El sentido de la izquierda
Sus valores son los de siempre: esp¨ªritu racional, pasi¨®n por la igualdad y resistencia al poder
Si en algo coinciden los dos nuevos partidos que han agitado las aguas de la pol¨ªtica espa?ola en el ¨²ltimo a?o, es en su cuidadoso af¨¢n por evitar el uso de la palabra izquierda. Sustituyen, se dir¨ªa, lo que consideran antiguallas ideol¨®gicas, por nuevos mantras de comunicaci¨®n: un proyecto de pa¨ªs c¨ªvico, en el caso de Ciudadanos, una ¨¦pica confrontaci¨®n con las ¨¦lites, en el caso de Podemos. No cabe sorprenderse de que en un pa¨ªs con un desempleo insoportable, cebado en una generaci¨®n, tengan una resonancia inmediata discursos de quienes se presentan como ¡°lo nuevo¡±, en oposici¨®n a ¡°lo viejo¡± que tantas se?ales de disfunci¨®n da.
Otros art¨ªculos del autor
Sin embargo, presentar lo nuevo frente a lo viejo como promesa de cambio, en una ¨¦poca de crisis, es de hecho algo bastante viejo: hasta cierto punto, forma parte del manual de resoluci¨®n pol¨ªtica de crisis financieras. Es, en cualquier caso, obligado comprender que quien ha sido golpeado en los mismos fundamentos de su vida por la crisis desee de forma esencial que algo cambie, lo que sea, y clame su indignaci¨®n contra la izquierda y la derecha existentes, contra liberalismo y socialdemocracia, y desconf¨ªe de todo y de todos. A¨²n as¨ª, como personas de izquierda sigue habiendo ¡ªse definen o se las percibe as¨ª¡ª, tal vez una de ellas pueda intentar convencer al m¨¢s desencantado de que precisamente de esa necesidad de cambio naci¨® la izquierda.
Protestas de humillados y ofendidos, por desgracia, ha habido desde la noche de los tiempos; la forma en que las articulamos y pensamos hoy provienen, en ¨²ltima instancia, de la revoluci¨®n de la raz¨®n que nos legaron los cient¨ªficos y pensadores del patrimonio europeo. En Espa?a, la manifestaci¨®n hist¨®rica m¨¢s evidente de ese proceso fueron la revoluci¨®n pedag¨®gica de Giner de los R¨ªos y la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Giner y sus disc¨ªpulos persiguieron estimular la transformaci¨®n de la persona, el m¨¢ximo desarrollo de sus dones en todos los sentidos y hacia el bien com¨²n. De all¨ª partieron hombres y mujeres comprometidos que extendieron la pasi¨®n por la vida, como posibilidad permanente, a la pasi¨®n por la transformaci¨®n de la sociedad. Las claves de aquella izquierda naciente siguen siendo reconocibles hoy: esp¨ªritu racional y colectivo frente a intereses creados, pasi¨®n por la igualdad que lo es por el m¨¦rito y el conocimiento, resistencia a cualquier imposici¨®n basada en el poder.
Nunca ha sido sencillo trasladar esas claves a la construcci¨®n de un pa¨ªs. El paisaje despu¨¦s de la crisis muestra fuerzas en acci¨®n que superan a un programa cl¨¢sico. El papel del Estado como proveedor y regulador de bienes sociales parece consolidado ¡ªpero la fuerza de las grandes empresas ante ¨¦l plantea equilibrios que requieren un arbitraje permanente¡ª. Un debate soterrado recorre Europa sobre en qu¨¦ fases unificar soberan¨ªa econ¨®mica en torno a quiebras bancarias, impuestos o seguros de desempleo. Otro debate nos hiela a ratos el coraz¨®n: c¨®mo ajustar los servicios de la cosa p¨²blica al ciudadano de cualquier lugar de Espa?a al nivel m¨¢s eficiente y justo posible, dejando atr¨¢s cualquier vestigio de un centralismo de componendas.
En Espa?a, la manifestaci¨®n hist¨®rica m¨¢s evidente de ese proceso fueron la revoluci¨®n pedag¨®gica de Giner de los R¨ªos y la Instituci¨®n Libre de Ense?anza.
No es evidente que ante esos retos la izquierda haya perdido su sentido, aunque se haya despojado de ciertos relatos superfluos. M¨¢s tierra quemada ha dejado la borrachera de liberalismo que durante a?os nos convenci¨® de que, a m¨¢s iniciativa privada y desregulaci¨®n, m¨¢s crecimiento.
Una reflexi¨®n desde la izquierda requerir¨ªa, tanto como propuestas, determinar las ideas que nos gu¨ªan, el mapa para el camino. Que la salida de la crisis no puede venir regida por soluciones de ¡°los expertos¡±, cuando lo necesario es un debate sobre el reparto de cargas entre segmentos sociales y generaciones. Que un pa¨ªs no puede construirse sin un consenso amplio y profundo sobre el fin de la educaci¨®n, ni sin reconstruir su historia com¨²n, a¨²n herida por lenguajes de ayer. Que un pa¨ªs no puede vivirse sin una pasi¨®n compartida por la cultura en todas sus manifestaciones, como no puede haber democracia sin palabras ricas en vida que la irriguen. O que esa democracia no existe para dirimir enfrentamientos sino que representa el esfuerzo concertado de una sociedad para ordenar, debatir y votar las distintas visiones de qu¨¦ es posible. Que nuestra izquierda debe reconocerse por su pasi¨®n para cuestionar la realidad y transformarla en un pa¨ªs europeo que llevan construyendo y no en vano muchas generaciones.
Emilio Trigueros es qu¨ªmico industrial y especialista en mercados energ¨¦ticos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.