Tres sorpresas catalanas
La primera ha sido el surgimiento del independentismo, la segunda el anuncio de una in¨¦dita inhibici¨®n en las futuras reformas espa?olas y, entre ambas, claro est¨¢, la ca¨ªda del mito de Jordi Pujol
Llevamos al menos tres a?os con esta historia, cinco si buscamos un poco m¨¢s de perspectiva, pero apenas se ha empezado a superar la sorpresa. Antes de 2010 y sobre todo de 2012, la independencia catalana era una propuesta extravagante y extempor¨¢nea, sin apoyo relevante en la opini¨®n catalana y desmentida por la idea de una evoluci¨®n del mundo en direcci¨®n contraria.
Catalu?a era una vieja naci¨®n hist¨®rica que hab¨ªa conseguido sobrevivir con su identidad, su lengua y su reivindicaci¨®n nacionalista sin que nunca hubiera tenido la oportunidad ni siquiera de plantear el sue?o que da cuerpo y sentido al nacionalismo de matriz rom¨¢ntica: alcanzar un Estado concebido exclusivamente para la naci¨®n e internacionalmente reconocido.
No tan solo este sue?o parec¨ªa imposible, sino que la propia persistencia catalana tras un siglo XX con m¨¢s dictadura que democracia, m¨¢s uniformismo que pluralidad y m¨¢s centralismo que difusi¨®n de poder aparec¨ªa como una especie de milagro o de excepci¨®n, y especialmente suced¨ªa con la lengua, sobre cuya defunci¨®n ven¨ªan cayendo terribles profec¨ªas que la realidad se ha encargado de desmentir.
Hasta tal punto es importante la sorpresa del independentismo, que en ocasiones se dir¨ªa que es lo ¨²nico importante para el independentismo. Ahora esta sorpresa se ha terminado. Todos, dentro y fuera de Espa?a, sabemos de la idea de Catalu?a como Estado independiente, unos para defenderla, otros para combatirla y otros m¨¢s meramente para sopesarla y analizarla.
El problema del independentismo es saber qu¨¦ quiere hacer con el resultado electoral
Sabemos que Catalu?a ser¨ªa viable como pa¨ªs separado, aunque hay serias dudas respecto a que lo sea el precio de la separaci¨®n, para el conjunto de los espa?oles y para los catalanes, e incluso para los europeos, algo que el independentismo resuelve con la fe del carbonero de nuestras abuelas: si quieres ser feliz como t¨² dices, no analices.
Respecto a la idea en s¨ª, hay que conceder una victoria sin retroceso a los independentistas. La idea de la independencia ya est¨¢ instalada. La verosimilitud del caso no ofrece discusi¨®n. Su peso en la opini¨®n p¨²blica, todav¨ªa menos. Tampoco la centralidad del secesionismo dentro del catalanismo, con el que se deber¨¢ contar para hacer cualquier cosa en Catalu?a y en Espa?a durante una larga temporada.
Ahora el caso pasar¨¢ por vez primera la prueba de las mayor¨ªas. Nunca anteriormente un partido con posibilidad y vocaci¨®n mayoritaria hab¨ªa osado presentarse a las elecciones con la independencia como punto program¨¢tico fundamental. Artur Mas ha dado el paso, leg¨ªtimo e incluso necesario despu¨¦s de tantos a?os de ambig¨¹edad, acompa?ado sin embargo de unas explicaciones y coartadas de dif¨ªcil aceptaci¨®n. Presenta estas elecciones como el sustituto del refer¨¦ndum que no le han dejado hacer. Trasfiere toda la responsabilidad en quienes no le han permitido su consulta. Incluso achaca la indefendible cuenta de una mayor¨ªa de esca?os en vez de votos para emprender la secesi¨®n al Gobierno de Rajoy que ha obstaculizado sus planes.
El 27 de septiembre no se vota la independencia, ni siquiera la presidencia de Artur Mas
El presidente Mas ha aprovechado unas circunstancias excepcionales para dar este paso, que su partido no hab¨ªa ni siquiera insinuado en 40 a?os de vida: la mayor¨ªa absoluta del PP, la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto y la mayor crisis econ¨®mica que ha sufrido Europa desde 1929, con peligro para el euro incluso, coincidiendo con una crisis institucional que ha afectado a la propia Monarqu¨ªa. De puertas adentro, el independentismo vive esta circunstancia como un regalo providencial, que no se repetir¨¢. De puertas afuera, como una situaci¨®n l¨ªmite, en la que se juega la vida o la muerte de la naci¨®n milenaria.
Cierto que la ventana de oportunidad se est¨¢ cerrando. La crisis terminar¨¢. El euro ya no est¨¢ en peligro. El PP no repetir¨¢ mayor¨ªas absolutas. Ni siquiera vale la descalificaci¨®n de la democracia espa?ola, a la vista de las alternancias que se est¨¢n ya produciendo. Ning¨²n Gobierno nacionalista catal¨¢n volver¨¢ a tener las manos libres que ha tenido el de Mas para hacer de su capa presupuestaria un sayo a favor del plan secesionista.
Las elecciones del 27-S dar¨¢n la medida de la fuerza independentista. Si Mas obtiene la mayor¨ªa de esca?os, tendr¨¢ la opci¨®n de formar Gobierno y utilizar los mecanismos legales para impulsar su proyecto, al igual que la oposici¨®n tendr¨¢ la de utilizar su fuerza parlamentaria para obstaculizarlo. Nada cambiar¨¢ si la mayor¨ªa tambi¨¦n es de votos: para que sea un plebiscito deben aceptarlo previamente todas las partes, en caso contrario quienes est¨¦n en la oposici¨®n seguir¨¢n protegidos por la legalidad constitucional. Nada se puede reformar desde Catalu?a sin los dos tercios del Parlamento, fijados libremente por los representantes de los catalanes, y este es el ¨²nico list¨®n aceptable incluso internacionalmente.
El problema del independentismo es saber qu¨¦ quiere hacer con el resultado electoral. Antes de empezar la campa?a ya sabemos que tras las elecciones generales se abrir¨¢ el mel¨®n constitucional, cita a la que la lista del presidente Mas no quiere acudir si no es para el reconocimiento y ejercicio del derecho de autodeterminaci¨®n. Por primera vez desde que el catalanismo ech¨® a andar, hace m¨¢s de un siglo, quienes ocupan la centralidad catalana no quieren participar en la reforma del Estado y hacen incluso bandera de su inhibici¨®n.
Pero a los plebiscitos los carga el diablo. El 27-S no se vota la independencia, ni siquiera la presidencia de Mas. Lo que de verdad los catalanes van a votar es si quieren participar, como han hecho en todas las ocasiones en la historia de Espa?a, en la tarea siempre inacabada de reformar la democracia constitucional junto al resto de los espa?oles o si prefieren quedar al margen.
?Qui¨¦n no desea un pa¨ªs mejor, sin corrupci¨®n, m¨¢s pr¨®spero, democr¨¢tico e integrado en Europa y por tanto m¨¢s libre? De lo que trata el 27-S es de saber si los catalanes quieren hacer esta Catalu?a en solitario ¡ªnosaltres sols¡ª, y ¨²nicamente a partir de la separaci¨®n, o con el conjunto de los espa?oles. Y de cara a las elecciones generales, vale tambi¨¦n la rec¨ªproca: si el conjunto de los espa?oles quieren hacer Espa?a con los catalanes o prefieren dar la raz¨®n a los independentistas.
Catalu?a ha dado m¨¢s de una sorpresa en los ¨²ltimos tiempos. Adem¨¢s del auge independentista, ah¨ª est¨¢ la inesperada confesi¨®n de Pujol y su aparatosa ca¨ªda del pedestal de padre de la patria, que le han inhabilitado para hacer oir su voz en la actual circunstancia. Pero la nueva y m¨¢s inquietante de las sorpresas es la de esta inhibici¨®n in¨¦dita, inspirada en una ambici¨®n independentista que promete todo pero f¨¢cilmente puede quedar en nada, hasta trocarse en debilidad, p¨¦rdida de influencia y finalmente en irrelevancia, ?ojo!, tanto por parte catalana como espa?ola. A fin de cuentas, si Catalu?a no puede decidir unilateralmente que se va, tampoco se puede reformar la Constituci¨®n ni renovar la democracia espa?ola sin Catalu?a.
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