?Qu¨¦ es eso del 'big data'?
Lo mencionan en conferencias, charlas y facultades. Aclaramos el concepto de moda. O lo que es lo mismo: lo que todas las empresas quieren saber de usted
En los a?os noventa, el inform¨¢tico te¨®rico estadounidense John Mashey public¨® un art¨ªculo titulado Big Data and the Next Wave of Infrastress (Big Data y la pr¨®xima ola de Infrastress), popularizando el t¨¦rmino que hoy nos ocupa. En ¨¦l, Mashey hac¨ªa referencia al estr¨¦s que iban a sufrir las infraestructuras f¨ªsicas y humanas de la inform¨¢tica debido al imparable tsunami de datos que ya se oteaba en el horizonte, inmanejable con los instrumentos de gesti¨®n al uso. Desde luego no se equivocaba. Hoy, reci¨¦n iniciado el siglo XXI, se generan, seg¨²n la Uni¨®n Europea, 1.700 nuevos billones de bytes por minuto. Equivale, dicen, a unos 360.000 DVD, lo que de media vienen a ser seis megabytes por persona y d¨ªa (m¨¢s o menos la cantidad de datos que generaba en toda su vida una persona del siglo XVI). Pero esto no ha hecho m¨¢s que empezar: en los pr¨®ximos cinco a?os duplicaremos ese chorreo desaforado de d¨ªgitos binarios. Algunas cifras: cada d¨ªa se realizan, por ejemplo, m¨¢s de un bill¨®n de consultas en Google, m¨¢s de 250 millones de tuits en Twitter, 800 millones de actualizaciones en Facebook, 60 horas de v¨ªdeos subidos por minuto en YouTube, 10.000 transacciones mediante tarjeta de cr¨¦dito por segundo¡
Cada clic es una confesi¨®n
?El objetivo? Predecir el tiempo, analizar par¨¢metros de salud, mejorar la eficiencia energ¨¦tica y, sobre todo, vender m¨¢s?y?mejor
La ingente cantidad de informaci¨®n que producimos procede de un sinf¨ªn de dispositivos que forman parte de nuestra vida cotidiana. Con ellos emitimos una retah¨ªla de datos que van conformando nuestros avatares digitales. Cada vez que clicamos en Amazon, ese gesto queda consignado. Cuando pagamos con la tarjeta la compra del supermercado, dejamos rastro de qu¨¦ hemos comprado y a qu¨¦ precio. Cuando realizamos las lecturas de los contadores de electricidad o del gas constatamos digitalmente el consumo que hacemos. Cuando opinamos en la Red, colgamos im¨¢genes, realizamos compras online o utilizamos una app, el big data sabe un poco m¨¢s de nuestros gustos. Lo mismo sucede cuando subimos a un avi¨®n, mandamos un paquete por mensajer¨ªa, accionamos el GPS del coche o el sistema dom¨®tico de casa. O cuando llamamos a una empresa y nos dicen que, por seguridad, la llamada quedar¨¢ grabada. O cuando nos recetan medicinas, nos ingresan la n¨®mina o pagamos la hipoteca. ?Se imaginan los ajustad¨ªsimos retratos que se podr¨ªan extraer de cada uno de nosotros optimizando el an¨¢lisis de todos esos datos? De eso trata el big data. Es el t¨¦rmino que afronta la labor de almacenar, clasificar, analizar y compartir ese c¨²mulo masivo de informaci¨®n. De lidiar con las denominadas ¡°tres uves¡± del big data: gestionar un volumen de datos descomunal a la mayor velocidad posible considerando su extraordinaria variedad.
?Los datos nunca mienten?
El lado bueno del 'big data'
Pese a los riesgos, del big data saldr¨¢n infinitos beneficios para el com¨²n de los mortales. La lista de aplicaciones en funcionamiento es inmensa. Muchas se explican en el libro The Human Face of Big Data, de Rick Smolan y Jennifer Erwitt, o en su app derivada. Una gran cantidad de ellas funcionan gracias a los datos emitidos por las tarjetas SIM de los celulares. Hoy, la mayor parte de las personas, vivan en Suecia o en Sierra Leona, disponen de tel¨¦fono m¨®vil, aunque sea de gama baja. Las tarjetas SIM permiten localizar a los usuarios, lo que, en combinaci¨®n con im¨¢genes de sat¨¦lite, resulta de gran utilidad para seguir en tiempo real, por ejemplo, campa?as de vacunaci¨®n o descubrir pueblos enteros que no aparec¨ªan en el mapa y a los que las vacunas no pod¨ªan llegar. O para localizar grupos de personas tras una cat¨¢strofe: en 2010, tras el terremoto de Hait¨ª, muchas personas huyeron de la capital y gracias a la interpretaci¨®n de los datos pudieron ser ubicados y atendidos por los equipos de emergencia. Los dispositivos inteligentes tambi¨¦n incrementan la predicci¨®n y prevenci¨®n de las pandemias globales. ?Y las ciudades inteligentes? Cada vez tendremos cities m¨¢s smart como resultado de los artilugios conectados a la Red. Optimizaremos los problemas de tr¨¢fico, la red de transportes p¨²blicos, la gesti¨®n del agua y la energ¨ªa, la seguridad ciudadana y muchas cosas m¨¢s.
Seg¨²n Viktor Mayer-Sch?nberger y Kenneth Cukier, autores del libro Big Data: a revolution that will transform how we live, work and think, los peligros que se deducen de la gesti¨®n de esos datos son, l¨®gicamente, los relacionados con la privacidad de las personas, en pleno proceso de regresi¨®n. Pero hay otros, como el robo de datos para causar da?os a terceros o la tendencia a penalizar a personas que, sin haber cometido ning¨²n delito, son, seg¨²n la correlaci¨®n de datos disponibles, propensos a cometerlos. ?Recuerdan Minority Report, la pel¨ªcula en la que se planteaba una sociedad cuya polic¨ªa era capaz de detener a los criminales justo antes de delinquir sobre la base de unas predicciones llamadas el ¡°precrimen¡±? Todav¨ªa no hemos llegado tan lejos, pero s¨ª que existe el riesgo de que pensemos que los datos nunca mienten y que sustituyamos las decisiones humanas por predicciones deterministas. Por ejemplo, ?deber¨ªa permitirse que un dron decida por s¨ª mismo, sin supervisi¨®n humana, solo en funci¨®n de una correlaci¨®n de datos y algoritmos, si debe o no ¡°eliminar a un objetivo¡±?
Mayer-Sch?nberger y Cukier definen el big data como ¡°la capacidad de la sociedad para asimilar la informaci¨®n mediante v¨ªas novedosas con el objetivo de producir conocimientos, bienes y servicios de valor significativo¡±. Pero mientras para unos un ¡°valor significativo¡± puede ser frenar la propagaci¨®n de una epidemia, para otros, lo es optimizar la operatividad de un c¨¢rtel de narcotraficantes o asegurar el ¨¦xito de un ataque terrorista a gran escala. Marc Goodman hablaba de ello en su aterradora conferencia en TEDGlobal 2012. Goodman, experto en c¨®mo las tecnolog¨ªas amenazan la seguridad mundial, es consultor de entidades como la Interpol, la OTAN o la ONU, y dirige el Instituto de Cr¨ªmenes Futuros, dedicado a sopesar la vulnerabilidad derivada de nuestra extrema conectividad.
Se recaban datos en tierra, en las profundidades del oc¨¦ano, en la atm¨®sfera, en el espacio y dentro del cuerpo humano. Existe una minipastilla que es algo as¨ª como la versi¨®n actualizada del submarino miniaturizado que aparec¨ªa en la pel¨ªcula Viaje alucinante (1966). Hoy, ese improbable sumergible tripulado se ha sustituido por un sensor ingerible (Ingestible Event Marker, IEM) dise?ado por la empresa Proteus Digital Health. Tras ser engullida, esta p¨ªldora del tama?o de un grano de arena env¨ªa se?ales el¨¦ctricas de alta frecuencia a trav¨¦s del cuerpo que son recogidas por un parche que el paciente lleva de forma externa o implantado bajo la piel. Los variados par¨¢metros que controla son recogidos por su smartphone o desde el ordenador de su m¨¦dico personal.
La combinaci¨®n de datos, adem¨¢s, puede revelar hechos insospechados. Eso es lo que ocurri¨® cuando la cadena Walmart descubri¨®, a partir del cruce de sus informes de ventas con los datos meteorol¨®gicos, que las galletas Pop-Tarts se vend¨ªan much¨ªsimo tras la alerta de un hurac¨¢n, ya?que la gente hac¨ªa acopio de provisiones. Esa informaci¨®n inesperada provoc¨® que la multinacional posicionara esas galletas de forma destacada cada vez que el hombre del tiempo alertaba de un fuerte temporal, lo que ha redundado en un importante aumento de las ventas. Otro ejemplo: hace un par de a?os la cadena Target envi¨® a una adolescente de Minneapolis cupones de descuento para productos premam¨¢ y de beb¨¦. El padre acudi¨® al centro hecho una furia. Pero a los pocos d¨ªas la chica confes¨® que, efectivamente, estaba embarazada. Hab¨ªa comprado complementos vitam¨ªnicos, toallitas sin perfume y otro tipo de productos que llevaron al programa inform¨¢tico de la tienda a considerarla una madre en potencia.
Miner¨ªa de datos
Los datos son el petr¨®leo del futuro, el oro del ma?ana, afirman los expertos. Sirven para predecir tormentas, huracanes, terremotos, erupciones volc¨¢nicas o tsunamis. Para monitorear la evoluci¨®n del cambio clim¨¢tico. Para conocer el estado de nuestros mares, discernir el comportamiento de los animales o realizar el seguimiento de especies amenazadas¡ Y por supuesto sirven para vender m¨¢s y m¨¢s de la forma m¨¢s ¨®ptima y personalizada. Por ello ya han surgido nuevas disciplinas y profesiones destinadas a encontrar, entre esa ingente amalgama de datos, patrones ocultos y correlaciones inesperadas. Como la denominada ¡°miner¨ªa de datos¡±, que recluta especialistas capaces de bucear y descubrir esas conexiones, o a expertos que crean nuevos software para almacenar y gestionar esa avalancha digital. En eso anda Albert Bifet. Este investigador formado en la Universitat Polit¨¨cnica de Catalunya trabaja actualmente en el laboratorio asi¨¢tico de referencia en lo que al big data se refiere: el Noah¡¯s Ark Lab de la empresa Huawei, en Hong Kong.
¡°Me apasiona trabajar con equipos que desarrollan nuevas herramientas de software libre para analizar el big data en tiempo real, sobre la base de los datos procedentes de las redes sociales y de la telefon¨ªa fija y m¨®vil¡±, explica. Este ingeniero particip¨® primero en el proyecto MOA en Nueva Zelanda, luego en el SAMOA, originario de los Yahoo Labs de Barcelona, y ahora implementa este nuevo proyecto para Huawei. ¡°El big data permitir¨¢, entre otras cosas, hacer recomendaciones cada vez m¨¢s precisas, basadas en el an¨¢lisis de nuestro rastro y en la comparaci¨®n con el de otros usuarios¡±, explica. Las empresas podr¨¢n ofrecernos los productos que mejor nos encajan: libros, pel¨ªculas, ropa, m¨²sica, viajes¡ cualquier cosa que nuestro terminal smart nos propondr¨¢ acertadamente. Somos f¨¢bricas de datos andantes. ¡°La infinidad de wearables, esos dispositivos electr¨®nicos llevables que se incorporan al cuerpo o en la ropa para que interact¨²en con el usuario y con otros dispositivos, son una fuente inagotable de datos y por tanto, una fuente de innumerables funcionalidades, como tambi¨¦n lo son todos los objetos que tenemos en casa conectados a la Red¡±, a?ade Bifet.
Objetos conectados
En ese uso de Internet a nivel dom¨¦stico ha encontrado su nicho profesional la empresa espa?ola Green Momit, que dise?a y fabrica dispositivos que se adaptan a los h¨¢bitos de consumo energ¨¦tico del consumidor. Con los datos recabados, pueden automatizar el comportamiento de los sistemas de control de energ¨ªa para mejorar su eficiencia y el confort de los hogares, a la vez que comparan sus h¨¢bitos con los de otros usuarios. Adem¨¢s, ofrecen a las empresas la posibilidad de consultar esos datos para que puedan optimizar sus sistemas de producci¨®n, predecir comportamientos en su red y prever demandas de consumo de energ¨ªa. ¡°Nuestro primer producto es un termostato Wi?fi inteligente que puede ser controlado desde cualquier dispositivo m¨®vil y permite ahorrar hasta un 30% en la factura energ¨¦tica¡±, dice Eduardo Rodr¨ªguez, cofundador junto a Miguel S¨¢nchez de Green Momit, la iniciativa empresarial con la que ganaron la edici¨®n espa?ola del SmartCamp de IBM el pasado mes de noviembre.
Se trata de la revoluci¨®n de los objetos conectados. La dependencia de la tecnolog¨ªa. La fusi¨®n de los humanos con los dispositivos. ?Podremos, sabremos, querremos vivir sin ellos? Todo apunta a que no, no y no. Dependeremos de los omnipresentes devices a todos los niveles. ?Incluso a nivel emocional? Puede que s¨ª. Quiz¨¢ descubramos, finalmente, que nuestra media naranja es, precisamente, uno de estos dispositivos tan supersmart. Como en la pel¨ªcula Her, de Spike Jonze, donde el protagonista (Joaquin Phoenix) adquiere un nuevo sistema operativo llamado Samantha al que se acaba enganchando. Ella, que no tiene entidad f¨ªsica, es solo una voz (la de Scarlett Johansson) que se erige como su asistente personal, su consejera, su amiga, su compa?era, su hiperculta interlocutora. ?Su amor? Qui¨¦n sabe.
Crucemos los dedos para que lo que empez¨® como una fantas¨ªa ut¨®pica no acabe por ser una distop¨ªa total. El tiempo y los datos lo dir¨¢n... Mientras tanto, cuidado. En EE UU, uno de cada tres reci¨¦n nacidos tiene presencia online desde antes de nacer (a trav¨¦s de su ecograf¨ªa) y el 92% de los ni?os de dos a?os tiene ya su peque?o avatar digital, esculpi¨¦ndose non stop a base de las informaciones que los euf¨®ricos pap¨¢s cuelgan de forma desaforada. Nuestros avatares crecen con el tiempo, haci¨¦ndose cada vez m¨¢s completos, m¨¢s robustos, m¨¢s precisos. Y han llegado para quedarse. Puede que para siempre.
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