Recuerdo vivo
Dejemos que cada uno resuelva a su manera el modo de finalizar su existencia
Acaba de morir mi ser m¨¢s querido. La causa ha sido un melanoma o tumor negro. Se trata de un c¨¢ncer extremadamente agresivo y que sortea cualquier defensa. Una vez que la met¨¢stasis se ha extendido es casi imposible hacerle frente. Recientemente, la inmunoterapia se ha convertido en el mejor recurso contra esa guada?a tumoral. Los anticuerpos monoclonales han comenzado a cumplir dicha cura y en muchos casos con considerable eficacia. Para ello se ha tenido que descubrir la estrategia adecuada.
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El sistema inmunitario, expuesto con brevedad y sin las precisiones del especialista, se compone de dos mecanismos. Uno activa la respuesta al ataque del tumor. El otro inhibe tal respuesta puesto que activaci¨®n y control han de llegar a un punto de equilibrio. La astucia del tumor consiste en hacer prevalecer la inhibici¨®n y escapar, as¨ª, al sistema inmunitario. Y la astucia de la investigaci¨®n biom¨¦dica radica en fabricar f¨¢rmacos que bloqueen las se?ales inhibitorias en las que se apoya el c¨¢ncer y restablecer el equilibrio de forma que el melanoma sea derrotado.
En algunas personas est¨¢ funcionando esta nueva terapia. En la persona querida no ha funcionado. Entonces el tumor se desborda. Y ante la inutilidad del medicamento ingres¨® en la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Universitario de La Paz. Tengo que decir que el trato profesional y humanitario de todo el personal sanitario fue excelente. Quede constancia aqu¨ª de la gratitud a tales profesionales. Los paliativos cubren un campo que en modo alguno minimizar¨ªa. Por eso ser¨¢n bienvenidos m¨¢s y mejores servicios paliativos.
Lo que sucede es que si bien puede ser una soluci¨®n para algunos no son la soluci¨®n para otros muchos. Y es que el hueco o boquete que se abre entre el momento en el que la medicina se muestra impotente para prolongar una vida razonablemente digna y el fallecimiento del paciente se incrustan las opciones libres de los individuos en su relaci¨®n con la muerte.
Hay que desterrar la inveterada man¨ªa de controlar la vida de los otros
Es verdad que en el hueco o boquete citado se dispone hoy y en nuestro entorno de medios que mitigan o anulan, si tomamos un tono optimista, el dolor. Pero no el sufrimiento. Desconocemos los grados de conciencia de un moribundo y, as¨ª, la tortura que podr¨ªa causarle verse aproximarse a un inevitable final. Por otro lado, un enfermo despidi¨¦ndose de sus seres queridos puede llegar a parecerse, contra tanta falsa evidencia, a un reo expresando su ¨²ltima voluntad. A algunos les sonar¨¢ entra?able. Otros sospechamos que es un sufrimiento a?adido al f¨ªsico que, por atenuado que sea, es dif¨ªcil que desaparezca del todo. Y esto nos da pie a introducirnos una vez m¨¢s en esa palabra, a¨²n rodeada por un halo de tab¨², y que no es otra sino la eutanasia.
No es cuesti¨®n de trivializar o dogmatizar sobre lo que se sit¨²a en esa parte de la vida que es la muerte. Ni de minimizar los avances que se han hecho en Francia, y m¨¢s a¨²n en Canad¨¢ al colocar la sedaci¨®n en la voluntad del paciente y no en las pautas o protocolos m¨¦dicos, siempre timoratos. Son pasos, sin duda, importantes aunque insuficientes y que no tocan el n¨²cleo de lo que es el querer de los individuos cuando desean que su vida finalice. Necesitamos despertar y no permanecer dormidos ante la inercia de la tradici¨®n, los prejuicios de algunas religiones, la simple indiferencia o el temor a la espada del C¨®digo Penal.
No repetir¨¦ los bien conocidos argumentos a favor de la eutanasia basados en la incuestionable libertad de las personas o en la perversidad de prolongar un sufrimiento in¨²til. Solo recordar¨¦ que si a nadie se le puede prohibir que se suicide, por mucho que se le pueda aconsejar lo contrario, en buena l¨®gica tampoco se puede castigar a quien, especialmente en aquellos casos en donde hay solo vida biol¨®gica y no biogr¨¢fica, ayude al que decide, libremente, desaparecer. Por otro lado, habr¨ªa que desterrar la inveterada man¨ªa de arreglar y controlar la existencia de los otros. Dejemos que cada uno resuelva, a su manera, el modo de existir elegido y, en consecuencia, de rematar, dentro de sus posibilidades, dicha existencia.
Eutanasia es una palabra? rodeada por un halo de tab¨²
Dos palabras, finalmente, sobre esa sombra que nos persigue desde que nacemos y que es la muerte. Todas las culturas se las han ingeniado para hacer m¨¢s digerible el hecho ineludible de la cesaci¨®n total y que acompa?a a los humanos. Como los individuos nos insertamos en las distintas culturas, unos la viven como fervorosos creyentes, otros con impostado o real estoicismo y otros como Dios o el Diablo les d¨¦ a entender. Todos, en cualquier caso, se ven obligados a atravesar el r¨ªo helado del trauma mortal. Si la ingenier¨ªa gen¨¦tica alargar¨¢ indefinidamente la vida est¨¢ por ver. Nosotros, desde luego, no lo veremos. Desde el poema sumerio de Gilgamesh nos seguimos preguntando por qu¨¦ tiene que morir el humano. Desde un punto de vista gen¨¦tico la respuesta es relativamente f¨¢cil.
Somos seres pluricelulares con una limitada divisi¨®n celular. Lo que ocurre es que podemos levantarnos sobre nuestros genes y mirar el horizonte. Y ah¨ª la muerte se muestra como una traici¨®n a la vida. Algunos dicen contemplarla como algo natural y se encogen de hombros. Pienso que valoran tanto la naturaleza que la convierten, en la l¨ªnea de Spinoza, casi en sobrenatural. Jes¨²s Moster¨ªn, un amigo, y yo somos de Bilbao y, por tanto, paisanos de Unamuno. ?l dice no temer a la muerte. Yo estoy con don Miguel y confieso mi miedo a morirme y, c¨®mo no, a que mueran los que amo. E incluso a que mueran los que no he conocido ni conocer¨¦. No ir¨¦ de llor¨®n como Job, ni jugar¨¦ el juego de la rebeli¨®n al modo de Dr¨¢cula o preferir¨¦ el infierno a la obediencia siguiendo a Sat¨¢n. Solo pido que no nos agudicen la tortura cuando ¨¦sta es su antesala y que respeten mi modo de vivir y morir como yo respeto el de los que no opinan como yo. Por lo dem¨¢s, siempre nos queda el consuelo del poeta. Y es que la belleza pervive en el recuerdo.
Javier S¨¢daba es fil¨®sofo.
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