Se vende seriedad
Ni Kafka ni Walser ni Goethe vivieron una ¨¦poca f¨¢cil. Pero nunca renunciaron a la risa
Con unos cuantos a?os de experiencia. Por lo dem¨¢s, perfectamente in¨²til. La vendo muy barata¡ Y es que da gusto pensar c¨®mo se re¨ªa Kafka con sus amigos, a carcajada limpia y doblando el cuerpo, mientras le¨ªa en voz alta el primer cap¨ªtulo de El proceso, en el que uno de los esbirros de la ley que van a detener a Josef K. se llama Franz, como ¨¦l. Se ha dicho que todos sus libros son terribles. Y, sin embargo, casi cada uno de los detalles, c¨®mico. Tambi¨¦n Robert Walser tiene, entre otros pitorreos, un texto breve en el que cuenta la historia de un muchacho al que una de las damas m¨¢s elegantes de la corte distingue con sus favores, por lo que al joven, imb¨¦cil de puro idealismo, no se le levanta. La duquesa se impacienta. Y el escritor suizo se mofa del amor plat¨®nico, en el que era un aut¨¦ntico experto. No tengo talento para el drama, parece que dijo Goethe refiri¨¦ndose al Fausto, esa supuesta magna obra de la literatura alemana que es pura befa. Y como ejemplo, un detalle. ?Alguien sabe por qu¨¦ Mefisto pierde el alma de Fausto, esa alma que tanto se ha esforzado por poseer a lo largo de p¨¢ginas y p¨¢ginas? Cuando a Fausto se lo lleva al cielo un tropel de ¨¢ngeles, todos chicos j¨®venes, en el instante en que el subordinado de Satan¨¢s podr¨ªa hacerse por fin con su parte inmortal se queda absorto, admirando el apetitoso tafanario de uno de los serafines que arrojan flores sobre ¨¦l y sus demonios. As¨ª es como se le va el santo al cielo. Como nos ocurre a la mayor¨ªa cuando leemos esta tragedia, porque para entonces, hartos de los delirantes canturreos de todos esos coros celestiales, nos hemos saltado ya un mont¨®n de versos o estamos sopa. Ni Kafka ni Walser, como tampoco Goethe, vivieron una ¨¦poca f¨¢cil. Y sin embargo, o tal vez por eso, no renunciaron nunca a la risa.
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