Ash¨¢ninkas, los guardianes de la selva
Esta etnia es la m¨¢s numerosa y extendida de la Amazon¨ªa Hoy, pelean por conservar su bosque y sus derechos
En medio de la id¨ªlica selva central peruana, entre una base del ej¨¦rcito, un aeropuerto militar norteamericano y la vegetaci¨®n m¨¢s densa del planeta, se encuentra Samaria, una peque?a comunidad de refugiados ash¨¢ninkas afincada a las puertas de la Amazon¨ªa. All¨ª viven 14 familias, unas 65 personas, y todas ellas tienen algo en com¨²n. Adem¨¢s de pertenecer a la misma tribu, todos han vivido la violencia y el terror de Sendero Luminoso: grupo mao¨ªsta radical y sectario que tuvo aterrorizado a todo Per¨² ¡ªy en especial a esta comunidad¡ª cuando asaltaban sus aldeas y los mataban a todos a machetazos mientras prend¨ªan fuego a sus casas. Los ash¨¢ninkas son la etnia m¨¢s numerosa y m¨¢s extendida de la Amazon¨ªa. Han sufrido la sangrienta y despiadada guerra civil que lanz¨® a Per¨² al abismo en los a?os ochenta, convirti¨¦ndolo durante m¨¢s de 20 a?os en una carnicer¨ªa de ind¨ªgenas con m¨¢s de 6.000 v¨ªctimas mortales contabilizadas (y las que nunca se encontraron) y m¨¢s de 5.000 secuestrados.
¡°Hemos pasado mucho miedo¡±, dice Yolanda. ¡°Fueron unos a?os de mucha violencia¡±. Yolanda tiene 35 a?os y vive en Samaria, como su hermano El¨ªas, que actualmente es el jefe de su comunidad. Sus miembros se agrupan en peque?os grupos y cada uno tiene su l¨ªder, elegido por los habitantes de la aldea. El¨ªas es el responsable de que en Samaria reine la paz y se encarga de atender las necesidades que puedan surgir. Adem¨¢s de la lengua propia de su etnia, habla espa?ol perfectamente, esencial para poder comunicarse con otros pueblos y con las organizaciones que les representan ante el Gobierno.
El terrorismo, el narcotr¨¢fico y las multinacionales que van tras los? recursos naturales, son las principales amenazas a los Ash¨¢ninkas
A pesar de que el castellano es el idioma oficial de Per¨², no todos los ash¨¢ninkas lo hablan. Los ni?os de Samaria aprenden castellano en la escuela. ¡°Y tambi¨¦n ingl¨¦s¡±, dice Eva entre risas. Tiene 12 a?os y es la mayor de cinco hermanos. Ayuda mucho a sus padres, se ocupa de sus hermanos peque?os y siempre est¨¢ dispuesta a echar una mano. Le gusta mucho ir al colegio, aunque tiene que desplazarse varios kil¨®metros cada d¨ªa, ya que en Samaria solo hay escuela primaria. En la actualidad todas ense?an los dos idiomas. Muchos adultos, sin embargo, no aprendieron castellano porque no tuvieron las mismas oportunidades que sus hijos, ellos vivieron una ¨¦poca de inestabilidad y miedo.
Los ni?os que corretean hoy por la aldea de Samaria no recuerdan ese temor, ya que nunca lo vivieron, pero el incesante rumor de los helic¨®pteros sobrevolando el poblado les muestra que ya no est¨¢n en el para¨ªso.
Una amenaza permanente
Adem¨¢s del terrorismo y el narcotr¨¢fico, ha surgido una nueva amenaza: las multinacionales. Las empresas energ¨¦ticas han irrumpido en el Amazonas con una sed de recursos naturales desmesurada. Las petroleras, las hidroel¨¦ctricas, las madereras y las mineras constituyen la nueva y gran preocupaci¨®n de los ash¨¢ninkas.
¡°La selva nos da de comer, la selva es nuestra casa y la quieren destruir. Nosotros la cuidamos¡±, explica preocupado El¨ªas, el jefe de la comunidad. Los ash¨¢ninkas conciben la selva como su fuente de vida y la consideran su hogar. No son s¨®lo los habitantes de la Amazon¨ªa, sino tambi¨¦n los guardianes de la selva. Tienen miedo de que el desarrollo industrial desmesurado llegue a arrasar su territorio.
Todo comenz¨® en el 2010, cuando los gobiernos de Brasil y Per¨² firmaron un acuerdo energ¨¦tico bilateral para construir una hidroel¨¦ctrica colosal que inundar¨ªa los territorios ancestrales de los ash¨¢ninkas, provocando m¨¢s de 8.000 desplazados. "Nadie nos consult¨®, nadie nos inform¨®", afirma Ruth con seriedad. El Gobierno peruano dio el visto bueno al proyecto hidroel¨¦ctrico de Paquitzapango sin informar a las comunidades ash¨¢ninkas, lo que supuso la violaci¨®n de la ley internacional recogida en el Convenio 169 de la OIT sobre los derechos ind¨ªgenas que Per¨² hab¨ªa firmado. Ante este escandaloso panorama la CARE decidi¨® entrar en acci¨®n y denunciarlo, afirma Ruth Buend¨ªa, l¨ªder de los ashanikas que consigui¨® reunir a m¨¢s de 230 comunidades para que se aliaran en la lucha por sus derechos como ciudadanos peruanos y exigieran explicaciones al Gobierno.
"El objetivo de la CARE es garantizar que se cumple la ley de consulta" dice Buend¨ªa. En la CARE saben que la deforestaci¨®n es un fen¨®meno casi imparable, por eso dan un grito de auxilio a la comunidad internacional sobre el peligro que supone un desarrollo mal gestionado. "Exigimos la misma inversi¨®n y la misma atenci¨®n que los dem¨¢s", explicaba Ruth en Madrid durante las jornadas del Octubre Ash¨¢ninka. "Nosotros queremos dialogar con el Gobierno, queremos tener la misma atenci¨®n que el resto de ciudadanos peruanos en educaci¨®n y en salud". Adem¨¢s, piden protecci¨®n al Gobierno frente al terrorismo, todav¨ªa activo. "La guerra que hemos pasado y el terrorismo han sido por el abandono del Gobierno", afirma la l¨ªder de los ash¨¢ninkas.
"Aqu¨ª es normal, se oyen muy a menudo¡±, relata El¨ªas. "Estamos muy cerca de la base militar y ah¨ª adentro ¡ªse?ala con el dedo hacia el interior de la selva¡ª todav¨ªa est¨¢n ocurriendo muchas cosas". Adem¨¢s del terrorismo, esta minor¨ªa sufre la violencia de los narcos, un fen¨®meno extendido por todo el Valle de los R¨ªos Apur¨ªmac, Ene y Mantaro, m¨¢s conocido como el VRAEM. Un acr¨®nimo que, solo con nombrarlo, pone la piel de gallina a todo el que lo escucha en Per¨². El VRAEM, hogar de esta comunidad, se define por un paisaje sublime, coronado por monta?as de selva densa y valles cruzados por afluentes del Amazonas. Pero tambi¨¦n es uno de los lugares m¨¢s temidos y estigmatizados del planeta.
A pesar de todo, estos ind¨ªgenas viven el d¨ªa a d¨ªa con normalidad y se respira un ambiente tranquilo en la comunidad. Se levantan temprano? y los hombres salen a cazar o a pescar en el r¨ªo mientras las mujeres buscan madera para hacer fuego o van a por yuca para preparar una bebida llamada masato.
Cuando se visita un poblado ash¨¢ninka es necesario dirigirse al jefe de la comunidad como muestra de respeto y de educaci¨®n. ?l es quien concede el permiso. El¨ªas es un l¨ªder muy amigable y con un gran sentido del humor, como la mayor¨ªa de sus vecinos, que r¨ªen a carcajadas cada vez que tienen la oportunidad. Es hospitalario y se muestra contento cuando alg¨²n forastero se interesa por conocer Samaria. El¨ªas es muy respetado y visita a menudo a otras familias para comprobar que todo est¨¢ bien. Estos d¨ªas sus visitas son m¨¢s frecuentes, ya que se avecina una fiesta: la escuela de Samaria est¨¢ de aniversario y todos est¨¢n invitados a la celebraci¨®n. Cuando hace su aparici¨®n rutinaria, la gente le invita a sentarse y a beber masato, gesto de bienvenida en su cultura.
El masato es la bebida de la selva. Se elabora a base de yuca fermentada y mezclada con la saliva de las mujeres. La forma de hacer masato es un arte y el sabor es muy apreciado. ¡°En la selva todo el mundo la bebe", dice El¨ªas. Cuando reciben una visita, tambi¨¦n se le ofrece masato como muestra de bienvenida y, en cuanto el agasajado lo prueba, empiezan las carcajadas incontenibles de todos los presentes. ¡°Sabemos que no a todo el mundo le gusta¡±, comenta El¨ªas.
La cultura de esta minor¨ªa est¨¢ basada en el respeto a la naturaleza y a los dem¨¢s como principios b¨¢sicos. Ash¨¢ninka significa persona y su cultura se define por unos valores universales que cualquier ser humano entender¨ªa. ¡°No nos gusta la violencia y creemos en la educaci¨®n como el gran motor del desarrollo¡± afirma Ruth Buend¨ªa, lideresa.
Ruth Buend¨ªa Mestoquiari es la m¨¢xima representante del pueblo ash¨¢ninka y actualmente es la presidenta de la Central Ash¨¢ninka del r¨ªo Ene (CARE), una organizaci¨®n sin ¨¢nimo de lucro creada para defender los derechos y el territorio de esta minor¨ªa. Buend¨ªa est¨¢ cosechando un gran ¨¦xito por su gran labor en defensa de la selva y los derechos de su pueblo. Su activismo no solo defiende el pulm¨®n del planeta, que no es poco, sino que traspasa fronteras y pone en evidencia a los gobiernos que ignoran la necesidad de proteger y respetar el medio ambiente.
Desarrollo s¨ª, pero sostenible y equilibrado
¡°Los ash¨¢ninkas no nos oponemos al desarrollo, al contrario, estamos a favor de la inversi¨®n en nuestro pa¨ªs y queremos formar parte del progreso¡±, asegura Buend¨ªa, ¡°pero exigimos que sea de una forma responsable¡±.
Ruth Buend¨ªa ha sido recientemente galardonada con el Goldman Environmental Prize, conocido como nobel de medio ambiente, por su activismo y su defensa del medio natural. Los ash¨¢ninkas, conscientes de que viven en un mundo globalizado, saben que desempe?an un papel crucial en la defensa de su cultura y de su entorno. Esta vez han conseguido frenar el proyecto de Paquitzapango, pero muchos otros aparecer¨¢n con sed de engullir un buen pedazo de selva.
Se dice que antes de que los terroristas y los narcos aterrizaran en la selva, estas comunidades viv¨ªan en el para¨ªso. Estaban tranquilos, al margen de todo, sin sobresaltos y sin preocupaciones. Han mantenido su forma de vida invariable durante cientos de a?os, hasta que el terrorismo de Sendero convirti¨® sus vidas en un infierno: les mataban, les capturaban, les torturaban y les adoctrinaban en los campamentos que ten¨ªan escondidos en el bosque. Durante m¨¢s de 20 a?os todo esto sucedi¨® sin que nada ni nadie pudieran evitarlo. O eso se dec¨ªa.
Un para¨ªso convulso
La historia de los ash¨¢ninkas es el pasado que nunca pasa. Desde entonces van siempre armados con escopetas. Primero ven¨ªa la guerrilla para matarlos. Luego llegaba el Ej¨¦rcito y les acusaba de colaborar con la guerrilla. Tuvieron que armarse porque el Gobierno no les pod¨ªa defender. Los militares todav¨ªa se presentan de vez en cuando en las comunidades cercanas al r¨ªo para hacer registros y fre¨ªr a preguntas a sus habitantes, cansados de que se les asocie con el narcotr¨¢fico o el terrorismo, sus principales enemigos y sus verdugos.
Los nativos del Valle de los R¨ªos Apur¨ªmac Ene y Mantaro, demandan al Gobierno protecci¨®n, educaci¨®n y sanidad
En la actualidad, vuelven poco a poco a repoblar algunas zonas del r¨ªo donde viv¨ªan antes de los ataques de Sendero. Otros, todav¨ªa aterrorizados, se establecen en aldeas m¨¢s pr¨®ximas a la ciudad de Satipo. ¡°La gente todav¨ªa tiene miedo, muchos no quieren volver a la selva¡±, explica El¨ªas. As¨ª naci¨® la comunidad de Samaria. Se form¨® con las familias que hu¨ªan de los campamentos de Sendero ubicados en el r¨ªo Ene y de muchos ind¨ªgenas recuperados por el Ej¨¦rcito. Samaria ha sido y es una comunidad de refugiados.
A pesar del miedo y la desconfianza, los miembros de esta minor¨ªa son agradables con quien los visita. Al principio les cuesta confiar en la gente, pero en cuanto se liberan de la sospecha, descubren su verdadero car¨¢cter, m¨¢s relajado, muy respetuoso y acogedor. Entonces llega el momento de ofrecer al forastero el primer trago de masato, al que siempre se debe responder con un pasonki (gracias en ash¨¢ninka) y una sonrisa. Junto con la bebida llegar¨¢ la primera clase de su idioma, una introducci¨®n a todos los miembros de la comunidad y, finalmente, tendr¨¢ que superar la prueba decisiva: evitar que se derrame el l¨ªquido mientras todos los ni?os de la aldea le trepan por la espalda como a un ¨¢rbol para jugar con ¨¦l sin poder contener la risa.
Y mientras tanto, viven como lo hac¨ªan antes, como lo han hecho siempre: en perfecta armon¨ªa con su entorno natural, disfrutando de cada momento que les da la vida. Intentan no pensar en todos los peligros que les acechan. Quien les conozca y conviva con ellos podr¨¢ comprobar que (casi) lo consiguen, hasta que el rumor de un helic¨®ptero gira sus cabezas hacia el cielo y les vuelve a recordar que ya no viven en el para¨ªso.
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