La naturaleza no cree en el amor
El amor rom¨¢ntico puede no estar inscrito en nuestra biolog¨ªa, como muchos otros rasgos que despu¨¦s de un reciclaje evolutivo se han convertido en aspectos muy humanos
Hay una an¨¦cdota, probablemente ap¨®crifa, protagonizada por el presidente de EEUU Calvin Coolidge y su esposa Grace que ilustra un fen¨®meno amenazador para cierta idea del amor. Durante una visita a una granja de pollos, la pareja avanzaba en grupos separados y le toc¨® a la Primera Dama llegar antes a la zona utilizada para cruzar a los gallos y a las gallinas. All¨ª, despu¨¦s de que un empleado explicase el proceso, la se?ora Coolidge le plante¨® una duda: "?Cu¨¢ntas veces al d¨ªa monta el macho a las hembras?". "Muchas veces", respondi¨® el granjero. Y ella remach¨®: "Pues ahora, cuando el presidente pase por aqu¨ª, se lo cuenta".
Algunos rasgos de nuestra fisiolog¨ªa, como el tama?o y la forma del pene, muestran que no hemos evolucionado para entregarnos a un solo amor
Cuando el presidente lleg¨® al mismo punto de la visita, el empleado le dio el recado que hab¨ªa dejado su esposa y dej¨® pensativo al presidente. "Entonces, d¨ªgame, ?el gallo elige siempre a la misma gallina cada vez que lo hace?". "No, no, a una diferente cada vez", respondi¨® el granjero. "Por favor", contest¨® el presidente, "cu¨¦ntele eso a la se?ora Cooldige".
Esta historia es la que da nombre al Efecto Coolidge, un t¨¦rmino empleado por los bi¨®logos para explicar un fen¨®meno habitual entre los mam¨ªferos. El inter¨¦s sexual, en particular entre los machos, se incrementa ante la presencia de nuevas parejas. Por eso, quiz¨¢ sea deseable cierto grado de escepticismo cuando cuatro hombres cantan que solo piensan en ti.
Aunque el efecto Coolidge se ha observado con m¨¢s intensidad en los machos, algunos rasgos de nuestra fisiolog¨ªa muestran que, probablemente, tampoco ellas evolucionaron para entregarse a un solo hombre. La evoluci¨®n es una batalla cruenta en la que hay que adaptarse a circunstancias cambiantes para no quedarse en el camino y de esa batalla quedan vestigios que nos pueden dar una idea de cu¨¢les eran las amenazas que se afrontaron.
Gordon Gallup, psic¨®logo evolutivo de la Universidad del Estado de Nueva York, ha realizado una serie de experimentos para tratar de explicar la forma del pene humano, de mayor tama?o que en otras especies de grandes simios, incluidos los gorilas. Su longitud y la peculiaridad de su forma, con el glande en la punta, podr¨ªa haber aparecido para actuar como una especie de bomba de vac¨ªo que extrajese el semen de machos anteriores. Esto implicar¨ªa que las hembras tambi¨¦n tienen tendencias promiscuas.
Que haya rasgos promiscuos en nuestra naturaleza no implica que no podamos aspirar a sobreponernos a ellos si eso nos parece lo correcto
La diferencia de intereses evolutivos entre hombres y mujeres tambi¨¦n habr¨ªa producido un desfase entre los ritmos sexuales de ambos. Seg¨²n esta hip¨®tesis, ellas estar¨ªan preparadas para tener relaciones sexuales consecutivamente. Despu¨¦s, en el interior de su aparato reproductivo, se realizar¨ªa la selecci¨®n del espermatozoide m¨¢s adecuado para la fecundaci¨®n. Esto explicar¨ªa porqu¨¦ la eyaculaci¨®n masculina es normalmente ¨²nica y relativamente r¨¢pida y las mujeres est¨¢n preparadas para sesiones de sexo m¨¢s prolongadas y con varios orgasmos, o el motivo de los excitantes gritos femeninos, que cumplir¨ªan la funci¨®n de atraer a nuevos candidatos a la paternidad.
Ejemplos como los anteriores sugieren que el ideal del amor con exclusividad sexual incorporada, probablemente, no forma parte de nuestra naturaleza. Quiz¨¢ por ese motivo, precisamente, es una aspiraci¨®n compartida por millones de personas en el mundo. Poca gente desea con tanta intensidad algo que puede conseguir con facilidad. No obstante, como recordaba en Materia el antrop¨®logo Michael Tomasello, conocer determinados rasgos de nuestra naturaleza no implica que no podamos aspirar a sobreponernos a ellos si eso nos parece lo correcto. El racismo es un mecanismo integrado en nuestra biolog¨ªa y eso no significa que tenga que ser aceptable.
Por otro lado, la evoluci¨®n es un proceso continuo, y los humanos llevamos siglos reutilizando capacidades surgidas en la sabana africana para realizar todo tipo de nuevas actividades. La lectura, por ejemplo, es posible porque nuestro cerebro reutiliza nuestra capacidad para reconocer rostros u objetos. Hormonas como la oxitocina o la vasopresina sirvieron durante millones de a?os para regular el comportamiento reproductivo de los mam¨ªferos, estrechando lazos entre los progenitores y entre estos y sus cr¨ªas, y estas mismas hormonas debieron de facilitar la creaci¨®n de los v¨ªnculos que hicieron posible la aparici¨®n de una especie tan social como la humana. Despu¨¦s, como recordaba un estudio publicado en Nature la semana pasada, la aparici¨®n de las religiones permiti¨® amplificar ese mecanismo hormonal para superar los v¨ªnculos de la tribu y comenzar a construir imperios.
Es probable que el amor que algunos celebrar¨¢n en San Valent¨ªn, con una exclusividad sexual perpetua, tenga tan poca relaci¨®n con la naturaleza humana como las creencias religiosas. Sin embargo, es dif¨ªcil discutir que ambas han desempe?ado un papel. Calvin Coolidge, el protagonista de nuestra historia inicial, dec¨ªa algo respecto a la religi¨®n que hoy puede resultar chocante en una democracia: ¡°Nuestro Gobierno descansa en la religi¨®n. De esa fuente derivamos nuestra reverencia por la verdad, la justicia, la igualdad y la libertad, y por los derechos humanos¡±. Qui¨¦n sabe si dentro de un siglo, nuestra forma de vivir el amor parecer¨¢ igual de estramb¨®tica a los habitantes del futuro.
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