En busca de Frankenstein
Aunque Trump termine derrotado ante Clinton en noviembre, el descontento que expresan sus votantes seguir¨¢ presente
Para explicar los or¨ªgenes de la exitosa candidatura del billonario de Nueva York a la presidencia, muchos pol¨ªticos y expertos han recurrido persistentemente a Frankenstein, uno de los mitos vertebrales de la modernidad, la historia de un monstruo colosal que se rebela contra el cient¨ªfico que lo forj¨®. Estos observadores se?alan la atm¨®sfera t¨®xica engendrada por los republicanos a lo largo de varias d¨¦cadas, Trump como la encarnaci¨®n extrema de fuerzas que han atizado las llamas del miedo, el racismo y la xenofobia, un monstruo espurio al que es imposible ahora controlar.
Esta f¨®rmula f¨¢cil, esta ecuaci¨®n que compara a Trump con el monstruo y su partido con el hacedor, por irrefutable que sea, no nos ayuda, sin embargo, a resolver el problema m¨¢s urgente de c¨®mo enfrentar al beligerante billonario y detener su carrera a la casa Blanca.
Para ello, necesitar¨ªamos acudir a la novela Frankenstein, concebida hace dos siglos atr¨¢s en el l¨²gubre verano de 1816 por una joven llamada Mary Shelley, una lectura que nos permitir¨ªa ir m¨¢s all¨¢ de la simplificaci¨®n a que su compleja y esclarecida f¨¢bula se ha visto reducida por la cultura popular.
Otros art¨ªculos del autor
Seducidos y condicionados por tantas versiones f¨ªlmicas de esta historia, es probable que nos sorprenda que Frankenstein sea el nombre, no del monstruo, sino que del genio arrogante que lo dise?¨®, forz¨¢ndonos a plantearnos la misma pregunta que rond¨® a la autora cuando, pasando sus vacaciones en una mansi¨®n suiza, junto a Lord Byron y su futuro marido, Percy Bysshe Shelley, ella comenz¨® a escribir Frankenstein: ?qui¨¦n es el verdadero monstruo, el engendro deforme que, contra su voluntad, cobra vida, o su creador excesivamente ambicioso?
Volver a delinear hoy esa pregunta angustiosa nos permite profundizar en lo que es de veras aterrador en la insurgencia de Trump: el hecho de que legiones de ciudadanos voten a un hombre que se nutre del miedo y se solaza con la tortura y las deportaciones masivas. Sin esas multitudes perturbadas que proyectan sobre ¨¦l sus incertidumbres, pesadillas y deseos, Trump no existir¨ªa. ?No son los verdaderos monstruos los hombres y mujeres encantados por su carisma y beligerancia, su incesante celebraci¨®n de la avaricia y el machismo?
La tentaci¨®n de construir una inmensa muralla en torno a esos contrincantes, alejarlos de nuestra vida y de nuestra vista, es a menudo avasalladora. Con m¨¢s raz¨®n hay que tener cuidado de no imitar a los seguidores de Trump, degradando y demoniz¨¢ndolos como si fuesen una horda invasora y maligna.
Es precisamente esta deshumanizaci¨®n del otro que la novela de Mary Shelley critica. Aunque la mayor¨ªa de las versiones f¨ªlmicas enmudecen al monstruo, en el libro ¨¦l posee un alma fr¨¢gil y desesperanzada, capaz de articular su soledad, exigiendo que no lo juzguemos por su exterior deforme. ?Estoy delirando, siendo demasiado c¨¢ndido, si sugiero que lo que debemos sentir ante los adherentes de Trump es m¨¢s bien pena y compasi¨®n? Dejando de lado los violentos e irredimibles fan¨¢ticos Neo--nazis que ocupan los m¨¢rgenes del movimiento, ?acaso la inmensa mayor¨ªa de los que votan a Trump no residen en una desolaci¨®n existencial que se sintetiza en el ep¨ªgrafe del Para¨ªso Perdido de Milton que se cita en la primera p¨¢gina de Frankenstein, invocaci¨®n de Ad¨¢n al Dios que lo labr¨®: ¡°?Te solicit¨¦/ Que de la oscuridad me promovieses?¡±
Es posible que sus huestes hayan creado a Trump y alentado su revuelta, pero ?qu¨¦ Dios inmisericorde los promovi¨® desde la oscuridad, los hizo sentirse tan desamparados e indefensos, tan rabiosos y agobiados por la crisis econ¨®mica, que necesitan encumbrar a un demagogo que apela a sus instintos m¨¢s viles y utiliza la tristeza y la inseguridad ajenas para incrementar su poder?
Aunque Trump termine finalmente derrotado en Noviembre por Hillary Clinton, esos ciudadanos confusos van a permanecer vastamente entre nosotros. Constituyen el verdadero desaf¨ªo. Si la zona m¨¢s oscura de la historia norteamericana les dio origen, estimulando su anhelo de un Superman como Trump que los salvara, tendr¨ªa que ser entonces la parte m¨¢s luminosa de esa Am¨¦rica la que deber¨ªa, despu¨¦s de mirarse intensamente en el espejo, responder a la frustraci¨®n de aquellos iracundos, convencerlos de que dejen de conjurar falsos demonios desde el abismo y empiecen a pelear contra los demonios tanto m¨¢s tangibles de la guerra, la pobreza, el racismo, la desigualdad de g¨¦nero y el cataclismo ecol¨®gico que nos amenaza a todos por igual, los verdaderos terrores y monstruos que ¨²nicamente es posible vencer lado a lado.
Solo si hallamos un modo de despojar a esos seguidores de Trump de sus quimeras y su recelo, hallar un modo de que se les incluya en la soluci¨®n a los dilemas de nuestro tiempo, solo en ese caso podr¨¢n tornarse maravillosamente prof¨¦ticas las ¨²ltimas palabras de Mary Shelley en su novela, cuando se despide del Monstruo y de lo que hay de monstruoso en todos nosotros: ¡°Pronto fue llevado lejos por las olas, y se perdi¨® en la oscuridad y la distancia.¡±
Ariel Dorfman es escritor. Acaba de publicar? Allegro,
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