Por qu¨¦ tus gases apestan y los m¨ªos no
Lo dicen hasta las comedias rom¨¢nticas: mis ventosidades son m¨ªas (y las quiero)
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El gran Leonardo da Vinci demostr¨® que el cuerpo humano es un prodigio de equilibrio y bella anatom¨ªa. No le quitaremos la raz¨®n al sabio renacentista, pero no menos cierto es que, en ocasiones, la maquinaria se desajusta. Y hasta huele mal. Concretamente, expele ventosidades nauseabundas, en cuya interpretaci¨®n entra el juego el propio cerebro. Y s¨ª, uno es m¨¢s condescendiente con sus propias flatulencias que con las ajenas. Algunas pel¨ªculas se atreven hasta a abordar el tema con fino romanticismo, como Requisitos para ser una persona normal (fotograma, sobre estas l¨ªneas), de Leticia Dolera. El filme, como la sabidur¨ªa popular, no se atraganta al afirmar lo siguiente: "A nadie le desagrada el olor sus pedos¡±.
Antes de echarse las manos a la cabeza, sepa que la ciencia les da la raz¨®n. Los gases ajenos hieden m¨¢s que los suyos. Un reciente estudio publicado en European Journal of Social Psychology por los psic¨®logos Richard J. Steven y Betty M. Repacholi as¨ª lo refrenda. ?La raz¨®n? "Los gases propios nos resultan familiares". No es una depravaci¨®n, sino un h¨¢bito. Todos los seres humanos tenemos bacterias en el intestino encargadas de descomponer los alimentos para nuestra buena digesti¨®n. Pero su legi¨®n de bacterias no es igual a la del resto de los mortales. Y tampoco huele del mismo modo. No es un perfume de rosas, pero usted ya se ha familiarizado con el particular aroma, seg¨²n el estudio. Y no le saltan las alarmas. Como dicen los autores, el olfato interpreta los pedos de los dem¨¢s como una se?al de peligro. "Y sucede el desagrado". Con los nuestros... es como estar en casa.
Prohibido comer coles
?Es usted especialmente sensible a los olores y se irrita mucho cuando los otros ventosean? Lamentamos esa virtud. Sobre todo, porque como ya descubrieron los premios Nobel Richard Axel y Linda Buck, las c¨¦lulas del olfato y las del gusto son las ¨²nicas del sistema nervioso que se reemplazan al envejecer o tras una lesi¨®n. Vamos, que salvo que le sobrevenga alg¨²n tipo de patolog¨ªa neurodegenerativa, las ventosidades ajenas le asquear¨¢n tanto como el primer d¨ªa. P¨ªdale a su pareja o compa?ero de mesa que afloje con coles y jud¨ªas, pues, seg¨²n el Grupo de Investigaci¨®n en Fisiolog¨ªa y Fisiopatolog¨ªa Digestiva del hospital Vall d'Hebron, son los alimentos que m¨¢s influyen en el mal olor de los gases.
El factor sorpresa tambi¨¦n influye. Para bien o para mal, uno ya se ha habituado a sus propios gases y a las sensaciones intestinales que preconizan su llegada. Cuando las part¨ªculas olfativas impactan contra la pituitaria, el cerebro ya est¨¢ prevenido. De hecho, hasta puede haberle enviado la orden de desplazamiento urgente a los pies para alejarse del resto de personas antes de soltar lastre. Sin embargo, los del resto nos sorprenden sin tener una huida preparada. Y eso enoja, naturalmente. Sobre todo, teniendo en cuenta que ¡°el sentido del olfato humano es 10.000 veces m¨¢s sensible que cualquier otro de nuestros sentidos¡±, tal como recuerda en un estudio de la Revista de Divulgaci¨®n Cient¨ªfica y Tecnol¨®gica de la Universidad Veracruzana Octavio Maldonado-Saavedra, del Centro de Investigaciones Biom¨¦dicas (M¨¦xico).
La propia Repacholi sostiene una tesis parecida en el art¨ªculo Mi beb¨¦ no huele tan mal como el suyo, aparecido en 2006 en Evolution and Human Behaviour. "De tanto oler a nuestros reto?os y dado el cari?o que les profesamos, el arom¨¢tico contenido de su pa?al no nos resulta tan hediondo como el del resto de beb¨¦s". Esperados y familiares: eso nos reconcilia con nuestros propios gases. ?Podr¨ªa pasar entonces con los de una pareja de larga duraci¨®n? A falta de evidencia, no parece que as¨ª sea. A lo sumo, nos beneficiaremos de lo que Pamela Dalton, psic¨®loga cognitiva especializada en olores, describi¨® como adaptaci¨®n olfativa. Es decir: un primer impacto muy negativo que, sin embargo, desaparecer¨¢ con cierta rapidez. No se conf¨ªe: si un tercero entra en escena, le durar¨¢ el disgusto.
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