No quedan aventureros, solo lectores
¡®Las encantadas¡¯ recoge los testimonios de dos genios coet¨¢neos, Charles Darwin y Herman Melville, sobre los viajes que realizaron a las islas Gal¨¢pagos
Hubo un tiempo en que los confines del universo estaban al otro lado del mundo. Un tiempo en el que el hombre de esp¨ªritu aventurero no ten¨ªa que conformarse con votar a un partido emergente. Pod¨ªa viajar, porque lo ignoto era todav¨ªa una dimensi¨®n f¨ªsica. Hubo un tiempo en que en la Tierra quedaban sitios para vivir odiseas.
Las encantadas. Derivas por Gal¨¢pagos (C¨ªrculo de Tiza) recoge los testimonios de dos genios coet¨¢neos, Charles Darwin y Herman Melville, sobre los viajes que realizaron a las islas Gal¨¢pagos. Por un lado, el cuaderno de viaje del joven Darwin, con su minuciosa prosa notarial que da fe de lo que sus ojos vieron. Por otro, la semblanza que Melville hizo de las islas en 10 relatos que las describen y atrapan. Escudados por textos de Carlos Jim¨¦nez Arribas, Francisco Le¨®n y Francisco Ferrer Ler¨ªn, y adornados por decenas de ilustraciones de la ¨¦poca (muchas del propio Darwin), sus textos son dos visiones de ese fin del mundo, de esas islas como caparazones gigantes, como montones de ceniza sobre el mar. Y tambi¨¦n, y aqu¨ª se encuentra lo m¨¢s valioso, sus relatos concretan y enfrentan las atalayas desde las que su ciencia y su arte juzgan al mundo: ¡°Las aves son ajenas al ser humano. Debo describir con m¨¢s detalle la mansedumbre de estos p¨¢jaros¡±, se?ala con gozo el cient¨ªfico. ¡°Su estupidez o determinaci¨®n es tan formidable que nunca se apartaban ante un obst¨¢culo¡±, les reprocha a las tortugas gigantes el escritor.
No quedan aventureros, pero s¨ª lectores. Si Darwin catalogaba pinzones, nosotros podemos hacer inventario de frases extraordinarias. ¡°Es mi sospecha que los distintos miembros de esta serie est¨¢n circunscritos a islas diferentes (¡) Pero no hay espacio en este tratado para abundar en tan curioso asunto¡±, escribe en un momento el bi¨®logo, plantando con ingenuidad la semilla de una idea que cambiar¨ªa el mundo. Leer su diario es como ver durante un segundo un p¨¢jaro que cre¨ªas extinto.
Islas inmutables
Alejado de la excitaci¨®n de Darwin, Melville describe las islas con la misma zozobra de Moby Dick. A partir de la sexta historia, el escritor teje relatos de espectros, viudas, piratas y fugitivos. Pero durante los cuatro primeros, enclavados dentro de la literatura de viajes pura, se dedica a describir las islas de forma implacable: "El cambio nunca las visita, ni el de las estaciones, ni el de las tristezas. Atravesadas por el ecuador, no conocen oto?o, tampoco primavera. La ruina no puede hacer mucho m¨¢s en ellas".
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