Jonas Kaufmann, el tenor m¨¢s deseado
Descendiente de una familia mel¨®mana de Alemania del Este, el artista es un referente para autoridades como el director Daniel Baremboim A¨²na modernidad y clasicismo, y es capaz de congregar a multitudes en sus espect¨¢culos
Brilla el sol, pero la tarde resulta siniestra. Por las calles de Orange, localidad del sur franc¨¦s, no circula ni un alma. En este domingo de verano, mientras el term¨®metro se acerca a los 40 grados, solo algunos ni?os dan vueltas en un extra?o carrusel climatizado encerrado en una veranda circular algo angustiosa. Delante, una estatua rinde homenaje a Raimbaut de Orange, uno de los primeros soberanos de este antiguo principado que fue anexionado a Francia en 1713. Una calle tortuosa conduce hacia el Teatro Romano y su espectacular front¨®n de un centenar de metros de altura, del que Luis XIV dir¨ªa que era ¡°la muralla m¨¢s bella del reino¡±.
El encuentro tiene lugar en una peque?a oficina pegada al anfiteatro, que durante los meses veraniegos se convierte en escenario principal de Chor¨¦gies, el festival de ¨®pera m¨¢s antiguo de Francia, que llega a congregar a 10.000 personas por representaci¨®n. Jonas Kaufmann (M¨²nich, 1969) es la estrella indiscutible de esta edici¨®n, donde vuelve a interpretar a uno de sus personajes favoritos, el Don Jos¨¦ de Carmen, en tres representaciones excepcionales. Dos d¨ªas despu¨¦s de su 46? cumplea?os, el tenor m¨¢s deseado del momento llega a la cita en un coche de alquiler. ¡°No quiso que le pusi¨¦ramos ch¨®fer¡±, dice una de las encargadas del festival. Del veh¨ªculo sale un hombre esbelto y de porte atl¨¦tico, de pelo alborotado y mirada seductora. Cuando canta, dicen que parece demasiado alem¨¢n para ser italiano, pero tambi¨¦n demasiado italiano para parecer alem¨¢n. Lo mismo puede decirse de su aspecto f¨ªsico.
La ¨®pera fue el arte m¨¢s popular antes de la llegada del cine. Yo lucho por convencer a los que no han ido nunca
Para sorpresa de muchos, Kaufmann se present¨® a uno de los ensayos en bermudas rosas. Hoy preferir¨¢ unos tejanos y deportivas, con resultado similar: todo en ¨¦l respira una informalidad impropia de una estrella de la ¨®pera. Si es un divo, lo disimula bastante bien. ?Se hubiera presentado Pavarotti a una cita sin un verdadero s¨¦quito y calzando deportivas? La observaci¨®n le hace soltar una carcajada ruidosa y teatral. Kaufmann reconoce que, en muchos aspectos, no es un cantante al uso. ¡°No soy una persona nerviosa o problem¨¢tica. Antes de salir a escena estoy tranquilo. Otros, en cambio, pueden ser t¨ªmidos, reservados o irritables. Y, por eso, no siempre act¨²an con naturalidad. En mi caso, al tener la suerte de estar relajado, puedo permitirme ser yo ?mismo¡±, responde a modo de presentaci¨®n, con una amabilidad y disposici¨®n que no parecen, pese a todo, necesariamente an¨¢logas a la humildad.
La noche anterior al encuentro con El Pa¨ªs Semanal sopl¨® un vendaval que le impidi¨® cantar como le hubiera gustado. La velada acab¨® con v¨ªtores casi interminables, pero ¨¦l no estaba convencido de haber dado lo mejor de s¨ª mismo. ¡°Nunca reviso mis actuaciones, porque no lo paso bien. Puede que sea demasiado cr¨ªtico conmigo mismo, pero siempre me pregunto: ¡®?Por qu¨¦ hiciste eso pudiendo haber hecho eso otro?¡±, explica. Lo dice ri¨¦ndose de s¨ª mismo, como si la tortura tampoco fuera tan dolorosa, aunque est¨¦ claro que nos encontramos ante una figura perfeccionista. Pero Kaufmann lo desmiente: no busca la perfecci¨®n, sino ¡°la pasi¨®n¡±. ¡°Cuando tengo que escoger mi mejor toma para un disco, siempre priorizo la emoci¨®n. Si una toma la contiene de forma adecuada, me da igual que la afinaci¨®n, el volumen o el ritmo no sean perfectos¡±.
Su ¨²ltimo proyecto resucita a Giacomo Puccini en un disco de homenaje reci¨¦n salido a la venta: Nessun dorma (Sony Classical), que incluye una selecci¨®n de arias del compositor italiano extra¨ªdas de ¨®peras como Tosca, La ?boh¨¨me, Madama Butterfly, Manon Lescaut o Turandot. A?os atr¨¢s ya hizo algo parecido con Verdi y con Wagner. ¡°El objetivo es el mismo. He querido rendir homenaje a Puccini y demostrar que fue uno de los grandes, al mismo nivel que esos dos nombres, aunque no siempre se le reconozca como tal¡±, afirma. Casi a la vez se ha publicado otro disco, The Age of ?Puccini (Decca), que Kaufmann ha intentado paralizar, hasta el punto de pedir a sus fans que no lo compren. ¡°Queridos amigos¡±, dec¨ªa el mensaje que dej¨® hace unas semanas en Facebook, ¡°no os dej¨¦is enga?ar por el nuevo lanzamiento Jonas Kaufmann. The Age of ?Puccini. Este recopilatorio solo contiene tres arias de Puccini. No he sido consultado sobre la elaboraci¨®n de este disco, que se ha hecho sin mi consentimiento ni mi aprobaci¨®n¡±. Tambi¨¦n en eso resulta una estrella poco convencional.
Para el tenor, es importante aprovechar su privilegiada posici¨®n para promover una causa justa: la del canto l¨ªrico. Kaufmann cree en una ¨®pera abierta a todos los p¨²blicos, lo que explica el af¨¢n did¨¢ctico de este disco, parecido al que demuestra en esos conciertos al aire libre en los que suele participar a menudo ¨Cabominados por la ortodoxia oper¨ªstica por su deficiente sonido y aparente populismo¨C. ¡°Muchas veces olvidamos que, durante mucho tiempo, la ¨®pera fue la forma de arte m¨¢s mainstream, hasta que lleg¨® el cine. No aspiro a volver a esa ¨¦poca, porque s¨¦ que es imposible, pero s¨ª lucho por convencer a quienes no han ido nunca¡±, afirma. ¡°Cada vez que doy un concierto me critican, pero no saben la cantidad de gente que acude. De entre todo ese p¨²blico, una parte considerable se plantea ir a la ¨®pera por primera vez. As¨ª es como se gana esta partida¡±.
Cuando se encuentra con un ne¨®fito, Kauf?mann le regala entradas para la ¨®pera, y luego le llama para preguntarle su opini¨®n. ¡°Ni una sola vez me han respondido que se aburrieron o que les pareci¨® un horror. Al rev¨¦s, se quedan en shock, se agitan e incluso lloran. En la ¨®pera, las emociones circulan en cantidades inmensas¡±. En ese terreno, asegura, las canciones pop nunca ganar¨ªan un pulso con la m¨²sica docta. Queda claro que Kaufmann se opone a esos grupos que se siguen creyendo guardianes de las esencias. ¡°Perpet¨²an la idea de que la ¨®pera tiene que seguir siendo un arte para unos pocos. Como resultado, quienes no pertenecen a ese c¨ªrculo tienen miedo de no tener la suficiente educaci¨®n, de aplaudir cuando no se debe y de hacer el rid¨ªculo. Es una idea equivocada, pero s¨¦ que existe¡±, a?ade.
Para Kaufmann, todo es una simple cuesti¨®n de educaci¨®n. Descendiente de una familia del este alem¨¢n que se instal¨® en M¨²nich en los sesenta, el tenor es hijo de un comercial de seguros y de la encargada de una guarder¨ªa, con los que creci¨® en los suburbios de la capital b¨¢vara. ¡°Era un barrio muy sencillo, lleno de bloques construidos en los cincuenta, est¨¦ticamente feos, pero rodeados de muchas zonas verdes¡±, recuerda. ¡°Pas¨¦ mi infancia jugando al f¨²tbol en la calle, lo que ahora ya no est¨¢ permitido. Quienes viven all¨ª se han hecho mayores y al¨¦rgicos al ruido¡±. La familia ten¨ªa un piano en casa. ¡°Todos eran muy mel¨®manos. Mi abuelo fue un gran wagneriano. Mi padre ten¨ªa una gran colecci¨®n de m¨²sica cl¨¢sica que sonaba durante todo el d¨ªa. Mi abuela ten¨ªa buena voz y su hermana recibi¨® clases de canto, mientras que mi t¨ªo fue director t¨¦cnico en una ¨®pera de provincias. Digamos que, de una manera u otra, casi toda la familia ten¨ªa alguna conexi¨®n con la m¨²sica cl¨¢sica¡±.
Kaufmann experiment¨® un ardor por la m¨²sica y la cultura desde muy peque?o. Su infancia transcurri¨® en teatros y recitales. El tenor recuerda haber visto Madama Butterfly por primera vez a los seis o siete a?os. ¡°De todos los espect¨¢culos, la ¨®pera era el que m¨¢s me gustaba. No acud¨ªa mucho, porque era un ni?o muy inquieto y me costaba pasar horas seguidas sentado. Pero cuando iba, me apasionaba. Me lo cre¨ªa todo. No ve¨ªa el maquillaje corri¨¦ndose por el sudor de los cantantes¡±. Parad¨®jicamente, cuando anunci¨® a sus padres que quer¨ªa convertir esa pasi¨®n en un oficio, no se lo tomaron bien. ¡°Ahora les entiendo perfectamente, pero entonces me molest¨® que no me apoyaran. Me dijeron que me morir¨ªa de hambre. Mi padre insisti¨® para que estudiara algo que me proporcionara un trabajo m¨¢s estable. Le hice caso y me matricu?l¨¦ en Matem¨¢ticas¡±, rememora. Aguant¨® dos semestres: ¡°No tard¨¦ en entender que no pod¨ªa dejar de lado esta pasi¨®n¡±.
Cuando escojo una toma, priorizo la emoci¨®n. No importa que la afinaci¨®n, el volumen o el ritmo no sean perfectos
Antes del verano volvi¨® a M¨²nich para participar, junto a la gran soprano Anna Netrebko, en el cl¨¢sico concierto de verano de la K?nigsplatz, en pleno centro de la ciudad. De lejos observ¨® a un pu?ado de estudiantes jaleando desde el tejado de la Academia de M¨²sica, donde hab¨ªa estudiado m¨¢s de dos d¨¦cadas atr¨¢s, ahorr¨¢ndose el centenar de euros que costaba la entrada. En lugar de irritarse, les dedic¨® unas palabras. ¡°Me emocion¨¦ mucho al verles. Me traslad¨® a mis primeras experiencias¡±. Tras empezar interpretando papeles secundarios a finales de los noventa, su salto a la fama se produjo en 2006, cuando acompa?¨® a Angela Gheorghiu en un montaje de La traviata del Met neoyorquino. Desde entonces, su ascenso es imparable. Y en parte se debe a una voluntariosa metamorfosis de su voz: antes, cercana a lo l¨ªrico; ahora, m¨¢s grave y cercana a la tesitura de un bar¨ªtono, ideal para papeles dram¨¢ticos verdianos y para gran parte del repertorio wagneriano. Forzarla hacia los tonos agudos le provocaba problemas de afon¨ªa y una sensaci¨®n constante de fingimiento. ¡°Me esforc¨¦ mucho en cambiar mi voz. Lo hice con la ayuda de un profesor ¨Cel coach estadounidense Michael Rhodes¨C que estaba tan convencido como yo de que era la direcci¨®n adecuada pese a que nadie estuviera de acuerdo¡±, sostiene. Dice que le ense?¨® a cantar con su registro natural, ¡°casi como si hablara¡±.
As¨ª lo sigue haciendo hoy. Y el camino era el correcto. El recorrido l¨ªrico quedaba en manos del peruano Juan Diego Fl¨®rez, un tenor que ha marcado la ¨¦poca presente, mientras que los papeles dram¨¢ticos son potestad de Kaufmann, el m¨¢s deseado en ese ¨¢mbito. Hoy es tenor de referencia para directores como Daniel Barenboim, que lo admiran sobremanera para esos papeles.
Resurge de nuevo cierto resquemor respecto a ese establishment que ahora le encumbra. ¡°Cuando alguien dice que tengo la voz demasiado oscura para un papel, me pongo a re¨ªr. ?Qui¨¦n decide esas cosas?¡±, denuncia. ¡°Puedes decir que t¨² lo prefieres, pero nunca que las cosas deben ser siempre as¨ª. Me ?enorgullezco de formar parte de una joven generaci¨®n que ha impulsado estos cambios¡±, apostilla Kaufmann, antes de enmendarse a s¨ª mismo. ¡°Bueno, supongo que yo ya casi estoy en la generaci¨®n de los veteranos¡±. Jura que no lo lamenta. ¡°Eso es bueno: significa que llegan m¨¢s j¨®venes. Y la verdad es que los necesitamos porque no somos suficientes¡±. Su evidente sex appeal tambi¨¦n provoc¨®, en un primer momento, ciertas suspicacias. ?Le dijeron alguna vez que era demasiado guapo para hacer este trabajo? ¡°Nunca. Pero s¨ª ha sido un reto que la gente entendiera que no me contrataban solo por ser atractivo, sino por saber cantar¡±.
Kaufmann tambi¨¦n denuncia la precariedad que invade un sector que, pese a sus conocidos privilegios, no es ajeno a los recortes. En 20 a?os, incluso las mayores estrellas han visto su cach¨¦ reducido por cuatro. ¡°En los tiempos de Caruso, con una simple gira por Estados Unidos pod¨ªa comprarse una casa. No es que me queje por m¨ª, porque yo vivo de esto perfectamente. Lo hago por quienes cobran una miseria, ya que yo estuve en su situaci¨®n hasta no hace tanto. El futuro de la ¨®pera peligra por esos sueldos bajos. Si no est¨¢s seguro de poder alimentar a tus hijos, no escoges un oficio como este, por mucha pasi¨®n que sientas¡±.
Pese a sus dif¨ªciles comienzos, casi nadie se resiste hoy a su reinado. ¡°Es el mejor tenor del mundo¡±, sentencia el director de la ?pera de Par¨ªs, St¨¦phane Lissner, uno de sus mayores valedores. ¡°El bombo publicitario a su alrededor est¨¢ justificado. No solo es un tenor apuesto que alcanza las notas altas, sino un m¨²sico de una extraordinaria sensibilidad, musicalidad e inteligencia. Los tiempos de Domingo y Pavarotti han quedado atr¨¢s. Esta es la era de Kaufmann¡±, a?ade el gran cr¨ªtico brit¨¢nico Rupert Christiansen. Encontrar opiniones menos entusiastas resulta pr¨¢cticamente imposible, pero tambi¨¦n las hay. ¡°Es dif¨ªcil decir si es el mejor, aunque s¨ª sea uno de los m¨¢s vers¨¢tiles, ya que abraza casi todo el repertorio: lo alem¨¢n, lo italiano, lo franc¨¦s e incluso la opereta¡±, opina J?rg K?nigsdorf, dramaturgo jefe de la ?pera de Berl¨ªn y antiguo cr¨ªtico del diario muniqu¨¦s S¨¹ddeutsche Zeitung. ¡°Existen dos tipos de tenores: los que son astutos, conocen su voz y saben c¨®mo hacerla durar durante a?os, y los que se queman en poco tiempo, aunque lo hagan cantando con todo su coraz¨®n, sin que les importe lo corta que sea su carrera y dejando algo maravilloso detr¨¢s. Kaufmann es m¨¢s bien de los primeros: alguien a quien admirar y respetar, ya que lo hace todo extraordinariamente bien, pero cuyas interpretaciones no provocan esa fascinaci¨®n¡±.
Mi padre insisti¨® para que estudiara algo que me proporcionara un trabajo m¨¢s estable. Le hice caso y me matricu?l¨¦ en Matem¨¢ticas
Su agenda est¨¢ llena hasta los topes a tres a?os vista e incluye compromisos hasta 2020, incluyendo su aparici¨®n en Madrid el pr¨®ximo enero en el Teatro Real para el comienzo de las celebraciones del segundo centenario. Durante el oto?o, Kaufmann emprender¨¢ una gira europea por Londres, Par¨ªs, Bruselas, Fr¨¢ncfort y Praga, antes de seguir por su Alemania natal. ¡°Trabajar tanto no deja tiempo para nada m¨¢s, lo que es una cat¨¢strofe¡±, reconoce con pesar. ¡°En tiempos de crisis es un lujo tener tanto trabajo y a la vez me parece contradictorio respecto a la propia naturaleza del arte. No me voy a sublevar, porque es algo inherente a esta profesi¨®n, pero s¨ª intento comprometerme menos que antes¡±.
Desde que una operaci¨®n para quitarse un n¨®dulo tor¨¢cico le apart¨® en 2011, asegura haber intentado dedicar m¨¢s tiempo a su vida privada. ¡°Ahora estoy libre cuando mis tres hijos est¨¢n de vacaciones, lo cual admito que es totalmente nuevo. Antes ten¨ªa solo dos semanas en verano y otras dos en invierno. Reconozco que no es suficiente. La m¨²sica me proporciona tanta energ¨ªa que ni lo noto, pero cuando paro me doy cuenta de que estoy exhausto. Quiero cambiar, porque cuanto m¨¢s feliz sea, mejor interpretar¨¦. Si no, solo podr¨¦ adentrarme en personajes deprimidos¡±, sonr¨ªe. Kaufmann se separ¨® en 2014 de la mezzosoprano Margarete Joswig, con quien llevaba 20 a?os conviviendo. Poco despu¨¦s, la prensa del coraz¨®n italiana le atribuy¨® un idilio con Madonna. ¡°No hay ninguna foto de nosotros juntos porque ni siquiera nos conocemos¡±, respondi¨® entonces a The Times. La prensa alemana le ha relacionado con la directora de ¨®pera Christiane Lutz.
Nuestro tiempo termina. Kaufmann debe marcharse para preparar el concierto de la noche, perdi¨¦ndose por las calles de esta extra?a ciudad.
elpaissemanal@elpais.es
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