vulnerabilidad. Al negar y condenar esta debilidad, esa persona empieza a construir, ladrillo a ladrillo, una muralla que lo proteja de volver a sufrir. Parad¨®jicamente, al vivir a la defensiva, con el tiempo se convierten en adultos controladores y dominantes. Y tambi¨¦n hiperreactivos. Es decir, que est¨¢n a la que saltan. Por eso suelen mostrarse tan agresivos y cosechan multitud de conflictos.
Los problemas derivados de este tipo de actitud van m¨¢s all¨¢. Una vez cesa la lucha, estas personas tienden a culpar a los dem¨¢s por el sufrimiento que han experimentado. Y al hacerlo, se sienten legitimados para castigar a sus supuestos agresores. Pueden llegar incluso a vengarse de ellos de forma cruel. Al mismo tiempo tambi¨¦n se culpan a s¨ª mismos del sufrimiento que consideran que han causado a los dem¨¢s. Es entonces cuando, en un intento desesperado por redimirse, pueden llegar a hacerse da?o a s¨ª mismos, tanto f¨ªsica como emocionalmente.
Solo podemos perdonar cuando comprendemos que el otro nunca nos ha hecho da?o¡± Irene Orce
Llegados a este punto, cabe diferenciar entre el dolor f¨ªsico y el sufrimiento emocional. Es cierto que tenemos el poder de matarnos unos a otros. Pero nadie nos ha hecho sufrir sin nuestro consentimiento. Los dem¨¢s pueden tomar decisiones que nos perjudican directamente, o comportarse de una forma con la que no estamos de acuerdo. Pueden incluso insultarnos a la cara. Pero analizamos estas situaciones detenidamente, nos damos cuenta de que lo que sentimos no tiene tanto que ver con lo que ha sucedido, sino con nuestra interpretaci¨®n de los hechos.
El punto de inflexi¨®n en la vida de quienes viven detr¨¢s de una coraza llega el d¨ªa en que empiezan a cuestionar una creencia tan falsa como limitante: ¡°Los dem¨¢s son la causa de mi sufrimiento¡±. Es entonces cuando comprenden que el poder ¨Cel de verdad¨C no consiste en vivir a la defensiva o tratar de controlar, sino en ser verdaderamente due?os de s¨ª mismos. Para lograrlo, han de dejar de ser reactivos para empezar a cultivar la responsabilidad. Es decir, deben aprender el arte de responder de forma proactiva frente a cada situaci¨®n adversa y cada persona conflictiva con la que se cruzan.
La culpa existe en una sociedad victimista, una que condena el hecho de que las personas necesitemos cometer errores para evolucionar. Por ello, el gran aprendizaje vital de estos desafiadores pasa por perdonarse a s¨ª mismos por los errores cometidos en el pasado, lo que les permitir¨¢ liberarse del sentimiento de culpa que cargan a sus espaldas. Ese es precisamente el significado de la palabra ¡°inocencia¡±: el estado del alma libre de culpa. Solo as¨ª pueden perdonar a quienes consideran que les agredieron: llegando a comprender que, m¨¢s que maldad, el motor de los errores de los dem¨¢s fue la ignorancia y la inconsciencia. Vivir sin coraza implica aceptar y sentir la propia vulnerabilidad. Esta es la aut¨¦ntica fortaleza.
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