La UE ante el cambio clim¨¢tico: ?una oportunidad perdida?
La Uni¨®n super¨® con creces los objetivos de Kioto y podr¨ªa imponerse unos objetivos mucho m¨¢s ambiciosos para los pr¨®ximos a?os
Este verano he participado en un curso de la UIMP dedicado al futuro de la Uni¨®n Europea (UE). El hilo conductor era el interrogante sobre el significado actual del proyecto europeo, as¨ª como sobre la posibilidad de construir una nueva narrativa del mismo, capaz de volver a ilusionar a los europeos, y en particular a las generaciones m¨¢s j¨®venes.
Es evidente que hay una creciente identificaci¨®n de la UE con lo peor del actual modelo de globalizaci¨®n: esa de los mercados, que ha acentuado las desigualdades y la precariedad, y que ha ignorado la urgencia de un nuevo paradigma econ¨®mico, compatible con la necesaria equidad y con los imprescindibles equilibrios ecol¨®gicos que garantizan la vida, la salud y el progreso humano.
Mi opini¨®n al respecto es rotunda: la UE solo avanzara hacia una mayor integraci¨®n si los ciudadanos europeos perciben las pol¨ªticas y las instituciones comunitarias lo suficientemente ambiciosas y eficientes como para contribuir a una profunda transformaci¨®n de la gobernanza internacional; solo si la UE recupera sus ideales iniciales ¡ªla paz, la democracia, la prosperidad y los derechos humanos¡ª, como vectores de esa transformaci¨®n hacia una verdadera globalizaci¨®n de la Pol¨ªtica (con may¨²scula: aquella capaz de gobernar a los mercados, en beneficio del inter¨¦s general)...
Y en ese contexto, hay que lamentar el liderazgo menguante de la UE ante el desaf¨ªo del cambio clim¨¢tico.
El calentamiento global es una de las consecuencias m¨¢s nefastas del paradigma econ¨®mico dominante, que comporta una evidente injusticia para los pa¨ªses m¨¢s desfavorecidos, v¨ªctimas de los peores efectos del cambio clim¨¢tico, a pesar de no haber pr¨¢cticamente contribuido al mismo.
Espa?a es uno de los lastres para la reducci¨®n de emisiones contaminantes en Europa
La UE ha jugado en el pasado un papel determinante en el impulso a los compromisos internacionales en esta materia: la UE, en su conjunto, redujo en un 17% sus emisiones de CO2 entre 1990 y 2012, muy por encima de la reducci¨®n de un 8% establecida en el protocolo de Kioto. Y pudo hacerlo porque tambi¨¦n ha sido, hasta fecha reciente, el espacio de mayor desarrollo de las energ¨ªas renovables. Hoy, por el contrario, son los pa¨ªses emergentes ¡ªy en particular China¡ª quienes encabezan la inversi¨®n en estas tecnolog¨ªas.
Con el Acuerdo de Par¨ªs, alcanzado el pasado diciembre, se ha abierto una nueva etapa en la gobernanza internacional del cambio clim¨¢tico: por primera vez todos los pa¨ªses se han comprometido a contribuir a frenar el calentamiento global, de forma que durante este siglo la temperatura media del planeta no aumente por encima de los 2 grados ¡ªy a ser posible, ese aumento no supere 1,5 grados¡ª. Pero la suma de todas las contribuciones anunciadas hasta la fecha supondr¨ªa un aumento de casi cuatro grados; y por ello, el Acuerdo de Par¨ªs exige que todos los pa¨ªses se planteen, desde ahora, objetivos m¨¢s ambiciosos, y que se revisen los correspondientes resultados cada cinco a?os.
La UE ¡ªque en el protocolo de Kioto acept¨® comprometerse con mayores reducciones de emisiones que el resto de los pa¨ªses desarrollados¡ª, en esta ocasi¨®n ha decidido mantener el objetivo que ya ten¨ªa establecido para 2020 ¡ªuna reducci¨®n del 20% respecto de 1990¡ª, a pesar de que ya ha alcanzado pr¨¢cticamente ese nivel, con cuatro a?os de adelanto, y hubiera podido, por lo tanto, asumir, con toda viabilidad, una mayor reducci¨®n. Igualmente, la UE ha mantenido el objetivo para 2030 ¡ªuna reducci¨®n del 40%¡ª, objetivo ya adoptado en 2014, en un contexto muy diferente del actual: tanto por la evidencia cient¨ªfica de la aceleraci¨®n de los efectos del cambio clim¨¢tico, como por la asunci¨®n de compromisos por parte de los grandes emisores no europeos, inconcebible hasta fecha muy reciente.
Ese liderazgo menguante de la UE se ha puesto de manifiesto el pasado fin de semana, al anunciar China y Estados Unidos sus respectivas ratificaciones del Acuerdo de Par¨ªs, en la vigilia de la cumbre del G20. El retraso en la ratificaci¨®n del Acuerdo por parte de la UE se debe, formalmente, a cuestiones de procedimiento ¡ªlos 28 Estados miembros tienen que ratificar dicho Acuerdo en sus parlamentos¡ª; pero la causa real es una insuficiente voluntad pol¨ªtica, teniendo en cuenta el tiempo ya transcurrido desde la celebraci¨®n de la COP 21. De hecho, Francia lo ratific¨® el pasado mes de junio, sin esperar al resto de los pa¨ªses de la UE, una vez que todos ellos, y la propia UE, hab¨ªan firmado ya su adhesi¨®n al mismo.
El retraso en la ratificaci¨®n del Acuerdo por parte de la UE se debe realmente a una insuficiente voluntad pol¨ªtica
Por supuesto, la ratificaci¨®n de un Tratado internacional como el Acuerdo de Par¨ªs ¡ªque no comporta sanciones en caso de incumplimiento¡ª puede convertirse en papel mojado si los gobiernos no tienen voluntad real de aplicarlos. Pero en este caso, al conjunto de los pa¨ªses de la UE les interesar¨ªa, y mucho, no quedarse atr¨¢s en su cumplimiento, una vez que China y Estados Unidos lo han ratificado: entre los dos pa¨ªses suman ya m¨¢s del 40% de las emisiones globales, lo que acelera el proceso de su entrada en vigor, para lo que se requiere la ratificaci¨®n de un n¨²mero de pa¨ªses que supongan el 55% de las emisiones. Si la UE se quedase fuera del n¨²cleo inicial de la gobernanza del Acuerdo de Par¨ªs, no podr¨ªa participar en las primeras decisiones (fiscales, financieras, sobre I+D+i...), determinantes para su desarrollo, que en estos momentos suscitan el m¨¢ximo inter¨¦s por parte de los inversores de todo el mundo.
Y sin embargo, para la UE la transici¨®n energ¨¦tica hacia una econom¨ªa baja en carbono constituye uno de sus mayores potenciales. En primer lugar, en t¨¦rminos de autonom¨ªa y de seguridad de abastecimiento: la UE importa el 80% del petr¨®leo, el 100% del uranio y el 60% del gas que consume, y seis de sus Estados miembros dependen de un ¨²nico pa¨ªs suministrador de gas. Y todo avance de la UE en materia de ahorro y eficiencia energ¨¦tica, as¨ª como en energ¨ªas renovables ¡ªes decir, en pol¨ªticas para la reducci¨®n de la emisi¨®n de CO2¡ª, tanto dentro de sus fronteras como cooperando con terceros pa¨ªses, supondr¨ªa un poderoso impulso a esa deseable integraci¨®n, hoy en peligro.
Las herramientas tampoco le faltan a la UE: la creaci¨®n de una Uni¨®n Europea de la Energ¨ªa, asociando las pol¨ªticas de la energ¨ªa y del clima, es una de las prioridades de la Comisi¨®n Juncker. Entre sus objetivos destaca un incremento significativo de las interconexiones intraeuropeas de la electricidad, para optimizar el uso de la energ¨ªa e¨®lica y solar; y para ello se han establecido ya mecanismos espec¨ªficos de financiaci¨®n. Por cierto, una de las consecuencias del Brexit podr¨ªa ser la p¨¦rdida de estos fondos para conectar la capacidad de generaci¨®n e¨®lica del Reino Unido con el continente, lo que explica la paralizaci¨®n en ese pa¨ªs de los nuevos planes de Siemens: un efecto negativo a ambos lados del Canal de la Mancha.
A la UE no le faltan, por tanto, ni experiencia, ni recursos, ni capacidad, para convertirse ¡ªcomo auspicia la propia Uni¨®n Europea de la Energ¨ªa¡ª en el " l¨ªder de la nueva generaci¨®n de las energ¨ªas renovables", y en un actor global determinante en la lucha contra el cambio clim¨¢tico. Lo que falta es ambici¨®n pol¨ªtica, visi¨®n de futuro.
Espa?a es, por desgracia, uno de los pa¨ªses que m¨¢s lastran, en este momento, la construcci¨®n de ese relato alternativo, invocado al principio de este art¨ªculo: en 2014 y 2015 han vuelto a crecer sus emisiones de CO2, que comenzaron a reducirse en 2005, mucho antes del estallido de la crisis econ¨®mica, ¡ªcomo resultado de la creciente utilizaci¨®n de las energ¨ªas renovables¡ª. Esta lamentable evoluci¨®n, opuesta a la de la mayor¨ªa de los pa¨ªses de la UE, se debe a la dr¨¢stica paralizaci¨®n desde 2011 en el desarrollo de las energ¨ªas renovables ¡ªm¨¢s de 80.000 puestos de trabajo destruidos en ese sector¡ª, as¨ª como al apoyo gubernamental al uso del carb¨®n ¡ªEspa?a ha sido el pa¨ªs del mundo donde m¨¢s aument¨®, en t¨¦rminos relativos, su consumo en 2015¡ª, resultado de una pol¨ªtica que pretende justificarse con razones sociales perfectamente atendibles de forma diferente.
Cristina Narbona es exministra de Medio Ambiente y miembro de la Red Espa?ola de Desarrollo Sostenible.
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