R¨ªase, esto es una comedia de enredo (o las campa?as electorales en EE UU)
Ahora que arranca la carrera para relevar a Obama, repasamos los esc¨¢ndalos y los disparates de los candidatos en busca del voto
El grito de Howard Dean, la fulminante r¨¦plica de Lloyd Bentsen, el tanque de Michael Dukakis, los esc¨¢ndalos sexuales de Gary Hart, los deslices y patadas al diccionario de Sarah Palin, las bravatas de Ross Perot... Parafraseando a Ennio Flaiano, las elecciones presidenciales estadounidenses son trascendentales, pero no serias. Hillary Clinton acaba de lanzar su campa?a por el Partido Dem¨®crata (el mismo que Obama) para las elecciones de 2016 (8 de noviembre). Ahora mismo, los favoritos a disputarle la presidencia a Clinton en representaci¨®n del Partido Republicano son Marco Rubio y Jeb Bush. Este ¨²ltimo hijo (George H.W. Bush) y hermano (George W. Bush) de expresidentes de EE UU. El ¨²ltimo en llegar es el exc¨¦ntrico multimillonario Donald Trump. Y lo ha hecho entrando como elefante en cacharrer¨ªa, insultando a los mexicanos. Dos de los expertos a los que hemos consultado, Xavier Jackson y Mark Hill, columnistas pol¨ªticos de la revista sat¨ªrica Cracked, consideran que el candidato que de verdad puede dar espect¨¢culo y convertir la pr¨®xima campa?a en una comedia de enredo a la altura de la de 2008 es, sin duda, Ted Cruz.
Alicia Lu recopila en bustle.com algunas de los m¨¢s llamativas meteduras de pata del senador republicano por Texas, un hombre que niega el cambio clim¨¢tico con argumentos pedestres (¡°en los setenta, el planeta se estaba enfriando y ahora resulta que se calienta, ?en qu¨¦ quedamos?¡±), exige la derogaci¨®n ¡°inmediata¡± de una ley (Affordable Care Act) que nunca entr¨® en vigor, o se acerca a un cient¨ªfico durante una visita a las instalaciones de la NASA para preguntarle en qu¨¦ consiste su trabajo ¡°exactamente¡± y le interrumpe a los pocos segundos para decirle: ¡°Pero expl¨ªquemelo con palabras que un norteamericano normal pueda entender¡±.
Es incre¨ªble que nadie se diese cuenta de que la mujer elegida [Sarah Palin] era una absoluta inepta, vanidosa, fr¨ªvola y del todo incapaz de expresarse con un m¨ªnimo de coherencia¡±
Seg¨²n Xavier Jackson, la imagen de falta de rigor y escasa solvencia intelectual que dan en ocasiones candidatos como Cruz puede atribuirse a un exceso de populismo: ¡°La mayor¨ªa de los candidatos presidenciales pertenecen a una ¨¦lite econ¨®mica educada en las mejores universidades del pa¨ªs, y eso les obliga a hacer un esfuerzo extra para demostrar que siguen siendo gente normal, no patricios desconectados de la realidad. A veces, se pasan¡±. Michael Silverstein, profesor de antropolog¨ªa ling¨¹¨ªstica de la Universidad de Chicago y coautor junto a Michael Lempert del ensayo sobre comunicaci¨®n pol¨ªtica Creatures of politics, da un ejemplo que ilustra de manera muy precisa la tesis de Jackson: ¡°En las elecciones de 2004, George W. Bush, descendiente de una estirpe de petroleros texanos, se enfrentaba a un veterano de guerra hijo de militar como John Kerry. Pero pronto qued¨® claro que los votantes percib¨ªan a Kerry como mucho m¨¢s distante y aristocr¨¢tico porque se expresaba con elocuencia y su gram¨¢tica era muy correcta. Bush tom¨® buena nota de esa inesperada ventaja y, a medida que avanzaba la campa?a, cada vez hablaba peor¡±. Seg¨²n Silverstein, fue deliberado. Y funcion¨®.
Sin embargo, la historia de las presidenciales estadounidenses demuestra que no todas las estrategias populistas acaban siendo coronadas por el ¨¦xito. Seg¨²n Mark Hill, ¡°los analistas pol¨ªticos seguir¨¢n pregunt¨¢ndose durante d¨¦cadas c¨®mo John McCain y su equipo pudieron elegir a Sarah Palin candidata a la vicepresidencia en 2008¡±. Ese fue el primero de una cadena de errores de juicio inveros¨ªmiles, como ¡°mandar a Palin al programa de una periodista seria, Katie Couric, algo as¨ª como abandonar al cordero en las fauces del lobo¡±. La gobernadora de Alaska hizo un rid¨ªculo hist¨®rico en aquel programa, con afirmaciones tan hilarantes como que su experiencia en pol¨ªtica exterior se basaba en que desde su casa de Wasilla pod¨ªa vigilar Rusia. Para Xavier Jackson, ¡°McCain no se sent¨ªa c¨®modo en el papel de viejo blanco que se enfrenta a un joven negro [Barack Obama] y quiso a una mujer como compa?era de candidatura para darle un giro inesperado a la campa?a. Sobre el papel, parec¨ªa una buena jugada, pero es incre¨ªble que nadie se diese cuenta de que la mujer elegida era una absoluta inepta, vanidosa, fr¨ªvola y del todo incapaz de expresarse con un m¨ªnimo de coherencia¡±.
Candidatos nefastos... que ganaron ¡ª?Fue Palin la peor candidata de la historia? Jackson opina que es dif¨ªcil concebir una candidatura m¨¢s nefasta que la de Bush hijo en 2004. ¡°Tal vez no soy objetivo en esto, porque lo cierto es que acab¨® ganando. Pero el Bush de 2004 era incluso peor candidato que el de 2000, porque ya hab¨ªa probado su incompetencia arruinando al pa¨ªs y meti¨¦ndolo en dos guerras, la segunda de ellas completamente injustificable¡±. ?Por qu¨¦ gan¨®? Seg¨²n Jackson, por el pobre nivel de aquella campa?a, que permiti¨® que se acabase imponiendo un argumento tan reduccionista y poco fundamentado como ¡°en tiempo de guerra, hay que cerrar filas en torno al presidente¡±. A juzgar por la magnitud de sus derrotas, los peores candidatos presidenciales del ¨²ltimo siglo han sido el republicano Barry Goldwater (1964) y el dem¨®crata George McGovern (1972). Goldwater no fue capaz de contrarrestar una jugada un tanto sucia de la candidatura de su rival, Lyndon B. Johnson, el llamado ¡°anuncio de la margarita¡±, en el que una ni?a deshojaba una flor mientras de fondo sonaba la cuenta atr¨¢s de un lanzamiento nuclear, dando a entender que el belicismo irresponsable del candidato republicano llevar¨ªa al mundo al holocausto.
El candidato Gary Hart acababa de conceder una entrevista en la que negaba ser un mujeriego cuando se hizo p¨²blico que estaba siendo infiel a su esposa con una mujer 20 a?os menor
McGovern cosech¨® ocho a?os despu¨¦s una derrota a¨²n m¨¢s sangrante ante Richard Nixon tras una campa?a narrada magistralmente por el periodista Timothy Crouse en su ensayo Los chicos del autob¨²s. Crouse argumentaba en ¨¦l que en la recta final de la campa?a se impuso la imagen popular de un McGovern d¨¦bil y sin cualidades de liderazgo frente a un Nixon antip¨¢tico pero con perfil de estadista. Una narrativa que incluso los periodistas progresistas que simpatizaban con McGovern acabaron reproduciendo en parte, algo que Crouse atribuye a la tendencia de los profesionales de la comunicaci¨®n a ¡°pensar y actuar casi al un¨ªsono, como una manada de lobos¡±.
El pobre diablo con su tanque ¡ªJackson concede que la campa?a de McGovern tuvo que ser ¡°un completo desastre. Era el candidato del no a la guerra en un momento en que lo de Vietnam era ya el conflicto m¨¢s impopular en que se ha visto envuelto Estados Unidos en toda su historia. Y su rival era un hombre, Nixon, considerado belicista, c¨ªnico y deshonesto. Pero McGovern se pas¨® de frenada y fue demasiado sincero: el pa¨ªs no estaba preparado para un candidato de convicciones tan izquierdistas¡±. Para Mark Hill, otro dem¨®crata, tambi¨¦n de ideas muy progresistas, que perdi¨® con estr¨¦pito debido a una campa?a repleta de errores, la peor fue la de Michael Dukakis en 1988. ¡°Su rid¨ªcula foto subido a un tanque M1 Abrams y se?alando a c¨¢mara con una sonrisa t¨ªmida es un gazapo de manual. P¨¦simo concepto, p¨¦sima ejecuci¨®n y p¨¦simo resultado¡±. Jackson remata a?adiendo que la clave fue la astuta utilizaci¨®n que la campa?a de su rival, George Bush padre, hizo de esa foto. ¡°Presentaron a Bush como el vicepresidente de Reagan, un hombre que hab¨ªa contribuido a ganar la guerra fr¨ªa, y a Dukakis como un pobre diablo que se hac¨ªa fotos en tanques de juguete¡±.
El candidato James Stockdale fue tan torpe que empez¨® un debate con la frase: ¡°Ustedes se preguntar¨¢n qui¨¦n demonios soy yo y qu¨¦ demonios hago aqu¨ª¡±
Tambi¨¦n Howard Dean, candidato a las primarias dem¨®cratas en 2004, fue v¨ªctima de una de esas im¨¢genes que valen m¨¢s que mil palabras y pueden destruir cualquier reputaci¨®n. Tras perder contra pron¨®stico el caucus de Iowa, quiso vender optimismo gritando desde el estrado que iba a ganar las primarias de New Hampshire, las de Carolina del Sur y as¨ª hasta la Casa Blanca. Tuvo la mala suerte de hacerlo con los ojos inyectados en sangre, la mirada extraviada y la voz rota de un hombre de mediana edad poco acostumbrado a demostrar entusiasmo y exhausto tras varios d¨ªas sin apenas dormir. La imagen se hizo viral y sepult¨® sus opciones.
Un efecto parecido al del esc¨¢ndalo Donna Rice, que acab¨® con la carrera del candidato dem¨®crata Gary Hart en 1988. El pol¨ªtico acababa de conceder una entrevista en la que negaba ser un mujeriego cuando se hizo p¨²blico que estaba siendo infiel a su esposa con una mujer 20 a?os menor. Aunque tambi¨¦n devastadora result¨® en el debate presidencial de 1976 la insistencia del republicano Gerald Ford, que por entonces llevaba ya dos a?os siendo presidente, en que no hab¨ªa ninguna ocupaci¨®n sovi¨¦tica en Europa del Este. Esa vez, el beneficiado fue su rival dem¨®crata Jimmy Carter. Un hombre que cuatro a?os despu¨¦s, en 1980, perder¨ªa la reelecci¨®n al ser vapuleado contra pron¨®stico por Ronald Reagan, un discreto exactor de serie B y gobernador de California tratado con cierta condescendencia por la prensa. S¨ª, el mismo Reagan que en las primarias de New Hampshire de unos meses antes se hab¨ªa negado a que el moderador de un acto electoral le retirase la palabra con una frase lapidaria que ha pasado a la historia: ¡°Este micr¨®fono lo he pagado yo, se?or Green¡±. Por cierto, el moderador en cuesti¨®n ni siquiera se llamaba Green.
?Qui¨¦n demonios es usted? ¡ªPara Mark Hill, los ¨¦xitos contra pron¨®stico como el del propio Reagan, el de Bill Clinton en 1992 o el de Obama en las primarias de 2008 no son comparables con lo que ¨¦l considera el resultado electoral m¨¢s por encima de las expectativas previas de los ¨²ltimos 50 a?os: ¡°Ross Perot en 1992, sin duda. Un hombre que no parec¨ªa tomarse muy en serio a s¨ª mismo, que incluso retir¨® su candidatura en plena campa?a para volver poco despu¨¦s sin explicar el porqu¨¦ de ninguna de las dos decisiones. Roz¨® el 20% del voto popular en un pa¨ªs en que el bipartidismo es tan asfixiante que apenas deja espacio para un tercer partido¡±. Perot explot¨® las bazas del que no tiene nada que perder: jugar sin reglas, hacer mucho ruido y parecer sincero. Super¨® incluso el inconveniente de tener un compa?ero de candidatura, James Stockdale, tan torpe que empez¨® un debate con la frase: ¡°Ustedes se preguntar¨¢n qui¨¦n demonios soy yo y qu¨¦ demonios hago aqu¨ª¡±. Semejante ataque de candidez fue acogido con rechifla por una audiencia que se estaba preguntando precisamente eso.
Pero el p¨¢nico de cualquier candidato con posibilidades es ser fulminado por su rival con una de esas frases certeras que despiertan la complicidad del p¨²blico y se convierten en torpedos en la l¨ªnea de flotaci¨®n. Frases como el c¨¦lebre ¡°es la econom¨ªa, est¨²pido¡±, de Bill Clinton, o el comentario sarc¨¢stico con el que un Ronald Reagan de 73 a?os liquid¨® a Walter Mondale, de 56, en uno de los debates de 1984: ¡°No me gustar¨ªa que esta campa?a se centrase en temas como la edad de los candidatos. No ser¨ªa justo reprocharle a mi rival su juventud y falta de experiencia¡±. De todas esas r¨¦plicas, la m¨¢s letal fue la que dedic¨® Lloyd Bentsen, candidato a vicepresidente en 1988, a su rival republicano Dan Quayle, que insist¨ªa en presentarse como un pol¨ªtico moderado, ¡°como Jack Kennedy¡±. ¡°Senador Quayle¡±, dijo Bentsen, ¡°yo trabaj¨¦ con Jack Kennedy, estuve en el gobierno de Jack Kennedy, conoc¨ª bien a Jack Kennedy, fui amigo de Jack Kennedy. Usted no es Jack Kennedy, se?or Quayle¡±. Bentsen no gan¨® aquellas elecciones. Se cruz¨® en su camino la foto subido a un tanque de su compa?ero de candidatura, Dukakis.
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