La sonrisa del des(a)tino
La propuesta socialdem¨®crata, a la que se ha apuntado Podemos, necesita una reflexi¨®n cr¨ªtica para rehacerse como proyecto pol¨ªtico. Si no est¨¢n de paso por la socialdemocracia, los nuevos izquierdistas tienen que responder a estas urgencias
Empecemos por una constataci¨®n fronteriza con lo obvio: un determinado acontecimiento, por celebrado como positivo que pueda resultar, no convierte en igualmente positivo y bueno todo lo que viene despu¨¦s, aquello a lo que abre paso. As¨ª, por poner un ejemplo que pueda servir de inicial ilustraci¨®n, hubo casi total unanimidad en celebrar la llamada ca¨ªda del Muro como un triunfo de la libertad pol¨ªtica y de la democracia, y no creo que hoy hubiera, ni remotamente, parecida unanimidad (m¨¢s bien al contrario) en la valoraci¨®n, pongamos por caso, de la figura de Putin, o de los actuales Gobiernos de Hungr¨ªa o Polonia.
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Salvando todas las diferencias ¡ªque las hay, en cantidad y calidad¡ª tambi¨¦n se dio un amplio acuerdo a la hora de considerar que el 15-M de 2011 signific¨® un grito de saludable indignaci¨®n por parte de amplios sectores sociales, duramente castigados por la crisis y que hasta ese momento no hab¨ªan encontrado la manera de plantear en la plaza p¨²blica su profund¨ªsimo malestar. Pero de ah¨ª no se desprende, y menos de manera autom¨¢tica, que la situaci¨®n pol¨ªtica en alg¨²n sentido propiciada por aquellas protestas merezca la misma consideraci¨®n que el detonante que las hizo estallar.
Como es natural no estoy intentando establecer una relaci¨®n causa-efecto con el hecho de que en el oto?o de ese mismo a?o se produjera la victoria por mayor¨ªa absoluta del Partido Popular. No albergo dudas respecto a que la clave para explicar el triunfo de Mariano Rajoy se encuentra m¨¢s en la reacci¨®n frente a la p¨¦sima gesti¨®n que llev¨® a cabo Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero de la crisis que en las protestas primaverales mencionadas. Con todo, no habr¨ªa que descartar que una reflexi¨®n sosegada sobre la relaci¨®n entre ambos momentos (el del desorden y el del orden) arrojara una cierta luz sobre la realidad de la sociedad espa?ola.
El partido de Iglesias ha de recorrer la distancia que hay entre indignaci¨®n y argumentaci¨®n
Lo que de veras me interesa plantear es una peque?a reflexi¨®n sobre el significado de la irrupci¨®n en la escena pol¨ªtica espa?ola de una nueva fuerza de izquierda, Podemos, que se ha arrogado el monopolio de la representaci¨®n de aquella ciudadan¨ªa indignada, autoproclam¨¢ndose la voz de quienes hasta ahora no hab¨ªan conseguido hacerse o¨ªr. No es poco, ni banal, lo que se pone en juego en semejante irrupci¨®n. Se trata de pasar del aludido grito a la palabra, de la queja a la propuesta. O, si se prefiere (por qu¨¦ no decirlo), de recorrer la distancia que separa la indignaci¨®n de la argumentaci¨®n.
La distancia se podr¨¢ recorrer con mayor o menor celeridad, pero, en todo caso, no puede ser obviada. Porque, por m¨¢s cargado de raz¨®n que pudiera estar aquel grito, la pol¨ªtica obliga a que dicha raz¨®n sea mostrada en p¨²blico. Y es ese insoslayable momento el que parece estar plante¨¢ndole algunos problemas importantes a esta fuerza emergente, no siendo el menor el de la ineludible elaboraci¨®n del diagn¨®stico de la situaci¨®n sobre la que pretende incidir.
Dejemos, pues, de lado el asunto, ya sobradamente comentado, de los abundantes volantazos pol¨ªtico-ideol¨®gicos que ha ido dando Podemos, olvidemos sus propias referencias al leninismo amable o sus identificaciones con lejanos reg¨ªmenes pol¨ªticos poco afines a un modelo cl¨¢sico de democracia liberal, y aceptemos esa autoubicaci¨®n en el terreno de la socialdemocracia que parece estar siendo, al menos hasta el momento, la definitiva. Al aceptarla, el debate ya no puede seguir planteado en los a?ejos t¨¦rminos entre posibilistas y ut¨®picos (o maximalistas), entre reformistas y revolucionarios o cualquier otra contraposici¨®n semejante. Tanto es as¨ª que incluso en alguna ocasi¨®n Pablo Iglesias ha declarado, para subrayar que su partido no est¨¢ fabulando ning¨²n horizonte pol¨ªtico y social inalcanzable, que en realidad a lo que aspira es a que vuelva a haber en Espa?a lo que ya hubo bajo los primeros Gobiernos de Felipe Gonz¨¢lez (al que Iglesias, por cierto, durante un tiempo exclu¨ªa cuidadosamente de sus cr¨ªticas hasta que el expresidente decidi¨® dedicarle un brutal exabrupto, compar¨¢ndolo con Aznar). Y por si hiciera falta remachar el clavo, el l¨ªder de Podemos suele reiterar que el problema que tiene con las direcciones socialistas no es tanto lo que ellas proponen como el abismo que separa tales propuestas y las actuaciones posteriores.
La categor¨ªa ¡®casta¡¯ ha sido abandonada; ahora la diferencia entre Podemos y el PSOE es cuesti¨®n de fe
La pregunta inevitable que, llegados a este punto, no queda otro remedio que plantear es: ?y por qu¨¦ raz¨®n dej¨® de haber lo que hab¨ªa?; ?simplemente porque unos dirigentes incompetentes o corruptos traicionaron su ideario de izquierdas y se dedicaron a destruir lo que, por cierto, ellos mismos hab¨ªan contribuido de manera determinante a crear? Por supuesto que si los responsables de Podemos hubieran mantenido los planteamientos con los que se dieron a conocer, la respuesta ser¨ªa la de atribuir a la condici¨®n de casta de los cuadros socialistas todos los males ocurridos desde hace un tiempo. Pero como la categor¨ªa ha sido abandonada, sin que quienes hasta ayer mismo lo utilizaban profusamente hayan proporcionado la menor explicaci¨®n de su abandono (?ha dejado de haber casta o ya todo es casta?), ahora parece que la respuesta de recambio es un acto de fe, de corte m¨¢s bien esencialista: ellos por definici¨®n no son de fiar, mientras que nosotros, en cambio, s¨ª.
En todo caso, que para tales preguntas los l¨ªderes de Podemos parezcan carecer de respuestas m¨ªnimamente satisfactorias no es en el fondo lo m¨¢s grave. Mucho m¨¢s importante es lo que ni siquiera parecen haberse planteado (puesto que ni lo nombran). Y es que, m¨¢s all¨¢ de los innumerables errores que en el pasado haya podido cometer el PSOE, hay un problema que sobrepasa a este partido en sentido estricto para afectar a la propuesta socialdem¨®crata en cuanto tal. Porque es evidente que esta necesita, con car¨¢cter de m¨¢xima urgencia, llevar a cabo una profunda reflexi¨®n cr¨ªtica que le permita rehacerse como proyecto pol¨ªtico para estar en condiciones de enfrentarse a la brutal embestida del capitalismo en su actual fase de desarrollo. ?O es que acaso en el resto de pa¨ªses europeos gobernados por partidos socialdem¨®cratas sigue habiendo lo que hab¨ªa hace d¨¦cadas?
Si nuestros nuevos izquierdistas no son capaces ni siquiera de medirse con todos estos interrogantes, habr¨¢ que empezar a pensar que, en el fondo, tambi¨¦n la socialdemocracia es para ellos una estaci¨®n de paso, y en tal caso quedar¨ªan obligados a responder a la pregunta del mill¨®n: de paso, ?hacia d¨®nde? (si es que lo saben).
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la Universidad de Barcelona.
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