Una historia de dignidad y de basura
Un proyecto insignia de la cooperaci¨®n que transform¨® las vidas de los habitantes del mayor vertedero de la regi¨®n
¡°Antes no se ve¨ªan. Eran como sombras movi¨¦ndose entre la neblina de polvo y humo que emanaba de las monta?as de basura¡±. Jos¨¦ Manuel Mariscal, coordinador de la Cooperaci¨®n Espa?ola en Nicaragua, habla con el entusiasmo y la ¨¦pica de quien ha sido testigo y part¨ªcipe de una enorme transformaci¨®n social. Al otro lado del muro que rodea el barrio Villa Guadalupe, cerca del lago de Mangua, se levantaba el mayor vertedero a cielo abierto de Am¨¦rica Latina, La Chureca. Casi 2000 personas rebuscaban diariamente en ese lugar adonde llegaban sin cribar residuos dom¨¦sticos, industriales y hasta deshechos hospitalarios y de mataderos. Cuatro millones de metros c¨²bicos de basura acumulados durante 40 a?os, a orillas de un lago totalmente contaminado.
¡°Entre los a?os 2009 y 2012 que duraron las obras, se logr¨® sellar el vertedero, se construy¨® una planta de residuos s¨®lidos urbanos (RSU), y una nueva urbanizaci¨®n con viviendas dignas para albergar a la poblaci¨®n de La Chureca. Adem¨¢s, la alcald¨ªa, junto con las ONG y otros actores, ofreci¨® alternativas de Educaci¨®n, Salud, etc¨¦tera. En todo ese tiempo vi c¨®mo la tonalidad de la vida de la gente cambiaba del blanco y negro al color¡±. Villa Guadalupe alberga a 5.000 personas y cuenta con unas infraestructuras modernas, incluido un colegio que financi¨® la Agencia Andaluza de Cooperaci¨®n, adem¨¢s de una estaci¨®n de polic¨ªa y un centro comunitario con una sala para la memoria hist¨®rica del lugar. ¡°Para que los ni?os sepan de d¨®nde ven¨ªan sus padres¡±.
Los que no exist¨ªan
Do?a Carmen, de 62 a?os vivi¨® desde los 30 en La Chureca, y all¨ª cri¨® a sus ocho hijos. Una se muri¨® en el basurero a causa de la tuberculosis. Los otros se fueron independizando. Y ahora ha quedado sola en una de las primeras 258 viviendas que se construyeron gracias al proyecto de desarrollo integral del barrio. De sus a?os all¨ª, do?a Carmen recuerda que com¨ªan de todo lo que llegaba en forma de deshechos. ¡°De la leche en mal estado hac¨ªamos cuajada¡±. Do?a Carmen habla r¨¢pido, como camina. Suelta frases rotundas como esta: ¡°Me pudo m¨¢s la pobreza que el amor propio¡±. Ella recuerda los accidentes constantes de los ni?os descalzos, y las muertes por accidentes de varios ni?os al arremolinarse cerca de los camiones.
A do?a Carmen le cost¨® creer que fueran a beneficiarla con una vivienda nueva en otro barrio. ¡°?Por qu¨¦ iban a darnos una casa nueva si siempre hab¨ªamos estado marginados?¡±. Ahora, ya se queja de la que ayuda alimentaria que le pasa la alcald¨ªa a las personas en su situaci¨®n es escasa. Y de que hay poca seguridad en las viviendas. Como no cotiz¨® nunca, do?a Carmen depende de esa ayuda y de lo que le regalan a veces sus hijos. Sin embargo, el sue?o de una casa nueva lo vio m¨¢s cerca que cuando se hizo el censo.
Una persona clave en el ¨¦xito del programa es Elvira Reyes, una soci¨®loga que la Alcald¨ªa de Managua puso al frente de la coordinaci¨®n del proyecto junto a la Cooperaci¨®n Espa?ola. El proceso, que se consolid¨® en un tiempo r¨¦cord, cont¨® con much¨ªsimas dificultades. Hab¨ªa que superar las primeras desconfianzas de varios sectores de la comunidad. ¡°Negociamos con los intermediarios, un grupo de 15 personas que compraban a los ¡®churequeros¡¯ y revend¨ªan el producto a grandes empresas que reciclaban pl¨¢stico, aluminio, hierro...¡±. Mientras se iba sellando el vertedero por sectores, el equipo de la Alcald¨ªa trabaj¨® con los l¨ªderes del barrio para que asumieran el proyecto como propio. ¡°El empoderamiento de la poblaci¨®n fue fundamental, as¨ª como el di¨¢logo con todas las personas que expresaban sus dudas y miedos. No en vano est¨¢bamos alterando su medio de vida de los ¨²ltimos a?os. Gracias al esfuerzo conjunto con autoridades, ONG y la Cooperaci¨®n Espa?ola se pudo hacer un censo muy preciso y albergar en un nueva urbanizaci¨®n a todas las familias de La Chureca. Y adem¨¢s, ofrecerles uno o dos empleos por familia en la nueva planta de residuos, que actualmente cuenta con m¨¢s de 500 empleados en dos turnos. Sin embargo, nos encontramos con muchos que ni siquiera estaban inscritos en el registro civil. Simplemente no exist¨ªan, sin ning¨²n tipo de documento de identidad. Y les acompa?amos en la inscripci¨®n en el registro civil¡±.
Historias de resiliencia y amor
Rafael. Saber que se puede
"Esa casa es mi orgullo", vuelve a decir. "Mi habitaci¨®n tiene un techo en condiciones. Afuera, las calles est¨¢n adoquinadas, y no hay humo ni polvo, ni moscas, ni mal olor. Psicol¨®gicamente ha sido de gran ayuda. La mayor¨ªa hemos cambiado hasta los h¨¢bitos de higiene en las viviendas nuevas". Y cita unos versos? de Rub¨¦n Dar¨ªo, el poeta nacional: "Puede una gota de lodo/ sobre un diamante caer/ pero aunque el diamante todo/ se encuentre de fango lleno¡"
Jennifer, de 22 a?os, es supervisora de higiene y seguridad en la nueva planta de residuos s¨®lidos urbanos (RSU). La mayor¨ªa de los operarios a los que atiende para que cumplan los protocolos de seguridad e higiene, se criaron como ella en La Chureca. Mientras habla, en el interior de una de las casas construidas por el proyecto, Carolina, su compa?era, le escucha con los ojos muy grandes, y la espalda contra la pared. ¡°Mi casa era una choza. ?ramos ocho hermanos y nos pele¨¢bamos por dormir en la ¨²nica cama que hab¨ªa, o en el suelo. Al levantarnos, la nueva pelea era la de saber qui¨¦n se hab¨ªa orinado. El resto del d¨ªa, de seis de la ma?ana a siete de la noche, lo pasaba en el vertedero, casi siempre descalza para sacar apenas 20 pesos (poco m¨¢s de un d¨®lar de entonces)¡±. Jennifer cuenta entrecortada los episodios de violencia y abusos que sufri¨®. Los mayores le robaban lo que consegu¨ªa encontrar en la basura. Cuenta que ve¨ªa jeringuillas y, a veces, ni?os muertos. Si hay algo que los churequeros recuerdan son los fetos y los miembros de cuerpos humanos, junto a huesos de vaca y ¡°zopilotes¡± (una especie de buitre negro). Con un padre alcoh¨®lico, y criada con sus t¨ªos, la infancia de Jennifer s¨®lo ten¨ªa un d¨ªa feliz. ¡°Cuando llegaba el Santa Claus Nica¡±. Un hombre que todos los a?os se viste de Pap¨¢ Noel y lleva comida y juguetes a muchos ni?os pobres de Managua. La Chureca albergaba a los m¨¢s pobres de un pa¨ªs que suele describirse como el segundo m¨¢s paup¨¦rrimo de Am¨¦rica Latina. ¡°Ese d¨ªa era el ¨²nico que ve¨ªa un pollo entero y un juguete. Al d¨ªa siguiente, otra vez la basura¡±.
Jennifer pas¨® por momentos de depresi¨®n, drogas¡ ¡°Sent¨ªa que mi vida no ten¨ªa sentido¡±. Pero hace tres a?os la vida le empez¨® a cambiar. Se vino a la casa que le concedieron a una de sus hermanas como parte del proyecto. Adem¨¢s entr¨® en la planta de residuos como operaria. Empez¨® a participar en actividades pol¨ªticas con el partido del Gobierno, movilizando a j¨®venes para acompa?ar los actos del presidente. Despu¨¦s, le ascendieron a supervisora de seguridad e higiene¡±. Es la ¨²nica mujer entre los supervisores. En un entorno muy machista, recibe de vez en cuando comentarios como ¡°?qu¨¦ desperdicio de mujer!¡±, cuando saben su historia con Carolina.
A Jennifer, con la timidez de hablar de ciertas cosas, se le abrillantan los ojos. Le ocurre cuando habla de Carolina. Ella tambi¨¦n apareci¨® en su vida por ese tiempo en que todo cambi¨®. ¡°Fue la primera persona que me escuch¨® de verdad. Ahora yo no s¨¦ qu¨¦ ser¨ªa de mi vida si no estuviera¡±. Y Carolina sigue sin decir nada, pero la observa con los ojos abiertos y una medio sonrisa.
A Jennifer le gusta su trabajo y quiere seguir estudiando para especializarse en seguridad e higiene. Cobra unos 50 d¨®lares m¨¢s que los operarios de la planta, cuyo salario ronda los 200 d¨®lares. No hace planes a largo plazo. Pero le est¨¢ comprando a su hermana el espacio del garaje. All¨ª quiere hacer un cuarto propio. ¡°Y lo primero que me compre ser¨¢ una cama graaaaaaaande que pueda decir que es m¨ªa¡±.
De La Chureca a La Churequita y los desaf¨ªos
El s¨¢bado por la ma?ana, do?a Carmen, va a visitar a una de sus hijas, Lesbia, que despu¨¦s del hurac¨¢n Mitch, cuando el barrio de La Chureca se inund¨®, se fue a vivir a un asentamiento llamado Nueva Vida, en Ciudad Sandino, a 20 minutos de Managua. Un lugar donde se reproducen muchos de los viejos problemas de La Chureca: extrema pobreza, inseguridad, y basura sin selecci¨®n. El marido de Lesbia, de 44 a?os, trabaja all¨ª actualmente como intermediario (compra a las m¨¢s de 100 personas que rebuscan en la basura). La Churequita, como se ha bautizado al vertedero, ha ido creciendo con los a?os y puede convertirse en otra amenaza medioambiental y social con sus 4.000 toneladas de desperdicios mensuales. En el interior de La Churequita, la gente cuenta las mismas historias hoy que las que los vecinos de Villa Guadalupe contaban de un pasado en blanco y negro.
A partir de ahora, el nuevo desaf¨ªo, seg¨²n el coordinador de la AECID en Managua, est¨¢ en que la ciudad necesitar¨¢ un nuevo vertedero en un plazo de dos a tres a?os. ¡°Lo ideal ser¨ªa llegar al modelo de basura cero¡±. Se tendr¨ªa que incinerar todo el material de deshecho que sale de la nueva planta de RSU y valorizarlo energ¨¦ticamente. Eso requiere otra gran inversi¨®n. Pero hasta el momento se ha demostrado que sellando un vertedero como La Chureca, y ofreciendo alternativas de educaci¨®n y empleo no s¨®lo se transforma la vida de las personas sino de una ciudad. De hecho, ahora, junto a la Chureca, se encuentra el ¨²nico lugar importante de recreaci¨®n al aire libre de todo Managua.
Para Elvira Reyes, de la Alcald¨ªa de Managua, a¨²n se necesita un cambio m¨¢s profundo. No se trata s¨®lo de tener infraestructuras nuevas sino de aprender a cuidarlas, de empe?arse en llevar los ni?os a la escuela, de profundizar en la transformaci¨®n y llevar este ejemplo a toda la ciudad de Managua.
A¨²n con todos esos desaf¨ªos por delante, sumados a la gesti¨®n de los nuevos proyectos de la AECID en el pa¨ªs (Nicaragua es el tercer mayor receptor de ayuda oficial al desarrollo proveniente de Espa?a), Jos¨¦ Manuel Mariscal describe su labor en el proyecto de La Chureca como un ¡°privilegio; para cualquiera que trabaje en cooperaci¨®n al desarrollo, esto es lo mejor que puede pasarle: acompa?ar un proyecto as¨ª desde el principio, y ver los resultados y sus efectos en la vida de las personas. No hay cosa m¨¢s hermosa¡±.
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