Esplendor y muerte en Potos¨ª
Cerro Rico, en Bolivia, fue declarado Patrimonio de la Humanidad Est¨¢ al borde del colapso por la continua y descarnizada labor minera de los ¨²ltimos 500 a?os
Descarnada e imponente, la apariencia de la colina roja luce casi el mismo porte que hace casi 500 a?os, cuando fue descubierto el secreto que guardaba: toneladas de plata surgiendo en vetas que rozaban la superficie. Cuando llegaron los colonizadores espa?oles alcanzaba una cota de 5.200 metros de altitud, pero hoy llega a los 4.702. El coloso minero de Potos¨ª, en Bolivia, sufre en sus entra?as las consecuencias de demasiados siglos de explotaci¨®n desmedida a lo largo de demasiados kil¨®metros, de peque?as galer¨ªas socavadas sin supervisi¨®n reguladora ni apenas medidas de seguridad.
En su entorno ya no se vislumbra el esplendor de la que fue la villa m¨¢s fascinante del imperio espa?ol, en 1610. Con 160.000 habitantes ya superaba a las principales ciudades espa?olas e igualaba en extensi¨®n a ciudades como Par¨ªs o Londres, tal y como describ¨ªa el cronista potosino Bartolom¨¦ Arz¨¢ns de Ors¨²a y Vela (1676-1736) en su libro Historia de la Villa Imperial de Potos¨ª. Lujosos salones de alterne, decenas de casonas coloniales, teatros, tablaos y 36 iglesias participaban en un fastuoso escaparate donde se celebraban las fiestas del sant¨ªsimo sacramento con se¨ªs d¨ªas de comedias y se¨ªs noches de m¨¢scaras, ocho d¨ªas de toros y tres de saraos, dos de torneos y otros tantos de fiesta.
"En pleno auge de la plata, la corona de Espa?a vio por conveniente aprovechar la riqueza del Cerro Rico y construy¨® una Casa de la Moneda", explica Rub¨¦n Julio Ru¨ªz, director de la Casa Nacional de la Moneda de Potos¨ª. "De esta manera esperaba tambi¨¦n resolver el problema de circulante en el continente. Construida en el siglo XVI, r¨¢pidamente qued¨® muy peque?a por el ritmo de producci¨®n que se ten¨ªa y, al no haber posibilidades de ampliaci¨®n se instruy¨® el cierre". La nueva casa de 1773, ya con 15.000 metros de superficie construida, ser¨ªa valorada hoy en m¨¢s de 10 millones de d¨®lares. Es un buen indicador del gran capital que sal¨ªa entonces de Potos¨ª, indica el experto.
A d¨ªa de hoy, en un Potos¨ª moribundo s¨®lo quedan los templos, la mayor¨ªa cerrados incluso los domingos. En sus retorcidas calles los hoteles, las agencias de viajes, los restaurantes y el mercadeo minorista son el nuevo fil¨®n de cara al turista en la actualidad. Viajeros de todo el mundo comparten callejas, pasos y traves¨ªas en el casco antiguo con la silueta de la monta?a horadada. Pero pocos conocen, o no quieren ni ver, la realidad de una poblaci¨®n de mayor¨ªa de etnia quechua que, sobre todo, vive de la miner¨ªa.
El exhausto Cerro Rico esconde una de las mayores desgracias del mundo. No solo las infames condiciones de trabajo de los mineros, alguno de los cuales viven en el entorno de la bocamina junto a sus familias bajo una techumbre de calamina, sino que adem¨¢s dentro de las entra?as de la mole trabajan cientos de ni?os y ni?as con edades comprendidas entre los 10 y los 17 a?os. Aunque muchos compaginan su trabajo con los estudios, la necesidad de sus familias hace que incluso los m¨¢s peque?os de la casa ayuden a sus padres en la extracci¨®n de zinc y esta?o. Adem¨¢s, los buenos precios actuales de este ¨²ltimo atrae a adolescentes de otras regiones que quieren o necesitan hacer dinero r¨¢pido.
El problema es en parte subsanado por organizaciones como el Centro de Promoci¨®n Minera (Ceprom¨ªn) o la Asociaci¨®n Solidaridad con las Mujeres (MUSOL). Ambas procuran rescatar a los menores del interior de la monta?a y ofrecerles una salida educacional o laboral m¨¢s acorde. Tienen varias escuelas en las laderas donde les dan comida, apoyo escolar y agua caliente. Adem¨¢s trabajan tambi¨¦n en el entorno familiar y laboral de los ni?os, buscando optimizar recursos, organizando las cooperativas mineras y acondicionando el uso de la mano de obra infantil.Tambi¨¦n asesoran y dan apoyo a las mujeres que trabajan en el cerro, como las que vigilan las bocaminas, las palliris, o las palieres, las que muelen a golpes las rocas buscando mineral, quienes en un entorno dominado por los hombres, el alcohol y la coca reciben demasiadas y continuadas agresiones sexuales documentadas por la Defensor¨ªa del Pueblo del pa¨ªs.
En un Potos¨ª moribundo s¨®lo quedan los templos, la mayor¨ªa cerrados
Elena Evia es trabajadora social de Cepromin: "Han bajado los n¨²meros de ni?os y adolescentes que son explotados en Cerro rico en condiciones de vulnerabilidad y alto riesgo, a¨²n as¨ª, todav¨ªa hay casi 150 que continuan bajo esas circunstancias. La mayor¨ªa de sus madres son mujeres que trabajan en estas minas desarrollando su labor en un contexto de desconocimiento de sus derechos laborales, resistencia de los empleadores a cumplir la norma, sobreexplotaci¨®n, discriminaci¨®n y a la agresi¨®n sexual. Qu¨¦ futuro les espera?¡±, se pregunta.
Algunas de las minas pueden ser visitadas por turistas con diversas agencias locales. Los interesados acuden a las galer¨ªas con el turno de los mineros y son guiados por un antiguo trabajador. Explotaciones como Mina Candelaria, del siglo XVII, a¨²n sigue dando trabajo pero est¨¢ que como la mayor¨ªa de las dem¨¢s: obsoletas y descuidadas. No tienen ra¨ªles, ni ingenieros. Sin sistemas de ventilaci¨®n, pocas vagonetas y ninguna medida de seguridad, el peso de la monta?a?es soportado por vigas desvencijadas que crujen de la gran cantidad de d¨¦cadas que llevan puestas. Cada cooperativa, unas 55, excava artesanalmente donde les da el p¨¢lpito, en cualquier direcci¨®n y de cualquier modo, por eso los derrumbes arrastran vidas ya demasiado a menudo. La monta?a que devora hombres, le dicen, que engulle a unos hombres que podr¨ªan seguir trabajando, buscando su El Dorado, alg¨²n a?o m¨¢s. Aunque no muchos. La Asociaci¨®n Solidaridad con las Mujeres (MUSOL), que agrupa tambi¨¦n a viudas de los peones mineros, estima que la media de vida de un trabajador no supera los 35 o 40 a?os: los gases, los derrumbes y la silicosis se los llevan por generaciones.
Gerardo Ram¨ªrez tiene 34 a?os y trabaja desde los 14 como minero artesanal ¡°Siempre hay peligro. Aqui? por lo menos a la semana uno muere. El problema es que no hay seguridad. No se asegura nada al ir explotando. As¨ª que a veces viene el plancho?n, te aplasta y listo. Eso es lo que ma?s que nos duele, los patrones no miran por nuestra seguridad¡±, lamenta.
Bendecido con el t¨ªtulo de Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad por la UNESCO en 1987, ha sido declarado en junio de 2015 Patrimonio en Riesgo m¨¢s como una alerta que amenaza para que desde las instancias gubernamentales bolivianas como la Corporaci¨®n Minera de Bolivia (Comibol), se tomen las medidas oportunas. A pesar de los trabajos de relleno comenzados en marzo de 2015 para mantener erguida la monta?a, la cima se hunde. Hace ocho a?os se volvi¨® a quejar con un tremendo socav¨®n que desde entonces pone en peligro a los mineros que trabajan en las cotas m¨¢s altas. La UNESCO ya hab¨ªa solicitado en 2011 paralizar los trabajos pr¨®ximos al hundimiento producido en junio de 2010 y que afect¨® la estructura superior del yacimiento.
Siempre hay peligro. Aqui? por lo menos a la semana un minero muere? Gerardo Ram¨ªrez, minero
Pero los mineros no se van a ir, ni quieren oir hablar de reubicaciones. Quisieran salir con los pies por delante si consiguen rescatar sus cuerpos. Lo dicen con las agallas propias de su profesi¨®n y la energ¨ªa que les da el masticar continuamente las hojas de coca. No le tienen miedo a la muerte. Aunque mueren de manera m¨¢s lenta: la falta de higiene, de servicios m¨¦dicos, las enfermedades respiratorias, el alcohol o la desnutrici¨®n desarma?a los trabajadores, hasta el punto de que mueren unos 14 hombres al mes, seg¨²n la asociaci¨®n MUSOL.
Roberta Cortez pertenece a la Asociaci¨®n de Viudas de Peones de MUSOL. y su marido falleci¨® hace nueve a?os, cuando contaba 32, por un desprendimiento en una mina artesanal ¡°Dos compa?eros que escaparon del derrumbe lo o¨ªan sollozar pero no pudieron hacer nada por ¨¦l. Se me ha ido muy joven, aunque aparentaba casi 50 a?os por el desgaste f¨ªsico y el continuo consumo de alcohol que usaba para darse valor. Adem¨¢s vivimos en un campamento casi en la falda de la monta?a donde el agua no es potable y no tenemos ning¨²n tipo de saneamiento. No hay salud¡±, admite.
El cl¨¢sico dicho ¡°vale un Potos¨ª¡± derivado de aquel elocuente pasaje escrito por Cervantes en El Quijote ser¨¢ lo ¨²nico que perviva. Cuentan que la monta?a tiene mineral para seguir la explotaci¨®n durante 200 a?os m¨¢s y, aunque ya no hay tanta plata, s¨ª queda esta?o y zinc. Pero muchos lugare?os reconocen que la monta?a est¨¢ al borde del colapso, que no soporta m¨¢s heridas y que se tragar¨¢ con ella la antigua y colonial ciudad. Una defunci¨®n anunciada pero que a¨²n es capaz de dar el 70% del producto mineral boliviano, concesi¨®n que posiblemente sea su herida de muerte.
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