La s¨¦ptima vida de Mark Knopfler
Junto a su banda, Dire Straits, el m¨²sico vendi¨® m¨¢s de un centenar de millones de discos y su trabajo ¡®Brothers in Arms¡¯ fue el tercer elep¨¦ m¨¢s solicitado de los ochenta Cuando su ¨¦xito se hizo demasiado grande abandon¨®. Hoy vuelve en solitario contando peque?as historias en su ¨¢lbum 'Tracker' A sus 65 a?os, sigue siendo un bicho raro, un m¨²sico que no sabe m¨²sica, un guitarrista zurdo que toca con la derecha. Licenciado en literatura, aprendi¨® el oficio en los bares
Para alguien que ha vendido 125 millones de discos y lleva m¨¢s de la mitad de sus 65 a?os girando por medio mundo, el pasado se convierte en un valioso lugar en el que indagar. En esas se encuentra Mark Knopfler. ¡°A medida que te vas haciendo viejo, el pasado se vuelve cada vez m¨¢s importante¡±, explica, sentado en un sof¨¢ del minimalista sal¨®n del edificio del oeste de Londres que alberga sus estudios de grabaci¨®n. ¡°Siempre he mirado hacia atr¨¢s en mis canciones, pero creo que es algo que va en aumento. Hay un instante en que tu pasado se convierte en lo que eres¡±.
Ese pasado es el que explora, con voz calmada y desnudez folk, el exl¨ªder de Dire Straits en su nuevo disco, el d¨¦cimo de su carrera en solitario (¡°?D¨¦cimo? Uf, he perdido la cuenta¡±, reconoce). ¡°Soy yo recorriendo mi camino a lo largo de las d¨¦cadas¡±, dice de un ¨¢lbum que ha titulado Tracker (Universal), que podr¨ªa traducirse por ¡°rastreador¡±.
Su rastreo por el tiempo le lleva, por ejemplo, en la canci¨®n titulada Basil, a la redacci¨®n del Evening Chronicle en los a?os sesenta. En ese vespertino de Newcastle, un becario adolescente llamado Mark Knopfler, el tercer hijo de una inglesa y un arquitecto h¨²ngaro comunista exiliado, coincidi¨® con el poeta Basil Bunting, que escrib¨ªa ¡°sus palabras fish and chips, destinadas a ser emplatadas y olvidadas¡±. Aquel poeta, amante de la m¨²sica y del poder sonoro de la poes¨ªa, marc¨® a ese chico atrapado tambi¨¦n por la m¨²sica desde que a los ocho a?os escuch¨® los acordes de boogie woogie que tocaba al piano su t¨ªo. ¡°Basil y yo trabaj¨¢bamos en la misma sala¡±, recuerda Knopfler. ¡°Yo ten¨ªa 16 a?os y ¨¦l deb¨ªa de tener la edad que tengo yo ahora. De modo que el tiempo me ha ofrecido un reverso de la historia: ahora puedo ver las cosas desde su punto de vista. Pero entonces era un cr¨ªo y ten¨ªa todo un mundo por delante¡±.
Ese mundo empez¨®, m¨¢s o menos, el 18 de septiembre de 1970. ¡°En el Chronicle yo hac¨ªa de todo¡±, recuerda. ¡°Y si el redactor de espect¨¢culos no pod¨ªa, a veces me encargaban un p¨¢rrafo o dos. Un d¨ªa, cuando ya hab¨ªa decidido irme y me iba a pasar por la redacci¨®n para despedirme, recib¨ª una llamada de mi editor: ¡®Se ha muerto Jimi Hendrix, ?lo conoc¨ªas?¡¯. ¡®?Oh, claro!¡¯, respond¨ª yo. ¡®Pues ponte con ello¡¯, me orden¨®. As¨ª que dict¨¦ dos p¨¢rrafos por tel¨¦fono y aquella fue mi ¨²ltima noticia. Despu¨¦s me fui a estudiar Filolog¨ªa Inglesa a la Universidad de Leeds, algo que no era muy popular entre la gente de los peri¨®dicos¡±.
Pero en los cinco a?os que estuvo en Leeds aprendi¨® algo m¨¢s que filolog¨ªa. All¨ª se form¨® como guitarrista, tocando en clubes junto al m¨²sico Steve Phillips, y en 1973 se mud¨® a Londres decidido a vivir de la m¨²sica.
Los comienzos, como mandan los c¨¢nones, no fueron f¨¢ciles. ¡°Viv¨ªamos en un piso compartido en Deptford, que entonces era la cloaca de Londres¡±, explica. ¡°Hac¨ªa de todo para vivir. Intentaba ser un m¨²sico, y eso conlleva muchos fracasos. Lo que me salv¨® la vida fue que encontr¨¦ un trabajo para ense?ar ingl¨¦s en la universidad. Entonces pude tener algo de dinero, incluso para comprar a mi padre un coche de segunda mano con el que pod¨ªa moverme de un lado a otro con mi equipo. Pero me cost¨® mucho ponerme en pie econ¨®micamente¡±.
'Tracker', una pel¨ªcula de Henrik Hansen sobre Mark Knopfler (en ingl¨¦s). / Vevo / Youtube
De esas penurias econ¨®micas surgi¨®, en aquel piso de Deptford, el grupo Dire Straits, cuya traducci¨®n es algo as¨ª como ¡°verdaderos apuros¡±. Corr¨ªa el a?o 1977 y Londres herv¨ªa con el punk. Pero Dire Straits no se subi¨® a ese carro. Knopfler lo atribuye a la edad. ¡°Yo era ya dos o tres a?os demasiado mayor para todo aquello¡±, asegura.
Muy pronto Dire Straits dej¨® el circuito de bares, entr¨® de lleno en la industria discogr¨¢fica y comenz¨® a funcionar comercialmente. Pero hasta 1985 no lleg¨® el verdadero revulsivo con Brothers in Arms, su quinto disco. Y fue un pelotazo hist¨®rico.
Si usted tiene m¨¢s de 35 a?os es m¨¢s que probable que haya pasado por sus manos Brothers in Arms, el tercer disco m¨¢s vendido de los ochenta y el duod¨¦cimo de la historia, del que se colocaron 30 millones de copias. Brothers in Arms estren¨® el formato ced¨¦, que llenar¨ªa de dinero a la industria discogr¨¢fica, y catapult¨® a Dire Straits a la categor¨ªa de superestrellas del rock.
¡°Sucedieron muchas casualidades¡±, recuerda Knopfler. ¡°Nuestra compa?¨ªa de discos era Philips, y ellos hac¨ªan ced¨¦s. As¨ª que el ¨¢lbum tuvo m¨¢s empuje por ello. Para m¨ª es solo un disco m¨¢s. El ¨¦xito es algo aleatorio. Pero est¨¢bamos en medio de algo que se convirti¨® en enorme. Resultaba dif¨ªcil de manejar. Ese nivel de ¨¦xito desorienta, sin duda. Si hubiera sido m¨¢s joven, me habr¨ªa matado. Pero fueron muy buenos tiempos, lo pasamos muy bien. Est¨¢s haciendo lo que te gusta y funciona¡±.
Dire Straits sacar¨ªa solo un disco m¨¢s, On Every Street, en 1991. Dos a?os despu¨¦s, Mark Knopfler decidi¨® poner fin a todo aquello. Fue en una visita al cami¨®n de catering, en medio de una macrogira, cuando comprendi¨® que no hab¨ªa otra salida. ¡°Las giras eran enormes¡±, recuerda, ¡°ten¨ªamos tres escenarios que iban viajando de un lado a otro, decenas de camiones. Un d¨ªa fui al del catering y me di cuenta de que no les conoc¨ªa. Normalmente yo pasaba tiempo con los conductores. Iba all¨ª, me sentaba con ellos, charl¨¢bamos. Ten¨ªamos relaciones y habl¨¢bamos de cosas. Pero ya no sab¨ªa ni qui¨¦nes eran. Era todo tan grande que produc¨ªa una distorsi¨®n. Te imped¨ªa mirar las cosas en un sentido real. Se hab¨ªa hecho demasiado grande. Parec¨ªa que la ¨²nica respuesta inteligente era decir basta. Dejarlo tuvo algo de instinto de supervivencia¡±.
Lo curioso es que Dire Straits nunca sigui¨® ninguna moda. Ni siquiera estuvo de moda. De alguna manera represent¨® lo anticool. Hasta la ¨²ltima manifestaci¨®n cultural surgida en los ochenta se ha reivindicado en las d¨¦cadas posteriores, excepto las m¨ªticas mu?equeras y banda de pelo de Mark Knopfler. Y, sin embargo, decenas de miles de personas siguen llenando sus conciertos all¨¢ donde va 30 a?os despu¨¦s.
El ¨¦xito es algo aleatorio. Pero est¨¢bamos en medio de algo que se convirti¨® en enorme. Resultaba dif¨ªcil de manejar¡±
¡°Supongo que es bueno no estar nunca de moda¡±, defiende Knopfler. ¡°La moda es una cosa, y el estilo, otra. A m¨ª me interesa m¨¢s el estilo. Para m¨ª, alguien con estilo es alguien que dicta su propia moda, que no la obtiene de segunda mano, sino que crea una propia. Me gusta la gente que tiene su sentido personal del estilo¡±.
Detr¨¢s de la ruptura de la banda tambi¨¦n hubo un deseo de Knopfler de abrirse a otros registros. ¡°Las canciones que escrib¨ªa necesitaban otra instrumentaci¨®n: violines, flautas¡¡±, explica. ¡°Estaba m¨¢s interesado en seguir mis influencias folk¡±. Lo cierto es que, ya en paralelo al grupo, Knopfler siempre quiso ampliar sus horizontes. Ya sea colaborando con artistas como Bob Dylan ¨Ctoc¨® la guitarra en Slow Train Coming (1979) y coprodujo Infidels (1983)¨C o componiendo bandas sonoras para el cine ¨CUn tipo genial (1983) o La princesa prometida (1987)¨C.
¡°Nunca me ha interesado esta industria¡±, asegura Knopfler. ¡°Est¨¢ la m¨²sica y, por otro lado, est¨¢ el negocio. Yo ser¨ªa terrible en el negocio. Me gusta trabajar duro y me irrita la gente que no lo hace. He empezado a aprender a respetar el peque?o trozo de talento que tengo. Lo he aprendido con la edad, antes no lo hac¨ªa. Tuve mucha suerte con los discos, trabaj¨¦ con gente muy buena y me ense?aron a hacer las cosas lo mejor posible. Ahora he adquirido ese h¨¢bito de tratar de ser un poco mejor cada vez¡±.
Su manera de tocar su instrumento le ha colocado en el olimpo popular de los guitarristas. Es autodidacta, no sabe leer m¨²sica, no utiliza p¨²a y toca como un diestro a pesar de ser zurdo: con la mano izquierda en el m¨¢stil. ¡°Tuve mi primera guitarra a los 15 a?os¡±, recuerda. ¡°Ten¨ªa que ser el¨¦ctrica y roja. Y cuando la consegu¨ª me di cuenta de que necesitaba un amplificador para que sonara. No lo hab¨ªa pensado. Encontr¨¦ una manera de enchufarla a la radio, pero la hice explotar. Como no pod¨ªa permitirme comprar un amplificador, tocaba con guitarras ac¨²sticas prestadas de mis amigos. As¨ª que aprend¨ª en paralelo en esos dos frentes¡±.
Para Knopfler, su estilo en la guitarra no tiene nada de especial, si acaso ¡°una cercan¨ªa, una intimidad con el instrumento¡±. ¡°No toco mucho cada d¨ªa, de verdad¡±, admite. ¡°No tengo una guitarra en mi dormitorio, por ejemplo. Tengo un par en mi despacho, pero son ac¨²sticas que utilizo para componer. La guitarra para m¨ª es algo con lo que escribir canciones. Como instrumentista sigo aprendiendo, claro, y eso es lo grande de la guitarra. Pero como compositor siempre vuelvo a la simplicidad¡±.
Desde luego no es la guitarra lo que destaca en Tracker, su nuevo disco. El instrumento est¨¢ completamente al servicio de las historias, peque?os retratos de personajes con resonancias personales y literarias, como Beryl, dedicado a la escritora Beryl Bainbridge. Siempre le acompa?an libros cuando viaja, asegura, y ha aprendido a escribir incluso cuando est¨¢ en la carretera. ¡°No leo m¨¢s que la media¡±, reconoce, ¡°pero cuando leo puede pasar algo, y tengo un mont¨®n de libros esper¨¢ndome¡±.
Termina la entrevista y Knopfler invita al visitante a recorrer con ¨¦l las lujosas instalaciones de sus estudios British Grove, ?compuestos por dos grandes salas. ¡°Un ?monumento al pasado y el futuro de la tecnolog¨ªa¡±, en sus propias palabras. Junto a ?enormes mesas digitales descansan reliquias de los a?os sesenta, como la consola en la que se registr¨® el Band on the Run de los Wings. ¡°Aqu¨ª vengo solo a grabar¡±, aclara, ¡°no a escribir¡±.
Ahora est¨¢n trabajando en la banda sonora de Altamira, la pel¨ªcula de Hugh Hudson sobre la historia de las pinturas rupestres de las cuevas c¨¢ntabras, protagonizada por Antonio Banderas. Un proyecto que le ha permitido a Knopfler conocer nuevas partes de Espa?a, un pa¨ªs que adora y visita con frecuencia. ¡°Cuando hago m¨²sica para pel¨ªculas me siento un poco como un farsante. No est¨¢s tratando con canciones, es estar en la tierra de la m¨²sica de nuevo¡±, admite. ¡°Pero siento que, de una crisis a otra, voy encontrando mi camino¡±.
Despu¨¦s de 40 a?os escribiendo temas, Knopfler asegura que lo que m¨¢s le gusta es ¡°cuando la gente te cuenta para qu¨¦ ha utilizado tus canciones en su vida¡±. ¡°Es alucinante lo que te dicen¡±, explica. ¡°C¨®mo usa la gente la m¨²sica para vivir, para recomponerse despu¨¦s de un d¨ªa duro, lo que sea. Adoro el hecho de que usen mis composiciones para existir y que pase a formar parte de las vidas de otros. Es un privilegio escribir una canci¨®n y que se convierta en algo importante en la existencia de otra persona, que alguien la escuche y mire hacia atr¨¢s para ver c¨®mo hac¨ªa las cosas en el pasado. ?Qu¨¦ puede haber m¨¢s bonito que eso?¡±.
Rastrear el pasado, esa es ahora la ocupaci¨®n de quien puede considerarse el ¨²nico verdadero dinosaurio del rock. Al menos, en la medida en que hay un ter¨®podo del cret¨¢cico, el Masiakasaurus knopfleri, que se bautiz¨® en su honor en 2001. ¡°Cuanto mayor me hago, m¨¢s necesidad tengo de escribir¡±, asegura Mark Knopfler. Por lo dem¨¢s, concluye, solo aspira a ser ¡°un viejo tocando la guitarra¡±.
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