La locura que hace invisibles a los lobos solitarios
No es casualidad que entre los terroristas haya historias de delincuencia com¨²n, desarraigo, tendencias depresivas, violencia de g¨¦nero y odio hacia minor¨ªas
Una siniestra casualidad ha querido que coincidieran en el tiempo varios atentados con vocaci¨®n de masacre de naturaleza muy distinta pero un mismo efecto. El lunes 25, Satoshi Uematsu, de 26 a?os, entraba con un cuchillo en una residencia de discapacitados de Saramihara (Jap¨®n) y mataba a 19 personas. Un d¨ªa antes, Mohamad Deleel, refugiado sirio de 24 a?os, hiri¨® a 12 personas y muri¨® al hacer estallar el explosivo con el que pensaba provocar una matanza en un festival de m¨²sica de Ansbach, Alemania. El s¨¢bado, un germano-iran¨ª de 18 a?os, Al¨ª David Somboli, hab¨ªa matado a nueve personas en un centro comercial de M¨²nich antes de suicidarse. Y el 14 de julio Mohamed Lahouiaej seg¨® 84 vidas en Niza al arremeter con un cami¨®n contra la multitud.
De estos atentados, dos llevan el sello del terrorismo islamista y otros dos son obra de perturbados mentales. ?Qu¨¦ diferencia hay entre ellos? Salvo la etiqueta, apenas ninguna. Son personas que toman los instrumentos m¨¢s mort¨ªferos que tienen a mano y se dirigen de forma s¨²bita contra v¨ªctimas elegidas al azar. El que no lleve la etiqueta de terrorista no hace menos terrible y absurdo el asesinato de los minusv¨¢lidos de Jap¨®n. Pero la coartada terrorista tampoco rebaja el grado de locura que subyace en el atentado con el que Oman Mateen mat¨® a 49 personas en un club gay de Orlando. El joven que atent¨® en Ansbach quer¨ªa provocar ¡°dolor y martirio¡± en nombre de la yihad isl¨¢mica, y el que atent¨® en M¨²nich quer¨ªa causar dolor y martirio para vengarse de su propio dolor.
Solo desde la fragilidad mental se explica que alguien pueda hacerse un lavado de cerebro sectario tan intenso que le lleve en poco tiempo a sacrificar su vida por una causa que antes le era indiferente. El yihadismo se ha convertido en la utop¨ªa global disponible para j¨®venes que por diversas razones no se encuentran a gusto en el mundo, que necesitan una coartada para sus venganzas o una forma de desaparecer con gloria. No es casualidad que entre los terroristas haya historias de delincuencia com¨²n, desarraigo, tendencias depresivas, violencia de g¨¦nero y odio hacia minor¨ªas.
Lo que convierte al terrorismo de los lobos solitarios en una amenaza tan dif¨ªcil de detectar es precisamente aquello que tiene en com¨²n con la violencia de los perturbados solitarios. Que tanto las motivaciones como la forma de operar escapan a los radares de la m¨¢s eficiente de las estructuras de seguridad. Y eso es algo con lo que vamos a tener que aprender a vivir. De esa coincidencia se aprovecha precisamente el Estado Isl¨¢mico. Ni siquiera tiene que molestarse en reclutar a los suicidas. Le basta con lanzar a trav¨¦s de la Red los mansajes adecuados y algunas instrucciones gen¨¦ricas: ¡°Si no tienes explosivos, atrop¨¦llalos¡±, ¡°utiliza un cami¨®n como m¨¢quina segadora...¡±. Los lobos solitarios no necesitan ir a la mezquita para radicalizarse. Ellos mismos se enrolan. Ellos se buscan las armas. Ellos deciden cu¨¢ndo atacar. Como los perturbados mentales. Por eso es una violencia tan dif¨ªcil de prevenir.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.