El mundo es una yuca grande
Tammet es el ser extraordinario m¨¢s ¡®normal¡¯ que conozco, un tenaz palad¨ªn de la superaci¨®n personal
Acabo de leer La poes¨ªa de los n¨²meros, uno de esos libros formidables que te estallan dentro de la cabeza como una supernova. Est¨¢ escrito por Daniel Tammet, un brit¨¢nico de 36 a?os que tiene el s¨ªndrome de Asperger, un trastorno de tipo autista, aunque por lo general algo m¨¢s leve. Adem¨¢s Tammet es uno de los cincuenta savants que hay en todo el planeta; es decir, es una de esas personas que, aun sufriendo discapacidades que pueden llegar a ser inhabilitantes, realizan proezas mentales maravillosas. El m¨¢s conocido es Kim Peek, un autista norteamericano, fallecido en 2009 a los 58 a?os, que sirvi¨® de modelo a Dustin Hoffman en la c¨¦lebre pel¨ªcula Rain Man. Kim, que ten¨ªa la madurez y la autonom¨ªa de un ni?o de dos a?os, era por ejemplo capaz de leer dos libros a la vez, uno con cada ojo, y recitaba de memoria los 12.000 vol¨²menes que hab¨ªa le¨ªdo en toda su vida. Lo que m¨¢s me enternece es que cuando Tammet conoci¨® a Peek, ¨¦ste, que no era capaz ni de atarse solo los zapatos, le dijo: ¡°Alg¨²n d¨ªa ser¨¢s tan grande como yo¡±.
Pero a m¨ª las proezas de Daniel me parecen a¨²n m¨¢s asombrosas. ?l tambi¨¦n puede ejecutar n¨²meros mentales circenses, como, por ejemplo, recitar de memoria 22.500 decimales de Pi, pero, sobre todo, ha logrado dominar la normalidad con un ¨¦xito apabullante. Tammet tiene una relaci¨®n de pareja, viaja, da conferencias por el mundo, ha montado una boyante empresa de aprendizaje de idiomas y, adem¨¢s, escribe muy bien. En 2006 public¨® una autobiograf¨ªa, Nacido en un d¨ªa azul, que me encant¨®. Pero La poes¨ªa de los n¨²meros es mucho mejor y est¨¢ mejor escrito. Este chico no para de aprender y de mejorar. Si tenemos en cuenta que de peque?o se daba cabezazos contra las paredes y que a¨²n hoy se siente al borde del abismo si no consigue tomar a la hora exacta alguna de las muchas tazas rituales de t¨¦ que bebe al d¨ªa, hay que reconocer que su logro es monumental. Es el ser extraordinario m¨¢s normal que conozco, un tenaz palad¨ªn de la superaci¨®n personal.
Como Tammet es de alg¨²n modo un marciano en la Tierra, ha desarrollado una sensibilidad, curiosidad y empat¨ªa maravillosas hacia las infinitas formas de ser de los humanos, hacia nuestra marcianidad interior. Y, as¨ª, en La poes¨ªa de los n¨²meros hay un cap¨ªtulo genial en el que repasa las muy distintas aproximaciones al hecho num¨¦rico que pueden mostrar los individuos dependiendo de su cultura. Por ejemplo, los chinos llaman a los n¨²meros de forma diferente seg¨²n lo que est¨¦n contando. El cuatro de cuatro ovejas es distinto al cuatro de cuatro caballos. Hay n¨²meros que sirven para contar cosas alargadas y flexibles, como peces, pantalones, carreteras y r¨ªos, y otros para enumerar cosas duras y cortantes (llaves, cuchillos, tijeras), o redondas, o de tela, y as¨ª en un largo etc¨¦tera.
Pero la historia m¨¢s fascinante del libro es la de los pirah¨¡, una tribu de la selva amaz¨®nica. Los pirah¨¡ son un pueblo que no muestra ning¨²n inter¨¦s por el mundo exterior. Se alimentan de yuca y pescado, repartiendo equitativamente la comida entre todos. Pues bien, lo alucinante es que la lengua de esta tribu carece de palabras para medir el tiempo o la cantidad. Uno dir¨ªa que la idea misma de cantidad, siquiera en sus dimensiones m¨¢s asequibles, los dedos de una mano, es algo esencial que viene de serie en nuestra dotaci¨®n gen¨¦tica. Pero esta tribu parecer¨ªa demostrar que no es as¨ª: incluso contar hasta cinco ser¨ªa cultural. Los pirah¨¡ no poseen ni el concepto del uno; no saben responder cu¨¢ntos hijos tienen, aunque conocen perfectamente todos sus nombres, ni diferenciar a una persona de un grupo de personas, a una yuca de un mont¨®n de yucas. Tampoco son conscientes de que existe el d¨ªa de ma?ana. Como bien dice Tammet citando a Arist¨®teles, el acto de contar requiere una comprensi¨®n previa de lo que es uno. Para contar cinco p¨¢jaros primero tienes que identificar a una sola ave. Los pirah¨¡ son al parecer incapaces de distinguir la individualidad, tambi¨¦n la propia. Para ellos la realidad se divide simplemente entre peque?a y grande. Nosotros podemos ver una escena y decir: ah¨ª hay dos personas, cuatro p¨¢jaros y tres yucas, pero los pirah¨¡ no lo ven as¨ª. Escribe Tammet con bella e inolvidable prosa: ¡°Un p¨¢jaro vuela, una persona respira y una yuca crece. Para ellos no tiene sentido agruparlos. La persona es un mundo peque?o. El mundo es una yuca grande¡±. Ni que decir tiene, en fin, que los pirah¨¡ no cuentan historias ni tienen mitos de creaci¨®n, porque todo relato sucede en el tiempo y ellos viven, indistintos y dentro de un presente continuo, en ese gran ¨²tero vegetal que es la selva amaz¨®nica. Jam¨¢s solos, jam¨¢s atormentados por su propia muerte. Quiz¨¢ sean los ¨²ltimos habitantes del para¨ªso. Hay otros mundos, pero est¨¢n en este.
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