Reivindicaci¨®n del mundo tubular
Eugeni Quitllet y Mobles 114 presentan en Par¨ªs la silla ¡®Tube¡¯ de acero pintado
En un tiempo en el que la industria del mobiliario se debate entre profesionalizar su factura industrial o ceder competencias a los acabados artesanos, el dise?ador Eugeni Quitllet ha dado un golpe sobre la mesa. Y ha arrastrado a una de las productoras m¨¢s emblem¨¢ticas del dise?o espa?ol: la barcelonesa Mobles 114. Juntos, acaban de presentar en el sal¨®n Maison & Object de Par¨ªs la silla Tube, realizada, como su nombre delata, con el recorrido de un tubo de acero pintado. De trazo grueso y ¨¢ngulos sinuosos, el asiento, sobre todo la versi¨®n con reposabrazos, remite a la amabilidad caricaturesca de un c¨®mic. Y no se trata de una broma ni de un producto poco serio.
En un mundo que produce muchas m¨¢s sillas de las que necesita, merece la pena atender a las razones que llevan a un creador, y a un productor, a intentarlo una vez m¨¢s, ampliando una oferta casi interminable. Nacido en Ibiza en 1972, Quitllet es una rara avis en el dise?o espa?ol. Cuando estudiaba en Barcelona, la inocencia colorista del Memphis italiano hab¨ªa quedado destronada por el glamour cosmopolita del franc¨¦s Philip Starck, con permiso de Raymond Loewy, el primer dise?ador estrella. La historia de c¨®mo Quitllet consigui¨® trabajar para Starck (localiz¨¢ndolo en Formentera y despert¨¢ndolo de una siesta bajo un pino) le da la vuelta a cualquier glamour. Puede que por eso el franc¨¦s lo contratara. Pero no pudo ser s¨®lo eso lo que lo llev¨® a trabajar para ¨¦l durante cerca de dos d¨¦cadas. Para 2011, cuando Quitllet abandon¨® Par¨ªs para abrir estudio en Barcelona, llevaba a?os firmando conjuntamente los dise?os de Starck. As¨ª, no deja de ser simb¨®lico que uno de sus primeros encargos en solitario fuera dise?ar la vajilla de vuelo de la l¨ªnea a¨¦rea Air France.
En las d¨¦cadas que Quitllet trabaj¨® para y con Starck, ambos fueron los reyes del pl¨¢stico. A la contra de una industria que defend¨ªa los materiales nobles, ellos apostaban por la maleabilidad y sostenibilidad (¡°100% reciclable¡±, dec¨ªan; pocos comentarios sobre el proceso de elaboraci¨®n) del pl¨¢stico. En solitario, Quitllet, inquieto, camale¨®nico y ¡°diso?ador¡± ¨Ccomo le gusta definirse- ha perdido la obsesi¨®n por ese material. Aunque el asiento de esta nueva silla es de polipropileno, la singularidad de la butaca llega del tubo plegado que, adem¨¢s de amable, la hace resistente y apilable.
Con todo, el m¨¦rito del asiento es que, aunque como los cl¨¢sicos remita a un referente ¨Cla Emeco de Ettore Sottsass-, es una butaca sin miedo. A la vez cotidiana e ic¨®nica, ha servido para que ambos, la productora de piezas clave del dise?o catal¨¢n ¨Ccomo la butaca de Anselm Clav¨¦ para el pabell¨®n de la Rep¨²blica de 1937- y el dise?ador -atento, pero no esclavo de la tecnolog¨ªa- den un paso adelante. Juntos. En busca, tambi¨¦n ellos, de una silla que no sea una m¨¢s, y que adem¨¢s de dejarse mirar permita sentarse en situaciones diversas.
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