El gran dilema
La moda masculina se enfrenta a un proceso de consolidaci¨®n. Cada hombre debe dar un paso importante: tomar sus propias decisiones
El momento ¨¢lgido de la historia reciente de la moda masculina ocurri¨® el pasado mes de junio. Hubo alfombra roja, trajes de fantas¨ªa y espectadores at¨®nitos, pero no se trataba de un estreno, fiesta o desfile multitudinario. Fue un viaje en Fashion Train: el tren de alta velocidad entre la Feria Pitti de Florencia y la pasarela de hombre de Mil¨¢n que las autoridades locales pusieron gratis al servicio de periodistas y compradores. El espect¨¢culo empezaba en el control de billetes, donde azafatas sonrientes invitaban a ocupar la alfombra roja que cubr¨ªa el and¨¦n y donde el colorido pasaje se hac¨ªa selfies entre maletas tit¨¢nicas, algunas equipadas para un mes de desfiles en cinco ciudades diferentes (Londres, Florencia, Mil¨¢n, Par¨ªs y Nueva York, que inauguraba semana de la moda de hombre esa temporada, eso s¨ª, sin fashion plane). Una vez dentro, el tren era una fiesta: malabaristas por los pasillos, prosecco (vino blanco) al gusto, un vag¨®n con barra de c¨®cteles y, para comer, s¨¢ndwiches firmados por el chef estrella Carlo Cracco. Un acto de generosidad hacia nosotros, las esforzadas huestes del mundo de la moda, y una celebraci¨®n del boyante negocio en el que este se ha convertido, aprovechando el trayecto entre las dos citas m¨¢s importantes de la temporada.
¡°Hoy en d¨ªa hay que crear atm¨®sfera. Como Saint Laurent. Como Gucci. Las firmas que no lo consigan no tienen nada que hacer¡±
Solo hace nueve meses de aquello, pero parecen nueve a?os. Pasada la euforia de la Expo de Mil¨¢n, no hubo tren de la moda la ¨²ltima edici¨®n de Pitti, el pasado mes de enero. El lujo en general atraviesa una fase de crecimiento incierto debido a la inestabilidad pol¨ªtica y econ¨®mica global, y la moda en particular se enfrenta al que puede ser el cambio m¨¢s grande en su funcionamiento desde que naci¨® el pr¨ºt-¨¤-porter: la posibilidad de romper con el modelo actual (desfilar seis meses antes de que la ropa se ponga a la venta) y hacer shows de pasarela listos para comprar, algo que ya han anunciado que har¨¢n Burberry, Tom Ford y Tommy Hilfiger. A pesar de que ¨²ltimamente solo hab¨ªa dado alegr¨ªas, al sector masculino tambi¨¦n le ha recorrido un escalofr¨ªo. En lo poco que llevamos de 2016, Ermenegildo Zegna, Berluti y Brioni, tres de los nombres m¨¢s importantes de la escena, han cambiado de director creativo (Zegna ha prescindido de Stefano Pilati y ha fichado a Alessandro Sartori, que previamente dej¨® Berluti, y Brioni no ha renovado el contrato de Brendan Mullane; estas dos ¨²ltimas siguen descabezadas a fecha de cierre de esta revista). Sin dramas pero sin fiestas.
¡°Hoy en d¨ªa hay que crear una atm¨®sfera. Como Saint Laurent. Como Gucci. Las firmas que no lo consigan no tienen nada que hacer¡±, comentaba hace poco un estilista italiano, con la perspectiva que dan cuatro d¨¦cadas de experiencia, aludiendo a los dos fen¨®menos que han cambiado la cara del negocio: el ¨¦xito de Hedi Slimane en Saint Laurent gracias a su s¨®lida visi¨®n basada en la est¨¦tica del rock, y las influyentes tres colecciones, exc¨¦ntricas y ambiguas, que lleva Alessandro Michele a bordo de Gucci. El director de arte Christopher Simmonds corroboraba esta versi¨®n a la web especializada Business of Fashion a finales de febrero con menos ceremonia: ¡°Tienes que hacer lo mismo una y otra vez hasta que la gente capte el mensaje, y creo que el de Gucci por fin ha calado¡±. Simmonds sabe de lo que habla: su trabajo es traducir las colecciones de Michele en campa?as de publicidad, las m¨¢s copiadas del ¨²ltimo a?o y medio. Descubre lo que te identifica e insiste en ello hasta que cuaje. Decir esto no es redescubrir la rueda, pero las cifras avalan a Gucci y Saint Laurent (Kering, el grupo franc¨¦s al que pertenecen ambas, acaba de comunicar s¨®lidos datos de crecimiento de las dos), lo cual hace m¨¢s dif¨ªcil de tragar para la competencia no haber logrado la misma repercusi¨®n. Quienes no tienen un mensaje lo suficientemente claro o atractivo, quienes no han conseguido que la gente ¡°lo capte¡± o quienes s¨ª lo han logrado pero, en su opini¨®n, no lo suficiente, han movido ficha. A nadie le gusta llevarse la medalla de bronce, por muy bien que haya corrido.
El pasado noviembre, Joshua Rothman escrib¨ªa en The New Yorker que el sector de la moda masculina se estaba sobrecalentando. Su reportaje, titulado It¡¯s Raining Menswear, cita un punto de inflexi¨®n: la noticia de la inscripci¨®n de Antonio Banderas, El Zorro (sic), en la prestigiosa escuela de moda londinense Central Saint Martins, con la ambici¨®n de volver a poner de moda la capa. No sin mala leche, Rothman asume que, si los actores de Juego de tronos y Kanye West hacen su parte y lo respaldan, ¡°durante el Gran Revival de la Capa de 2019, esta prenda se llevar¨¢ con playeras y mallas t¨¦cnicas, ser¨¢ una forma de revitalizar la ya decadente tendencia deportiva con un poco de chuler¨ªa siglo XVII¡±.
Gosha Rubchinskiy, Demna Gvasalia y Lotta Volkova, los nombres m¨¢s observados de este 2016, corroboran el giro a la autenticidad de la moda
?Qu¨¦ ha pasado para que, a los ojos de algunos comentaristas, todo esto se haya convertido en una comedia? West encarna una posible respuesta: la obsesi¨®n. Su loco enamoramiento por el estilo ha corrido en paralelo tanto a la proliferaci¨®n de blogs de street style como a la explosi¨®n de la moda masculina en el mercado los ¨²ltimos a?os. En las fases indumentarias del mesi¨¢nico rapero podemos leer las edades de la industria: de pijo ir¨®nico con jersey de Ralph Lauren, all¨¢ por 2005, a su sofisticada mezcla actual de prendas firmadas por creadores ilustres con b¨¢sicos callejeros deshilachados. Tanto le gusta la moda que, seg¨²n ¨¦l mismo, debe 53 millones de d¨®lares por culpa de haber intentado ser dise?ador en el pasado. Hay algo risible en los esfuerzos de West por hacerse un nombre en la industria, pero tambi¨¦n es innegable su olfato. En el ¨²ltimo desfile de Yeezy, la marca que lleva tres temporadas desarrollando con Adidas no solo mostr¨® la colecci¨®n, sino que aprovech¨® para presentar su ¨²ltimo disco, The Life of Pablo, en un show con entradas a la venta al p¨²blico que llen¨® hasta la bandera el neoyorquino Madison Square Garden. Un evento abierto, multitudinario y cuajado de celebridades que, de una vez por todas, rompe con la idea de desfile como acontecimiento exclusivo para prensa y amigos de la casa donde el ¨²nico mensaje es la ropa. Algo con lo que este mundo lleva varios a?os pele¨¢ndose, sobre todo recientemente. Una semana antes del desfile de Yeezy, Saint Laurent mostraba su colecci¨®n de hombre con un grandioso desfile mixto que se convirti¨® en una noche de conciertos en la sala Palladium de Los ?ngeles. Una ciudad fuera del circuito de capitales de la moda, una fecha fuera de calendario y, de nuevo, una f¨®rmula donde la ropa es una pieza m¨¢s del puzle.
¡°El espect¨¢culo por el espect¨¢culo hace que, al final, todo se convierta en una parodia¡±, dice la dise?adora Pepa Salazar. A sus 25 a?os, ella representa al escurridizo nuevo consumidor del que la industria quiere llamar la atenci¨®n. Su generaci¨®n compra menos, bebe menos, tiene su propia manera de informarse (fragmentada, instant¨¢nea y casi exclusivamente a trav¨¦s del m¨®vil) y, si hablamos de un producto, valora m¨¢s su integridad que su prestigio o su condici¨®n s¨ªmbolo de estatus. Es m¨¢s f¨¢cil verlos vestir Nike, Supreme, St¨¹ssy y otras firmas de ra¨ªz skate o deportiva que marcas de lujo, y no solo por razones presupuestarias. Gosha Rubchinskiy, Demna Gvasalia y Lotta Volkova, los tres nombres m¨¢s observados de la moda este 2016, corroboran este giro hacia la autenticidad. El ruso Rubchinskiy es el ¨²ltimo dise?ador de culto de ropa street; Gvasalia, georgiano, es el nuevo director creativo de Balenciaga y se ha convertido en el nombre clave de Par¨ªs por el r¨¢pido ascenso de su marca, Vetements, y Volkova, tambi¨¦n rusa, es la estilista que trabaja con los dos. Son amigos y comparten una est¨¦tica cruda con gusto por el fe¨ªsmo y el rigor conceptual. Tambi¨¦n la renuncia a intentar seducir a nadie que no sea su p¨²blico natural. ¡°No creo que podamos dirigirnos a alguien que no est¨¦ interesado en la moda¡±, declara Gvasalia en el ¨²ltimo n¨²mero de la revista 032c.
Tal vez esta sea la lecci¨®n m¨¢s importante. En el proceso de consolidaci¨®n en el que est¨¢ inmerso el mercado masculino, menos euf¨®rico pero m¨¢s adulto, donde las marcas intentan encontrar su receta de ¨¦xito, ya sea buscando un dise?ador m¨¢s af¨ªn a los c¨®digos corporativos o construyendo una atm¨®sfera para seducir a un cliente cada vez m¨¢s inmunizado contra el marketing, nunca se es tan atractivo como cuando no se intenta convencer a todo el mundo. La colecci¨®n de Prada del pr¨®ximo invierno, por ejemplo, ha cosechado su mayor ¨¦xito de cr¨ªtica de los ¨²ltimos tiempos precisamente porque es tan particular, tan fiel a los principios de innovaci¨®n y riesgo que la convirtieron en l¨ªder, que gustar¨¢, primero, a sus fans. Al final de su reportaje en The New Yorker, Rothman admite que es mucho m¨¢s divertido ser un hombre ahora que hace 10 a?os, al menos en t¨¦rminos de moda. Y apunta el gran dilema: encontrar el espacio necesario para saber c¨®mo quiere uno vestir. Si ocupa alg¨²n lugar en nuestro armario lo que se pone el bloguero con 100.000 seguidores, la salida 36 del desfile de Valentino, su versi¨®n de Primark o, llegado el caso, un disfraz de El Zorro.
elpaissemanal@elpais.es
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