Desesperados por relacionarnos
El encuentro con el otro completa una parte esencial de nuestras vidas Eso no implica olvidar la propia identidad ni tener que estar pensando siempre en agradar
La sociedad de consumo ha creado el imperio de la caducidad. Esto se ha trasladado a las relaciones. No solo los productos caducan, algunas relaciones tambi¨¦n. Han desaparecido los referentes de nuestras certezas y nos invade la incertidumbre. Hay quien teme establecer relaciones duraderas. Porque los v¨ªnculos son fr¨¢giles y parece que dependen solo de los beneficios que generan. Son relaciones ef¨ªmeras, sin compromiso. Satisfacen puntualmente ciertas necesidades. Son relaciones de desconocimiento mutuo y de uno mismo.
Vuestro mal amor a vosotros mismos hace de vuestra soledad una c¨¢rcel
Friedrich Nietzsche
Hombres y mujeres se desesperan para relacionarse, ya que se sienten f¨¢cilmente ¡°descartables¡± y abandonados a manejarse con sus propios recursos. Estamos ¨¢vidos de encontrar la seguridad que nos ofrece la uni¨®n, de encontrar con quien contar en momentos dif¨ªciles y de relacionarnos con alguien para huir de la soledad. Al mismo tiempo desconfiamos de que la relaci¨®n dure. O que se convierta en una jaula que limite nuestra libertad. La idea est¨¢ cargada de atracci¨®n y amenaza al mismo tiempo.
En este espacio podemos sanar traumas pasados y despertar la ligereza y espontaneidad del ser. Estar atento nos puede ayudar para darnos cuenta de lo que cobra vida a trav¨¦s del intercambio con los otros. El problema est¨¢ en que inhibimos esta chispa por nuestras creencias, normas interiorizadas y temores. Nos domina el miedo a quedarnos privados de amor, a ser abandonados. Y en ese miedo la espontaneidad no tiene oportunidad de manifestarse, e incluso uno acaba convirti¨¦ndose en una marioneta, tratando de quedar siempre bien, por miedo al rechazo.
Cuando disipamos estas inhibiciones y temores, se da la resonancia, la sinton¨ªa, la armon¨ªa, lo que Piaget denomina el ¨¦lan y para Jung es la corriente. A la indagaci¨®n apreciativa la denominamos el n¨²cleo positivo, y para Schellenbaum es la energ¨ªa vital. Esta se libera en el espacio relacional, del yo con el otro. Cuando se da, uno siente una fuerza ascendente, un impulso que le lleva hacia delante. Sin embargo, estas experiencias de energ¨ªa vital ¡°no modifican en nada la existencia¡±, afirma Schellenbaum, ¡°a menos que no se truequen en una sensaci¨®n vital nueva y fundamental, que penetre en todos y cada uno de nuestros pensamientos y acciones¡±.
Cultivar emociones positivas
Nos abre a los dem¨¢s y a una vida m¨¢s plena. Nos enfocamos en lo que funciona y lo hacemos crecer, y nos centramos en lo que nos da vida. Tambi¨¦n es necesario saber gestionar el sufrimiento para que no sea devastador y no permitir que ciertas personas o relaciones t¨®xicas contaminen nuestros espacios internos. Cuando esto ocurre, empezamos a hacer suposiciones y a pensar mal, sembrando desconfianza. Se abre la puerta a la negatividad y al malestar. En esos casos preste atenci¨®n a no alimentar las suposiciones negativas ni a sacar conclusiones de todo precipitadamente. Tenga la valent¨ªa de preguntar, aclarar y expresar lo que quiere. Fomente una buena comunicaci¨®n, as¨ª evitar¨¢ los malentendidos, las tristezas y los dramas.
Para ello es bueno expresar lo mejor de s¨ª mismo. Recuerde c¨®mo se sent¨ªa cuando estuvo en un momento vital pleno. Intente revivirlo. En ese estado, uno es creativo e intuitivo. Barbara Fredrickson define el florecimiento como el sentirnos plenamente vivos, ser creativos y resilientes (capaces de sobreponerse a la adversidad), y sentir que crecemos y tenemos un impacto positivo en nuestro entorno. Cuando estamos abiertos a recibir, brotan nuestros impulsos creativos y se manifiesta nuestro potencial.
Para lograrlo, Fredrickson recomienda: ser conscientes de que la sinceridad importa en nuestros intercambios. Encontremos y vivamos el sentido positivo con mayor frecuencia en la experiencia diaria. La amabilidad cuenta, enfocarse en los dem¨¢s y en c¨®mo pueden crear una diferencia. Vivamos con pasi¨®n y d¨¦monos permiso para jugar.
Desafortunadamente cargamos heridas que nos llevan a establecer relaciones en las que, en lugar de impulso creador y vitalidad, hay control y estancamiento. Nos enredamos yendo por senderos en los que el amor resulta un problema sin soluci¨®n. Entramos en juegos complejos yendo al encuentro de la otra persona, con la intenci¨®n de satisfacer la necesidad de un amor que parece que perdimos o se nos escap¨®. Juegos que nos dejan con una insatisfacci¨®n constante, frustrados, deprimidos, desesperados, solos y exhaustos, y nos provocan sentimientos de culpa, de ?inadecuaci¨®n y de impotencia.
Vamos al encuentro del otro con ese bagaje y con la esperanza de obtener su energ¨ªa y la llave para abrirnos a la vitalidad esencial. Al no satisfacerse nuestras expectativas, sentimos rechazo, le hacemos sentir culpable y finalmente le abandonamos. Estos juegos, que Schellenbaum denomina los juegos del amor, nos encierran en un c¨ªrculo vicioso que merman nuestra capacidad de dar y recibir y nuestra autoestima. Si queremos encarnar todo nuestro potencial, es importante no darle vueltas a recuerdos dolorosos, a revivir heridas pasadas, a seguir pisando nuestras huellas traum¨¢ticas. Al revivir viejos recuerdos determinamos c¨®mo estamos y lo que creamos no nos revitaliza.
Para saber m¨¢s
Libros
Afortunado el hombre que no es. Jiddu Krishnamurti
Los cuatro acuerdos: una gu¨ªa pr¨¢ctica para la libertad personal. Miguel Ruiz
Positividad. Barbara Fredrickson
La herida de los no amados. Peter Schellenbaum
Para lograr vivificar nuestra existencia en todos sus aspectos, mental, emocional, espiritual y corporal, es importante prestar atenci¨®n a qu¨¦ preguntas nos planteamos. Cuando, por ejemplo, me pregunto: ?me aman lo suficiente? La respuesta casi siempre ser¨¢ que no. Al plantear esta pregunta incorrecta entro en respuestas que merman mi capacidad de ir al encuentro del otro con espontaneidad, revivo recuerdos que abren mi herida de no haber sido suficientemente amada y entra de nuevo la desesperaci¨®n, la sensaci¨®n de no valer y el rechazo al otro que no me ama bastante. Y para tapar mi herida lo justifico con que ¡°otra vez es el hombre o la mujer equivocada¡±.
Sugiero aplicar la indagaci¨®n apreciativa en la que aprendemos a recuperar recuerdos de experiencias vitales significativas, vivencias de superaci¨®n y plenitud, para abrirnos a ver y vivir lo que realmente anhelamos. Con esa apertura estamos dispuestos a vivir un presente en el que podemos crear las condiciones para florecer en las relaciones. Puede preguntarse: ?qu¨¦ aprendi¨® de esa situaci¨®n?, ?qu¨¦ le aport¨® y qu¨¦ aport¨® usted a la relaci¨®n?, ?d¨®nde encontr¨® su fuerza para avanzar?, ?qu¨¦ hay en su interior que le impulsa hacia delante? Si la situaci¨®n ideal estuviera ocurriendo, ?qu¨¦ estar¨ªa pasando?, ?c¨®mo estar¨ªa usted?, ?qu¨¦ har¨ªa diferente? No piense en lo que deber¨ªan hacer los dem¨¢s. ?Qu¨¦ har¨ªa usted para crear las condiciones en las que su energ¨ªa fluya? ?C¨®mo se expresa su personalidad en su mejor forma, cuando se muestra plet¨®rico y se siente rebosante de vitalidad?
Nuestros procesos vitales se activan en la medida en que establecemos relaciones. De todas maneras, debemos prestar atenci¨®n a c¨®mo las realizamos, ya que, a falta de amor, algunos se lanzan de cabeza al amor al pr¨®jimo por su propio placer. Ayudan desde su necesidad de reconocimiento, renuncian a s¨ª mismos y pretenden librarse de la presi¨®n de una existencia carente de amor propio.
El amor estalla en nuestra vida en cuanto desaparece nuestra resistencia contra ¨¦l
Peter Schellenbaum
El conocimiento de uno mismo facilita el proceso de pasar del miedo a ir al encuentro del otro de una forma m¨¢s abierta, tolerante y relajada. Conocerse implica salir de la sensaci¨®n de autoabandono en el que uno se ha alejado de su propio ser. Nos preocupa tanto la opini¨®n exterior, dedicamos tanta energ¨ªa a complacer a los otros, que abandonamos el cultivo del amor propio, curativo y sanador. En la tradici¨®n judeocristiana se ha ido creando un temor al amor propio por no caer en la esclavitud del yo, del egocentrismo. En cambio en el budismo no existe la liberaci¨®n por factores ajenos, sino la autoliberaci¨®n. Es a trav¨¦s del amor propio y de la compasi¨®n como uno se libera de la esclavitud del yo.
Para conocerse a uno mismo es necesario darse espacios en los que uno no tenga nada planificado, para estar disponible a lo que emerja de dentro y de fuera. Verse en su interior exige un esfuerzo de introspecci¨®n. Comunicarse con uno mismo es el primer paso para armonizar cualquier malestar. Obs¨¦rvese: qu¨¦ le pasa, c¨®mo se siente, qui¨¦n gobierna su mente. Puede preguntarse: ?qu¨¦ sucede conmigo cuando no rechazo la soledad y la pasividad como algo inapropiado, sino que permito un espacio para estar conmigo? ?Qu¨¦ ocurrir¨ªa en mi vida si me reservo algunas zonas libres de obligaciones, que permitan un vac¨ªo en el cual pueda escucharme y pueda aflorar lo que quiere nacer en m¨ª? ?Qu¨¦ se generar¨ªa en m¨ª si me guardo algunos espacios en blanco en la agenda, para estar disponible? Disponible para m¨ª y para lo que quiera manifestarse en mi vida. Permiti¨¦ndonos esto, ¡°despertamos de la hipnosis social, que nos ha hecho confundir el tejido de nuestras obligaciones con la vida en s¨ª misma¡±, como dijo el fil¨®sofo brit¨¢nico Allan Watts.
elpaissemanal@elpais.es
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