La palabra ¡®trucho¡¯
La ventaja de empezar a ser viejo es que uno aprende que las cosas no son para siempre. Y, menos dram¨¢tico pero m¨¢s importante: que las cosas no son como son sino como est¨¢n ¨Cy que ahora est¨¢n as¨ª y pronto estar¨¢n as¨¢ y despu¨¦s amarillo y despu¨¦s mullidita. Y que lo mismo sucede con ciertas palabras: empiezan, marcan, pasan. Todo esto para decir que Argentina, siempre tan eficaz para crear lo que no importa, ha cincelado en estos a?os su palabra decisiva, s¨ªntesis casi perfecta: la palabra trucho.
La palabra trucho define un valor decisivo en la cultura actual ¨Clocal, global¨C: la falsedad, la imitaci¨®n, el fingimiento. Es trucha, por ejemplo, esa camiseta con cocodrilo que no muerde; trucho ese presupuesto que un proveedor infl¨® para compartir ganancias con un empleado de su cliente; trucha esa se?ora que te promete un amor que no aparece.
Hay, como corresponde, decenas de etimolog¨ªas de la palabra trucho,?y todas ¨C?menos una?¨C deben serlo. Dicen que apareci¨® como deformaci¨®n de truco y trucar; que la dec¨ªan cuando cambiaban la foto de una cara ¨Cen lunfardo, ¡°la trucha¡±¨C para falsificar un documento; que la invent¨® un presentador de la tev¨¦.?Pero todos acuerdan en que su salto al estrellato lleg¨® en 1992, cuando las c¨¢maras descubrieron un diputado falso ¨C¡°el diputrucho¡±¨C votando una ley en el Congreso Nacional de Buenos Aires.
Un desprevenido podr¨ªa pensar que trucho es lo mismo que falso. Otra cosa que la vejez ense?a ¨Co no¨C es que no existen los sin¨®nimos: que palabras distintas dicen cosas distintas, aunque sea muy poco. En este caso es mucho: trucho es la forma amable de decir mentiroso, ileg¨ªtimo, ilegal; la manera de decir que lo aceptamos como un modo posible. Si empezamos a decir trucho,?dir¨ªa la psic¨®loga de guardia, fue para decir que pod¨ªamos tolerar las trampas, los enga?os ¨Chasta cierto punto: que falsificar no es, en general, algo grave sino un episodio graciosito de la picaresca.
As¨ª, ya tolerable, lo trucho se difunde. Los productos truchos ¨Cque simulan una calidad que no tienen¨C se venden cada vez m¨¢s; los cuerpos truchos ¨Cque se aderezan con pl¨¢sticos y siliconas¨C son los m¨¢s fotografiados, y truchados en el Photoshop; los relatos truchos inundan el imaginario, y son un gran recurso del poder.
Pero nunca es m¨¢s clara la palabra trucho que cuando se refiere a una persona: es un trucho, te dicen, y ya. El trucho es el grado superior de otro personaje argentino cl¨¢sico: el chanta. El chanta se jacta, el trucho enga?a; el chanta exagera, el trucho miente. ?ltimamente, nadie parece sintetizar mejor la palabra que el ex vicepresidente de Cristina Fern¨¢ndez, Amado Boudou. El se?or Boudou ¨Cl¨¦ase bud¨²¨C ten¨ªa una sonrisa ganadora, el pelo largo, tocaba rock & roll?e iba a ser presidente. Pero empezaron a descubrirle corrupciones varias. El hombre no desde?aba nada: lo procesaron, por ejemplo, por cambiar la fecha de compra de un auto para no compartirlo en su divorcio. Y acaban de procesarlo por inflar las facturas de hotel, comidas e int¨¦rpretes en sus viajes oficiales y de poner en su documento de identidad una direcci¨®n inexistente. Lo van a condenar, pronto, por trucho, y se est¨¢ convirtiendo en un s¨ªmbolo patrio de esa patria. Si alguna vez la palabra trucho?perdiera su potencia, la palabra bud¨²?podr¨ªa reemplazarla:
¨C?Qu¨¦ linda esa cartera! ?La compraste en Par¨ªs?
¨CNo, qu¨¦ Par¨ªs, en la calle, es totalmente bud¨². ?Y vos, segu¨ªs con ?scar?
¨CNo, nena, es rebud¨², ten¨ªa tres amantes.
La palabra trucho?tiembla en un rinc¨®n.
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