?Por qu¨¦ empieza el a?o el 1 de enero?
A pesar de la extensi¨®n mundial del calendario gregoriano, que se aplica incluso en China desde 1912, son muy diversas las fechas y los modos en que las diferentes sociedades inician su ciclo anual
El a?o nuevo chino se celebra en una fecha variable entre los meses de febrero y marzo de nuestro calendario gregoriano. El a?o nuevo en los pa¨ªses regidos por el calendario musulm¨¢n empieza con el mes de Muharram, tambi¨¦n en una fecha variable que en 2015 coincidi¨® con el 14 de octubre, cuando se inaugur¨® el a?o 1437 de la era de la H¨¦gira. En la India, el a?o nuevo tambi¨¦n se celebr¨® el pasado noviembre, en la primera luna nueva del mes de Kartika, aunque, como en el caso jud¨ªo y otros, el mes en que se celebra el a?o nuevo no es necesariamente el mismo en el que oficialmente comienza el calendario, lo que muestra que la consideraci¨®n popular del a?o nuevo es un fen¨®meno cultural relativamente independiente de las homologaciones oficiales o de los ajustes astron¨®micos que pueda haber detr¨¢s. A pesar de la extensi¨®n mundial del calendario gregoriano, que se aplica incluso en China desde 1912, siguen siendo muy diversas las fechas y los modos en que diferentes sociedades consideran que su ciclo anual recomienza una y otra vez. Y el 1 de enero es solo una de esas posibilidades.
El mes de enero, seg¨²n Plutarco, fue a?adido al calendario de R¨®mulo por su sucesor, Numa Pompilio en el siglo VIII antes de Cristo
Para que hoy haya sido posible celebrar el a?o nuevo el d¨ªa 1 de Enero primero hubo de nacer el propio mes de enero que, seg¨²n Plutarco, fue a?adido al calendario de R¨®mulo por su sucesor, Numa Pompilio en el siglo VIII antes de Cristo. El calendario que se usaba anteriormente en Roma ten¨ªa 10 meses lunares y comenzaba en primavera, en la luna llena m¨¢s pr¨®xima al equinoccio de marzo (los idus de marzo). Estos diez meses marcaban un comp¨¢s dif¨ªcilmente ajustable al de las estaciones y el ciclo solar, que ten¨ªan una importancia obvia en la actividad del campo y hab¨ªa sido adoptado antes por los egipcios. Para un mejor ajuste Numa a?adi¨® el und¨¦cimo mes, Ianarius, y el duod¨¦cimo, februarius. El mes de febrero recibi¨® su nombre de las fiestas de preparaci¨®n de la primavera, llamadas Februa (limpieza, purificaci¨®n) que con el tiempo se hicieron parte de las celebraciones de las Lupercales. El mes de enero, sin embargo, a falta de una referencia pr¨¢ctica, fue dedicado al dios Jano, cuyo culto promovi¨® Numa activamente. No obstante, a pesar de ya tener doce meses, el a?o romano sigui¨® comenzando en primavera hasta 153 a.C., un siglo antes de la reforma del Calendario Juliano.
Hasta el 153 a.C., los c¨®nsules romanos eran nombrados anualmente por el Senado en los idus de marzo, el comienzo del a?o. Sin embargo, en pleno estallido de la segunda guerra celt¨ªbera y declarada la guerra a la ciudad de Segeda, el General Quinto Fulvio Nobilior pidi¨® al Senado que adelantara la fecha de los nombramientos a fin de poder adelantar el traslado de las tropas y preparar la campa?a militar para la primavera. El pueblo de Roma sigui¨® celebrando los idus de marzo igualmente, entre otras cosas por la abundancia de actividades religiosas concentradas en esas fechas, sin embargo, el Senado atendi¨® la petici¨®n de los c¨®nsules y por primera vez se traslad¨® oficialmente el comienzo del a?o a las calendas de enero (la primera luna nueva del mes), cuando tomaran posesi¨®n de su cargo los c¨®nsules, dando inicio a la cuenta del a?o desde entonces. De ah¨ª la leyenda que atribuye a los celt¨ªberos (o a los hispanos m¨¢s en general) el m¨¦rito de haber cambiado el calendario m¨¢s importante de su ¨¦poca, tambi¨¦n determinante de los calendarios venideros. Con enero abriendo el a?o (en vez de ser el und¨¦cimo mes), se reform¨® el calendario de Roma dando lugar en el 46 a.C. al calendario Juliano, organizado por el sabio Sos¨ªgenes de Alejandr¨ªa y llamado as¨ª en honor de Julio Cesar. Este calendario ser¨ªa usado en algunos pa¨ªses de Europa hasta principios del siglo XX, especialmente entre los de mayor¨ªa religiosa Ortodoxa. En Rusia, por ejemplo, solo se sustituy¨® despu¨¦s de la Revoluci¨®n de 1917 y en Grecia, el ¨²ltimo pa¨ªs en abandonarlo y adoptar el calendario civil actual (el Gregoriano), se us¨® hasta 1923.
A pesar de la importancia de Roma y su cultura en toda Europa, en una buena parte del continente la preferencia a la hora de celebrar el comienzo de a?o ca¨ªa en otras fechas
No obstante, a pesar de la importancia de Roma y su cultura en toda Europa, en una buena parte del continente la preferencia a la hora de celebrar el comienzo de a?o ca¨ªa en otras fechas. Si en Roma y en el Mediterr¨¢neo el A?o Nuevo se celebraba con la primavera, los pueblos del norte prefer¨ªan el invierno. Al comparar entre ambas latitudes conviene recordar que la diferencia estacional entre el templado sur de Europa y el frio norte marcaba una diferencia grande en la forma de vivir, empezando por el ritmo de trabajo del campo y siguiendo por la caza y el pastoreo. De estas diferencias se desprende una experiencia del ciclo anual muy diferente. Sirva como ejemplo el hecho de que en el norte, incluso despu¨¦s de la adopci¨®n general del calendario juliano impuesta por Carlomagno en el siglo VIII, el a?o sigui¨® dividi¨¦ndose principalmente en dos estaciones, la de Skammdegi (los d¨ªas cortos) y la de N¨¢ttleysi (los d¨ªas sin noche), como se refer¨ªan a ellas los islandeses. En este contexto, lo com¨²n era que el inicio del a?o coincidiera con las celebraciones de invierno y en particular el Sama¨ªn (1 de Noviembre), el inicio de la estaci¨®n oscura, porque bajo la nieve la tierra se regeneraba y los ancestros volv¨ªan a ella en la oscuridad. Y ello deb¨ªa ser propiciado con las celebraciones y ritos oportunos.
A pesar del cambio formal del a?o 153 a.C., consolidado despu¨¦s por la reforma juliana, no solo los romanos continuaron con sus celebraciones de primavera sino que en la Roma ya cristiana y, posteriormente, en la Europa medieval (y progresivamente m¨¢s y m¨¢s cristiana tambi¨¦n), a¨²n hubo reticencias a celebrar el comienzo de a?o el d¨ªa primero de un mes dedicado a un dios pagano. Algunos, intentaron sin ¨¦xito cambiar los nombres de los meses, como fue el caso de Carlomagno, que propuso una versi¨®n juliana con los nombres germ¨¢nicos, basados principalmente en fen¨®menos clim¨¢ticos o en labores del campo. No obstante, los hijos cristianos de los antiguos paganos europeos, en el norte y en el sur, continuaron dando una relevancia fundamental a las cuestiones religiosas a la hora de saludar el comienzo del a?o y, as¨ª, la preferencia general para el a?o nuevo rara vez era el 1 de Enero. La cristiandad estableci¨® varios criterios que fueron usados por distintos reinos y poblaciones a discreci¨®n.
La perspectiva de los astr¨®nomos ha tendido a valorar especialmente los ajustes calend¨¢ricos relacionados con la luna, el sol, el zodiaco y efem¨¦rides como los eclipses
En la era cristiana, establecida el a?o 532 por Dionisio el Exiguo, el a?o nuevo pod¨ªa empezar el 25 de Diciembre, el 25 de Marzo o el Domingo de Resurrecci¨®n, cuando quiera que coincida en cada a?o, pues es una fecha variable que depende de la determinaci¨®n de la Pascua, conforme al calendario lunar jud¨ªo. En Venecia tambi¨¦n pod¨ªa empezar el 1 de Marzo, siguiendo la tradici¨®n romana m¨¢s antigua, y en las regiones del Imperio Bizantino el comienzo de a?o se celebraba el 1 de Septiembre. Y por si este desbarajuste fuera poco, tambi¨¦n hubo quien lo quiso celebrar el 1 de Enero, como prefer¨ªan hacer los francos hasta el siglo VIII, bajo los reyes merovingios. Esta fecha, heredera del calendario romano, fue cristianizada como d¨ªa de la Circuncisi¨®n y santificada como comienzo del a?o cristiano tambi¨¦n por los reinos cristianos del norte de la Pen¨ªnsula Ib¨¦rica. En el siglo XIII, sin embargo, en el reino de Navarra se usaba la fecha del Domingo de Resurrecci¨®n. Con el tiempo, parece que tanto Arag¨®n como Castilla empezaron a usar el d¨ªa de la Anunciaci¨®n como el comienzo de a?o, el 25 de Marzo, fecha anteriormente m¨¢s conocida como la Encarnaci¨®n. Sin embargo, sabemos que en 1350, Pedro IV de Arag¨®n prohibi¨® este uso y estableci¨® la fecha de Navidad, el 25 de Diciembre, como a?o nuevo oficial. Y lo mismo se adopt¨® en Castilla entre los siglos XIV al XV. Finalmente, y en parte por el ¨¦xito de su expansi¨®n desde el siglo XIII por Europa, en el siglo XVI el reino de Espa?a adopt¨® el d¨ªa de la Circuncisi¨®n como fecha del inicio del a?o. Desde entonces, celebramos el a?o nuevo el d¨ªa 1 de Enero.
Todas las culturas reconocen unos ciclos u otros. En diferentes lugares del planeta la naturaleza tiene unos ciclos. Los seres humanos tenemos los nuestros y, desde luego el sistema solar tiene los suyos. Quiz¨¢ la perspectiva de los astr¨®nomos, desde los m¨¢s antiguos a los m¨¢s modernos, ha tendido a valorar especialmente los ajustes calend¨¢ricos relacionados con la luna, el sol, el zodiaco y efem¨¦rides como los eclipses, sin embargo, las celebraciones populares han ido variando con una cierta autonom¨ªa respecto a las consideraciones m¨¢s formales y expertas de astr¨®nomos y sabios. Desde este punto de vista de la cultura popular, la propia actividad de festejar as¨ª como la conducta ritual, los mitos y los s¨ªmbolos que la acompa?an presentan tambi¨¦n su propio car¨¢cter c¨ªclico y una explicaci¨®n propia sobre el principio y el final de las cosas. La historia de cada pueblo, las creencias religiosas, los eventos pol¨ªticos y la memoria colectiva proporcionan la textura caracter¨ªstica que enriquece la uniformidad astron¨®mica con el creativo repertorio de la diversidad humana.
M¨®nica Cornejo Valle es profesora de Antropolog¨ªa de las Religiones en la Universidad Complutense de Madrid
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