"Un estudio cient¨ªfico demuestra que¡". ?Seguro?
No crea todo lo que lee. Las trampas para forjar un titular enga?oso son recurrentes. Consejos para detectarlas
¡°Comer chocolate adelgaza¡±. ¡°La sacarina favorece la diabetes¡±. ¡°Descubren vacuna contra el sida en Espa?a¡±. ¡°Un estudio demuestra que las mujeres mayores de 25 a?os no atraen a los hombres¡±. Son titulares reales de medios de comunicaci¨®n que se hac¨ªan eco de investigaciones que, supuestamente, demostraban estas afirmaciones. Pero ni todos los titulares reflejan la realidad de los estudios ni todos ellos deben ser cre¨ªdos a pies juntillas.
La revista Science public¨® hace un a?o 20 consejos para entender correctamente las afirmaciones cient¨ªficas, que el Cuaderno de Cultura Cient¨ªfica adapt¨® posteriormente para interpretar resultados y publicaciones de este ¨¢mbito. Pero la mayor¨ªa de las personas no se detiene a indagar en profundidad y reciben este tipo de noticias a trav¨¦s de grandes medios de masas y de Internet, los cuales, en ocasiones, reproducen estudios poco rigurosos o lo hacen de forma sesgada. Antes de asumir como verdad lo que nos llega por estas v¨ªas es muy recomendable tener en cuenta las siguientes consideraciones.
Titulares simplificadores
Hay que tener en cuenta que no basta un estudio aislado para darle la vuelta a un conocimiento que ha ido asent¨¢ndose durante a?os
Los titulares tienden a simplificar la realidad y a intentar llamar la atenci¨®n del lector. Esto a veces va en menoscabo del rigor. Un art¨ªculo puede explicar muy bien en qu¨¦ consiste un estudio y dar muchos detalles, pero quiz¨¢s su t¨ªtulo induce a una conclusi¨®n demasiado contundente, incluso err¨®nea. As¨ª que conviene leer el texto entero de un art¨ªculo antes de hacerse una opini¨®n sobre algo. Tambi¨¦n sucede que las propias piezas period¨ªsticas (ya sean escritas o audiovisuales) tienden a simplificar los conceptos para hacerlos accesibles y atractivos, lo que en ocasiones deja en el camino matices que pueden ser muy importantes. As¨ª que echar un vistazo al estudio original es siempre una buena opci¨®n.
D¨®nde est¨¢ publicado
Un estudio puede ser igual de verdadero si lo publica un peque?o blog o el The New York Times. Pero si algo muy extraordinario est¨¢ en el primero y no en el segundo, habr¨ªa que sospechar. Y lo l¨®gico es que la desconfianza crezca de forma directamente proporcional a lo sorprendente del estudio. Es raro que una peque?a web sea la ¨²nica que consiga la noticia cient¨ªfica que cambiar¨¢ la evoluci¨®n de la humanidad. De hecho, ni siquiera los grandes medios suelen publicar primicias de descubrimientos cient¨ªficos. Al contrario que los pol¨ªticos, cuando un investigador completa un estudio, no se suele dirigir a la prensa para difundirlo directamente. Y convendr¨ªa ser esc¨¦ptico si lo hace, como advierte Robert L. Park en su libro Ciencia o vud¨² (editado por Grijalbo), puesto que es probable que quiera sacar un r¨¦dito comercial a un hallazgo dudoso.
Su origen
?D¨®nde acude el cient¨ªfico para dar a conocer su descubrimiento? Normalmente, antes de llegar a los medios generalistas de comunicaci¨®n, un estudio ser¨¢ publicado en una revista cient¨ªfica especializada que debe ser citada en la informaci¨®n. No son medios tradicionales con periodistas, sino con cient¨ªficos que examinan que el estudio en cuesti¨®n se haya ejecutado de forma adecuada y sea certero. Tampoco todas estas publicaciones tienen la misma fiabilidad. Una buena forma de medirla es el ¨ªndice de impacto, que se basa en el n¨²mero de ocasiones que los estudios de una revista son citados en determinadas publicaciones. Nature, Science y The British Medical Journal son algunas de las m¨¢s prestigiosas en sus campos. Pero tampoco resultan infalibles. Uno de los errores m¨¢s sonados ocurri¨® en 1998, con la publicaci¨®n en The Lancet ¡ªuna de las m¨¢s reconocidas en medicina¡ª de un estudio que suger¨ªa que la vacuna de la triple v¨ªrica causaba autismo. Con el tiempo se descubri¨® que se trataba de una estafa y la revista lo retir¨®, pero el da?o causado ha sido tremendo y todav¨ªa hay quien cree en esta mentira. Adem¨¢s, ¨²ltimamente se han o¨ªdo algunas cr¨ªticas de cient¨ªficos a las revistas especializadas por publicar los art¨ªculos m¨¢s llamativos, pero no necesariamente los mejores, como denunci¨® el Premio Nobel de Medicina Randy Schekman. Sin embargo, hoy por hoy existen pocas alternativas fiables a estas publicaciones, as¨ª que las de m¨¢s renombre siguen siendo la mejor referencia para los medios generalistas y especializados, ya que los trabajos fraudulentos o dudosos que publican son minor¨ªa.
Correlaciones enga?osas
Hace un par de a?os muchos medios publicaban que se hab¨ªa demostrado que el chocolate adelgaza. Era fruto de un estudio con 1.000 personas publicado en la revista Archives of Internal Medicine. ?Pero es realmente as¨ª? Entre quienes participaron en el experimento, efectivamente, los que tomaban cantidades moderadas de chocolate tend¨ªan a bajar su masa corporal, incluso con menos actividad f¨ªsica. Pero el propio documento asum¨ªa que no se pod¨ªa establecer una relaci¨®n de causa-efecto, y que pod¨ªan influir factores como que quien est¨¢ adelgazando se recompense a s¨ª mismo comiendo este alimento de vez en cuando. Las conclusiones de la investigaci¨®n apuntaban a que son necesarios estudios m¨¢s amplios para determinar si existe una causalidad entre comer chocolate y adelgazar. Pero esto es algo que no alcanza a los titulares y, muchas veces, tampoco a las informaciones que nos llegan. Hay otra correlaci¨®n curiosa con el chocolate: los pa¨ªses con m¨¢s consumo son los que generan m¨¢s premios Nobel. De nuevo, parece muy arriesgado establecer una causalidad entre ambos factores. Habr¨ªa que estudiar qu¨¦ otros influyen, como, por ejemplo, que en los territorios con m¨¢s tradici¨®n chocolatera haya mejores universidades, tras lo cual tambi¨¦n habr¨ªa que preguntarse (e investigar) el porqu¨¦.
Contradicen lo que sabemos
El caso del chocolate es uno de los que contradicen lo que sabemos. Es un alimento con grasas y az¨²car, sustancias que te¨®ricamente engordan. M¨¢s all¨¢ de otras que pueda contener, como antioxidantes que hipot¨¦ticamente influyan en el metabolismo, el hecho de que el resultado sea el contrario de lo que siempre se ha estudiado con respecto al chocolate es, cuando menos, llamativo. Que un estudio contradiga los conocimientos que tenemos de algo no quiere decir necesariamente que sea falso: en ciencia se realizan nuevos descubrimientos que contradicen el saber anterior. Pero s¨ª conviene tomar con muchas reservas todas las afirmaciones que suponen una negaci¨®n del paradigma establecido; normalmente no basta un estudio aislado para dar la vuelta al conocimiento que ha ido asent¨¢ndose durante a?os.
Hecho en animales o en personas
Los animales sirven para experimentar y son una fase important¨ªsima de muchos los experimentos cient¨ªficos anterior a los ensayos cl¨ªnicos. Pero son eso, una fase. Lo que sucede en su organismo no es siempre extrapolable al de los seres humanos. En 2012, un estudio publicado en la revista Food and Chemical Toxicology afirm¨® que un tipo de ma¨ªz transg¨¦nico causaba tumores en ratones y, con ¨¦l, muchos medios publicaron que esta variedad era cancer¨ªgena. El art¨ªculo fue desacreditado por la m¨¢xima autoridad sanitaria europea (EFSA) por diversos fallos metodol¨®gicos. Pero incluso si se hubieran sacado esas conclusiones de forma correcta, habr¨ªa que tener en cuenta que los humanos no somos ratones: ni si se descubre una cura para el sida en los roedores ni si se detectan en ellos tumores por consumir diversas sustancias. Hasta que esas mismas conclusiones se extraen con personas, hay que ser muy cautelosos, por mucho que puedan dar importantes pistas.
Cu¨¢ntas personas participan
No es lo mismo un estudio hecho con 10 personas que otro con 10.000. Parece obvio que si ambos presentan una correcta metodolog¨ªa, las conclusiones del segundo son m¨¢s s¨®lidas que las del primero. As¨ª, el n¨²mero de sujetos es un factor m¨¢s que tener en cuenta a la hora de dar credibilidad a un experimento. En el caso del mencionad estudio que correlacionaba diabetes con consumo de sacarina, se trataba de un an¨¢lisis hecho (adem¨¢s de con ratones) con siete personas que contradec¨ªa otros realizados con cientos de miles. Esto no impidi¨® que algunos medios titularan de forma tajante las conclusiones del primero. Ser¨ªa tambi¨¦n un ejemplo de afirmaci¨®n que contradice lo que sabemos.
Qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s del estudio
Si el estudio est¨¢ bien realizado y puede ser replicado, da?igual qui¨¦n lo ejecute, sea una empresa o un organismo independiente; tendr¨¢ la misma validez. Pero lo cierto es que existen muchos sesgos a la hora de ejecutar una investigaci¨®n. Si una empresa publica un an¨¢lisis sobre las bondades del producto que comercializa, es de esperar que los resultados sean favorables, entre otras cosas porque probablemente de lo contrario no los publicitar¨ªa. Es lo que se conoce como ¡°falacia de la evidencia incompleta¡±. Tambi¨¦n es justo reconocer que la financiaci¨®n de compa?¨ªas privadas ha sido clave para impulsar numerosos avances en sus campos, as¨ª que el mero hecho de que sea una empresa la que financie una investigaci¨®n, ni mucho menos la invalida. Pero si una marca de chocolates aparece anunciando lo mucho que adelgaza, habr¨ªa que tomar con cautela la afirmaci¨®n, aunque pueda ser verdadera. No era el caso del estudio mencionado al principio de estas l¨ªneas. Por cierto, este fue realizado por la?Universidad?de?California.
El socorrido ¡°podr¨ªa¡±
"Correr cinco minutos al d¨ªa podr¨ªa aumentar tus a?os de vida". As¨ª titulaba Bussines Insider una informaci¨®n el pasado 31 de julio. Es f¨¢cil darle la vuelta a ese condicional usado con frecuencia en noticias cient¨ªficas para no pillarse los dedos: tambi¨¦n podr¨ªa no hacerlo. Y lo cierto es que en ocasiones es lo m¨¢s probable. El estudio al que hace referencia el mencionado titular fue publicado en el Journal of the American College of Cardiology y mostr¨® que quienes corr¨ªan una media de 51 minutos semanales ten¨ªan menos riesgo de mortalidad por problemas cardiovasculares que quienes no lo hac¨ªan y su vida era una media de tres a?os m¨¢s larga. Pero lo cierto es que no se analiz¨® si las personas que participaron en el estudio corr¨ªan todos los d¨ªas siete minutos o un par de veces en semana unos 20 o 25 minutos, como reconoci¨® Timothy Church, coautor del estudio, a la revista Men's Health. As¨ª que la afirmaci¨®n del titular es, cuanto menos, arriesgada. Uno m¨¢s riguroso podr¨ªa haber sido parecido a este: "Correr 51 minutos semanales disminuye el riesgo de morir por problemas cardiovasculares". Seguramente, es menos atractivo que el primero.
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