La venganza se sirve en plato fr¨ªo
He aqu¨ª la forma en la que Rajoy devuelve a Pedro S¨¢nchez el ¡°indecente¡± que le hab¨ªa dejado a deber
He aqu¨ª la forma en la que Rajoy devuelve a Pedro S¨¢nchez el ¡°indecente¡± que le hab¨ªa dejado a deber. Pocas situaciones m¨¢s desairadas que la de quedarse con la mano suspendida en el aire, como un pez que agoniza. Para recuperarse del desprecio, la mano ha de regresar siquiera brevemente a los cuarteles de invierno. Unos minutos oculta en el bolsillo del pantal¨®n y sale como nueva. Las manos, pese a que han vivido toda clase de situaciones, son muy pudorosas. Sus diez dedos, cinco en cada una, viven varias vidas en el tiempo en el que nosotros vivimos una. Desde que retiran las s¨¢banas para que salgamos de la cama, no paran de hacer cosas por nosotros durante el resto del d¨ªa. Poniendo como ponen el alma en ello, soportan mal sus fallos, tanto si se trata de arreglar un grifo como de escribir un poema. Con frecuencia, pasan sin transici¨®n de una faena a otra completamente distinta. Tanta actividad acaba generando un supery¨® implacable, una conciencia. Poseen los dedos, adem¨¢s, subconsciente y memoria expl¨ªcita. Se saben el n¨²mero del cajero autom¨¢tico, por ejemplo, mejor que nosotros. Una mano de un individuo de 60 a?os ha visto m¨¢s mundo que un explorador. Cuando nos quieren llamar torpes, nos llaman ¡°manazas¡±, que es un superlativo vejatorio; cuando h¨¢biles, ¡°manitas¡±, que es un diminutivo cari?oso. Cuando quieren llamarnos indecentes, nos retiran el saludo. Observen la felicidad de los dedos de Rajoy, mientras que los de S¨¢nchez se han quedado como de gomaespuma. Los rostros de los dos pol¨ªticos son un reflejo de la expresi¨®n de sus manos, y no al rev¨¦s.
elpaissemanal@elpais.es
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