Adi¨®s al dinero
Nuestros conocidos comunes me preguntan si Gaby es una indigente. En realidad, vive mejor que antes
Mi amiga Gaby Wiener ha decidido prescindir del dinero: abandonar el trabajo, eliminar la hipoteca, olvidarse de los impuestos y dejar de sufrir a fin de mes. ?Usted cre¨ªa que era imposible? Resulta que no.
Cuando hablo de Gaby, nuestros conocidos comunes me responden: ¡°Pobre. Deben haberla echado del trabajo¡±. O hacen un comentario triste sobre la crisis. Pero Gaby no perdi¨® su vida normal: la abandon¨®. Era editora de una glamurosa revista femenina y ten¨ªa un apartamento en el centro de Madrid, cerca del Congreso de los Diputados. Le llov¨ªan invitaciones para galas de moda y cumpl¨ªa todos los requisitos de lo que llamamos ¨¦xito. Hasta que los beneficios dejaron de compensar los sacrificios. Solo sigue con lo que m¨¢s le gusta escribir: cr¨®nicas ¨ªntimas y art¨ªculos a pecho descubierto. Su ¨²ltimo libro, Llamada perdida, acaba de aparecer en Espa?a.
Nuestros conocidos comunes me preguntan si Gaby es una indigente, si vive bajo un puente o algo as¨ª. En realidad, vive mejor que antes, y mejor que la mayor¨ªa de nosotros. Tiene lujos como el tiempo. Todo el que quiera. Y tiene espacio. Se ha mudado a un garaje en Carabanchel. En la puerta, un cartel pone ¡°Instalaciones mec¨¢nicas¡±. Pero por dentro es un acogedor apartamento de 200 metros cuadrados con patio, huerto y cuatro habitaciones. La chimenea y el mobiliario est¨¢n hechos a mano, con piezas recogidas de la calle. Al visitarla, debo admitir que dedico mucho dinero a pagar cosas que podr¨ªa hacer yo mismo si no dedicase todo el tiempo a conseguir ese dinero.
"S¨®lo hemos decidido divertirnos de otra manera", dice Gaby. "Y vivir de un modo que siempre fue el m¨¢s natural"
Aparte de la econom¨ªa, Gaby ha abandonado las convenciones familiares. Vive con su esposo y su hija de ocho a?os¡ y con su otra esposa. Ahora se plantean tener otro hijo entre los tres. Tienen las camas m¨¢s grandes que he visto en mi vida.
¨CMi hija es la m¨¢s feliz con nuestra vida de a tres ¨Ccuenta Gaby¨C. De hecho, fue ella la que les cont¨® la situaci¨®n a mis propios padres: ¡°?En mi casa duermen juntos todos los grandes!¡±. Le parece muy gracioso.
¨C?Y tener una familia diferente no le trae problemas en el colegio? ¨Cpregunto.
¨CAlgunos padres cuchichean un poco a la salida de clase. Pero a la ni?a le da igual. A veces les explica la situaci¨®n, otras veces le da pereza.
En general, mientras ametrallo a preguntas a la familia en la cocina de su casa, junto a la lavadora que pintaron de amarillo, siempre tengo la impresi¨®n de que les da pereza contestarme. Aunque somos amigos desde hace a?os, tendr¨ªan que explicarme demasiadas cosas, y en el fondo no hay nada que explicar. No hay una gran teor¨ªa detr¨¢s de esto, ni ganas de demostrar nada.
¨CS¨®lo hemos decidido divertirnos de otra manera ¨Cdice Gaby¨C. Y vivir de un modo que siempre fue el m¨¢s natural, dedicando el tiempo a nosotros mismos y no a un jefe o una expectativa ajena.
Gaby y su familia colaboran con un grupo autogestionario surgido de las acampadas del 15-M. No votan a Podemos. No votan por nadie. Detestan las etiquetas y cada vez que digo ¡°okupa¡±, ¡°anarquista¡± o algo as¨ª, noto que he vuelto a meter la pata. M¨¢s que defender ideas, hacen cosas: organizan fiestas y actos culturales, participan en la resistencia contra los desahucios y piensan ofrecer talleres literarios para el barrio, en los que cada asistente pagar¨¢ lo que pueda.
No voy a vivir como Gaby ni ella espera que lo haga, pero hay algo que le admiro: la mayor¨ªa de nuestros conocidos comunes viven quej¨¢ndose de las grandes empresas, pero compran sus productos. Se lamenta de los pol¨ªticos, pero vota por ellos. Sufre por el capitalismo, pero quiere un coche nuevo. Defiende la igualdad, pero le aterra tener un hijo gay. Los problemas sociales siempre son culpa de alguien m¨¢s, as¨ª que ellos no tienen que hacer nada.
Pero si quieres cambiar el mundo, tienes que cambiar t¨². Lo dem¨¢s es palabrer¨ªa. Eso es lo m¨¢s importante que mi amiga me ha ense?ado.
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