Las mejores madres del reino animal
Las elefantas y las orcas ofrecen excelentes ejemplos de la importancia de observar el comportamiento de las madres de otras especies
Cuatro madres elefante dan sombra con sus cuerpos a sus rechonchas criaturas mientras las conducen a trav¨¦s de una arom¨¢tica pradera bajo un sol ecuatorial que ya empieza a calentar a pesar de ser temprano. Avanzando a zancadas con resoluci¨®n, como si acudiesen a una cita, las madres se balancean camino de una extensa ci¨¦naga. Se detienen a la orilla. Es dif¨ªcil dar de mamar metida en el agua hasta el vientre, as¨ª que dejan que sus peque?os se sacien antes de entrar en el humedal para pasar el d¨ªa. Su previsi¨®n me deja at¨®nito. ?Quien lo iba a pensar? Las madres.
Voy en un veh¨ªculo de investigaci¨®n con Katito Saiyadel y Vicky Fishlock, de la Fundaci¨®n Amboseli. Una elefanta llamada Tecla que camina solo unos cientos de metros delante de nosotros, a nuestra derecha, se vuelve de repente, barrita y muestra su disgusto por nuestra presencia. A nuestra izquierda un joven elefante se da la vuelta y lanza un grito. Al parecer, hemos separado a la madre de su peque?o. Sin embargo, otra madre, con los pechos llenos de leche, llega corriendo y cruza justo por delante de donde estamos. Ella es la verdadera madre. Tecla le estaba comunicando, en esencia: ¡°Los humanos se est¨¢n interponiendo entre t¨² y tu cr¨ªa. Ve y haz algo¡±. La madre recupera al peque?o y restaura el orden. Todos siguen adelante.
Observemos a las madres de otras especies. Cuando los cercopitecos verdes que andan por ah¨ª oyen la llamada de auxilio de una cr¨ªa, inmediatamente dirigen su mirada a la madre del peque?o. Saben perfectamente qui¨¦n es importante para qui¨¦n. Cuando un delf¨ªn manchado del Atl¨¢ntico llamado Luna se separ¨® de su cr¨ªa de pocos d¨ªas en aguas turbias delante de un tibur¨®n tigre, Denise Herzing escribi¨®: ¡°Nunca hab¨ªa o¨ªdo a una madre expresar su angustia con tanta vehemencia¡±. Esas madres saben exactamente qui¨¦nes son.
Para los elefantes, igual que para los humanos, la experiencia importa. Es m¨¢s probable que se meta en problemas un adolescente que un adulto de 40 a?os
Una vieja elefanta, sus hermanas, sus hijas adultas y todos sus descendientes viven juntos en familia. La familia constituye la base compartida del cuidado de las cr¨ªas y la crianza de los peque?os. Normalmente la hembra mayor act¨²a como la depositaria suprema de la historia y el conocimiento vivos. Esta supermam¨¢, o matriarca, toma las decisiones acerca de a d¨®nde ir¨¢ la familia, cu¨¢ndo y durante cu¨¢nto tiempo. Es el punto de confluencia familiar y la principal protectora. Y su personalidad ¨Ctranquila, nerviosa, firme, indecisa, audaz¨C marca la pauta para toda la familia. (Los machos adolescentes abandonan las familias, se juntan con otros machos, a veces van vagando). Durante meses, la madre tiene a la cr¨ªa permanentemente a su alcance, a menudo en contacto f¨ªsico. Con frecuencia le dirige sonidos suaves, como un zumbido, dici¨¦ndole, efectivamente: ¡°Estoy aqu¨ª; aqu¨ª mismo¡±.
Las cr¨ªas que estamos observando est¨¢n regordetas, como malcriadas. Para los elefantes, igual que para los humanos, la experiencia importa. Es m¨¢s probable que se meta en problemas un adolescente que un adulto de 40 a?os. Vicky hace hincapi¨¦ en que ¡°las elefantas son unas madres fant¨¢sticas. Saben lo que est¨¢ pasando y son de los m¨¢s serenas¡±.
El calor de la ma?ana empieza a apremiar a los elefantes para que se dirijan a la refrescante ci¨¦naga, pero las matriarcas adaptan el ritmo a los m¨¢s peque?os. No se deja atr¨¢s a ninguno. En 1990, aqu¨ª, en el Parque Nacional de Amboseli, en Kenia, la elefanta Echo dio a luz a una cr¨ªa que no pod¨ªa enderezar las patas delanteras y apenas consegu¨ªa mamar. Se arrastraba con penosa lentitud sobre sus mu?ecas, y a menudo se ca¨ªa. Los funcionarios del parque hablaron de abreviar su desgracia. Durante tres d¨ªas, mientras la agotada cr¨ªa la segu¨ªa cojeando, Echo afloj¨® el paso de la familia para adaptarlo a su discapacidad, volvi¨¦ndose continuamente para observar el avance del peque?o, esperando hasta que le daba alcance y levant¨¢ndolo pacientemente cuando se ca¨ªa. Al tercer d¨ªa, el elefante se reclin¨® hacia atr¨¢s hasta que logr¨® apoyar en el suelo las plantas torcidas de sus patas delanteras, y entonces, cuenta la investigadora Cynthia Moss, ¡°con cuidado y muy despacio a¨²n, volvi¨® a trasladar el peso a la parte delantera del cuerpo y estir¨® las cuatro patas¡±. Nunca recay¨®. La resoluci¨®n de su familia ¨Clo que, en los seres humanos, podr¨ªamos llamar fe¨C lo hab¨ªa salvado.
Solo las hembras humanas, las de las orcas y las de los calderones tropicales normalmente siguen viviendo d¨¦cadas despu¨¦s de haber dejado de reproducirse
A medio planeta de all¨ª, en un reino diferente, visito a otro mam¨ªfero que vive en la sociedad m¨¢s organizada en torno a la madre de la Tierra: las orcas pisc¨ªvoras del noroeste del Pac¨ªfico. En el barco de Ken Balcomb conozco a la manada L. Ken reconoce a todos sus miembros a simple vista. L-25 es una hembra, y en este momento tiene m¨¢s de 85 a?os. Ese macho adulto de la gran aleta dorsal con una muesca a media altura de su borde anterior es L-41y tiene 36 a?os. Al igual que los elefantes, la unidad social b¨¢sica es una veterana matriarca que gu¨ªa a sus hijos y nietos. Si bien los elefantes macho adolescentes abandonan su familia, las orcas macho permanecen toda la vida en la misma en la que han nacido. (Los machos se aparean mientras se relacionan con otras familias, y luego vuelven junto a su mam¨¢). Los lazos materno-filiales siguen siendo estrechos de por vida. No existe ninguna otra criatura en la que toda su prole ¨Chijas e hijos¨C permanezca con su madre mientras esta vive.
Manual de supervivencia de las orcas
Del mismo modo que los elefantes, la orca matriarca ha memorizado el manual de supervivencia de la familia y conserva el conocimiento de las rutas y las islas, de los lugares y las estaciones en que se concentran los salmones. Su decisi¨®n puede hacer que toda su familia se traslade. Las orcas nadan 120 kil¨®metros al d¨ªa.
Igual que los humanos, las orcas suelen dejar de tener hijos a los 40 a?os, y pueden vivir m¨¢s del doble de ese tiempo. Solo las hembras humanas, las de las orcas y las de los calderones tropicales normalmente siguen viviendo d¨¦cadas despu¨¦s de haber dejado de reproducirse. En pocas palabras: pasan la menopausia. En un grupo de orcas, hasta un cuarto de las hembras son postreproductivas. Estas ballenas no esperan la muerte; ayudan a sus hijos y a sus nietos a sobrevivir. Los calderones tropicales siguen produciendo leche hasta 15 a?os despu¨¦s de su ¨²ltimo parto. Las marcas de dientes en uno de los ¨²ltimos reci¨¦n nacidos de la manada J indican que otra orca actu¨® como una aut¨¦ntica comadrona sacando a la cr¨ªa del cuerpo de la madre. Varias orcas hembra ayudan a empujar a un reci¨¦n nacido a la superficie para que respire por primera vez. Incluso en el mar, hace falta toda una comunidad.
Las orcas hembra son tan decisivas para la supervivencia de sus hijos que cuando muere una anciana, su descendencia adulta empieza a morir en gran n¨²mero, sobre todo los hijos. Cuando mueren sus madres, las orcas macho mayores de 30 a?os afrontan tasas de mortalidad ocho veces superiores a las de los machos coet¨¢neos del grupo cuyas madres est¨¢n vivas. La cantidad de alimento exigida por su inmenso tama?o parece que los hace dependientes de sus madres trabajadoras, que comparten con su descendencia aproximadamente la mitad de sus capturas. La matriarca J-2 tiene actualmente m¨¢s de 100 a?os. Su hijo J-1, que vivi¨® hasta los 60, es el macho m¨¢s longevo conocido.
Aunque su madre no sea una elefanta ni una ballena ¨Cya saben lo que quiero decir¨C hacen falta madres de todas clases para perpetuar la cadena de los seres. La maternidad es una misi¨®n en la Tierra mayor y m¨¢s sagrada de lo que solemos reconocer. Tom¨¦monos, pues, un instante para reflexionar sobre la maternidad en sentido amplio. Elogiemos y demos las gracias a nuestras madres y a las madres de otros por nada menos que el desfile de la vida.
Carl Safina es catedr¨¢tico de Naturaleza y Humanidad en la Universidad Stony Brook. Su libro 'Beyond Words; What Animals Think and Feel' ser¨¢ publicado en espa?ol a finales de 2017 o principios de 2018
Traducci¨®n de NewsClips.
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