En los ¨²ltimos 15 a?os ha habido m¨¢s asesinos en serie en Espa?a que en todo el siglo XX. ?Por qu¨¦?
El tipo de asesinos en serie de un pa¨ªs dice mucho de su gente. ?En qu¨¦ ha cambiado Espa?a para multiplicar los suyos de golpe?
El 7 de febrero de 2003, Alfredo Gal¨¢n, un exmilitar ciudadreale?o que entonces ten¨ªa 26 a?os, vio un informativo que hablaba de ¨¦l. No mencionaba su nombre pero s¨ª sus actos: la noche anterior, sobre las tres y media de la ma?ana, hab¨ªa matado de un disparo a un chico de 18 a?os en una parada de autob¨²s del barrio madrile?o de Barajas. Se fue a dormir y, a las cuatro de la tarde del d¨ªa siguiente, entr¨® en el bar Rojas de Alcal¨¢ de Henares, la ciudad en la que viv¨ªa. Dentro vio a tres personas: la due?a, Teresa S¨¢nchez, su hijo adolescente y una clienta. Se acerc¨® al chico, que garabateaba un grafiti en un papel, hizo girar la pistola alrededor de su dedo como un cowboy, le sonri¨® y le vol¨® la cabeza. Luego mat¨® a la clienta y dispar¨® tres veces sobre S¨¢nchez mientras esta hu¨ªa a gatas. Ella se salv¨®. El informativo del d¨ªa siguiente no relacionaba los dos cr¨ªmenes pero s¨ª dio cuenta de un detalle: la polic¨ªa hab¨ªa encontrado un as de copas a los pies del cad¨¢ver de Barajas. Lo habr¨ªa llevado el viento pero a Gal¨¢n le gust¨® el toque teatral. Decidi¨® dejar una carta de la baraja espa?ola junto a sus futuras v¨ªctimas. Acababa de nacer el asesino del naipe.
Desde el primer momento, la de Gal¨¢n fue una historia excepcional. Era un depredador que mataba por matar sin esperar nada a cambio. Hab¨ªa asesinado a una primera v¨ªctima, un portero, la noche del 24 de enero, delante de su hijo, porque le hab¨ªan entrado ¡°ganas¡± (la palabra la usar¨ªa ¨¦l en su confesi¨®n meses despu¨¦s) mientras ve¨ªa la televisi¨®n. Usaba un arma de fuego: una pistola Tokarev del calibre 7,62 que hab¨ªa contrabandeado cuando prestaba servicio en Bosnia. Se recre¨® en la ins¨®lita atenci¨®n medi¨¢tica y la psicosis colectiva que se levant¨® en Madrid cuando volvi¨® a atacar un mes despu¨¦s: mat¨® a una pareja en Arganda del Rey y se agach¨® y dej¨® un naipe al lado de los cad¨¢veres.
En 2003, el caso encajaba muy dif¨ªcilmente en la historia negra de Espa?a. Podr¨ªa recordar a Estados Unidos, donde David Berkowitz se convirti¨® en un mito medi¨¢tico llamado Son of Sam, al matar a tiros a seis neoyorquinos entre 1976 y 1977. Donde Ted Bundy (entre 30 y 36 v¨ªctimas entre 1961 y 1978) dijo aquello de que ¡°los asesinos en series somos sus maridos, somos sus hijos, estamos en todas partes¡±. Todo el asesino del Zodiaco tuvo en vilo a todo un pa¨ªs a finales de los sesenta y los setenta. Tambi¨¦n podr¨ªa ser un caso m¨¢s alem¨¢n, donde Karl Lenke (42 v¨ªctimas entre 1903 y 1924) pudo ser miembro respetado de su pueblo prusiano de d¨ªa y asesino de noche. Cada pa¨ªs, cada sociedad, genera su propio tipo de asesino en serie y Gal¨¢n cumpl¨ªa con muy pocos precedentes del pasado negro espa?ol. ?Ha cambiado tanto el pa¨ªs que ha cambiado su modelo de asesino?
Espa?a siempre ha tenido un tipo muy particular de asesino en serie
¡°La cultura juega un papel muy importante en la mente de un asesino¡±, explica el psiquiatra forense Luis Borr¨¢s Roca, autor de Asesinos en serie espa?oles (Bosch). ¡°Afecta al m¨®vil y a las formas de realizar el asesinato. Por resumir podemos decir que se mata por tres razones: un psic¨®pata, para conseguir dinero o algo que le beneficie. Un paraf¨ªlico, para satisfacer sus tendencias sexuales anormales: sadismo, necrofilia, pedofilia¡ Y un psic¨®tico, por un delirio, ya sea m¨ªstico, persecutorio o de grandeza¡±. La cultura s¨®lo es la capa que le da forma a esos cimientos: ¡°En los pa¨ªses donde se da mucha importancia al estatus econ¨®mico, hay m¨¢s asesinatos relacionados con la consecuci¨®n de dinero. Las sociedades anglosajona y especialmente la estadounidense han sido grandes generadoras de asesinos en serie, por su capacidad de producir individuos frustrados por el dinero¡±, prosigue Borr¨¢s.
Hist¨®ricamente, Espa?a ha sido otra cosa. ¡°En el siglo XX era una sociedad muy poco competitiva, la mayor¨ªa de la poblaci¨®n no ten¨ªa art¨ªculos de consumo, la dictadura franquista manten¨ªa un f¨¦rreo control de la sociedad y sexualmente ¨¦ramos muy reprimidos¡±, prosigue Borr¨¢s. ¡°El asesino en serie espa?ol del siglo XX, m¨¢s que un psic¨®pata, era una persona que se mov¨ªa entre la mendicidad o bien con parafilias sexuales generadas por una ense?anza pobre¡±.
En otras palabras, Espa?a es el pa¨ªs de Manuel Delgado Villegas, el mendigo apodado el arropiero, un sevillano que vagaba por las calles, empez¨® a prostituirse a los 12 a?os y a matar instintivamente como forma de imponerse o para tener relaciones sexuales con los cad¨¢veres. Entre 1964 y 1971 acab¨® con la vida de siete o 48 personas, seg¨²n la credibilidad que se le quiera arrogar a sus confesiones. Mataba sin m¨®vil ni concierto. Pod¨ªa ser un poeta que estaba en la margen del r¨ªo Taju?a, en Chinch¨®n, que se neg¨® a darle comida. Pod¨ªa ser un empresario catal¨¢n con el que Villegas se prostituy¨® y que luego no quiso pagarle. Una turista francesa que se encontr¨® en una casa en Ibiza. Casi todos ca¨ªan con el mismo golpe mortal en la laringe, un truco que aprendi¨® en La Legi¨®n.
Espa?a es tambi¨¦n el pa¨ªs de Francisco Garc¨ªa Escalero, ¡°el paradigma de la locura¡±, seg¨²n los psiquiatras que lo trataron: compraba alcohol con el dinero que mendigaba, se juntaba con otro vagabundo o alguna prostituta a beberlo hasta que, pose¨ªdo por lo que describ¨ªa como ¡°la fuerza interior¡±, los mataba y luego quemaba los cad¨¢veres. A uno le machac¨® el cr¨¢neo a pedradas. A otro lo acuchill¨®, le cort¨® el pene y se lo puso en la boca. Sus ¨²nicas relaciones sexuales eran con prostitutas o con cad¨¢veres. En una ocasi¨®n, la polic¨ªa lo encontr¨® ante tres cuerpos desenterrados. Estaba masturb¨¢ndose frente a ellos. No pod¨ªa hacer otra cosa, explic¨®, porque la peste del cuerpo en descomposici¨®n le imped¨ªa acercarse. Se atribuy¨® la muerte de 11 limosneros entre 1986 y 1993. ¡°No eran asesinos fr¨ªos y calculadores: actuaban por instintos patol¨®gicos que no pod¨ªan controlar¡±, matiza Borr¨¢s. ¡°Eran individuos sin soporte social, que no recib¨ªan tratamiento m¨¦dico, abandonados por la familia. Fueron v¨ªctimas del abandono institucional, dejados a su suerte en la calle¡±.
Tambi¨¦n es un pa¨ªs obsesionado por las ancianas. Jos¨¦ Antonio Rodr¨ªguez Vega, un alba?il de Santander, siempre quiso matar a su madre pero no pudo (¡°me ha dado la vida¡±, aducir¨ªa). As¨ª que entr¨® en casa de al menos 16 ancianas entre agosto de 1987 y abril de 1988 alegando que iba a arreglar algo.Una vez all¨ª, las violaba y mataba. Jos¨¦ Ignacio Ordu?a Mayo, El asesino de Lesseps, asesin¨® a tres entre 1978 y 1979 y viol¨® a decenas de ellas.
A finales de los noventa surgi¨® el caso de Joaqu¨ªn Ferr¨¢ndiz. Entre 1995 y 1998 viol¨® y acab¨® con la vida de cinco mujeres en Castell¨®n: las maniataba con su propia ropa interior, les tapaba los ojos y la boca con cinta aislante. Era bien respetado entre los suyos, ten¨ªa novia y llevada una vida aparentemente normal. Algo estaba cambiando en la forma en la cultura de la muerte espa?ola.
Los nuevos casos recuerdan a pa¨ªses m¨¢s 'competitivos'
Cada vez hay menos asesinos en serie en el mundo. La Universidad de Radford, en EE UU, que desde hace a?os lleva la cuenta de los homicidas que van surgiendo, y de sus v¨ªctimas, calcula que de los 906 que hab¨ªa en todo el planeta en los noventa pasamos al 597 en los albores del siglo XXI. En parte porque cada vez hay menos en Estados Unidos, el mayor fabricante de asesinos en serie del mundo. ¡°Este descenso se lleva produciendo desde los ochenta y se debe a varios motivos¡±, razona Michael Aamodt, profesor em¨¦rito de la Psicolog¨ªa en Radford y autor de varias estad¨ªsticas extra¨ªdas de su base de datos. ¡°Las leyes carcelarias son m¨¢s severas, y los homicidas no pueden salir de prisi¨®n para volver a matar tan f¨¢cilmente. Las pruebas de ADN permiten identificar a un asesino antes de que reincida. Y ya no hay tantas v¨ªctimas f¨¢ciles (autoestopistas o ni?os por las calles) como hace 30 a?os¡±.
Espa?a va en sentido contrario. ¡°Ha habido m¨¢s asesinos en serie en estos primeros 15 a?os del siglo XXI que en todo el XX¡±, calcula Borr¨¢s. Tienen otro estilo. Otras motivaciones. Vienen de otros infiernos. Juan Jos¨¦ Rangel, un joven barcelon¨¦s de apariencia normal, acuchill¨® en enero de 2003 a una mujer en un aparcamiento y sac¨® 300 euros con su tarjeta de cr¨¦dito. D¨ªas despu¨¦s, ahog¨® a otra en el mismo sitio con una bolsa de pl¨¢stico en la cabeza. Hoy se le conoce como El asesino del Putxet. En Galicia, una cocinera de bar llamada Remedios S¨¢nchez se hizo amiga de al menos tres ancianas a las que acab¨® asesinando en verano de 2006 para robarles el dinero y sufragar su adicci¨®n al juego.
En Madrid, Encarnaci¨®n Jim¨¦nez Moreno desvalij¨® a 20 ancianas y acab¨® con la vida de dos entre abril y julio de 2003. En 2010 Joan Vilas pas¨® a ser El celador de Olot, autor confeso del asesinato de 11 ancianos de la residencia geri¨¢trica La Caritat de Olot (Girona). ¡°Era una persona atormentada por su condici¨®n de transexual¡±, alerta Borr¨¢s, que particip¨® en su defensa.¡°Si se hubiera criado desde peque?o en una sociedad m¨¢s abierta, no habr¨ªa sufrido las burlas de sus compa?eros de colegio y no se hubiera llegado a estos extremos¡±. Juan Carlos Aguilar, que fing¨ªa ser un monje Shaol¨ªn en Bilbao, fue detenido en verano de 2013 por acabar con la vida de dos mujeres.
¡°No se sabe por qu¨¦ hay determinados picos de asesinato serial: el n¨²mero sigue siendo muy peque?o para extraer ninguna conclusi¨®n¡±, alerta Vicente Garrido, profesor de Crimonolog¨ªa de la Universidad de Valencia. Borr¨¢s tiene un p¨¢lpito: ¡°La sociedad espa?ola se ha hecho menos igualitaria y por tanto, m¨¢s competitiva. Nuestros asesinos en serie se asemejan cada vez m¨¢s a los de las sociedades m¨¢s competitivas¡±.
El 3 de julio de 2003, Alfredo Gal¨¢n irrumpi¨® en una comisar¨ªa de Puertollano y, borracho, confes¨® ser El asesino del naipe. Su historia acab¨® ah¨ª. Y empez¨® la ¨¦poca que redefini¨® al asesino en serie espa?ol.
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