Cuando Einstein reneg¨® de las ondas gravitacionales
En 1936, el f¨ªsico alem¨¢n envi¨® un art¨ªculo sobre ondas gravitacionales para su publicaci¨®n en una revista estadounidense. All¨ª, otro f¨ªsico le se?al¨® varios errores que ¨¦l no quiso admitir
Las ondas gravitacionales eran una de las consecuencias l¨®gicas de la Teor¨ªa de la Relatividad General. En 1916, Albert Einstein le habl¨® a Karl Schwarzschild, el f¨ªsico que hab¨ªa utilizado su teor¨ªa para predecir la existencia de los agujeros negros, de la posible existencia de estas ondulaciones del tejido espaciotemporal provocadas por objetos supermasivos. Sin embargo, a?os despu¨¦s, cuando ya hab¨ªa abandonado Alemania para refugiarse en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (EE UU), escribi¨® un art¨ªculo en el que junto a su asistente Nathan Rosen desmontaba la idea de que esas ondas pudiesen existir en la realidad.
Einstein titul¨® su trabajo con un sugerente ?Existen las ondas gravitacionales? y lo envi¨® a la revista Physical Review, una publicaci¨®n en la que ya hab¨ªan aparecido varios art¨ªculos suyos. Aquellos trabajos se hab¨ªan publicado con celeridad y sin mayores quebraderos de cabeza para el f¨ªsico alem¨¢n, pero no sucedi¨® lo mismo en esta ocasi¨®n. John Tate, editor de la revista, envi¨® el art¨ªculo sobre las ondas gravitacionales a un revisor que encontr¨® errores en los c¨¢lculos de Einstein y Rosen, y escribi¨® un documento de diez p¨¢ginas en el que se?alaba los errores del genio y su socio.
El f¨ªsico alem¨¢n, que en 1936 ya era una instituci¨®n cient¨ªfica de dimensiones c¨®smicas, no se tom¨® bien la enmienda. En parte, quiz¨¢, por una cuesti¨®n de orgullo, pero tambi¨¦n porque la pr¨¢ctica de que cient¨ªficos an¨®nimos ajenos al estudio examinasen los art¨ªculos antes de su publicaci¨®n, ahora imprescindible, no se hab¨ªa implantado a¨²n en Europa.
En lugar de analizar las correcciones del revisor, que resultaron ser correctas, Einstein respondi¨® al editor con una carta airada en la que mostraba su disconformidad con su forma de actuar:
El f¨ªsico alem¨¢n, que en 1936 ya era una instituci¨®n cient¨ªfica de dimensiones c¨®smicas, no se tom¨® bien la enmienda
Estimado Se?or,
Nosotros (el Sr. Rosen y yo) le hab¨ªamos enviado nuestro manuscrito para su publicaci¨®n y no le hab¨ªamos autorizado a que se lo mostrase a especialistas antes de su impresi¨®n. No veo raz¨®n para responder a los en cualquier caso err¨®neos comentarios de su experto an¨®nimo. Debido a este incidente, prefiero publicar el art¨ªculo en otro lugar.
Respetuosamente,
P.D. El Sr. Rosen, que ha partido hacia la Uni¨®n Sovi¨¦tica, me ha autorizado a que lo represente en este asunto
Despu¨¦s de este altercado, Einstein no volvi¨® a publicar nada en Physical Review, pero s¨ª que replante¨® su postura. Leopold Infield, asistente de Einstein, trab¨® amistad con el autor de la revisi¨®n, el cosm¨®logo Howard Percy Robertson, que le mostr¨® su visi¨®n sobre el trabajo de su jefe respecto a las ondas gravitacionales. Despu¨¦s, Infield le transmiti¨® la informaci¨®n a Einstein que, despu¨¦s de afirmar que ya hab¨ªa encontrado un error en el borrador que hab¨ªa mandado, escribi¨® a la Revista del Instituto Franklin, donde su art¨ªculo ya hab¨ªa sido aceptado para su publicaci¨®n, y explic¨® que se deb¨ªan realizar una serie de correcciones. El sistema autocorrector de la ciencia pudo incluso con el orgullo del mayor cient¨ªfico del siglo XX.
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