Tom Jones, la memoria selectiva
El cantante repasa su ¨¦xito en una biograf¨ªa en la que olvida detalles, como una paternidad fuera del matrimonio
No puede empezar mejor Over the top and back, la autobiograf¨ªa de Tom Jones. Es 1983 y al Tigre de Gales no le falta trabajo, pero se ha convertido en alguien cuyos mejores tiempos han pasado. Ese a?o act¨²a 134 d¨ªas, en casinos y teatros de peque?as ciudades de Estados Unidos: Merriville, Clarkston, Framingham¡ Dos pases por noche. Siempre el mismo repertorio que incluye sus canciones m¨¢s conocidas. It?s not unusual, Delilah, She?s a Lady... Le presentan como ¡°la superestrella internacional de la canci¨®n y sex symbol mundial¡± y sus fans, la mayor parte amas de casa, le regalan¡ bragas. ¡°Se ha convertido en un ritual. No quitadas a toda prisa y arrojadas al escenario, como al principio. M¨¢s bien tra¨ªdas ex profeso y colocadas a mis pies como un tributo¡ Porque eso es lo que se hace en un show de Tom Jones ?no? Es as¨ª cada noche¡±, escribe.
Tiene 43 a?os. Lleva 12 sin un ¨¦xito. Y, al final de ese pr¨®logo, se hace las dos preguntas que vertebran el libro: ¡°Primero, ?C¨®mo llegu¨¦ aqu¨ª? Y segundo, ahora que estoy aqu¨ª ?c¨®mo salgo de esto?¡±.
Las 500 p¨¢ginas de esta biograf¨ªa escrita en primera persona, pero redactada por Giles Smith, periodista de The Times, son un intento de responderlas. Y la respuesta es que lleg¨® con una mezcla de buena suerte y talento natural. Nunca estudi¨® canto. En realidad nunca estudi¨®. Hijo de un minero y un ama de casa, tuvo una infancia feliz en Pontyridd, Gales, en una casa en la que no hab¨ªa libros. Era tan mal estudiante que, dice: ¡°Prefer¨ªa ser azotado con una vara a escribir¡±. Cantar era algo innato. No necesitaba calentar, ni ensayar. En los a?os cincuenta la m¨²sica de las fiestas consist¨ªa en un piano y un invitado, generalmente borracho, cantando.
Porque en Gales se beb¨ªa. Mucho. Uno era adulto, asegura, cuando beb¨ªa. Es la medida de todo. Hasta de la fama, que no cambia a la gente, en todo caso saca su aut¨¦ntico yo. Como el alcohol. Cuando se hace rico sigue yendo al pub. ?xito es cambiar la cerveza por el champ¨¢n. Los cigarrillos por puros cubanos.
Fue obrero desde los 16 a?os, hasta que a los 21 le despidieron por una insubordinaci¨®n. Despu¨¦s vender¨ªa aspiradoras a domicilio, al tiempo que se met¨ªa poco a poco en la m¨²sica. Por dinero, b¨¢sicamente. No tiene demasiadas veleidades art¨ªsticas. Cualquier canci¨®n vale si es un ¨¦xito. Si algo le molesta no es haber dejado de intentar cosas, sino haber dejado pasar oportunidades de triunfo. Paul McCartney, por ejemplo, compuso una canci¨®n para ¨¦l, que no le gust¨® y rechaz¨®. Era, dice, The long and winding road.
Por cierto, no fue minero, ¡°jam¨¢s pis¨¦ una mina¡±, confiesa. Ese equ¨ªvoco procede de la biograf¨ªa que acompa?aba a su primer ¨¦xito, It?s not unusual (1965), una canci¨®n que escribi¨® su m¨¢nager para Dusty Springfield, pero que la cantante rechaz¨®. En ese mismo t¨ªtulo hab¨ªa m¨¢s mentiras que tampoco se molest¨® en desmentir. Por ejemplo que estaba soltero. Se hab¨ªa casado con 16 a?os, con Melinda, y ten¨ªa un hijo de 8, Mark.
Jones lleva casado 58 a?os y asegura haber sido fiel a su esposa todo este tiempo. Curioso, teniendo en cuenta que una prueba de ADN le atribuy¨® la paternidad de Jonathan Berkery, nacido en 1987, al que no se menciona ni una vez en el libro. A¨²n m¨¢s: cuando se muda a Londres, no solo parece que en el efervescente swinging London de 1962 no hay mujeres, sino que le preocupa que Melinda, que se qued¨® en Gales, pudiera enamorarse de otro m¨¢s rico. Ya famoso, se estrella a toda velocidad con su nuevo Jaguar en el centro de Londres. ?l termina en el hospital, sus acompa?antes, dos azafatas de vuelo a las que ¡°llevaba a casa¡±, salen indemnes. Una noche sale de juerga con Brian Jones, entonces guitarrista de los Rolling Stones, y un depredador sexual de primer nivel que pod¨ªa buscar tres o cuatro amantes por noche. Pues no hab¨ªa chicas con ellos. La desmesurada cuenta que le dej¨® a deber fue por alcohol.
En el libro solo hay una mujer y solo un hijo, Mark, la raz¨®n de su boda con Melinda, aunque hubo que esperar porque ella solo ten¨ªa 15, demasiado joven para contraer matrimonio. Mark no es solo su hijo, es la respuesta a la pregunta ¡°?C¨®mo salgo de aqu¨ª?¡±.
Cuando publica Delilah, en 1969, ya es un cantante de cabarets de lujo con residencias en clubs para famosos como Talk of The Town en Londres o Copacabana en Nueva York, frecuentado por los gangsters de la ciudad. All¨ª empez¨® el ritual de arrojarle bragas al escenario.
Y, por supuesto, Las Vegas. Empieza a actuar en los casinos y el dinero entra a espuertas, tanto que no se da cuenta de que empieza a vivir de sus r¨¦ditos. Su declinar es lento, pero continuado. A mediados de los setenta, se muda a EE UU, porque, asegura, los laboristas se llevan todos sus beneficios en impuestos.
En realidad, la empresa que hab¨ªa formado en su momento de mayor ¨¦xito, MAM, en la que se encarga de la carrera de otros crooners proletarios como Engelbert Humperdinck o Gilbert O?Sullivan, va de capa ca¨ªda. Por supuesto, en su versi¨®n no es su culpa. Su viejo m¨¢nager, Gordon Mills, es el culpable. Jones retrata a un representante fuera del tiempo que le mantiene ocupado con continuas giras cada vez m¨¢s ruinosas. Porque los gastos aumentan. La forma de disimular su decadencia es gastar m¨¢s de lo que se tiene en limusinas, cenas, alcohol...
Totalmente perdido, es Mark el que toma las riendas del negocio. Es ¨¦l quien consigue que en 1992 sea el invitado sorpresa del festival de Glastonbury. Se inventa un nuevo Tom Jones que versiona a Prince y Talking Heads y canta con Robbie Williams, a ¨¦l le debe su renacer en los noventa. En 1999 se publica Reload. Su renacimiento es completo. En ese momento se construye el mito que es hoy.
Hoy vive en Bel Air, al lado de Paris Hilton. Con Melinda, como los ¨²ltimos 58 a?os. ¡°A veces me acuerdo de la pregunta que me hizo Elvis ¡®?C¨®mo mantienes la cordura?¡¯. Deber¨ªa haberle respondido: ¡®Es f¨¢cil, es Linda¡±.
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