La Magdalena
Cuando se debate sobre prostituci¨®n chirr¨ªan la demagogia, la hipocres¨ªa o el puritanismo
A nadie le hace gracia que su hermana acabe en un burdel, pero a las putas se les guarda un cari?o ancestral. Hasta el final del franquismo, un llamativo porcentaje de espa?oles perdi¨® la virginidad con alguna de ellas y esa sensaci¨®n es de las que no se entierran. Luis Bu?uel ¡ªque las adoraba¡ª sosten¨ªa que Espa?a era el pa¨ªs m¨¢s reprimido de Europa. El clima moral era de risa. Muchos matrimonios nunca se ve¨ªan desnudos y la que no llegaba virgen a la noche de bodas se sent¨ªa sucia y, s¨ª, un poco golfa. C¨®mo no iban a ir de putas.
Contra todo pron¨®stico, entre los j¨®venes de hoy, est¨¢ de moda ir en pandilla a los puticlubs para hacerlo por primera vez. Les puede la ansiedad por saber qu¨¦ se siente y no desperdician ni un minuto en tratar de seducir a una chica. Ellos tambi¨¦n son espejo de su tiempo, uno de los menos rom¨¢nticos de la historia, dominado por la prisa, la negaci¨®n del esfuerzo, el pragmatismo salvaje y el sentido del espect¨¢culo. Los chicos acuden en grupo a olvidar la virginidad porque as¨ª es m¨¢s divertido. El polvo espect¨¢culo.
Pero alrededor de las putas florece un negocio escandalosamente s¨®rdido que atrae a todo tipo de canallas. Es un inframundo en el que la degradaci¨®n humana toca fondo. En Espa?a el problema se nos ha atragantado. Nuestra propuesta es una completa chapuza: aqu¨ª la prostituci¨®n es ilegal, pero de aquella manera. Se amaga estos d¨ªas con un debate nacional e internacional que no termina de cuajar y, cuando se encara el asunto, suelen chirriar la demagogia, la hipocres¨ªa o el puritanismo.
Aspirar a liquidar la prostituci¨®n es como empe?arse en contar la arena del mar. Y no es sencillo dar en el clavo. Pero urge liberar de su tortura a las explotadas y humilladas y facilitar, a las que decidan ser putas, una vida decente. Y quien se acerque a ellas que lo haga con delicadeza. Sea por placer o porque, como inmortaliz¨® Joaqu¨ªn Sabina en Una canci¨®n para la Magdalena, est¨¦ m¨¢s solo que la luna.
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